Partida Rol por web

Una mole gigante, una cantidad de energía cinética y potencial sumada a una masa que debe de pesar una cantidad enorme y todo ello proyectado por un trampolín improvisado de roca capaz de levantar la suma de todo eso como si no fuese nada... y el escudo del tipo ese todavía consigue aguantar parcialmente. Antes de reventar, pero para entonces ya he visto cómo se sobrecargaba y me agacho en el suelo creando una barrera frente a mí, justo a tiempo para que todos los cristales y demás metralla se estampen contra él. Joder, de la que me he salvado. Me levanto apartando el escudo improvisado con ambos brazos justo a tiempo para ver a Reed desaparecer, realizar un análisis del terreno rápido y avanzar por encima de los cristales con una doble suela para enganchar del hombro a la secretaria, como si fuese a escaparse. Incluso con toda la energía en el aire soltada para el teletransporte. -Señora, si trata de correr, sufrirá. Si intenta contraatacar, sufrirá. Si no le importa, manténgase quieta y procure no pisar ningún cristal. -Y apretando el hombro con la mano, sin llegar a causar verdadero daño pero sí una fuerte presión cual torno ajustado, me la llevo hasta los asientos procurando que no se corte, y sentándola saco el teléfono con la otra mano y escribo un mensaje: "Boss desaparecido. Date prisa. Pasillo controlado. Tu ilusión rota.". Ese para el Sr. Jones. Y luego al otro número: "Elvis casi conseguido. Preparaos para evacuación. Reportad.". Y ese va para el otro teléfono, el que debería tener Rorschach. -A ver qué responde el resto. Buen golpe, por cierto. Jones dice que nos vienen refuerzos y que anda cerca. -Dejo caer, confiando en que el tiempo que estamos ganando sea a buen uso.

Todo iba según lo planeado. Volaba por encima de los escombros, dirigiéndose hacia Reed como un proyectil. Su puño entró en contacto con el escudo, notando como su puño vibraba ante la tensión que se estaba produciendo. Cada vez empujaba con más fuerza, con todo el peso que proporcionaba su pétreo cuerpo. El puño cada vez se hundía más, milímetro a milímetro hasta que finalmente estalló como lo haría un cristal.

Las esquirlas volaron en todas las direcciones, sus pies se hundieron en el suelo y la onda que vino tras los cristales hizo que se tambaleara, pero nada que no pudiera resistir. Se sentía triunfante, había desmoronado la defensa de ese arrogante tipo que no paraba de menospreciarles.

-Siempre habrá una piedra en el camino con la que tropezarte... sólo que esta piedra te va a patear el culo -extendió los brazos, preparados para descargarlos contra Reed. Antes de que las palmas de sus manos se encontraran con la carne del científico, éste desapareció ante sus ojos, haciendo que sus manos se encontraran en un burdo intento de aplauso por su actuación-. ¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda! ¡¿Dónde se ha metido?!

Golpeó el suelo con ambos puños, enfadado, como si fuera un gorila en pleno ataque de furia. Poco después de serenarse y tranquilizarse, oyó el último comentario de Steel, justo después de que le alabara por su golpe.

-Espera... ¿me estás diciendo que sabías en todo momento que "ese Jones" -señala el lugar donde estaba la ilusión con su monstruoso dedo- era de mentira? ¿Porqué demonios no me lo has dicho? -aunque su rostro siguiera inexpresivo, su tono demostraba claramente su enfado-. ¿Dónde está Jones?

Gustoso le habría soltado un mamporro al enmascarado, pero creyó más conveniente guardar las formas.

Alzo los ojos al cielo, poniendo una expresión de "por todas las divinidades que no existen, dadme fuerzas". Por desgracia, no es algo que una máscara parcial deje relucir, así que aprovecho para soltar un suspiro fuerte ante la pregunta de mi compañero. -Verás -le digo mientras mis dedos vuelan sobre el teclado del teléfono-, lo suponía. Habló de una tapadera, pero si lo dijese en voz alta con el tipo ese delante solo le habría destrozado la cobertura antes de tiempo. Y tiempo es lo que hemos venido a conseguirle, principalmente. Además, no me sorprendería que con la cabeza que tenía el tio, no nos esté escuchando ahora mismo con un micro, así que por mi parte le voy a dar la menor información posible de cualquier cosa. -Y luego termino de redactar los mensajes. -¿Esperamos aquí a esos refuerzos enemigos, o nos movemos? -Pregunto entonces, esperando por si veo aparecer a alguien por cualquiera de los tres accesos y asegurando la quietud de la secretaria con el garfio con la que lo sujeto.

Las partículas que formaban el humo negro comenzaron a solidificarse y volvieron a formar el cuerpo del bombero retirado. Charles sonrió a R y le tendió la mano. De nada. ¿Para eso estamos, verdad? Contempló como las llamas creadas por R calcinaban el resto del cuerpo de los cyborgs que habían tenido que derrotar. Charles alzó la mano e hizo que el fuego que ardía en el cuerpo del robot cobrara más intensidad y se esparciera al resto de criaturas. El fuego, ahora controlado ardía con mayor velocidad haciendo que así R, lograra cumplir su objetivo más rápido.

Después analizó a R con su nueva apariencia. La miró de arriba abajo, volvía a tener el aspecto del hombre que había conocido y que se sorprendió tanto al revelar su verdadero sexo. No entiendo como no me di cuenta antes, si te fijas bien, se puede ver que con ese tamaño no podia haber un hombre dentro, o al menos no un hombre demasiado grande. Charles volvió a sonreír, a pesar de su conducta sociópata había algo extraño en aquella mujer que le hacía sentirse más cómodo que con el resto de sus compañeros. De siempre había tenido mejor trato con las mujeres que con los hombres, pero había algo en ella que le recordaba a su mujer.

Luego Charles agachó la cabeza. Sentía las malas noticias que iba a darle.

La verdad, R, todo allí dentro fue muy confuso desde que nos separamos. Sinceramente, no sé si estos terremotos tiene algo que ver con Eartho o no. Pero no me ha quedado nada claro, ahora que ya se que podemos usar nuestros poderes sin tapujos no hay nada que temer. Puedo llevarte ante ellos más rápido que si fuéramos en silencio o disfrazados. ¿Aún tienes el teléfono? Yo se lo dejé a éstos y no he vuelto a saber nada de él. Trata de contactar con ellos mientras nos vamos.

¿Nos adentramos?

Rorschach miró a través de su máscara la mano de Charles, y por educación y el compañerismo que precisaba la situación, alzó la suya, estrechándola.

- Por supuesto- replicó con un deje de alegría, nublado por su habitual espíritu de quimera misántropa oculta tras una personalidad dual de hombre asesino y mujer actriz.

Contempló el espectáculo de las llamas, recreando una invisible sonrisa tras las sombras negras sobre el fondo blanco que danzaban al compás sobre su rostro. Duró solo unos segundos, hasta que Charles comenzó a hablar. Al final, asintió y sacó de la gabardina su propio teléfono móvil, que había usado para comunicarse con Steel. Marcó el número de memoria, sin pulsar el botón de iniciar llamada, y se lo tendió al bombero.

- Es lógico que haya confusiones cuando pasa algo tan anticlimático e inesperado- respondió con sencillez-, pero no es nada a lo que espero, no podamos hacer frente con éxito. Vamos con el resto, a ver qué truco escondes esta vez. Estoy deseando- acentuó la palabra- verles y solucionar esto ahora que todo se ha vuelto Gehena- golpeó el móvil con el pulgar, centrando la atención en ello-. Si quieres hablar tú con Steel de algo, adelante. Sino- apretó el botón de iniciar llamada, cambiando el mensaje de la pantalla-, me ocuparé yo. No hay problema. Sólo espero que funcione la línea.

En marcha.

Había llegado el momento que estaba esperando. Reunirse con el grupo y ver qué había sido de ellos. Esperaba que tuviesen ya el contenido de la caja acorazada, y sino... la ventaja era que ahora Eartho podía rendir cuentas con ella si la encontraba.

El corazón del hombre sintió una punzada, recordando el mecanismo hidráulico de La Garra, roto, pero ya se ocuparía de ello cuando alcanzase su diminuto bastión y su mesa de trabajo. Muy pocas veces se le había roto por ello, y el cadáver de aquella máquina llamada Wilkins le seguía profesando cierto daño en el orgullo a su fuero interno. Tenía que gastarse más dinero en materiales más resistentes. Pero podía haber sido peor. Mucho peor. La muerte, por ejemplo.

Charles hizo un gesto con el dedo en señal de que no quería hablar con sus compañeros. Por alguna extraña razón que aún no lograba entender aún no había desarrollado esa sensación de trabajar en equipo, y realmente lo que sentía era una leve competición entre ellos para ver quien la tenía más grande.

En cambio, con R, la cosa era distinta, ella le hacía mostrarse más confiado y seguro de sí mismo. Por eso no quería hablar con Steel, no quería molestarle pues sabía perfectamente que no había caído en gracia de ninguno de ellos. Quizá con Eartho no tendría muchos problemas, pero con los otros no hubo la misma química.

Y tras aquello, Charles se adentró en el angar tomando los pasos que había dado antes, para encontrar el camino de vuelta.

-Dudo mucho que esos refuerzos sean nuestros, ¿sabes algo del resto? Espero que, al menos, estén vivos allí arriba -hacía tiempo que no escuchaba otra explosión, quizás fuera porque estaban metido en ese bunker subterráneo-. Mejor que esperemos a que aparezca Jones, no me apetece jugar al ratón y al gato destruyéndolo todo a mi paso.

Al menos tenían la ventaja de que si aparecían por donde vinieron ellos, podrían verlos a través de la puerta, que dejaba ver lo que había al otro lado. Pero si utilizaban las dos que estaban en la pared contraria, la cosa podría ponerse difícil en poco tiempo.

-Intenta sacarle algo a la mujer, mejor a que lo hagas tú a que lo intente yo -era una clara intención de amenaza para la mujer, mejor que le dijera a Steel lo que supiera mientras él vigilaba las puertas-.

La secretaria, viéndose abandonada por su jefe y único protector contra los esperpentos disfrazados que han destrozado su oficina, se deja hacer, sumisa. No tenía más opciones que obedecer y esperar, en vista del poco aprecio que se había mostrado por ella. Cuando se dejó caer sobre los asientos de la recepción, lo hizo sin gracia alguna, juntando las rodillas, con los hombros hundidos, sin atreverse a mirar al gigante de roca o al enmascarado. El primero la había aterrorizado con aquella demostración de fuerza y poder y el ataque de ira posterior, el segundo solo la intimidaba. Cruzó las manos sobre el regazo y esperó ver qué tenían pensado para ella. Se imaginaba lo peor.

El teléfono de Steel vuelve a sonar en el momento en que se decide a enviar el primer mensaje. No ha terminado de escribirlo cuando aparece el nombre de Jones en pantalla. Cuando contesta la llamada, esto es lo que oye:

- Rápido, ¿cómo vais? Me vendría bien la ayud... - Estática. Unos segundos de silencio y una nueva voz que copa la línea. La de Roland Reed - Se acabó el ir jugando con los teléfonos en mi fábrica. - Un click que indica que la llamada ha sido cortada y silencio tras él.

A los tres tonos, Steel descuelga el teléfono. Se escucha un poco de estática y luego unos segundos de silencio absoluto. La voz que responde no es la de Steel, sino la de Roland Reed.

- Se acabó el ir jugando con los teléfonos en mi fábrica, señor Jones. Ya han llegado demasiado lejos. - Reed ya no parecía tan arrogante como en su primer encuentro. Su tono era el de un hombre muy, muy molesto. Jones creyó captar incluso una nota de nerviosismo en su voz. - Y le aconsejo que no trate de hacer uno de sus trucos de escapismo dentro de mi despacho. Se lo aconsejo encarecidamente - Palabras amables dichas de forma muy amenazadora. Casi parecía que Reed deseara que Jones tratara de teleportarse. - El personal de seguridad va de camino, señor Jones. Tiene dos opciones, enfrentarse a ellos, lo cual sería de lo más satisfactorio... O abandonar mis instalaciones de forma pacífica. Les voy a conceder algo de crédito. Están resultando ser mucho mas molestos de lo que había valorado en un principio y soy un hombre demasiado ocupado como para perder mi precioso tiempo en asuntos como este.

Mientras se adentraban en el corazón de la fábrica, de camino hacia los ascensores, R fue haciendo un par de llamadas al teléfono que llevaba Steel. A la primera de ellas le respondió tras unos cuantos tonos una voz automatizada que indicaba que el titular de la línea estaba ocupado en esos momento y que dejara un mensaje tras la señal. El ambiente estaba cargado y miles de pequeñas motas de polvo danzaban bajo la luz temblorosa de los halógenos que iluminaban su avance. Por lo menos ya no oscilaban como hacía uno momento debido a la sacudida anterior.

Al segundo intento, siendo guiado por Charles a través de las líneas de producción y las cadenas de montaje, alguien descolgó el teléfono al segundo tono, pero no fue Steel.

- Mi más sincera enhorabuena, justiciero - Le saludó una voz cargada de arrogancia al otro lado de la línea. Una voz desagradable y altiva, de alguien acostumbrado a tratar a los demás como poco más que niños sin entendimiento - Aplaudiría su actuación enfrentando a mi cuerpo de seguridad si no fuera porque me ha costado unos cuantos miles de dólares en maquinaria y me va a costar otros tantos en reparaciones. - Un corto silencio - Les voy a ofrecer una salida ventajosa para todos que posiblemente les sea satisfactoria. Les he hecho la misma oferta a los señores Jones, Steelblade y gólem de piedra que les acompaña - R casi pudo paladear el desprecio impreso en aquellas últimas palabras - Abandonen pacíficamente mi fábrica y no tomaré represalia alguna contra su grupo. Soy un hombre de negocios al fin y al cabo y entiendo que usted es una mujer razonable aunque se disfrace de forma estrafalaria. - Dijo burlándose de ella con total claridad. R pensó que el tipo debía estar sonriendo - Esto no es mas que un trabajo para ustedes, así que vuelvan con su cliente y díganle que no han podido burlar mi seguridad y conseguir lo que quiera que sea que han venido a buscar.

- Yo no perderé más tiempo y dinero y ustedes podrán volver a sus vidas sin correr mas riesgos innecesarios. - Palabras amables en un tono desafiante. Su interlocutor no quería que se fueran pacíficamente, quería atraparlos y destruirlos por haberse colado en sus instalaciones. No necesitaba ver su cara para saberlo, R había escuchado ofertas como esa de labios de mafioso y pandilleros en más de una ocasión y siempre acababan igual. Con huesos rotos y labios sangrantes.

¿Qué pasa, campeón? - respondió Jones con el tono de voz de quien se cruza con un amigo que hacía semanas que no veía. Jones era un ilusionista y, como uno de los mejores, no solo jugaba con la visión del espectador, si no que estaba acostumbrado a modular su voz y sus gestos para dar la imagen que quería. - Veo que quieres hacerlo por las malas, ¿no?

Una lástima... - Jones miró alrededor, si había interceptado el teléfono, seguramente también tendría visión de él. - Tenía una fábrica bonita...

¡Ah! Si vuelve a amenazarme, dejaré de ser la única persona que puede detener al resto. Retirese y podrá seguir jugando con su fábrica con solo unos rasguños. Siga insistiendo y terminaré sepultado en toneladas de acero, cemento y, lo que es más importante, la sangre de todos los trabajadores que, a partir de este momento, no nos molestaremos en engañar o dejar con vida.

Jones aprovechó que miraba alrededor para comprobar si el científico tenía algún tipo de arma en su despacho y, de paso, comprobar la mejor posición para camuflarse con el entorno, una vez fuesen a entrar los guardias.

Tras escuchar aquellas palabras através del teléfonoo móvil, Charles se volvió a desvanecer convirtiéndose en una nube de polvo y humo. No me gusta el color que está tomando esta situación, R. Debemos darnos prisa y encontrarles, aunque no sé muy bien cómo vamos a hacerlo. ¿Recuerdas dónde estaba la sala de las cámaras? Quizá podamos ir hasta allí y mirar en los diferentes paneles para ver si los encontramos...

Charles estaba seriamente preocupado, realmente pensaba que aquel grupo eran invencibles, que ellos todo lo podían y que tarde o temprano la misión iba a ser un éxito. Lo que menos se esperaba era que fueran a ser atrapados y que encima les propondrían abandonarlos.

Era de sobra conocido por todos que Charles no había logrado alcanzar una buena relación con ninguno de ellos en el escaso tiempo que llevaban trabajando, pero sabía perfectamente que eran un grupo y que como tal no iba a dejar a nadie tirado por el camino.

Debían tejer un plan lo más rápido posible y acatarlo en la mayor brevedad. Había que ser más efectivos que nunca y para ello tendrían que combinar las habilidades de los dos únicos metahumanos que quedaban en pie en ese momento.

R estaba asumiendo que había problemas con la línea telefónica cuando recibió a su nuevo interlocutor. Sí, la otra probabilidad es que no fuese algo accidentado sino provocado, y todo apuntaba en esa dirección. Escuchó al magnate enfundado en voz y rol de villano, con la parsimonia y gracia de alguien más que acostumbrado a, como él solía llamar...

"Hombres cuyo materialismo y egolatría sólo rivaliza en similitud a mi falta de fe por la valía humana"

Así a vuelapluma. Su respuesta era lo que comúnmente podría denominarse "un canto en los dientes". Desconocía si era o no producto de la empresa o un villano en discordia, y, de ser así, si era el verdadero y oculto motivo inicial de la prueba, un indexado a posteriori o un colaborador. Sea como fuere, todos los caminos conducían a una Roma que lucía en sus puertas un cartel gigante donde ponía "Estados Unidos no negocia con terroristas, y yo, tampoco".

- Subestima lo que una mujer está dispuesta a hacer por un par de botas nuevas- replicó al otro lado de la línea con su voz masculina, cargada ahora con los matices de una ironía y mofa a una sociedad consumista que vendía todo a un precio establecido en el sistema de mercado. Aquel supuesto dueño de la fábrica era otro capitalista quemado cual Wilkins que hacía gala de unos valores morales tan parcos y en declive como apaleables-. Mi más sincera enhorabuena- añadió con voz imitada con una arrogancia no demasiado fingida por falta de necesidad. Ya era arrogante de por si. R también era desagradable y altivo, acostumbrado a creerse por encima de muchos otros, o por debajo, pero para el caso era lo mismo. Le entendía, y sabía que le estaba golpeando en las costillas desde la distancia-. Aplaudiría su actuación enfrentando al grupo y a la memoria de mi padre- referencia al por qué del estrafalario disfraz que portaba- si no fuera porque me lo estoy imaginando costando los centavos que le costará haber subestimado a todo el mundo- Un corto silencio-. Le voy a ofrecer una salida ventajosa para todos que posiblemente le sea insatisfactoria, pero es lo que hay. Abandonaremos- o no- pacíficamente su fábrica- calló sobre las represalias, guardando un mínimo de comedimiento en su código de deshonor- si nos entrega lo que hemos venido a buscar. Soy un asesino, que no difiriere mucho de un hombre de negocios- ramalazo a todo el funcionamiento de la sociedad-, y al fin y al cabo y entiendo que usted es un hombre razonable porque no se atreve a dar la cara- giro a los argumentos del hombre, que lució un "pese a que" en lugar de "porque". Aquello era otra mofa con total claridad, y en efecto, él también sonreía.

Miró a Charles y negó con la cabeza. Señaló la zona por la que habían venido. Tapó el auricular un instante.

- Venimos de allí. Voto por ir adonde los he visto por última vez. ¿Qué había en el hueco del ascensor?- dijo a su acompañante en un tono más femenino y humano, a sabiendas de que el bombero no tenía culpa de lo que estaba pasando ni carácter tan misántropo.

Destapó el auricular y volvió a hablar.

- Disculpe que no haya seguido imitándole, pero tenía que ultimar el procedimiento para ir ahí y partirle las piernas- dijo finalmente con sorna-. Y estará quedándose calvo de oír una imitación barata de alguien que se cree tan caro.

Definitivamente, R estaba más que acostumbrado a manejar a nivel social a este tipo de personas. No era muy diplomático, pero sabía cómo apretar las tuercas para enfadarlos o hacerlos reír, eso desde luego. Todo dependía de su sentido del humor y del ridículo.

- Se da demasiada importancia, señor Jones. - Respondió, aparentemente inmune a las amenazas recibidas. Parecía muy seguro de si mismo. - A usted y a su equipo. - Jones pudo escuchar un sonido de estática al otro lado de la línea, de apenas un segundo de duración. - Ya que se encuentra en mi despacho y no va a poder abandonarlo en un tiempo, le sugiero que tome asiento para que la espera sea más cómoda mientras mis empleados se encargan de sus compañeros. En cualquier caso, si cambiara de opinión, solo tiene que llamar a cualquier teléfono y me tendrá al momento al otro lado de la línea. - Sin más despedida o darle tiempo a Jones a añadir nada mas, la llamada se corta.

Jones se encogió de hombros mientras se dirigía a la puerta del despacho para comprobar si estaba abierta y aprovechó para colocar en medio una silla, como mera molestia para las posibles guardias y para alertarle si alguien habría la puerta.

Después se le ocurrió que, si no tenía visión directa de sus compañeros, seguramente el doc tendría pantallas en algún lugar de su despacho.

-Estupendo, hemos hecho enfadar al niño tonto, y en su rabieta nos ha inutilizado los teléfonos. ¿Alguna idea de donde se encontraba nuestro querido compañero? -usó un tono sarcástico cuando pronunció las últimas palabras- ¿O tengo que ponerme a abrir puertas hasta que lo encontremos?

Miraba a Steel esperando alguna otra información que también se hubiera guardado, lamentablemente su mirada vacía de expresión no demostraba lo que realmente pensaba. Incomunicados, encerrados allí a la espera de que ese intento de científico se decidiera a hacer algo.

-¿Porque tú no tienes ni la más remota idea, verdad? -dijo mirando a la secretaria, quizás el temor le hiciera irse de la lengua sobre el laboratorio. Puede que dijera algo coherente, ya que esta situación estaba yéndose de las manos bastante rápido-.

La secretaria negó en un primer momento a la pregunta de Eartho, temblando, nerviosa. No levantó la cabeza para mirarlo siquiera. Negó una segunda y una tercera vez, insistiendo en su desconocimiento de cualquier información útil para la pareja de intrusos, sin decir nada, moviendo las manos apoyadas sobre su regazo sin parar. No parecía que les fuera a ser muy útil. Bien porque realmente no supiera nada o bien porque no iba a ayudarles en su empeño.

La puerta a la izquierda del escritorio, la que carecía de panel de acceso, se abrió de repente, sin previo aviso. La secretaria desvió la mirada en esa dirección y, cuando reconoció al recién llegado, se tumbó en los asientos, echándose las manos a la nuca y cerrando los ojos con fuerza.

En el hueco apareció un tipo que bien podría haber encajado con Steel y Eartho por su extraña apariencia. El tipo vestía una bata blanca de médico y sonreía de oreja a oreja. Tenía todo el aspecto de un empollón con pelo de cepillo y barba de un par de días que pasara mas tiempo en el gimnasio que en la biblioteca y que, en algún momento de su vida, se hubiera inflado a anabolizantes por su musculatura bien desarrollada. De espalda ancha y fuerte, llenaba por completo la bata blanca, resaltando la potencia de sus músculos pectorales. Sonrió de medio lado, alzando una ceja sobre las gafillas redondeas de técnico con que protegía sus ojos. Tenía los brazos blindados con un extravagante armazón robótico de color rojo óxido que crepitaba con cada uno de sus movimientos. Chasqueó los dedos y una chispa eléctrica salto del guante.

En un abrir y cerrar de ojos valoró la situación, eligió objetivos y, sin dar tiempo a la pareja de aspirantes de reaccionar, atacó.

- ¡A la mierda, cabronazos! - Una poderosa descarga eléctrica salió proyectada cuando extendió los brazos hacia el gigante de piedra, el blanco más claro de que disponía en la pequeña oficina. Un arco voltáico de gran potencia impactó de lleno contra Eartho, haciendo saltar parte de la cubierta de rocas de su pecho y dejando una fea línea humeante al rojo vivo. Desde que se convirtiera en aquella mole viviente que ahora era, pocas veces había vuelto a sentir nada, pero en aquella ocasión recordó lo que era el dolor.

Tardé unos segundos en responder, bien porque estaba pensando en las palabras de R o bien porque estaba ocupado con otras cosas que el justiciero desconocía. Cuando por fin dijo algo, fue escueto.

- Como quieran. Lo haremos a su manera. - No parecía molesto ni había asomo de humor en su voz, de hecho, no había asomo de emoción alguna - Si cambian de opinión hagan una llamada a cualquier número y me encontraran al otro lado de la línea. - Dicho lo cual, cortó la comunicación.

Mientras R iba hablando con su desconocido anfitrión, Charles ya lo había guiado hasta la zona de accesos en la que se había separado de Steel y Eartho. No había rastro de estos dos por ninguna parte. Allí les esperaban tres puertas rotuladas, dos de ellas como "Escaleras de emergencia" y la otra como "Acceso al generador anexo"; dos ascensores que conectaban los niveles superiores con los túneles de mantenimiento y un enrome montacargas para materiales pesados que, en ese momento, tenía la doble puerta abierta y mostraba el interior del hueco por el que había bajado Jones para explorar.

Una vez bien sujeta y colocada en un punto de fácil vigilancia, la verdad es que no esperaba sacar demasiado -más allá del escudo que le había prometido al científico- de la presencia de la mujer. Y con las miradas y los pocos balbuceos que suelta, me dedico más a observar el entorno que otra cosa. El teléfono vuelve a sonar, y descuelgo para escuchar al Sr. Jones pidiendo ayuda, probablemente porque al dejarnos el loco ese se ha ido para allá, demostrada su ineptitud y reventada la cortina de humo que le permitia una cierta movilidad con subterfugio. -Pues que te cunda. -Respondo, poniendo los ojos en blanco, ante las palabras de Reed. -Mientras solo sea uno... -le respondo a Eartho, más distraido con vigilar el entorno que meterme en una pelea dialéctica sobre lo que podíamos o no haber hecho, y sobre lo mal que se toman los científicos locos con campos de repulsión energéticos que imprimas suficiente energía cinética y potencial como para sobrecargárselo y obligarle a huir después de que se haya mostrado confiado e inamobible. Porque mira, yo es que no he hecho nada en esa pelea, más allá de distraerlo un poco. -Pero confío en los de arriba y el de abajo. -Digo. Y entonces aparece un nuevo loco, con bata y ¿dos brazos con exoesqueleto? No. Oh, joder... Ni tiempo, para echarme a un lado. Por fortuna para mí, la primera descarga se la lleva Eartho, que siendo de roca, pues espero que no le haya dejado echo unos zorros. Confío, porque no tengo mucho tiempo para quedarme ahí. Ni para preocuparme por la secretaria, o usarla de escudo, que éste no parece la clase de persona al que eso le amedrentaría. Así pues, vuelvo a sacar las ruedas mientras me muevo en diagonal frente al nuevo objetivo, avanzando hasta ocultarme detrás del escritorio, echándole un vistazo a la otra puerta por si aparece alguien más. -¡Lánzale algo y yo me ocupo! -le grito a Eartho, mientras agachado preparo un refuerzo en los puños. No es el único que puede tener un exoesqueleto, pero si me lanza un rayo a corta distancia va a ser una verdadera putada, así que prefiero tener una doble capa antes de partirle la cara y los brazos.