Partida Rol por web

La noche está llegando y cada vez hace más frio. Las colinas por las que avanzais son suaves y os permiten acelerar el paso mientras la niña insiste en que "Ya estamos muy cerca de casa". La aldea de los Cuervos Rojos es la más cercana a la muralla y a pesar de eso, apenas podeis verla detrás de vosotros. Deseando poder descansar y al mismo tiempo llegar al pueblo antes de que os alcance la fría noche, descendeis de nuevo hasta una zona arbolada.

Pero uina vez allí podeis notar cierto movimiento cerca de vosotros. La idea de encontraros con otro oso os aterroriza pero en lugar d eello aparecen cuatro hombres de gran estatura, armados con lanzas y cubiertos con pieles y cueros varios. Ahrrya los reconoce y ellos también. Uno grita:

-¡¡Hemos encontrado a Ahrrya!! ¡Aqui!

Y en cuestión de segundos aparece un quinto hombre, más grande si cabe, armado con espadas y con su musculoso pecho al aire. Mira a la niña, os mira a vosotros y parece enloquecer.

-¡¡Rrrrrah!!- Cogedlos, descuartizadlos y alimentad a los cerdos con su carne. ¡Quiero sus cabezas empaladas adornando mi casa!

Los hombres que le acompañan preparan hachas, lanzas y mazas dispuestos a convertiros en carnaza.

Miro a la niña, a ver si deice algo, y de repente chillo yo:

-Alto ahí, salvajes, estoy un poco harto de que todo el mundo intente matarme sin preguntar nada primero, la niña la hemos traido nosotros y la hemos salvado de ser secuestrada por lunares.

-Y en vez de dar las gracias, quereis que seamos el pasto de gorrinos.

-Diles algo Ahrrya, antes de que nos maten.

Al ver la envergadura de los barbaros doy un paso atras instintivamente, no estoy preparada para estas cosas y se me pone el vello de punta cuando alzan sus armas contra nosotros. Blanca como la pared miro a Kilder cuando habla, es increible, podrian aplastarlo de un manotazo y es el quien les planta cara. Asustada, me salen algunas palabras que parecen un susurro. 

-Lo unico que hemos hecho es cuidar de la pequeña...No creo que esto sea motivo para que nos mateis. 

Miro a la niña y luego al gigantón ¿Se parecerán en algo más allá de la mala uva?

- Tranquilo, amigo. Mi cabeza es demasiado fea para adornar nada, y además le he cogido cariño. Hemos sido exiliados de nuestros hogares en Carmania por defender la promesa que le hicimos a esta niña de que la llevaríamos de vuelta con su familia. Sería un detalle que no nos descuartizaran por ello ¿no le parece?

-¡Es cierto, padre!- Grita la niña mientras corre hacia él. -Estos hombres me salvaron de dos rufianes en la ciudad, me condujeron hasta aquí y evitaron que los lunares me llevaran con ellos.

El grandullón levanta a la niña en brazos y la aprieta contra su pecho en un abrazo que podría romper todos los huesos a cualquiera. Después la sube en sus hombros y se dirige a vosotrs con un tono más calmado, aunque sin perder la severidad de su voz.

-Siento haberos juzgado demasiado pronto. Llevabamos dias buscandola y ya nos temiamos lo peor. Siendo sus salvadores os habeis ganado nuestra amistad eterna y el derecho a pisar nuestras tierras. Seguidnos hasta el pueblo y alí podremos comer, beber, hablar y descansar.

Ya más relajados, seguís a los cinco bárbaros a través de una zona de maleza hasta llegar a una suave meseta donde se asienta un poblado construido con piedra y madera. Son una cincuentena de casas pequeñas, bajas, rodeadas por una empalizada de madera y numerosos campos de cereales. Varias cabezas de ganado pastan libremente por los alrededores y en el centro de todo se alza la torre de un pequeño templo.

Al llegar, la smiradas suspicaces de los aldeanos se convierten en alabanzas cuando se corre la noticia de vuestro viaje y por la noche se prepara una gran fiesta en honor vuestro, de la niña y del propspero futuro que espera a los Cuervos Rojos.

En la fiesta hay música, comida y bebida en abundancia, y vosotros, sentados junto a garnath y la niña teneis la oportunidad de relatar vuestro viaje a quien os lo pide, hasta que el sacerdote d ela aldea, un anciano de constitución dura os habla, y todo el mundo guarda silencio.

-Forasteros, habeis ayudado a nuestro pueblo sacrificando con ello vuestro propio bienestar y arriesgando la vida. Por ello teneis la bendición de Orlanth señor del viento y la lluvia. Y según las normas de nuestro pueblo, teneis derecho a pedir una recompensa que nosotros, dentro de nuestras posibilidades deberemos de entregar.

Observo a los barbaros, y lespregunto:

-¿un bastón mas facil de utilizar que el mio, y que tenga algun hechizo?

Medito unos instantes antes de responder.

- Yo, en cambio, tengo dos peticiones. Una, sencilla, y otra, complicada. La sencilla es para mí -muestro la honda, no impresiona demasiado así, colgando, la pobre- Un arma mejor. No sé qué utilizáis por aquí para cazar, pero estoy seguro de que no son piedras.

Sonrío ante las caras de regocijo de la gente. Ahora se pondrán serios.

- La segunda es la complicada, pues no es para mí. Es para mi pueblo. Los soldados que nos dejaron marchar nos aseguraron de que vuestras intenciones son las de atacar Carmania. Pudieron matarnos y llevarse a la niña, pero no lo hicieron -miro al jefe a los ojos, es francamente impresionante- Os pido, en nombre de los míos, que no ataquéis. Abandonad vuestros planes de invasión, si es que los tenéis. Los lunares los conocen y estarán esperando con todo su ejército. Esa es mi petición. Seguid, al menos de momento, viviendo en paz y dentro de vuestras tierras.

Garnath apura su vaso y lo deja sobre la mesa con tanta fuerza que a punto está de tirarlo todo por el suelo.

-¿Me pedís mágia, me pedís armas, y que será lo próximo, oro y gemas? Escuchadme bien, pelorianos: Normalmente la gente como vosotros no es bienvenida aquí y de no ser los salvadores de mi hija ya estariais corriendo desnudos por el bosque. Pero que esté en deuda con vosotros no significa que deba entregaros nada, y mucho menos escuchar vuestros consejos sobre como dirigir a mi pueblo. -Al decir esto mira directamente a Aldar. - Lo que yo os ofrezco está más allá de toda posesión. Yo os ofrezco la libertad. Vivir aquí, ser parte de nuestro pueblo y convertiros en cuervos rojos. No tendreis más ataduras ni que servir a políticos perezosos. Sereis hijos del viento, como nosotros. Trabajareis para el pueblo y el pueblo trabajará para vosotros. Creedme, amigos, es vuestra mejor opción y además... no creo que volver a cruzar la muralla sea beneficioso para vosotros.