Me alzo del sofá, sin llegar a soltar a Esmeralda, sosteniéndola en el aire, apoyada en mis caderas.
Vaya, una lástima que nuestro encuentro termine tan pronto, espero que no sea una costumbre. - digo mirándola a los ojos. - Pero sí, tengo que reconocer que Don Carlo solo me ha mandado al mejor sitio posible y que la compañía ha resultado una grata sorpresa. Inmejorable.
Así que Sestao, ¿no? - pregunto - ¿Algo que deba saber sobre tu vendedor o él se encargará de localizarme?
Sigo en mi sitio, de pie y mirándola a los ojos en todo momento.
Esmeralda se muestra encantada de no separarse de ti, casi dirias que esta forzando la situacion para que seas tu quien se aparte de ella.
Amor, las cosas aqui son muy sencillas, sobre todo si Esmeralda cuida de ti. El sabra que vas, y dudo que haya mucha mas gente por alli a estas horas...
Sonrío y doy varias zancadas para acercarme, acercarnos, al escritorio, agarrándola con ambas manos por las caderas y posándola con suavidad sobre la mesa de madera.
Después muevo el dedo de mi mano derecha desde su cadera, pasando entre sus dos pechos pero sin llegar a tocarlos, hasta su barbilla, levantándosela ligeramente.
Supongo que a mi vuelta me enseñarás mi nuevo refugio, ¿no? - pregunto suavemente.
La vampiresa deja que la desplaces sin la menor resistencia, manejas su cuerpo con excitante facilidad, ofreciendo la imagen de que la tienes a tu merced, que podrías hacer cualquier cosa con ella si quisieras...
Eso depende de ti, vaquero, y de lo que tardes en regresar a mis brazos...
Acerco mis labios a los suyos, girando la cabeza en el instante que parecía que iban a tocarse, y me acerco a su oreja, susurrandole. Te veré enseguida, muñeca.
Tras ello, me giro y me dirijo hacia la salida, sacando de nuevo el paquete arrugado de tabaco y encendiéndome un pitillo.