Partida Rol por web

 Se encuentran en la Comisaria Central de Policía, ahora mismo están sentados en unas sillas justo afuera del despacho de Gunshoes, esperando su turno para ser interrogados. Al rededor suyo hay un montón de actividad, timbres de teléfono sonando sin cesar, policías arrastrando a criminales esposados hacia las celdas comunes y polis de escritorio encargados con, quizás, la tarea más horrible de todo el departamento... El papeleo

 La puerta del despacho en cuestión se abre y un muy calmado (pero harapiento) Mr. Dooley sale de la misma -Gracias por su asistencia, señor Dooley- Dice la voz del inspector Gunshoes desde dentro -El siguiente ya puede pasar-

... Hasta que llega el momento de despertar del trance. Me levanto de la silla de un salto, y busco a la mujer con la mirada. No es nada difícil, ya que está sentada en la misma fila de asientos que yo. -¡Ya sé quién eres!- exclamo a la señorita, apuntándole con el dedo. -¡Eres...!-

Mis palabras se interrumpen cuando en mi cerebro se enciende otra lamparita. -¿Por qué me paré? ¿En qué momento me senté?- es lo que dice la voz de mi conciencia. Empiezo a dar vueltas y a mirar a mi alrededor, no reconozco el lugar donde estoy. -Ohh, lo hice otra vez... ¿Dónde estamos? Debe ser la comisaría.-

Ahí es cuando Dooley sale, y siento la llamada del inspector.

-Este...- miro a los demás unos instantes -... Bueno, ya que estoy, de pie, iré yo.- Digo, ya con mi tono "normal" y con un índice levantado, a lo que entro a zancadas al despacho.

Me encontraba de nuevo en los pasillos de la comisaría, otra vez esperando mi turno con Smith, recuerdo que en mis años de estudiante aprovechaba estas mismas bancas para estudiar en lo que Gumshoes terminaba, ahora me encontraba en una situación totalmente diferente, rodeado de un matón, una señorita y un escritor ahora trastornado... cada uno en su propia mente a partir de ese suceso, casi era cómico, pero hay algo en la ley que me hace volver a la realidad.

Enciendo un cigarro y empiezo a fumar dando caladas profundas a sabiendas de lo peligrosamente probable que es el cáncer para los pulmones, (era la última información del momento, y yo pensaba disfrutarlos antes de que los consideraran ilegales también)

Gracias a Dios Eduardo ha ido primero, con algo de suerte va a entretener al inspector el tiempo suficiente con sus locuras para establecer nuestra coartada. Era un buen tipo y me agradaba bastante, pero al parecer sólo podemos estar seguros que nos sorprenderá con algo cada vez.

Me interesa hablar sobre lo sucedido con el escritor, pero la mujer ahí presente no tiene nada que ver con el asunto... espera, o sí tiene que ver?...

-Señorita, - la miro directamente a ella sin distraer la vista hacia otras vistas menos puritanas... - de casualidad tenía asuntos en la casa en la que estabamos? - Demonios!, olvidé presentarme de nuevo- Soy el Doctor Doe, le puedo ofrecer un cigarrillo?

El escritor estaba sentado en un extremo de la sala, en silencio y pensativo, repasando una y otra vez lo sucedido. En su cuaderno de notas dejaba registro de cada evento, con su impronta literaria, plasmaba en él sus temores y conjeturas, y dibujaba al borde algunos símbolos que ni él tenía claro que significaban. Eduardo parecía el más afectado de todos, lo había visto inmóvil por mucho mas tiempo del que una persona madura de su edad debía estarlo, y luego disociaba la realidad de su realidad, un limbo inaccesible para los demás. Sin ser un experto en el tema, se atrevía a deducir que el actor estaba entre los que padecen la histeria, ese cuadro mental tan estudiado por el prestigioso psiquiatra austríaco Sigmound. Observó como entraba a la oficina del inspector, luego de que el harapiento vendedor salía del interrogatorio.

A su lado John presumía con la escandalosa señorita, bonita tal vez pero no lo suficiente, no se parecía ni por asomo a las hermosas mujeres alemanas, y tanto sus gritos como su intensión de escabullirse de la policía le habían dejado claro a Frederick que esa dama carecía del carácter para afrontar el interrogatorio que tenía por delante. Cerró su cuaderno de notas y continuó dirigiéndose Mr. Dooley como lo venía haciendo desde que salió de la habitación, el escritor lo respetaba porque era el único que comprendía lo que ocurría - Buen señor, como le ha ido? Les habló de la casa maldita? El techo, las paredes... usted sabía de esas cosas? No se si el inspector va a comprender los detalles de lo sucedido...- se llevó la mano al mentón, y se quedó en silencio, suponía que decir la verdad no traería mas que problemas.

-Todo esto es una mierda... Me voy a tomar un café- Dijo antes de levantarse y marcharse a servirse algo. Todo esto le importaba poco, tenía contactos con policías y fiadores, si pasaba algo algún amigo lo podía sacar de la cárcel, pero el solo hecho de estar acá le molestaba... Pasó toda su vida trayendo pelotudos a las comisarías, ahora se sentía él como uno de ellos...

-La puta que te parió Gumshoes, trabajo para la ley pelotudo!! y el mal parido viene y me trata como a un criminal...- Iba susurrando para si mismo mientras buscaba a algún conocido para pedirle un café. En las comisarías se toman alguno de vez en cuando, para no dormirse con el papeleo

 Eduardo sale del despacho después de pocos minutos -Siguiente, por favor- La voz del Inspector parecía cansada y molesta.

 Durante las siguientes horas, cada uno de ustedes fue interrogado por Gumshoes. Las preguntas fueron desde cosas básicas como sus nombres hasta detalles precisos de como, cuando y donde murió Gilliam Bell.

 Al final del interrogatorio, a todos ustedes se les pidió que firmaran en un papel y un recepcionista con cara de pocos amigos les advirtió que no salgan de la ciudad hasta que el caso halla sido resuelto.

Frederick pasó a hablar con el inspector tras varios minutos de espera. El tiempo había logrado que la ominosa sensación que había tenido al derramarse la sangre del techo quedase en el recuerdo, mientras la presión que el encierro en la comisaría ejercía había logrado una pequeña dosis de pragmatismo en el escritor, la convicción de salir cuanto antes de allí se hizo cada vez mas fuerte.

La conversación fue breve, explico que era profesor consultor de literatura alemana en Harvard y escritor reconocido en su país, pero cuando estuvo a punto de entrar en detalles sobre su obra Gumshoes pareció perder la paciencia y obviaron muchos detalles que Muller hubiese preferido dar, y sin saber como llegaron al pedido de Mr. Rockeford de realizar una recorrida a esa casa, que serviría de inspiración para su próxima novela. Relató como el taciturno temperamento del historiador, un hombre tímido y con muchos problemas personales, lo llevó a adelantarse al resto con la excusa de unos ruidos que Frederick nunca escuchó. Cuando entró a la habitación fue testigo de la caída del hombre. El alemán expresó la duda si se había tratado de un accidente, como John ya había expuesto públicamente en la casa, o de un suicidio, y dejó claro que lo segundo es lo que iba a poner en sus libros - Cuando la vida de una persona es gris e insulsa, muchas veces el único modo en que gane protagonismo y deje de ser un fantasma, irónicamente, es convertirse en uno de ellos y terminar sus días de un modo escandaloso, pero supongo que usted estará acostumbrado a escuchar estas cosas a diario- Claro que omitió que la motivación del aquel hombre para terminar su miserable vida estaba relacionada con el baño de sangre que experimentó segundos antes, era un detalle que difícilmente el inspector entendería.

Cuando salió del breve interrogatorio, la recepcionista le pidió quedarse en la ciudad, a lo cual el accedió de buena gana, vivía en Boston y trabajaba allí, no era demasiado lo que le estaba pidiendo.

Le hablé de amigo a amigo, le conté mi historia; cómo me había tomado unos cuantos días de vacaciones para olvidarme un poco de la monotomía, y cómo me había afectado la muerte de mi padre, (aunque quizá exageré un poco al respecto, sabía que tocaba fibras sensibles para los dos) y la petición del Sr. Rockeford... de como me encontré ahí entre esas gentes y cómo ninguna tenía el perfil psicológico de un asesino, quizá eduardo tenía problemas y el calvito ataques de ira, pero jamás harían algo como eso. Le repetí la misma historia una y otra vez que había estado contando y repitiendo tanto, casi con ganas de creérmelo yo también, porque si no había sido eso, que era? No quería pensar en eso por el momento. Esperaba que Gumshoes me contara algo más, así que le pregunté sobre la casa, y el caso, me miró extrañado, pues no era propio de mi verme tan interesado en un tema mundano, hasta yo me sorprendí.

Al salir del lugar, prometiendo que no saldría de la ciudad, me dirigí a mis compañeros, que se encontraban ya afuera.
-¿Qué deberíamos hacer?, mi casa está disponible si todavía están interesados en esto,- saqué el libro que había obtenido en la casa y lo mostré a los demás - Yo estoy listo para tener una noche... interesante.

John cordialmente había propuesto que lo acompañasen a su casa para continuar con la investigación, sin embargo no supo si la noche que el médico esperaba sea interesante los incluía a ellos o solo a la señorita que los acompañaba, con la que venía coqueteando hacía ya unas horas. La mención del diario personal del antiguo dueño fue suficientemente interesante para querer acompañarlo de todos modos, pero su cabeza negó instintivamente - No aún señor John, tal vez al atardecer. Propongo almorzar y tranquilizarnos, nos vendrá bien comer algo. Prefiero que durante la tarde contactemos al director del periódico y al hospital psiquiátrico para un informe mas detallado o incluso para hablar con la familia Macario. Y aunque preferiría no hacerlo, debiéramos informar a Mr. Rockeford de lo acontecido y ver si aún sigue autorizando a que entremos a su casa.- El escritor quería relajarse un poco, la idea de volver a ese lugar lo aterraba en parte y por otro lado lo cautivaba enormemente, sin duda esta historia sería su mejor libro. 

Witz negó con la cabeza -Tch!- Bebió otro sorbo de café, tomándose todo el vaso descartable. Lo apretó rompiéndolo, mostrando lo "fuerte" que era, mientras observaba a Eva. La tomó de la cintura y dijo -Depende, si la señorita nos acompaña- Dijo con una sonrisa "ganadora", aunque se veía como un pervertido