El oficial estaciona el vehículo en doble fila y con un ''recuerda que no puedes salir bajo ningún concepto, te tengo vigilada con -en ese momento le pone una pulsera a modo de dispositivo- esto. Si te mueves, una notificación me hará llegar y ... entonces no tendré ningún reparo en meterte en los calabozos. Tú conducta nos ha llevado a todos hasta este punto. Ese hombre se ha sacrificado por ti. Sé que tienes culpa en todo esto...''. Alarga su brazo y abre la puerta, dejando ir, entre repentinas tomentas, a la joven.
Entras en casa. Está a oscura, parece que no hay nadie y los recibos de luz se hallan acumulados en la entrada de la puerta. Al parecer aquí vive alguien o, al menos, vivía. Enciendes una vela que encuentras en el mueble de la entrada. Está desgastada, pero a su lado hay un paquete de cerillas. El hogar huele a cerrado. La madera cruje al pisarla, parece vieja. En tu mundo... esta casa cobraba vida y paz. Armonía. Una sensación de añoranza te invade. Lloras en silencio. Arriba se encontaría la habitación azul oscura, decorada con pósters, de Io, en frente la de tus padres. Sin embargo, abajo estaría la tuya. Entras a ella. Tal y como la recordabas en tu mundo.
Sientes que todo forma parte de ti, aunque no puedes recordarlo. Iluminas cada esquina de tu habitación, pero solo encuentras un vacío en tu memoria que te esfuerzas por llenar. Es como si algo estuviese sosteniendo la puerta de toda tu vida, y tú estuvieses al otro lado golpeándola con todas tus fuerzas, intentando echarla abajo.
Tras examinar durante unos momentos la habitación, te giras y subes a la planta de arriba. Conforme te acercas, la vela no muestra nada, pero tu olfato si detecta algo diferente. Es el olor... de la putrefacción y de la sangre seca; el de la hemoglobina oxidada y la materia orgánica descompuesta.
Yunly recuerda las palabras de Tsubaki:
Cita:
A cada paso que das, tus ojos derraman más lágrimas. Quieres equivocarte, quieres que Tsubaki te halla mentido, pero en el fondo de tu corazón sabes que no es así. Sientes miedo, terror, pero aún así, continúas subiendo hasta llegar al final de la escalera.
Lentamente, comienzas a acercarte a las habitaciones. Dos habitaciones están una enfrente de la otra, y sabes que la de la derecha es la de tu hermano, así que te acercas y miras en la de tus padres.
La sangre está por todas partes: por el techo, las paredes, el suelo, la cama... y sobre los tres cadáveres que hay sobre ella: el de tu padre, tu madre y el de tu hermano. Los tres están muertos, pudriéndose desde hace tiempo, llenos de sangre que no parece tener un origen claro, y acumulados uno sobre otro como si fuese carne a la venta.
Tu estómago dice basta y sin poder evitarlo, vomitas a un lado, no tanto por el olor como por el significado de la visión. Tú mataste a tu familia. Tsubaki no mintió después de todo, y ahora puedes recordar cada detalle de lo que ocurrió.
Justo en ese momento suena tu móvil. Cuando lo abres, el nombre de Kurusu aparece en la pantalla....
KEIGO KURUSU ...... COMISARÍA
... para a continuación desaparecer poco a poco....
KEIGO KURUSU ...... COMISARÍ
KEIGO KURUSU ...... COMISAR
KEIGO KURUSU ...... COMISA
KEIGO KURUSU ...... COMIS
KEIGO KURUSU ...... COMI
KEIGO KURUSU ...... COM
KEIGO KURUSU ...... C
KEIGO KURUSU ......
KEIGO KURUS
KEIGO KURU
KEIGO KUR
KEIGO KU
KEIGO K
KEIGO
KEIG
KEI
KE
K
... y quedar completamente en blanco.
El olor desagradable penetraban por sus fosas nasales. No pudo aguantar más y vomitó en aquella esquina detrás de la puerta. Empezó a temblar, de cuclillas apoyando una mano en el suelo y otra en la pared, cuando el sonido de su móvil le desconcertó.
-K-K-Kuru...
Y, entonces, ahí estaba. Lo que había temido días atrás. El oficial había muerto. Se había sacrificado por ella, lo habían detenido por ella, lo había hecho todo por ella.
-¡Estúpido! ¡Tendrías que haberme dejado! ¿Ahora quién va a cumplir mis deseos? ¡Yo sola no puedo! No...
Ahogó un grito de dolor, recordando el objetivo del cuarto...
Solo una condición, querida. No quiero que lastimen a mi pequeño...está enfermo en el hospital...
Pese a que ella se lo había prometido, Yunly no podía hacerse cargo de un infante que no conocía. Ella iba a morir tarde o temprano, se lo había comunicado Tsubasa...
Deux... te odio. Pagarás por tu juego. Te destruiré y seré la nueva diosa del mundo.
Acto seguido, se levantó y caminó hacia los cuerpos sin vida. En primer lugar, al de su hermano. Estaba tumbado bocarriba con los ojos en blancos. Se los cerró delicadamente, acariciándole la mejilla. ¿Por qué haría ella algo así?
-Yo te protegeré... -susurró llevada al borde de la locura. Se encontraba en shock-.
Tras esto, caminó, con el cuerpo hacia la cama donde yacían los otros dos. Estos estaban abrazados y parecía que dormían. Reparó por un segundo en el cuerpo de su madre. Estaba sonriendo. ¿Habría muerto también la Yuno de ese mundo? Depositó a su hermano entre ambos cuerpos.
-Al parecer, mamá... Yuno evitaba que volviese a cometer la historia... Por ello decía que iba a proteger a papá -rió desconsoladamente y se tumbó al lado de su padre. Lo abrazó por detrás. Frío, como ella, sin vida.-.
Poco a poco, sus ojos azul cielo, se fueron apagando por completo, hasta dormirse.
-Yo... os protegeré...
Un pigmeo de luz solar penetraba por la rendija de la ventana. Abrió los ojos y bostezó.
-Buenos días, okaasan, otôsan y otôtosan... -comentó incorporándose en la cama. Acto seguido se calzó de nuevo sus deportivas y caminó hacia su cuarto. Allí se desnudaría por completo y se cambiaría de ropa, tras darse una rápida ducha con agua fría-.
Una vez que hubo terminado de arreglarse, se miró al espejo. Estaba preciosa.
Entonces observó el teléfono. Aún le quedaban quince minutos para llegar a clases, por lo que se dispuso a salir de casa.
-¡Nos vemos! ¡No me echéis de menos! -exclamó enérgicamente al cerrar la puerta-.
Sin embargo, su energía duró unos pocos minutos, pues algo, en su interior, se rompió. Había comprendido que sólo quedaban cuatro personas en aquel juego de supervivencia. Entre ellos la enfermera -a quien no haría daño- y un crío -este parecía muy peligroso-. A pesar de todo, aquella fragmentanción que había sentido no se debía a los jugadores, sino a ella. Había perdido la cordura en pocos días, dejando salir al ser que tanto tiempo había adormecido.
Y aquel monstruo, aquella creación, no vacilaría en desempuñar el arma blanca que conservaba en la mochila.
:) Al instituto...