Nuestros héroes encuentran en un extremo de la tenebrosa sala de experimentación una cabina circular que parece tratarse de una posible salida.
Una vez dentro, el mecanismo se activa automáticamente y la cabina empieza a elevarse a toda velocidad hacia la superficie. Cuando para de golpe os encontráis en el exterior bajo la luz del sol, a unos cincuenta o cien metros del acceso a la particular cueva del tesoro.
El hombre que se presentó en la entrada para ayudaros ya no está por ningún lado, quizás se haya aburrido de esperar y se ha ido a su casa o le habéis liberado de una maldición que lo mantenía en la puerta para ayudar a los héroes que se internasen en la cueva.
Parece ser hora de ir a comer las tartas de Trompi y completar un gran día en el que habéis hecho buenas amistades, corrido grandes aventuras y obtenido un gran tesoro.
¿Cúando será la próxima hazaña que logren nuestros nuevos héroes?
Al salir de la mazmorra solo se puede ver una sonrisa dibujada en la cara de Don Boniato. Había sido un día espectácular, un día que contará a todos sus amigos, mascotas, compatriotas, ¡a todo el mundo!
Mira a sus compañeros con orgullo, lo habían hecho juntos y lo habían hecho bien. Lobombre había conseguido unas gafas super chulas, Musculitos había conseguidos unos buenos mamporros que dar y él... Don Moniato había conseguido una nueva mascota para su granja. ¡No podía estar más contento!
Se sienta por unos momentos en el suelo con su nuevo amigo en el regazo y mientras le acaricia habla a sus amigos.
-¡Po ya ta! Terminó ya aventura ¿no? ¡Quieo tata tompi! ¿Vamo?- en cuanto le dieron el sí sus compañeros, dió un respingo y de un salto se puso en pie. Jamás comprenderemos como un cuerpo tan grande y pesado puede moverse tan rápido al escuchar comer.
Y así Don Moniato salió corriendo hacia el horizonte, hacia las tartas, hacia... ¡Espera Don Moniato! ¡No es por ahí!
Espero que sea suficiente dire, tengo examen en un rato y estoy algo espeso jajaja.
Lo dicho, encantado de haber compartido esta aventura con vosotros. Un gran placer.
Por fin, por fin habían terminado la aventura ¡y con un rotundo éxito! Nada más salir a la superficie y ver el brillante sol, Lobombre decidió estrenar sus nuevas gafas, poniéndoselas a cámara lenta para disfrutar más de ese momento.
- ¡A fardar! – se dijo a si mismo – Vamos a por esas tartas prometidas, Don Moniato.
Y así fue la gran aventura de cómo el gran explorador científico consiguió sus gafas superchulas, acompañado de sus grandes amigos, mientras iba recopilando datos sobre todo lo que se encontraba ¡para estar preparado para futuras excursiones!