Partida Rol por web

—¡Gruñan todo lo que quieran!¡Si no entregan a los humanos, les arrastraré de los colmillos hasta el infierno!— dijo, tratando de retrasar el ataque unos pocos segundos más

Liza, espalda con espalda con Chuma, le dio un leve toque en el lado hacia donde estaba la puerta por la que habían entrado.

La corrompida no temía una pelea, pero el pasillo les haría de embudo y les facilitaría las cosas... quizás.

—Les distraemos ¿O nos abrimos paso a golpes?— susurró.

- ¿Y por qué no los dos*?- Le susurró Chuma, no sabía por completo qué significaba aquello pero lo había visto en un meme de internet y le había hecho gracia, en su fuero interno creía que significaba 'nos liamos a ostias', pero ni él mismo era capaz de fiarse de sus corazonadas cuando se trataba de traducir idiomas que desconocía. Tenía MUCHA curiosidad por comprobar cómo funcionaba aquel amuleto que tanto trabajo (Y sangre) les había costado, pero tampoco estaban como para jugársela con una baratija que podía haber salido de un sobre incrustado en el interior de una caja de lucky charms.- Si no van a responder a nuestra pregunta podemos seguir distrayéndolos por toda la mansión hasta que nos hagan trizas, estoy convencido.- Terminó por afirmar, comprendiendo que el pasillo, cuando menos, haría que pudiesen darles lo suyo a los dentudos en una proporción más manejable.

Una vez que los vampiros hubieron asegurado el perímetro y las salidas, sabiendo que los tenían totalmente rodeados, uno de ellos se adelantó un par de pasos. Mientras lo hacía, desenvainó una espada de aspecto antiguo.

- Vosotros sois los entrometidos del otro día, los amigos del hada.- dijo, susurrando entre dientes. Ni Liza ni Chuma recordaban a aquel vampiro en concreto del día de la emboscada en la nave, así que supusieron que algunos de sus esbirros lo habían puesto al día. Tampoco era muy difícil identificar a un tío que disparaba balas sagradas, que iba acompañado de una motera demoníaca en llamas.

- Ya cometisteis un error una vez, y parece que no aprendéis.- decía, mientas caminaba lentamente e iba rascando el suelo de madera de la biblioteca con la punta de la espada.- Pero esta vez habéis ido demasiado lejos, os habéis metido en la boca del lobo. Hoy vais a morir.

- El que me diga donde está el hada tendrá una muerte rápida. El otro será nuestro esclavo por el resto de la eternidad.- sentenció, apuntándolos con la espada.

—¡RESPUESTA EQUIVOCADA!— rugió Liza mientras hacía restallar el látigo de cadenas contra el vampiro que se había adelantado fuera del círculo.

Los eslabones golpearon el muslo del monstruo con fuerza suficiente para romper el fémur de cualquier mortal, pero eso era solo un plus, la motera agitó la cadena una segunda vez y sus intenciones quedaron claras: la cadena rebotó contra el vampiro, giró hacia la espada y dio tres firmes vueltas sobre ella. Aprovechando el desequilibrio que el golpe sorpresivo había causado, Liza dio un tirón con ambas manos y la espada salió arrancada de las manos del chupasangre.

—¡CHUMA, ATENTO!— exclamó, mientras la cadena redireccionaba el vuelo de la espada y se desenredaba dirigiéndola hacia el cazador. No era la maniobra más habitual, pero tampoco la primera vez que lo intentaban, y en un espacio cerrado con tantos enemigos, el matahadas iba a necesitar un arma que no tuviera que recargar.

Mientras el pútrido no-muerto de la espada les daba el blablablá ñeg! de rigor, Chuma, que cuando tocaba hacer daño al entorno, podía leer a Liz como un libro abierto (De carnes derretidas y cuencas en llamas, pero libro a fin de cuentas, como un primo molón del Necronomicon Ex-mortis) ponía sus sentidos en todas las direcciones. Sabía que ella le iba a dar al tipejo si se ponía imbécil, como fue el caso, pero ese podía ser un escenario ya preparado para que algún otro dentudo les saltase por la espalda, así que, observar cómo la motera desarmaba al engendro y verla girando en su dirección era la parte sencilla del asunto, otra cosa sería poder alcanzarla, si al menos él tuviese su cadena también a mano, peor dio prioridad al arma de fuego.

Liza y Chuma actuaron como un equipo bien entrenado. En un par de segundos, la cadena de Liza golpeó con fuerza al vampiro, y le arrancó la espada de las manos. Chuma, que había estado atento a sus movimientos, se adelantó con gracia felina para coger el arma al vuelo antes de que cayera, y le dedicó una sonrisa torcida al vampiro.

- Sea.- dijo el líder de los vampiros, mirándose la herida del muslo.- Cogedlos.

La biblioteca se convirtió en un caos de cuerpos cuando una docena de vampiros aullantes se lanzaron contra ellos. Algunos de ellos portaban armas de fuego, pero de momento decidieron no usarlas, lo que les hacía sospechar que quizá quisieran atraparlos con vida.

La refriega estalló en un santiamén. Tajos, cadenazos al rojo vivo, puños patadas, algún disparo de escopeta y un sinfín de insultos inundaron el aire de la biblioteca.

Durante un instante de pausa en la refriega, Liza sacó el amuleto de su bolsillo y lo agitó en el aire.

—¡HAZ ALGO PEDAZO DE PORQUERÍA!— gritó mientras le plantaba un pie en la cara a un chupasangre que intentó taclearla. Un recuerdo le asaltó la mente en medio de su exasperación—¡RAHELIOS!

La lucha fue encarnizada. Liza y Chuma se pusieron espalda contra espalda para rechazar a tantos vampiros como pudieron, pero simplemente había demasiados. Con garras y dientes, los hirieron varias veces, y los obligaron a alejarse de las salidas, arrinconándolos. Cuando chocaron con una estantería, sabían que estaban perdidos, pero entonces Liza se acordó.

Siguiendo las instrucciones del vendedor, Liza cogió el amuleto del dragón con fuerza en su puño y gritó la palabra mágica. Al instante, un calor ardiente empezó a calentarle el estómago, y se fue irradiando hacia el resto de su cuerpo. Era como si el propio sol estuviera encerrado e intentara salir, empujando trillones de fotones como diminutos arietes contra su piel.

Se diría que alguien acostumbrado a emitir llamas infernales en un cráneo sin piel no debería resultar muy afectado. Pero aquel calor era diferente. A Liza le parecía que estaba a punto de convertirse en una supernova.

Cuando acabó de gritar, vio que a pesar de todo, el amuleto había funcionado como les prometieron. Después de la explosión de luz, los vampiros habían retrocedido, y ahora no querían acercarse a ellos. Los miraban rabiosos y aturdidos. Aquello les daba unos segundos preciosos. Unos segundos que no durarían mucho, pues algunos ya empezaban a recuperarse, y viendo que no podían acercarse, se llevaron la mano a las pistolas.

Liza abrió la mano con la que apretaba el amuleto. El intenso calor había dejado grabado el símbolo del dragón a fuego en su palma, como si la hubieran marcado como ganado. Un recordatorio del poder que se le había prestado y que sin duda le reclamarían que devolviera pronto...

Por unos segundos Chuma se había sentido más chulo que un ocho, casi como su héroe de acción favorito de infancia, Bruce Campbell, cuando amenazaba a la escoria medieval con su escopeta, refiriéndose a ella como su escoba de fuego, allí, con el brazo estirado y sosteniendo la espada portada por el dentudo que había tratado de amedrentarlos, pero... ¿Cómo de chula es una espada cuando la persona que tienes al lado rompe a emitir la luz de mil soles a través de su piel tras invocar los poderes de un amuleto de las tierras de fae?

- No es justo...- Lloriqueó como un niño pequeño al que alguien le chulea un regalo el día de su cumpleaños.

Pero tras ver que Phoenix-Liza había frito a un tercio de aquellos mea mea coágulos, el cazador vio una posible oportunidad para ellos. No sabía qué talle iría a la mortaja, peor esperaba que si ellos sucumbían, al menos el fantasmón lograse su objetivo o juraba que él también volvería del más allá para joderle la fiesta a cualquiera que se pavonease entre los muros de aquella maldita mansión de la noche.

Apretó los dientes, levantó su escopeta y comenzó a disparar y tajar a diestro y siniestro, intentando abrir un camino fuera de la biblioteca tanto para librarse de los vampiros que aún quedaban como para tratar de seguir buscando a la niñata cautiva. 

Podía notar el sonido de su taquicardia ocultando cualquier otro sonido, más tras ver aquella marca en la mano de su compañera, mientras invocaba toda la adrenalina que le quedaba en aquel avance a marchas forzadas,

Esta era la oportunidad de escapar como alma que lleva el diablo. Y Liza sabía interpretar ese papel perfectamente. Eran apenas unos pocos metros hasta la puerta. Agachó la cabeza y se echó en carrera hacia la salida, sintiendo las botas retumbar contra el viejo suelo de madera, y las balas zumbar a su alrededor.

Cruzó la salida y Chuma la cerró de un portazo detrás de ella. La corrompida miró el amuleto, y la extraña "quemadura" que había dejado sobre la piel de su mano ya ennegrecida.

—¡Parece que todos en esta puta ciudad quieren un pedazo de mi!— gritó con frustración mientras arrojaba el amuleto al suelo.

—¡Déjalo donde está! ¡Nos han timado! — ordenó a Chuma con fuego infernal en los ojos, era más una amenaza que un consejo— Vamos por otro lado, si realmente no pueden acercarse al cacharro, mejor dejarlo junto a la puerta para que no nos sigan por aquí— dijo, echando a correr por el pasillo. Los chupasangre no podrían alcanzarlos, pero seguro que las balas podían atravesar aquella puerta.

La radiante luz del amuleto los salvó. Corrieron hacia la salida más cercana, y ninguno de aquellos monstruos pudo acercarse lo bastante a la luz como para impedirlo. Los que estaban a punto de disparar tuvieron que taparse los ojos cuando Liza y Chuma se acercaron tanto que la luz los quemaba.

Por desgracia, el amuleto quemaba. Quemaba tanto que Liza no podía sostenerlo más, ni tan siquiera transformada. Lo arrojó al suelo tras ella y miró asqueada la marca del dragón que se le había quedado grabada en la palma.

—¡Déjalo donde está! ¡Nos han timado! — ordenó a Chuma con fuego infernal en los ojos, era más una amenaza que un consejo— Vamos por otro lado, si realmente no pueden acercarse al cacharro, mejor dejarlo junto a la puerta para que no nos sigan por aquí.

Y aunque ciertamente el amuleto seguía despidiendo luz, ahora que nadie lo sostenía y alimentaba su poder, esta empezaba a disminuir de intensidad y apagarse. Dentro de la biblioteca, oían a los vampiros rugir de frustración, pero sabían que tenían poco tiempo hasta que pudieran salir de nuevo a por ellos.

Así que corrieron. Corrieron por los pasillos en penumbras de aquella mansión oscura, y al cabo de poco rato, oyeron los sonidos apagados de sus perseguidores. Ya habían conseguido salir.

Ante el caos reinante en la biblioteca y su salida por los pelos, Chuma estaba más que descentrado, ni él mismo sabía si lo propio sería dirigirse a la salida de la mansión, con la esperanza de que Grigor hubiese encontrado ya a la inostrannyy, o si tal vez este podría haber caído en una trampa o haberse perdido y sería mejor ir en su busca. Como cazador su instinto le instaba a seguir buscando, para eso había nacido, pero no iba solo.

- Parecía muy buena idea, pero la medallita parece necesitar a la gente a modo de pila, al menos nos podía haber avisado el maldito comerciante. Sería genial poder recuperarla, pero podríamos volver el domingo después de misa.- Ironizaba, peor ciertamente le había parecido muy buena idea. - Ahora la duda es... ¿Nos piramos o vamos a por la mortaja y la cría por si no han salido?- Preguntó a su ghostrider predilecta.

—Yo de aquí no me voy hasta haber hecho arder este lugar hasta los cimientos. Ha sido una retirada táctica, no una huida. Pero si, lo mejor será buscar a Grigor y sacar a la niña, después de eso nos encargamos de este nido de murciélagos— dijo Liza, las llamas de su cráneo resplandecían con intensidad, y la ira se le filtraba en cada palabra.

—Vamos, ten tu escopeta lista— finalizó, caminando con paso pesado hacia las escaleras que bajaban.

 Fraile. Otra vez por aquí.- dijo el brujo, con una voz que parecía venir de la tumba.- Perdóname, la última vez te eché de malas maneras. Creo que ha habido un malentendido entre nosotros. Creo que has escogido luchar del lado equivocado.

Koschei lo invitó a acercarse. Grigor hizo el equivalente mental de tragar saliva, si las leyendas eran ciertas, estaba ante uno de los hechiceros más poderosos de Rusia. Hechicero que además podía verlo sin problema en el plano espectral y seguramente acabar con él con la misma facilidad

Grigor podía oír el ruido de la lucha pero sonaba increíblemente lejos, como si la casa fuera mucho más grande de lo que aparentaba. Probablemente lo fuera. 

Se hizo visible y audible. No tenía sentido intentar ocultarse del Inmortal. 

-Hemos venido a por la chica-dijo intentando aparentar seguridad-Ella no ha hecho nada. Dejadla ir, por favor: mis amigos se ponen muy nerviosos si se enfadan...

- No tengo ningún interés especial en la chica, como ya habrás comprendido. Es solamente una herramienta para conseguir al inostrányets* que me estáis ocultando. Traédmelo y con gusto la soltaremos.-dijo Koschei.

- Como te decía, creo que has escogido el bando equivocado. Se está fraguando una guerra, y la Bruja de Hierro es la que se dedica a recoger huesos de espectros como tú para reforzar su poder. Deberías estar junto a nosotros, somos los que podemos protegerte de ella. ¿Qué más te da lo que le pase al hada? Ni tan siquiera es ruso, él no entiende las particularidades de la russkaya dushá**.

-La chica no os servirá de mucho: el hada está bajo la protección de Douglas Nitz del Metallicheskiy Shabash. Y el americano no es de los que sueltan fácilmente a su presa. Creo que tiene otros planes para esa criatura. 

En la lejanía sonó un disparo. Grigor tuvo una idea. 

-A Morozov el de la Escopeta, por otra parte, el Señor le ha dado cartuchos pero no paciencia. Nos llevamos bien, dice que guarda uno de los chungos para la Brujade Hierro. He visto lo que su arma puede hacerle a una pared. No quieres saber lo que le puede hacer a un torso. 

El brujo asintió complacido al oír que Pietro estaba con Nitz.

- Ah, el americano, sí, lo conozco. Muchas gracias, eso nos irá bien. Por fin entiendes quienes somos tus amigos de verdad.- dijo Koschei, quizá forzando demasiado las conclusiones para gusto de Grigor.

- Créeme, tus amigos de arriba poco pueden hacer en la lucha que se avecina, especialmente estando solos. Todo el mundo tendrá que escoger un bando o perecer. Únete a nosotros, somos los inmortales, los destinados a heredar la Madre Patria. Ayúdame a encontrar al hada y perdonaré la vida a tus amigos y soltaré a la chica.- ofreció finalmente.