¿Qué ha ocurrido realmente en el Universo de "Fisura"?
Todo empezó en el año 9:41 del Dragón.
Thedas fue sacudida por la destrucción del Cónclave en el Templo de las Cenizas Sagradas, y la aparición de la Brecha. Los hechos fueron desvelando que el artífice de tal desgracia fue Coripheus, The Elder One, quien usó uno de los artefactos de más poder élfico, el llamado Orbe de la Destrucción, para ello.
La Inquisición fue recreada, con Dawn al frente. Tras múltiples enfrentamientos y luchas, tras numerosos sucesos que enfrentaron a Magos y Templarios, que arrastraron a los protagonistas de la Inquisición a turbulentas aventuras y desventuras, por fin se ganó la batalla final.
Se consiguió encerrar de nuevo a Coripheus en el Velo, tras eliminar su cuerpo físico, y cerrar la Brecha. Pero el precio fue grande, puesto que el Orbe fue destruido durante la lucha entre la Inquisidora y Coripheus.
Esta destrucción, la que exilió a Coripheus y cerró por segunda vez la Brecha, liberó tal cantidad de energía mágica que, en el indefinido enclave entre lugares y mundos, el Cruce de Caminos, algo sucedió. Uno de los Eluvians, uno especial y tan antiguo que no había memoria de él en ningún registro, se activó.
Y en alguna parte, en otro tiempo, otro espacio y otra dimensión, cuatro desconocidos al azar, en el mundo llamado La Tierra, en su año contabilizado como 2015, tuvieron la desgracia, o destino, de entrar en contacto con la superficie del otro lado del Eluvian. Y lo traspasaron...
Pero traspasar ese Eluvian especial no fue fácil. Hacerlo requirió días, durante los cuales los cuatro terráqueos cayeron en el vacío a través de la Fisura generada, entre espiras de fuerza mágica.
Al final cayeron en el Cruce de Caminos, a trompicones, y alguno de ellos casi perdió la vida en el proceso. Allí quedaron, hechos un ovillo en el suelo, cuatro desconocidos, cuatro extranjeros en un mundo ajeno.
Eva, Jacob, Markus y Ricky.
Mientras esos cuatro desconocidos caían a través de la Fisura entre mundos, en Thedas se celebraba la victoria sobre Coripheus. La noche había sido una fiesta, y la Inquisición en pleno un jolgorio. Todos los que habían participado en la batalla habían comido, bebido y cantado hasta quedar exhaustos en la fortaleza de Skyhold.
Todos, excepto Solas, el mago elfo compañero de Dawn, a quien ya no se encontró después de que el Orbe fuera destruido, momento en el que pareció derrumbarse, habiendo perdido el sentido todo su esfuerzo.
Solas se había alejado, y había encaminado sus pasos hasta el Cruce de Caminos. Lo había hecho sin dificultad, puesto que el elfo era algo más que eso.
Era Fen'Harel en persona, The Dread Wolf, uno de los nueve dioses del panteón élfico, el dios de la Rebeldía.
Cuando llegó cerca de un Eluvian distinto, magnífico, en un emplazamiento peculiar, presidido por las imágenes del Lobo y el Dragón, una figura de mujer recibió al mago.
-Sabía que vendrías...
La mujer era Flemeth, la bruja de la espesura de Korcari, aquella que había contenido a la misma diosa Mythal, el Dragón, aquella a quien su nieto, Kieran, había entregado a su vez el alma de otro dios, uno de los Olvidados, el quinto, Urthemiel.
Fen'Harel no había llegado a tiempo de verlo, pero Flemeth, un momento antes de su llegada, envió a través del Eluvian la esencia mágica y eterna del alma de Mythal en ella depositada.
¿Quién recibió esa esencia...?
En Skyhold otro Eluvian se activó, sorprendiendo a la mujer que estaba junto a él.
Morrigan, la hija de Flemeth y madre de Kieran parpadeó confusa. Tocó la superficie ondulante, y comprendió. Recibió el regalo de la bruja, y Mythal, a la que servía desde que había bebido el conocimiento del Vir'abelasan, el Pozo de las Penas, fue desde entonces parte de ella misma.
La nueva portadora de Mythal, Morrigan, se adentró en el Eluvian. En su preocupación por lo que estaba ocurriendo, no desactivó el artefacto a su paso, sino que siguió adelante, escondiéndose, y fue testigo oculto de la escena que Flemeth y Fen'Harel, ambos sumidos en un infinito dolor, protagonizaron a continuación.
-Viejo amigo...
La anciana bruja de Korcari murió entre los brazos del Dread Wolf, no sin antes haberle entregado el alma de Urthemiel.
Y, en ese instante, aunque sin ser conscientes de lo que realmente acababa de suceder, también otros fueron testigos de la escena.
Unos, frente a un Eluvian distante, aquellos procedentes de una dimensión extraña, aún aturdidos y anonadados, cuya llegada había sido fruto de un error causado por la destrucción del Orbe que Fen'Harel había entregado a Coripheus.
Pero también hubo otros. Dos más, una elfa dalishana y un mago humano, ambos procedentes de Skyhold, Aisha y Miron.
Ellos habían cruzado el Eluvian de Morrigan tras encontrarlo activo, incapaces de aplacar su ávida curiosidad. Ignoraban el lugar en el que se encontraban, y el simple hecho de haberse atrevido a usar el artefacto ya les pesaba lo suficiente en su espíritu como para no captar el trasvase de esencia que acababan de presenciar sin saberlo.
A la vuelta a Skyhold, el grupo requirió y obtuvo la ayuda de Dawn, la Inquisidora, para emprender el periplo de búsqueda de los Ocho Orbes perdidos, los del resto de nobles élficos que el tiempo había entronado en dioses.
Originalmente esos Orbes fueron construídos como focos de poder de cada uno de los nueve dioses. Uno para cada uno. Dioses que, en realidad, eran altos magos, Señores de Arlathan y tiranos de su pueblo, al que esclavizaban con sus marcas, las Vallaslin. Hasta que el Lobo Terrible, Fen'Harel, se rebeló contra la suerte de su gente, y usó su propio Orbe para castigar a los tiranos. Fue ayudado por el espíritu de Mythal, su gran amiga a quien una de las guerras intestinas había matado, encerrándolos en la Ciudadela.
Se retiró entonces a la Uthenera, el sueño reparador, solo y cansado, y profundamente triste. Sin embargo, lo hecho, aunque con un fin alto y recto, fue un error. El pueblo élfico, sin sus dirigentes, se hundió en un marasmo que aprovecharon los humanos, aplastándolos y esclavizándolos de nuevo.
Pasaron las eras, y Thedas se moldeó hasta su estado actual. Y el Lobo Terrible despertó de su Sueño, encontrándose las cosas desquiciadas, corrompidas. Intentó liberar a los magos atrapados por su propia mano, pero estaba demasiado débil para activar de nuevo su Orbe, incluso con la ayuda de Mythal y el suyo.
Entonces Fen'Harel, intentando reparar el primer error cometido, entregó su Orbe a Coripheus, con la esperanza de que éste le imbuyera de la fuerza necesaria para activarlo. La finalidad de Fen'Harel era que reabriera la puerta tras la que había encerrado al resto de dioses, restituyendo así a Arlathan y su esplendor. Pero Coripheus burló al elfo, y lo usó para abrir la Brecha, con la intención de entronarse a sí mismo como dios, en la Ciudad Negra.
Fue el segundo error de Fen'Harel, y ahora había que reparar ambos. Lo que requeriría un poder inmenso, algo que sólo obtendría con el resto de Orbes. Había que encontrarlos antes de que Coripheus, u otra entidad maligna, lo hiciera.
Morrigan, la portadora de Mythal, sugirió a Solas-Fen'Harel que empezaran por buscar a Abelas, el Centinela de su Templo, quien había sido depositario y custodio del artefacto correspondiente a la diosa. Ambos sabían que un sólo Orbe no sería suficiente, pero era un hilo del que tirar, el primero.
Así pues, con la excusa (y no falsa) de la necesidad de usar esos Orbes para conseguir el regreso a su mundo de los cuatro extranjeros, Morrigan y Solas, es decir, Mythal y Fen'Harel, convencieron a la Inquisición de que les proporcionara ayuda para afrontar el viaje.
No solo les proporcionaron caballos y medios, también se decidió que les acompañaran Sera, la alocada pero letal elfa arquera, también conocida como Jenny la Roja, y el reconocido guerrero, Campeón de Kirkwall, Hawke.
Y, por decisión propia se les unió Cole, el espíritu ahora ya semi humanizado, que intuía, o quizá sabía, lo que estaba en juego en realidad.
El primer paso llevó a algunos de ellos a la Espesura Arbórea. Cole siguió con la Inquisidora, pero no sería por mucho tiempo.
Esperaban contratiempos, claro está, pero encontraron más que eso. Por un lado, un ataque de un nutrido grupo de mercenarios les sorprendió incluso a pesar de que más de uno de entre ellos había notado que les seguían, que algo no iba bien. El ataque fue sanguinario, murieron todos los asaltantes, pero dejó muy malheridos a dos de los extranjeros, Ricky y Jacob. Tanto, que no quedó otra posibilidad más que avisar al pequeño contingente de soldados que les habían escoltado hasta la linde de la Espesura Arbórea para que regresaran, y se llevaran con ellos a los dos heridos de nuevo a Skyhold.
Pero, por otro lado, el destino les deparó una sorpresa: Eyrine, maga y antiguo amor de Miron, se cruzó en su camino. Y con ella, otro mago, Mickel, que sumó su esfuerzo al de los viajeros.
Panteón Élfico y Antiguos Dioses: Leyenda y Realidad
Fen'Harel, The Dread Wolf. Uno de los Evanuris, uno de los nueve magos cuyo poder daba a su Pueblo una longevidad y una protección que equivalía a la Inmortalidad, había decidido pues tomarse la justicia por su mano. Pero esa Inmortalidad podía violarse, como habían demostrado los demás Evanuris matando a Mythal: Mythal cayó, aunque antes consiguió transmitir una chispa de su esencia vital a una humana mortal, Flemeth. Sin embargo esa muerte incompleta provocó que Solas, nombre real del mago, comprendiera que los Evanuris no iban a ser anulados con facilidad.
Al constatarlo Fen'Harel decidió que la mejor manera de mantenerlos en su cárcel eterna, sin matarles, era dividiendo sus esencias. Encerró una parte de esas esencias tras los Eluvians, y ató esos Eluvians a una llave concreta para cada uno: la otra parte de sus almas escindidas las enterró en las Profundidades, en forma de durmientes Dragones Celestiales, forma que por otro lado los Evanuris podian tomar de modo habitual. Los Dragones, los fragmentos de almas que contenían, eran la Llave de esos Eluvians, del resto de esas almas. De la totalidad de la esencia de los Evanuris.
Con ello y el paso de los tiempos, nacieron las leyendas alrededor de esos Dragones, que en su sueño lanzaron mudas llamadas a través del Velo que ahora les mantenía separados de la realidad, sumidos en los abismos. Esas llamadas fueron escuchadas por las gentes de Thedas, y los dragones fueron considerados dioses, un nombre nuevo a cada dragón, uno para cada dios, para cada Evanuris.
Así con los años los siete dragones se denominaron Dumat, el Dragón del Silencio; Zazikel, Dragón del Caos; Toth, Dragón del Fuego; Andoral, Dragón de los Esclavos; Urthemiel, Dragón de la Belleza; Razikale, Dragón del Misterio, y Lusacan, Dragón de la Noche.
Pero nadie sabía que cada uno de ellos guardaba la llave de la esencia de un Evanuris: Dumat la de Elgar'nan, el Vengativo; Zazikel la de Andruil, la Cazadora; Toth la de Sylaise, la Madre Naturaleza; Andoral la de June, el Artesano; Urthemiel la de Ghilan'nain, la Halla; Razikale la de Dirthamen, el Guardián de los Secretos; y Lusacan la de Falon'Din, el Guía de los Muertos.
Quizá había sido un encuentro casual, o quizá los Espíritus, o el Destino, o lo que fuera que fuese lo que tejía el hilo de los acontecimientos, hubiera decidido que la trama urdida tuviera aún más flecos. Pero el caso es que la recién encontrada Eyrine, como en parte explicó a su antiguo amor, Miron, era mucho más que una maga apóstata, huída del Círculo.
La mujer había sido salvada de las fauces de la muerte que sin duda le esperaba tras un salvaje ataque en las lindes de Los Valles, cuando era trasladada del Círculo de Refugio Celeste al de Montmmisard, por una elfa anciana, a la que llamaban Madre, una sacerdotisa de Sylaise, le dijo. Pero no sólo eso, la anciana llevaba consigo el alma de la propia Sylasie, la que le transmitió aquel guarda gris a quien la muerte del Archidemonio se la transmitió. Y que, a su vez, cuando murió Madre, transmitió a su pupila, a su hija adoptiva, a la que había enseñado cuanto había podido durante los largos años de reclusión en su cueva, en convivencia.
De modo que ahora, en travesía hacia el Templo de Mythal, viajaban juntos Fen'Harel, la heredera de la esencia de Mythal, y los portadores de las almas de los dioses Sylasie, es decir, Toth, de Andruil-Zazikel,y el propio Solas, que había tomado la de Uthermiel.
Old Gods/Elven Gods:
Dumat, the Dragon of Silence and the archdemon of the First Blight/Elgar'nan: God of Vengeance...Andraste/Shertan/Solas
Zazikel, the Dragon of Chaos and the archdemon of the Second Blight/Andruil: Goddess of the Hunt....Sera
Toth, the Dragon of Fire and the archdemon of the Third Blight/Sylaise: the Hearthkeeper....Eyrine
Andoral, the Dragon of Slaves and the archdemon of the Fourth Blight/June: God of the Crafs....Sandal
Urthemiel, the Dragon of Beauty and the arch. of the Fifth Blight/Ghilan'nain: Mother of the Halla...Kieran/Flemeth/Solas
Razikale, the Dragon of Mystery/Dirthamen: Keeper of Secrets
Lusacan, the Dragon of Night/Falon'Din: Friend of the Dead, the Guide