Todo el tema de las reuniones, los sitios y demás era como si me estuvieran hablando ruso. Vamos, que lo que menos había pensado nunca era tener que vivir una situación como esta y la cosa, no es que fuera a ser ni fácil ni agradable, sobretodo, cuando tuvimos que escuchar que podrían matarnos por ser de otra parte.
No podía creerme que hubiera nadie tan sumamente orangután como para hacer algo así.
De todas maneras, mi única opción era pasar por el aro si quería volver sana y salva a mi casa, porque estaba claro que en aquel lugar en el que habíamos aparecido había bastantes probabilidades de que eso no sucediera.
- Yo creo que mejor me voy a la habitación y me cambio de ropa.
La verdad es que no podía llamar más la atención que yendo con ropa de deporte. Imaginaba que aquí la lycra no se había inventado. No tenías pinta de haber mucha materia sintética.
Además, estaba la cosa que dentro de mi habitación no iba a tener que responder a preguntas incómodas.
Eva pasa a Aposentos Privados.
Te daré pie allí. Espera, por favor.
Cada uno se había ido a sus cosas y, la verdad, el lugar le intrigaba. Quería verlo todo y conocer a todo el mundo pero si empezaba a ir a lo loco saludando a gente aleatoriamente no daría muy buena impresión.
- Yo creo que iré a dar una vuelta por aquí, a conocerme el sitio y ver que tal es vuestro... ehm... ya sabes...
Titubeó un momento, no estaba del todo seguro si aparte de los que se encontró en el lugar de los espejos, el resto sabía que venían de otro mundo. Decidió dejar las cosas en el aire y irse a explorar por su cuenta.
El Capitán asintió, aliviado.
-Muy bien, pues misión cumplida. Yo... me voy, entonces, tengo muchas cosas que organizar después de la batalla de ayer. Y no van a cesar de llegar nuevos invitados, nobles orlesianos, nuevos reclutas... Ya he hecho todo cuanto me ha ordenado Lady Morrigan... -dijo entre dientes más para sí mismo que para Rick.- ¡Buena suerte!
Y salió casi corriendo, el casco en la mano, sin siquiera pararse a cerrar la puerta.
A través de la puerta abierta Rick pudo ver que la estancia en la que se encontraba estaba en lo que parecía ser un claustro del castillo, o lo que fuera Skyhold. El sol lucía aún tímido, debía ser por la mañana temprano.
En el centro del claustro de piedra, que era bastante grande, había parterres y macetas con plantas y flores, muy cuidado y frondoso. El aire soplaba ligero, y hacía moverse a las hojas y pétalos inundando el ambiente de un suave y delicado aroma. Se respiraba paz, y no parecía que hubiera allí fuera mucha gente.
Algún sirviente que se afanaba en sus tareas matutinas, y poco más.
Y entonces vio, sentado en el brocal de un pozo, balanceando las piernas tranquilamente, un muchacho que le miraba. Lo hacía sin disimulo, a través de los largos mechones de pelo amarillento que casi le ocultaban los ojos, a su vez casi ocultos por un enorme y feo sombrero.
Se acercó decidido y con mucha curiosidad. No había demasiadas personas por aquí y mucho menos que se dieran cuenta de su presencia. Era un tipo peculiar y su ropa zaparastrosa le daba la impresión de que era un mendigo. Al menos parecía el único dispuesto a hablar (aunque tenía mas pinta de buscar pelea con su mirada penetrante).
Una vez a una distancia prudencial cerca de él le habló amistosamente.
- Buenos días. Soy nuevo por aquí. ¿Puedes contarme un poco qué es este lugar?
El muchacho siguió sin sonreír, pero no bajó la mirada. Ahora que estaba más cerca, Ricky pudo notar que sus ojos eran enormes, y que, en realidad, no había amenaza en ellos. Había... ¿misterio?
-Buenos días. Sí, sí que puedo. Un poco.
Se le quedó mirando como si esperara que Rick preguntara de nuevo, como si su reacción fuera la que tendría un niño. Un niño grande y armado con dos dagas que, de pronto, notó que le asomaban por encima de los hombros, pero con toda la carga de inocencia igualmente.
-Este lugar es Thedas, mi mundo. El tuyo queda lejos, te asusta perderte, pero no demasiado, en realidad te gusta...
Se quedó pasmado. En un momento, y así medio no diciendo nada y diciéndolo todo le contó lo que sentía de verdad.
- Hablas, raro. - se rascó la cabeza - Pero tus palabras son sabias. Eres curioso. Me caes bien. ¿Y cómo sabes que vengo de otro mundo?
Entonces cayó en la cuenta. Ya solo las ropas no eran muy del lugar, que digamos y su cara de desorientado total también lo delataban. Miró con curiosidad el jardín donde estaba y preguntó:
- Esto es Skyhold o algo así, ¿no? ¿Qué puedes contarme sobre él?
-Tiempo, piedra sobre piedra, vida sobre vida. Pasó, el viento y la nieve trajeron el olvido. Pero ahora... Está Dawn, el Amanecer. De nuevo, Skyhold, es el Feudo del Cielo, para nosotros, para aquellos que ansiamos el triunfo del bien. Para ti. Bienvenido.
Hizo un gesto difuso con la mano, hacia el suelo y el cielo, a la vez. Y calló, dejando que el silencio mediara de nuevo entre ellos, sin incomodarse por ello lo más mínimo. Al cabo volvió a hablar, esta vez adelantando su cuerpo hacia Rick, y con un punto de excitación en la voz. Casi susurrando.
-¿Has luchado con dobles dagas? Tienes que hacerlo. Te encaja.
Su primera respuesta lo dejó confuso pero lo segundo que dijo aún mas. Se dispuso a contestar.
- Bueno, nunca he luchado con dos dagas, como mucho con una navaja y los puños sobretodo. No soy fan de la violencia gratuita pero, uno debe defenderse y más por la noche.
Supongo que en su mundo, si había guerras tocaría aprender a luchar de verdad. La pelea sucia era típicamente callejera pero aquí un mal gesto podía irte la vida. Al final me va ha servir para algo el ser un macarra... Que vueltas da la vida.
El chico se le quedó mirando, de nuevo un buen rato, sin cortarse por ello. Luego balanceó otra vez las piernas, y asintió.
-Tu mundo es extraño. Hipócrita. ¿Violencia gratuita? Violencia. Sin más. Igual que aquí, violencia. Pero sí, uno debe defenderse. Y la noche es larga, y asola el día, lo atrapa y lo consume.
Entonces saltó del brocal, y desenfundó las dos dagas con tal rapidez que Rick no pudo verlo. Literalmente. Tras eso, dio una vuelta alrededor del pozo, en absoluto silencio, mimetizado, con un sigilo tal que cuando estuvo de nuevo a su lado, no habría podido asegurar si le había aparecido por su hombro derecho o izquierdo. El caso es que tenía ambas dagas cruzadas sobre su garganta.
Rick tragó saliva, asustado. Y entonces se dio cuenta de que el muchacho las asía por los filos, como si tal cosa, con una delicadeza sublime. Y que eran los pomos lo que notaba en contacto con la piel de su cuello.
-Cógelas. Estudialas. Quiero que las sientas, y bailes con ellas. Déjame verte.
Temeroso, las cogió con delicadeza. Tragó saliva de nuevo y empezó a mirarlas, estudiarlas tal y como había dicho el chico. Era la primera vez que tenía en sus manos una daga. ¡Y para colmo tenía dos! Nada que ver con las navajas que había empuñado alguna vez esto era mas... sutil, delicado, mortífero.
Las movía en sus manos, con cuidado, estudiando la mejor manera de agarrarlas o la más cómoda para él. Se intentaría acostumbrar a ellas o se acostumbraría sin duda, no lo tenía muy claro. En cualquier caso, si en su mundo la violencia era algo cotidiano, tendría que aprender a defenderse y dudaba mucho que cuatro peleas en la Tierra fueran suficientes aquí.
- Exactamente, ¿qué quieres que haga con ellas? ¿Qué deseas que te muestre? Nunca antes había empuñado unas.
Pero tampoco le desagradaba tenerlas en la mano. Se sentía más seguro.
-Tenlas en las manos, tómales confianza. Has hecho esto antes, aunque sólo con una. Dos es más, es mejor. No es el doble, es más que eso. Deben ser parte de ti, tu cabeza debe darles las órdenes, pero sin pensarlas, deben moverse solas, a tu voluntad. ¿Entiendes? Inténtalo.
Cole lo dijo sin llegar a tocarlas, pero parecía que las dagas, en las manos de Rick, querían moverse, bailar, como había dicho el chico. Y luego añadió, como lo haría un niño:
-Por cierto, soy Cole.
Haz una tirada con tu rasgo "pendenciero", es decir, 3d6 desglosados, ganan los 5 y 6.
Las miró, cerró los ojos, inspiro aire y se dejó llevar. ¿Qué podía salir mal? El chico, Cole, parecía mas diestro. Si pudiera hacer algún mal seguro que él lo evitaría, ¿verdad?
Intentó sentirlas y ¿danzar? con ellas.
Motivo: Danzar con las dagas
Tirada: 3d6
Dificultad: 5+
Resultado: 4, 4, 1 (Suma: 9)
No se si hice bien la tirada. Lo de la dificultad 5+ creo que era para que te marcara directo los 5 y 6 en negrita como éxitos. Sino, no lo pondré mas >.<
-Bien, pero no suficiente. Las estás usando como armas. No danzas con ellas, atacas, o te defiendes, las ves como dos navajas iguales a esa que dices haber usado. Sé que eso es lo que te he dicho, pero no lo son. Inténtalo de nuevo, y ahora, muévete con ellas, ¿de acuerdo?
Lo has hecho bien, sí. ;)
Ahora van a ser 6 dados, tres por pendenciero y tres por ágil y rápido. Y lo mismo, desglosados y dificultad 5.
Mas difícil hacerlo que decirlo. Respiró hondo de nuevo e intentó centrarse. Danzar con ellas... ¡¿y cómo se hacía eso?! Tómatelo como un juego, como si estuvieras actuando o como si no fueran dagas.
Cerró los ojos y así tal cual, con los ojos cerrados se puso a danzar. O lo que él creía que podía ser danzar con unas dagas.
Motivo: Segundo intento >.<
Tirada: 6d6
Dificultad: 5+
Resultado: 5, 5, 1, 5, 3, 3 (Suma: 22)
Exitos: 3
Cerró los ojos... y se movió. Despacio. De pronto las dagas, en sus manos, dejaron de pesar. Y su cuerpo, incluso en su indumentaria de pantalones vaqueros y chaqueta de cuero, pareció acelerarse. Por un lado. Por otro, sintió que todo se ralentizaba a su alrededor. Pero él, entonces, danzó.
La sensación fue extremadamente extraña, y... agradable. Excitante. Se movía, rápido, preciso, sabía exactamente donde estaba a cada instante, a pesar de mantener los ojos cerrados. Los abrió, y nada fue distinto. El baile con las dagas fue sumamente parecido al que había visto antes en Cole. No idéntico, le faltaba aún su perfección, pero desde luego estaba a años luz de lo que pensó que podría lograr.
-Sí. Sí. Eso es.
El muchacho bailó a su lado, ayudando a sus brazos a coger el ángulo adecuado, a colocar los filos en la dirección precisa.
-Muy bien.
Cuando Rick se detuvo, Cole asintió.
-Tienes el don. Lo supe. Lo sé. Pero debes seguir, practicar. Aprenderás. -El chico tomó de nuevo las dagas, y las enfundó a su espalda.- Te acompañaré a encontrar las tuyas. Pero primero, debes cambiarte de ropa. Vamos. Y luego, a desayunar. -Cogió súbitamente el paquete de cigarrillos del bolsillo de Rick, y lo destrozó entre sus dedos largos y finos. -Y debes dejar eso...
Hablaba aún como un niño, un niño grande, triste y letal...
Se quedó boquiabierto. ¡SU TABACO! ¡¿Dónde iba a encontrar de esto aquí?! Tenía la extraña sensación que encontraría de esto en... ¡ningún maldito lado!
Por un momento le entró una ira que le nublaba pero su mente pensó con rapidez. ¿Quién tiene las armas aquí? ¿Él, no? ¿Y quien no tiene las dagas en su mano? Exacto, ahora mismo yo...
Suspiró profundamente y gruñó. Era el momento perfecto para dejar de fumar, aunque fuera forzosamente.
- Bueno, esta bien. ¿Y dónde está mi supuesto alojamiento? Porque si acabo de llegar de improvisto... - miró al chico a ver si podía, al menos indicarle. Sino tendría que ir a buscar un guardia como el de antes y ahora mismo no veía ninguno. - Tampoco sé donde hay que ir para desayunar... Estoy muy perdido aquí.
Cole era alguien de pocas palabras. De modo que simplemente asintió, y acompañó a Rick a los aposentos designados a los visitantes. Allí le esperaban ya, le asignaron una habitación y le dieron ropas acordes al lugar en el que se encontraban, ropas con las que se sintió raro, pero extremadamente cómodo.
El muchacho le esperó, canturreando algo por lo bajo, y luego salieron ambos de allí hacia el patio exterior de Skyhold, y al edificio que albergaba la Taberna.
Pasas a la escena "Herald's Rest".