Jack despertó sentado en su mesa de la oficina. Recordaba que el jefazo había venido a verlos y había estado diciendo algo sobre psíquicos de Ray Hollis (el famoso, no el tipo de la oficina) infiltrados en la empresa, lo cual como parte del personal de seguridad le concernía directamente, pero había estado teniendo problemas para dormir últimamente (los últimos cuatro o cinco años), y a veces no podía evitar quedarse traspuesto cuando sus molestos compañeros empezaban a parlotear.
-Caféé... -pidió con el inconfundible tono ronco de quien se acaba de levantar.
Se preguntó si alguno de aquellos tarados llevaría encima anfetaminas; si era verdad que había mutantes por allí, sería mejor mantenerse bien despierto.
Entró a la oficina caminando con un paso apurado, como si los movimientos cortos y punzantes de su tacón alto fueran mas efectivo que las zancadas largas de los otros en la habitación
- Buenas tardes damas y caballeros -
Su tono era discreto, hasta un poco sumiso, atado a una imagen que poco tenía que envidiarle a otras. Una dama, eso intentaba ser cada vez que hablaba, cada vez que conversaba. Aunque en esta ocasión ella solo se mantenía bastante quita, con su nariz levantada, con las manos sobre su vestido metalizado; era extravagante, o por lo menos algunos opinaban así, pero ella era feliz con su disparo matutino de extravagancia...
-
Con paso firme me dirigí donde estaban todos e hice acto de presencia allí.
¡Buenos días para todos!, que se cuece por aquí señores y señoras. Dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
¿Por qué sera que todos los días siempre son los mismos los que entran tarde y saludan como si fueran nuevos, dándose así a conocer y pisando fuerte para dejar su impronta en el zaguán? , se pregunta a sí mismo tras probar el café.
Siempre tiene azúcar este café, comenta mientras se muerde un carrillo. Bueno, no voy a quejarme por algo que aparece por arte de magia.
UNANSE AL SINDICATO!!! digo a los nuevos
Dice Ursula de manera automatica mientras extrañamente sigue trabajando en lo que debe trabajar. Podía ser una gritona, pero siempre entregaba sus trabajos a tiempo.
Se toma de repente unas medicinas dadas por el doctor de
- calmantes
- antipsicoticos
- Litio
y calcio para os huesos.
Se los mando el psiquiatra de la empresa.
La verdad ella me salió totalmente distinta a como la esperaba.
Tras el revuelo inicial al saber que hay psíquicos infiltrados en la compañia todo ha vuelto a la relativa normalidad habitual, el androide servicial sirve los cafes y la maquina dispensadora de tranquilizantes no es mas solicitada que en un día cualquiera.
Entonces alguien entra en la sala, es un individuo de porte enérgico al que muchos reconocen con facilidad, es Edmund Harthower, dueño de la agencia de previsión Harthower y Farewell, va seguido de cerca por un individuo negro alto y por Alan Garcia, el director.
-Todo este asunto es muy extraño, creo que me esta ocultando algo, algo turbio, ¿para que me ha hecho venir aquí en persona?, el señor Micro ya a acabado las mediciones-
Indica al negro que hable
El señor Micro, el negro alto, se adelanta, lleva un montón de papeles en sus manos
-ya he acabado las mediciones de campo psíquico, eliminando de la ecuación el campo neutralizador de nuestros dos inerciales. Tenemos la lectura de cinco psíquicos poderosos, uno es nuestro propio psíquico, los otros cuatro deben ser los agentes que Ray Hollis envió aquí. Son demasiado para nuestros inerciales, pero eso no es lo único-
Revuelve entre sus hojas hasta sacar una cubierta de gráficos
-Hay aquí otros seis psíquicos menos potentes, ni mas ni menos, poderes latentes, durmientes o que no se usan. Una acumulación psíquica tan numerosa no puede ser por casualidad. Esto me parece una trampa-
Tras las declaraciones del técnico en mediciones el señor Harthower empieza a hacerle cada vez mas preguntas furioso por la situación mientras todos vais dejando vuestros puestos de trabajo para cotillear mas a gusto.
Y entonces todo se hace mas extraño
Harthower se calla de repente cuando el cuerpo del señor Garcia empieza a flotar, su voz se convierte en los chillidos de un insecto metálico
-No permita que el tálamo domine la corteza cerebral señor Harthower. No se precipite; este asunto exige discrección. Tranquilice al personal y unámonos codo con codo en un esfuerzo de mutua comprensión-
Su rotundo cuerpo gira en el aire, al chocar la cabeza contra el techo se va poniendo en horizontal de modo que apunta a Harthower mas con los pies que con la cabeza
-Ya se lo que es: es una bomba humanoide autodestructora- dice Harthower con voz ahogada -Hemos de salir todos de aquí, la bomba está en auto, por eso ha subido hasta el techo...-
La bomba estallo
Dolor, humo, oscuridad