Partida Rol por web

Los segundos se volvieron minutos, los minutos horas, y las horas parecían días.

La sala de espera reflejaba lo que todos sentían en aquel momento: vacío, confusión, miedo, esperanza.

Los padres de Susana no habían llegado todavía, no se les pudo localizar pero tampoco deberían tardar tanto en llegar.

Veíais como familiares de otros pacientes iban y venían entre sonrisas y lágrimas. Cada vez que se abría la puerta para que apareciese un médico un escalofrío recorría vuestro cuerpo.

Hasta que finalmente la puerta se abrió de manera definitiva.

Un hombre alto y con una hoja de registro en las manos se acercó a vosotros. Su tez reflejaba neutralidad, para poco después dar un suspiro y negar lentamente.

Lo sentimos mucho, hicimos lo que pudimos

Finalmente apareció un médico con noticias de Susana, su expresión no era alentadora y por un momento el tiempo se detuvo por completo, el silencio se hizo mientras el doctor terminaba la frase, sentí que la habitación comenzaba a girar y perdía estabilidad, Susana había muerto o eso era lo que comprendía.

Sentí que mi corazón se detuvo y me faltaba el aire, por más que deseaba que las lágrimas salieran, nada ocurría…mi amiga, mi mejor amiga ya no estaba.

Recuperaba el aliento a suspiros entrecortados, di unos pasos atrás y dando la espalda a los demás intente salir del lugar, me faltaba el aire…Susy…me apoye con la mano en una pared para recobrar el aliento y comencé a correr hacia la salida, necesitaba aire.

Eternos pasos, ese pasillo se convertía en un túnel inalcanzable…pero vi la luz al final, abrí las puertas saliendo del recinto, con el aire fresco en mis pulmones las lágrimas salieron solas, caí de rodillas al piso cubriéndome la cara con las manos y comencé a llorar, sin contención, sin más que Susana en mi mente.

En que minuto aquel paseo, que sería perfecto se había convertido en tragedia, en que minuto el amor de dos amigos se había transformado en odio, en que minuto deje de ser honesta con mi mejor amiga, en que minuto se marchó sin decir adiós.

La preocupación que sentía por Susana me inundaba, llegado al punto de que no prestaba atención a nada más que a la carretera, buscando el hospital en el horizonte a cada segundo.

Cuando llegamos finalmente al hospital y los doctores ingresaron a Susana no pude más que andar de un lado para otro, sin conversar con nadie. Siquiera con mi hermanita. La falta de información y el sentimiento de impotencia se apoderaba más de mi a cada segundo, incapaz de hacer nada por una chica que, después de todo, me caía bastante bien.

Cuando finalmente el médico sale y nos da la fatídica sentencia el mundo se desploma. Todo se queda en blanco y no soy capaz de asimilarlo. Es todo confuso, un millar de voces, luces, sonidos y recuerdos de lo ocurrido en un día demasiado corto pero que, a la vez, será el más largo de nuestra vida. Y, entre toda esa información, destaca una. Pablo tratando de disculparse por lo ocurrido. Afirmando que él no era así.

No puedo evitarlo. No puedo controlarlo. Me lanzo a por Pablo gritándole, lanzándole el puño a la cara -¡Tú! ¡has sido tú!

No hubiera podido evitar el puñetazo ni aunque hubiera querido, pero tampoco hice ademán de defenderme. Casi agradecía que Ric me pegara, pues él lo haría mejor de lo que podía hacerlo yo mismo. Pues tenía ganas de autoagredirme.

El golpe me pilló con la mandíbula floja y, por un instante, perdí el mundo de vista. Abrí los ojos y estaba tirado en el suelo, cuan largo era. No me levanté. Lloré. Lloré allí tirado en el suelo, inconsolable.

- ¿Por qué? - Musité. - Susi, ¿por qué? - Y continué llorando allí estirado, con la espalda entre la pared y el suelo.

Ella había muerto y yo era el responsable último de ello. No tenía otra idea en la cabeza. No podía llegar a plantearme cómo sucedió aquello, ni el motor primero y elucubrador de aquella historia. No aún. No entonces. Luego probablemente sería demasiado tarde para ponerse a pensar. Pero en aquel momento el dolor primero y el remordimiento después me embargaban.

-Lo sentimos mucho, hicimos lo que pudimos...

Las palabras se quedan retumbando en mi cabeza, como un eco cargado con la siniestra noticia. Tras haberme puesto de pie ante la llegada del médico que se dirigió a nosotros para darnos la información, me vuelvo a sentar automáticamente en el asiento que ocupaba unos instantes antes.

No, lo que ha dicho el médico no es verdad, Susi no puede estar... Ni siquiera en mi propia mente me atrevo a terminar la frase. Inmediatamente, por mi cabeza empiezan a pasar una serie de recuerdos, a lo largo de los años, de diferentes momentos del grupo juntos, pero en especial en los que Susana hubiera tenido un protagonismo particular. Se suceden cada vez con más velocidad, hasta pasar un fugaz resumen del día de hoy: el comienzo de lo que se suponía el mejor plan de fin de semana antes de seguir cada uno con su camino. Pero Susana se nos había adelantado, despidiéndose de una forma tan repentina y violenta, para tomar su propio camino. Un camino que no tenía vuelta atrás para mirarnos con una sonrisa antes de alejarse de todos nosotros para siempre. Aunque esa era la imagen que intentaba proyectar ahora en mi mente tras cerrar los ojos con fuerza, intentando reprimir algún que otro sollozo mientras las lagrimas surcaban mis mejillas.

Escuché el puñetazo de Ric a Pablo y la caída de éste último al suelo. También me pareció oir los pasos apresurados de Julia huyendo de aquel lugar. Pero no tenía fuerzas ni ánimo para reaccionar con respecto a nada de lo que ocurría en esos momentos a mi alrededor.

El sol lucía brillante y despejado en una mañana de otoño en la que el cantar de los pájaros no conseguía animar corazones que perdurarían en las sombras durante muchos años.

Dos días después del fatídico accidente, se celebró el funeral de un alma que aún tenía por delante toda una vida.

La madre de Susana estaba pálida, no tenía fuerzas ni para estar allí. Se encontraba en un segundo plano arropada por el resto de familiares. Tan solo el padre, de regio carácter y mirada fría poseía la estabilidad necesaria (al menos externamente) para poder dedicar unas palabras en honor a su hija.

- No queda más remedio que dejar que el cuerpo hable cuando el espíritu yace muerto ante tales acontecimientos - dio un profundo suspiro.

- Mi pequeño ángel fue arrebatado por causas que aún desconocemos. Todos sabemos que era una chica alegre, amiga de sus amigos. Capacitada para reír, llorar... ¿qué justicia divina es la que permita que personas así abandonen a todos aquellos que la queremos, que la amamos con tanta intensidad? - se notaba que estaba intentando contender las lágrimas.

- El mayor pesar para un padre es tener que enterrar a su propia hija, pero peor aún ha sido el no poder estar ahí en sus últimos momentos para decirle cuanto la quería... pero no se puede volver atrás en el tiempo. Dicen que la vida sigue, pero para nadie será igual a partir de ahora - ante aquellas palabras miró a todos sus amigos, ustedes, los que habíais presenciado su decadencia y su final.

- Tan solo pido que su memoria sea respetada y que su imagen alabada, ahora que reposas en el cielo podrás observarnos junto con el resto de los ángeles - una pequeña lágrima se escapó.

- Siempre te querré, pequeña - tras finalizar, el padre dejó su lugar para volver a las masas. Ahora había espacio por si algún familiar o amigo quería decir algo u honrar a la memoria de Susana.

Dos días eternos en que estuve encerrada en mi habitación sin hablar con nadie, no tuve el valor para decirle a la madre de Susy lo ocurrido, no tuve el valor para decirle a su padre que le había fallado, muchas cosas en mi cuarto me recordaban a mi amiga y aun podía sentir su risa o su perfume entre las cosas que dejo en mi casa.

Llego el día del funeral, el negro como de costumbre reflejaba mi luto, ni a Ric le hable ese día y menos a Mario o Pablo, me mantuve alejada de ellos presenciando la ceremonia y escuchando las palabras de despedida de su padre.

Debía despedirme, era la ultima oportunidad, con una solitaria rosa amarilla en mis manos  me acerque a su féretro, conteniendo las lagrimas, deposite la rosa sobre la lustrosa madera.

-Donde vayas iré contigo, donde me necesites estaré para ti...en tu ausencia tendré que volver a sonreír y aprender a dar el siguiente paso, te amo...- 

Empuñe mi mano para contener el nudo que se formaba en mi garganta, me aparte sin poder mirar a nadie a la cara, ni menos esperar a que el féretro descendiera en su ultima despedida.

Allí estábamos. Los dos días más largos de mi existencia habían arrancado mi piel y mi carne hasta dejar un corazón desnudo. El dolor acuchillaba mi alma, la locura amenazaba a mi razón con tomar el control, pues nada más que la locura podía dar pábulo a lo que había podido ocurrir. No podía mirar a nadie a la cara, y menos aún a mí mismo. No podía mirarme al espejo e incluso consideré quitarme la vida, pues el dolor era tan fuerte y que no pensaba poder soportarlo.

Pero allí estábamos. La familia de Susana, aquellos que otrora había considerado casi mi familia, aquellos que habían abierto las puertas de sus casas y de sus corazones a aquel que, sin ellos aún saberlo, había arrancado de su lado aquello que más amaban, estaban allí, partícipes del dolor que yo había causado. Nos había causado a todos. Sobretodo a Susana, que era la que más perdía con todo esto, a pesar de no padecer las hoces que los vivos debíamos tragar.

Julia subió a decir algo. Las voces sonaban lejanas bajo el aturdimiento de mis pensamientos inflamados de dolor carmesí. Yo también debía hacerlo, por respeto, por amor, por vergüenza.

Miré el féretro. Lloré. Mis ojos hinchados no habían hecho otra cosa que pudiera recordar mi maltrecha consciencia. La consciencia permanecía maltrecha, pero la conciencia estaba herida de muerte.

- Yo... - Comencé a decir con la voz quebrada. - Amé a Susana. La... amé como jamás he amado a nadie. Debí protegerla y en lugar de eso... Yo... sólo puedo decir... Lo siento... - Y no pude decir más. El mar de lágrimas ahogó mi voz y me retiré con excesiva premura del atril, por miedo a morir de dolor delante de todos.

Volví a desear estar muerto. Mi cara no distaba mucho de cualquier otra que se encontrara el maquillador de una funeraria antes de comenzar su trabajo.

Y allí estábamos. A pesar de contar con un par de días para tratar de asimilarlo, aun no era capaz de asumir que estábamos en el funeral de Susana, de nuestra amiga. Entre el pequeño grupo de gente congregado aquella mañana, podía identificar varios de los rostros como familiares de nuestra rubia, en especial a sus padres, con los que todos habíamos coincidido en numerosas ocasiones a lo largo de todos estos años.

También vi a Julia y a Pablo, siguiendo la discreta ceremonia cada uno por su lado. No me atreví a acercarme a ninguno de los dos, así que decidí quedarme yo también sólo, por mi cuenta. En un primer momento no localicé a Ric, pero deduje que por los nervios y mis sentimientos en esos momentos simplemente no había sido capaz de encontrarle.

Al final de la ceremonia, el padre de Susana dijo unas hermosas palabras de despedida para su hija. Joder, si yo hubiera perdido así a una hija, no sé si tendría la fuerza para dedicarle esas palabras, y con esa entereza.

Tras él, Julia y después Pablo se acercaron para dedicarle también unas palabras. Mientras este último dedicaba unas breves y quebradizas, un conjunto de sensaciones encontradas embarullaban mi mente: Cómo tiene el valor, después de lo que hizo... No era él, Mario, viste su cara, sus ojos en aquel momento, estaba como poseído... Dios, supongo que aquel incidente, todo lo sucedido en este fin de semana, será nuestro secreto, que pesará como una losa sobre nuestras conciencias...

Volví de mis reflexiones para darme cuenta de que el pequeño atril frente al féretro de nuestra amiga acababa de quedar momentáneamente vacío, y sentí la necesidad de acudir yo también a decir unas palabras, aunque no estaba seguro de que iba a decir:

-Susana era mi amiga... Nuestra amiga.-busqué los ojos de Julia, Pablo y Ric entre los presentes.- Durante años compartimos con ella planes, confidencias, fiestas, algún rapapolvo... Pero ahora te has ido, demasiado pronto. Todos estamos tristes hoy, pero más de uno intentamos no exteriorizarlo demasiado porque sabemos que desde algún sitio nos estás viendo ahora mismo, y nos querrías echar la bronca por estar todos tan apenados. Yo seguiré compartiendo planes, confidencias y fiestas contigo, aunque sea en tu memoria. Te echaré de menos, rubia.

Sin más, abandoné mi sitio ante el atril y volví a buscar alguna zona algo apartada, para soltar con tranquilidad todas las lágrimas que había aguantado mientras hablaba de cara a todo el mundo.

Habían pasado dos días, tiempo suficiente como para que la pena y la depresión dieran rienda suelta a una cálida sensación de furia que, poco a poco, se fue enfriando sin desvanecerse lo más mínimo. 

En el cementerio tomé la decisión de alejarme de todos, incluido de mi hermana. Nunca había tenido una estrecha relación con Susana puesto que, de una u otra forma, no le había dado importancia a su figura por estar con el guaperas, con Pablo. Con su asesino. Pero ese fin de semana, después de su ruptura, Susana parecía estar más abierta, más sociable conmigo. ¿O tal vez fuera yo? ¿tal vez una sensación mía?

Escuché al padre de Susana y no pude más que sentirme ofendido por la situación del pobre hombre. Yo había perdido una amiga y me costaba no derrumbarme. Perder una hija debía ser horrible. Escuché a mi hermana hablar y al cabrón de Pablo hacer como sintiera algo por ella, como si se sintiera culpable. Mario al menos parecía realmente afectado y no pude más que asentir cuando se refirió a nosotros.

Me acerqué a la tumba y susurré algo para que el resto no me escuchara -No te olvidaré ni dejaré que tu recuerdo se desvanezca. Haré pagar al culpable.

Me acerqué al resto de mis compañeros y miré de arriba a abajo a Pablo -Todos sabemos lo que hiciste. No se como te atreves a venir aquí...

El funeral fue una mezcla de sentimientos, donde predominaba el dolor pero también el sabor agridulce de poder recordar los buenos momentos con Susana, a pesar de la experiencia de los últimos días.

La pregunta que más se pudo reflejar en vuestras mentes fue el ¿se podría haber evitado? y la disparidad de respuestas es la que llevó al tormento a más de una persona.

Aunque pareciese extraño, después del funeral todo siguió como debía seguir; el sol brillaba fuerte y radiante como cada mañana, el mundo seguía funcionando como siempre... era hasta doloroso comprobar como la pérdida de una persona no repercute en nada al mundo real mientras que de manera interna vives una eterna lucha por volver a adaptarte a la rutina, sin embargo solo aquellas personas de voluntad fuerte pueden conseguirlo sin caer en lo más bajo.

Desde aquel momento cada persona tomó su rumbo, siguiendo sus sueños, sus intereses o incluso a sus propios demonios. La cuestión es que aquel funeral fue la última vez que el grupo estuvo reunido, unido, sin lugar a dudas aquella casa rural había fragmentado vuestra relación, había fragmentado vuestras vidas...

Apartado 1) Durante los siguientes 10-12 años, Mario intentó verse de vez en cuando con Pablo, eran amigos desde la infancia, y no podía soportar perder el contacto después de tanto de una manera tan brusca. También trataba de mantener contacto, bien por teléfono o por email con los hermanos al menos un par de veces al año: por sus cumpleaños y navidad.

Apartado 2) Posible cosa mala: Acabó enganchado a la bebida (por el tema de reprimir su homosexualidad, esto lo podemos decir o no) y está empezando a rehabilitarse mientras trabaja en un comedor social a cambio de comida y cama en ese mismo lugar.

Posible cosa neutral: Acabó sus estudios de comunicación y trabaja sin pena ni gloria para una productora que realiza trabajos para la televisión local. No es el trabajo de sus sueños, pero trabaja de lo suyo y le da para vivir bien.

Posible cosa buena: En los últimos años de carrera, iba de vez en cuando a un bar en el que hacían sesiones de micro abierto de monólogos. Mario, con su particular humor, era un participante habitual. Un día al acabar fue abordado por un tipo que resultó ser un cazatalentos de cómicos para la TV y ahora Mario es uno más del elenco recurrente de programas como "Comedy Central" o "El club de la comedia".

Tras lo sucedido, pasó mucho tiempo hasta dejar de tener pesadillas por las noches relacionadas con este asunto. Me atemorizaba cruzarme con un policía, creyendo que iban a venir a por mí para enchironarme por lo de Susi. Dejé de tener contacto con mis amigos, pues su sola presencia me hacía sentir culpable.

Sin embargo dicen que el tiempo todo lo cura y, al cabo de los meses, casi pude racionalizar algo las cosas, sobretodo cuando comprobé que las alucinaciones no se habían vuelto a repetir desde entonces. Incluso llegué a echar la culpa de todo al colgante aquel y a la sesión de Ouija exclusivamente. Supongo que fue un ejercicio de autoafirmación y de supervivencia que me ayudó a aceptar todo lo que había pasado como algo inevitable en lo que yo nada pude hacer para cambiar el devenir de los acontecimientos.

Me tomé un año sabático y no quería relacionarme con nadie. Lo que más me costó fue dejar de hablar con Mario, que había sido mi mejor amigo, por eso decidí irme y cambiar mi número de móvil. Me mudé a un pueblo costero y trabajé de ayudante de camarero, reponedor de supermercado, recadero y otros oficios en los que se requería poca cualificación, mientras me centraba. Pasado el año, con mayor estabilidad psicológica y emocional, y con algo de pasta ahorrada, fui a la universidad resuelto a continuar con mi vida allí donde la había dejado un año antes. Puestos a elegir carrera, busqué donde había acabado yendo Julia y me apunté a la misma carrera que ella. Buscando a Julia, hablé nuevamente con Mario, y desde entonces volvimos a quedar alguna vez para tomar un café de vez en cuando. Creí que reencontrarme con ella iba a ayudarme a pasar página. 

Por tanto:

1) En los años sucesivos, no me interesará relacionarme con Ric, pero trataré de retomar la relación con Julia. Incluso, si fuera posible, profundizar mucho más allí donde lo dejamos. Con Mario, mantendría el contacto, aunque de forma esporádica.

2) Malo: Los sueños de retomar la vida normal se truncaron cuando, por alguna casualidad inesperada, se reabre el caso de la muerte de Susana y me declaran culpable de su asesinato. Enchironado por agresión machista y con esta cara, el paso por la cárcel es lo más duro que uno pude pensar. Así que, tras el tiempo a la sombra, salgo con la cabeza ida y muy perjudicado físicamente, quizá enganchado a alguna droga, escuchando voces donde no las hay y poco menos que una sombra de lo que podría haber sido. Una tarde de desesperación, pondría final a mi vida arrojándome a las vías del tren o con una sobre-dosis.

Neutro: No conseguí retomar la relación con Julia. Ella me rechazó y no quería verme, pues le recordaba siempre a lo sucedido en aquella cabaña. Descentrado por todo aquello, no pude acabar la carrera de ingeniería y regresé al pueblo costero, donde me especialicé en el oficio de camarero. Al tiempo conocí una mujer que podía soportar mis excentricidades y mi carácter cambiante, acabando mis días de forma anodina y superficial.

Bueno: Encontré a Julia y el amor fluyó apasionadamente. Finalmente no es importante si es con ella o con otra, pero acabé por cultivar una relación plena que sacó lo mejor de mí. También la carrera fue fructífera. Descubrí mi vocación y triunfé con mis proyectos e ideas. Firmé unas cuantas patentes que me dieron dinero para ir holgado. Fundé mi empresa y conseguí hacer que triunfase, todo ello sin dejar de cultivar el conocimiento y las ganas de mejorar el mundo mediante mis investigaciones. Puse en marcha de varios productos que cambiaron la forma de relacionarse y de acceder al conocimiento para el público general. Trascendiendo en el ideario colectivo como una especie de nuevo Steve Jobs.