Restos de cadáveres podridos despiezados y estratificados. De los más viejos no queda más que el polvo de sus huesos.
Un hacha clavada en un tocón, cubierta de óxido, que en su día dio muerte a miles y miles de seres. Un objeto sagrado profusamente decorado.
Un ogro, musculado al extremo, vaga por el lugar devorando todos los animales que encuentra.
Una arena en ruinas donde los esqueletos de los luchadores permanecen recostados con los huesos rotos y con sus hachas oxidándose en el suelo para ofrecerse como alimento a su pueblo.
Unos almacenes subterráneos antiguos parcialmente derrumbados. Corderos, jabalís y vacas caníbales se enfrentan desde el albor de los tiempos, para luego comerse a los vencidos y así servir ellos mismos de alimento.
Prácticamente toda la civilización desapareció en una especie de fiesta ritual donde todos los miembros se comieron unos a otros debido a la creencia según la cual la fuerza o la vida se transmiten devorando a la generación anterior. Mientras tanto, antropófagos supervivientes mutilados se arrastran por las grutas subterráneas huyendo del ogro.
Una población de ogros que se ha ido alimentando de montañistas, senderistas, animales y los antropófagos mutilados ha sobrevivido en el subsuelo durante siglos.