Partida Rol por web

Al día siguiente las nubes seguían haciendo de las suyas. Miraste por la ventana de la habitacion y viste por primera vez de manera diferenciada las viviendas alineadas del pueblo. Era un pueblo rural pero con cierta actividad. A lo lejos, se alzaba la montaña donde debía estar la mina, y sus laderas estaban llenas de árboles y un terreno pedregoso y seguramente húmedo y resbaladizo (por no decir también embarrado).

El olor a desayuno caliente y tostadas llegaba hasta tu habitación. Te vestiste, bajaste y dejaste la maleta en tu habitación. En el comedor de la noche anterior te esperaba Thadeus desayunando unos panecillos con miel y un café. No pareció advertir tu presencia hasta que estuvistes a su lado.

Buenos días señorita Snorrdöttir, ¿qué tal ha dormido? -decía mientras intentaba coger una de las servilletas y limpiarse de miel las manos-. Los lugareños dicen que los caminos están algo mejor, pues en mitad de la noche dejó de llover. Debemos darnos prisa para llegar a la mina. ¡Desayune algo! -entonces el arqueólogo levantó la mano para que te trajeran el desayuno-. Unas tostadas con café y panecillos de miel te fueron servidos y juntos desayunásteis, sin atender demasiado al verdadero motivo de vuestra estancia.

Una vez fuera el vehículo del arqueólogo esperaba aparcado cerca de la entrada. Las nubes parecían aguantar sin precipitar y os introdujísteis en el coche. Girando en redondo pusísteis rumbo a la mina. El vehículo, según el profesor, iba a cargo de la universidad: era el que solía utilizar para viajar a las excavaciones.

Tras unos diez minutos de bamboleo, ascenso y grandes movimientos en el que las ruedas sufrieron las imprevistas formas del terreno, pudísteis vislumbrar un pequeño campamento minero en mitad de la falda del monte. Un par de agujeros (las entradas a ellas) estaban abiertas y eran profundas. En derredor a la entrada algunas improvisadas tiendas y bastante personal se arremolinaba y parecía haber comenzado la jornada de trabajo.

Aparcásteis el vehículo a un lado del camino y bajásteis. Te embarraste el calzado en la primera pisada, nada más tocar tierra, pero el ambiente minero era algo que te fascinaba, dada tu profesión. Antes de que ocurriera nada, un tipo orondo, con bigote y pelo bien peinado y corbata se acercó con evidente enfado al arqueólogo, que previamente caminó hacia tu lado.

¡Señor Larson! -dijo con un gran tono de enfado- ¡ESTO ES UNA VERGÜENZA! -su acento irlandés lo delataba-. ¿¡Cuándo diantres piensas empezar!? ¿No sabe que estoy perdiendo dinero a cada hora que pasa este sitio parado? Y ahora esta muchacha... ¿quién es? ¿Mas trabas?

El tipo sacó un pañuelo bordado y comenzó a secarse el sudor de la frente.

Aunque dejé la maleta en la habitación, cogí una pequeña bolsa con la libreta y alguna herramienta que pudiese ser útil.

Arrugo la nariz ante los gritos y desmanes del hombre, pero mantengo la compostura y me presento.

- Buenos días, deduzco que es el dueño del lugar - hago el gesto para estrecharle la mano -. Me llamo Tinna Snorrdöttir, soy geóloga invitada por la universidad. Si no le es molestia, entraré a estudiar lo sucedido. Para que pueda volver a ganar dinero cuanto antes, ya sabe.

¡Así es, señorita! -dijo el tipo, que tenía muy malas pulgas-. ¿Geóloga, eh? Uhmm... -y miró entonces al arqueólogo, que estaba a tu lado-. ¡Otra persona más en este embrollo! ¡Grrr! -el tipo  se mordía los labios, y no parecía que aquel equipo de la universidad de liderados por el académico Thadeus estuviera allí-.

Cálmese señor McGuire -interrumpió Larson-. Usted firmó el convenio con el Rector y el equipo de gobierno de Miskatonic: accedió a que un equipo viniera a analizar. Y a eso hemos venido: no la tome con la señorita Snorrdöttir. Si no tiene mas que decir, ¡apártese! He de presentarle al resto del equipo.

Y sin esperar a que el dueño del emplazamiento dijera nada, Thadeus Larson avanzó unos pasos hacia casi la entrada de la cueva, y tu detrás, dispuesto a hablar con los suyos.

Jóvenes, miren: la señortia Snorrdöttir, geóloga colaboradora en Miskatonica -dijo presentádote a un atajo de jovenzuelos y aun tipo que tenía las manos ennegrecidas, al igual que el rostro, lleno de manchas-. Tinna, éste es mi equipo: esos de ahí son los jóvenes estudiantes de varias ciencias y ese señor de ahí es el espeleólogo que colabora con nosotros, Max Perkin.

Los jóvenes estudiantes te saludaron tímidamente, pero el espeleólogo se acercó hacia a tí para estrecharte la mano. Entonces todos vieron que la tenía tiznada de carbón o algún otro material (pues había estado explorando ya alguna zona de la mina), y en esos momentos se retrajo.

Ehm..., lo siento -decía por la mano, que ahora intentaba esconderla-. Encantado y bienvenida señorita. Si a nadie le parece mal -miró al irlandés McGuire y también a Thadeus-, la llevaré ahora mismo a ver lo que esta mina alberga. Póngase un mono de trabajo si le parece, en la tienda tenemos algunos... de su talla -y te miró un poco indiscretamente-.

Saludo educadamente a los estudiantes, para después hablar con Perkins. Me habría gustado estrecharle la mano pese a estar manchada, pero no quería manchar mis herramientas, eso me preocupaba más. 

Ignorando su mirada, me dirijo a la tienda para ponerme un mono, y saco un pañuelo también para recogerme el pelo. Una vez vestida, les sigo a la mina.

Bien, comenzaremos inmediatamente -dijo Perkins una vez te hubiste de cambiar con el mono de exploración-. La montaña esta llena de túneles, señorita Snorrdöttir, causados aparentemente por la actividad geotérmica de la misma. Como puede ver allí y allí -señaló con el dedo varios lugares más arriba de la entrada de la mina, en la montaña-, el vapor asciende de varias chimeneas en las laderas de la montaña. Yo guiré expedición. Usted, Marcus -uno de los mineros empleados por McGuire- y un servidor entraremos ahí dentro. ¿Preparada, señorita?

Y os colocásteis el casco y os adentrásteis los tresen la mina.