Aquella noticia en los periódicos fue como una bofetada que me hizo bajar de pronto de la nube a la que me había subido con Julia. Aquello removía en mi fuero interno recuerdos que hacía mucho tiempo había cerrado bajo llave en mi cabeza. Aquel fin de semana en la cabaña, aquella sesión de ouija, aquel colgante maldito que parecía encerrar la voluntad de un demonio, aquellas sensaciones de no controlar los actos propios, aquella duda de si me había vuelto rematadamente loco...
Todo volvió de repente, como un chaparrón de recuerdos, como un caleidoscopio inconexo de sensaciones y temores.
Di la espalda a los periódicos con furia y abracé a Julia. Ya nada me importaba si estaba con ella. Nada. Y los recuerdos que enterré en su día, debían permanecer bajo siete llaves, pues nada bueno sacaría volviendo a revivir todo aquello. Para mí, aquel fin de semana sería el que pasé con Julia en el lago. Lo demás no existió.
Más tarde llamaría a Mario para saber porqué no había venido. Ahora quería estar con Julia y nada más importaba. Los planes de mudarme y comenzar a vivir mi vida donde nunca la debí dejar volvieron a tomar el control de mi mente poco a poco.
- Te amo. - Y la besé nuevamente, ante todo el bar.
Me encogí de hombros cuando me pregunto por Mario, la verdad lo había casi olvidado entre esta felicidad que sentía ahora, pero era cierto, nuestro amigo no había llegado, de la mano cruzamos nuevamente a la cafetería, esperando encontrarle ahí y lanzarle algunas bromas de lo tarde que había llegado, pero nada, nuestro amigo no estaba, sobre el mesón el periódico del día mostraba en primera plana un evento que se me hizo familiar, por un momento me estremecí, era la pieza que faltaba el el puzzle de aquella noche.
Todos los espiritistas que consulte para que analizaran el colgante, nada pudieron responderme a ciencia cierta, nadie logro darme la explicación que necesitaba para poder sacar de mi cabeza la culpabilidad de Pablo, olvidado en la ultima persona que visite, el colgante desaparecía de mi vida, dejándome ese sin sabor de sentir a Pablo culpable y con el peso que viviría años hasta que tras largo trabajo mi psicólogo logro eliminar.
Respire profundo, mi amado Pablo quedaba ante mis ojos exonerado de toda culpa y un suspiro de alivio salio de mis labios, por fin me liberaba por completo de todo, apreté la mano de Pablo con firmeza y luego sentí su abrazo y un " te amo" que jamas olvidare.
Sonreí...-Libres por fin- quizás no comprendiera mis palabras, pero eran las que necesitaba decir para dar el ultimo adiós y mirar hacia el futuro juntos...- y yo te seguiré amando para siempre-