Me limito a comer y beber y a escuchar que dicen mis compañeros y el Mariscal y sus consejeros. Estas situaciones me hacen sentirme muy lejos de casa. Y es justo que quienes puedan, disfruten de las conversaciones de hoguera entre los suyos. "Narith parece haberse adaptado aprisa al ambiente".
Una vez terminada la cena, os despedís del Mariscal y de sus consejeros para luego ser escoltados por uno de los guardias, el cual os guía a través de campamento hasta una amplia tienda a no mucha distancia de donde estabais. La tienda es mucho más sencilla que la de Cenric pero casi igual en tamaño y con la suficiente capacidad para que todos vosotros descanséis cómodamente, lo que os indica que seguramente era usada por los jinetes del mariscal como un improvisado barracón.
Tras dejar vuestras armas a un lado y despojaros de vuestras armaduras, capas y botas, os acostáis y debido al cansancio del día no tardáis mucho en conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, os despertáis con las primeras luces aunque antes de que podáis volver a equiparos, uno de los guerreros de Cenric aparece en la entrada de la tienda.
-Bien, veo que ya estáis despiertos -os dice el jinete- El Mariscal quiere hablar con vosotros, avisadme cuando estéis listos y os escoltaré.
Mientras el guerrero os espera fuera, vosotros os equipáis y una vez estáis listos le seguís, descubriendo en el camino que la tormenta ha desaparecido y que en su lugar solo hay unas pequeñas nubes grisáceas que salpican el celeste y despejado cielo. En contra de lo que esperabais, esta vez el encuentro con Cenric no es en su tienda sino en la fogata en la que le hallasteis el día anterior y en la que ahora el Mariscal y sus consejeros se encuentran desayunando.
Luego de recibir el permiso de Cenric para sentaros en los troncos que sirven de bancos, dos de sus sirvientes os entregan a cada uno un plato con una hogaza de pan, un trozo de queso y unas rodajas de panceta de cerdo y también una jarra que a vuestra elección llenan con vino, cerveza o agua.
Una vez que comenzáis a desayunar, el Mariscal os habla.
-Ha sido una noche larga y necesité consultarlo con la almohada pero he tomado una decisión -os dice Cenric para luego hacer una pausa que no hace más que aumentar vuestra curiosidad e inquietud- Esmund tendrá mi permiso para prometerse aunque, por supuesto, antes tendréis que contar con el consentimiento de Mildryd. Sin embargo, si el Rey quiere que el gusano de Éogar y yo hagamos a una tregua duradera, hay asuntos que debemos resolver antes y por eso no daré mi autorización para la boda hasta que lleguemos a un acuerdo razonable. Además, como no pienso tolerar a esa escoria en mis tierras ni pienso ir hacia su madriguera, las negociaciones deberán ser en Edoras y con el Rey como mediador -responde con firmeza el Mariscal para luego suavizar un poco su tono- Vuestras palabras han sido bastante directas, convincentes y cargadas de verdades y por eso os doy mi palabra de que a la hora de sentarme frente a ese advenedizo, dejaré de lado mi desprecio y mis exigencias y haré lo posible para llegar a un acuerdo aunque no puedo aseguraros que las negociaciones tengan éxito si Éogar no pone algo de su parte.
Mientras el Mariscal hace una pausa, no podéis evitar daros cuenta del sutil gesto que os hace Gálmód y que os indica que sin lugar a duda este es el mejor acuerdo que podíais conseguir por parte del señor del Folde Este.
-Como lo adecuado es que el pretendiente haga su propuesta en persona, Esmund os acompañará -comenta Cenric mientras el capitán se limita a hacer un gesto de asentimiento- Y por último, antes de que os marchéis recordad de llevaros vuestra recompensa -agrega señalando a siete caballos que hay atados a poca distancia de donde estáis.
Al giraros y verlos con más detenimiento os dais cuenta que no son caballos comunes sino que son unos corceles, jóvenes, rápidos, fuertes y entrenados para la guerra. Claramente no están a la altura de los mearas del Rey pero son muy superiores a los caballos de la mayoría de los rohirrim e incluso a algunos de los vuestros.
Cuando estéis listos, avisadme y haré que regreséis al Vado del Entaguas ya que tendréis que cruzarlo si o si antes de continuar con vuestro viaje.
La recompensa de Cenric es un Corcel (+4 Daño por Carga, -8 Impedimenta, -3 NO de Montar) para cada uno. Si queréis venderlos, conseguiréis 4 puntos de Tesoro por cada uno mientras que si os los quedáis podréis ponerles el nombre que queráis e incluso elegir el pelaje. Además, os aclaro que los siete no tienen silla de montar ni brida ni riendas, solo un cabestro con el cual podéis llevarlos a tiro.
Después de las intensas negociaciones, noto cómo mi cuerpo me pide descansar por lo que la tienda que nos asignan me parece un palacio. Por la mañana vienen a buscarnos ya que el Mariscal solicita nuestra presencia, adecento mis ropajes y armadura en la medida de lo posible y me dirijo al punto de encuentro mientras que observo los daños ocasionados por la tormenta.
Después de escuchar todo lo que Cenric tiene que decirnos, tengo la sensación de que ha ido todo bastante bien aunque aún queda la parte más complicada de la misión que es convencer al otro mariscal.
Con una leve inclinación de la cabeza me dirijo a Cenric. -Señor, haremos todo lo que nos sea posible para cumplir con vuestras exigencias, será un honor cabalgar con Esmund. Una vez termino de hablar realizo otra pequeña reverencia y guardo silencio a la espera de lo que tienen que decir mis compañeros.
Si no hay ninguna mejora en tener 2 caballos entonces lo vendo.
Como con fruición el queso, mi comida favorita en Rohan. Escucho a Cenric, y aunque mis labios no se muevan (más que para masticar), por dentro tengo la sensación de que hemos logrado una victoria. Me agacho para hacer una reverencia al mariscal al recibir su regalo. Agarro al corcel blanco, y le acaricio su crin.
- Mardil, "fiel a la casa", serás llamado desde hoy. Serás mi montura, pues te aprecio solo con verte.
Tras despedirnos del mariscal, cambio las monturas de un corcel a otro y monto en Mardil.
Nos dan a beber cerveza en el desayuno... Estos rohirrim parecen enanos. O alemanes jajajaja
Tras terminar la cena, nos despedimos del Mariscal y sus hombres y nos acompañaron a una tienda que nos prepararon, descansamos bien y al romper el alba nos llamaron para descubrir la respuesta de Cenric.
Después de escuchar la decisión del Mariscal, creo que todos nos alegramos que dijera aquello, pues era lo que necesitábamos para poder seguir con nuestra misión. El pretendiente Esmund nos acompañaría para hacer la proposición de matrimonio a Myldrid. Al indicarnos por nuestras recompensas vemos a siete caballos magníficos.
Realizo una reverencia al Mariscal y me acerco a un corcel negro, despacio y con los brazos ligeramente extendidos y las palmas abiertas, para que comprendiera que no era una amenaza. Dejé que me oliera mientras le acariciaba el cuello y le daba unos golpecitos en la espalda. Apoyé la mano en su cara, la deslicé suavemente y apoyé mi frente contra la suya, enlazando mi esencia a la suya.
Cojo las riendas del equino y voy donde está Palafrén:-Éste es Orlin, se convertirá en mi nueva montura. Llevamos muchos años juntos y siempre te llevaré conmigo, amigo mío, pero es el momento de que pases un tiempo que queda en paz.-le susurro a Palafrén mientras le quito con delicadeza la silla de montar y las riendas y las empiezo a poner sobre Orlin. Ato a éste último y, suavemente, cojo de la crin a Palafrén y lo acompaño hasta Dengal:-Este es Dengal, su familia son grandes criadores de caballos. Te llevarán a ellos para que pases un tiempo. Te reclamaré cuando terminemos nuestra misión.- le comenté a Palafrén.
Creo que se lo daré a la familia de Dengal. Quiero mucho a ese caballo XD
El joven se levanta dejando el desayuno en la mesa asombrado de los caballos que se les ofrecen. El fruto de una yegüada digna de un rey.
-Dorjagu llamaré al mio- dice girandose entusiasmado hacia el mariscal.-Aunque necesitaré unas mantas y unas cuerdas para usar a Arofot como caballo de refresco. Si no os molesta.
Eothed sabe que tendra que acostumbrar a su nueva montura a su forma de cabalgar y a los caminos de las marcas.
Mientras Cenric habla, exponiendo su conclusión, observo los rostros de Gálmod y Esmund. Me pregunto cuántas de las palabras y conclusiones del Mariscal deberían salir en verdad de la boca de ellos dos. La sonrisa de Gálmód me confirma que más de las que parecen.
Sea como sea, nuestro primer encargo ha sido un éxito. No se me escapa que, entre las gentes de Rohan, las palabras, la sabiduría de sus líderes, y las ideas sensatas, no lo son todo. El mensaje que el Rey Thengel y la Reina Morwen nos han encargado traer está cargado de razón, y cualquier capitán con dos dedos de frente vería las ventajas de seguir las indicaciones llegadas desde Meduseld. Pero a pesar de eso, tuvimos que convencer a Cenric no sólo con razones y argumentos. ¿Qué hubiera pasado si no hubiésemos ayudado en la desbandada de las reses? ¿O si no hubiéramos caído en gracia a Gálmód? No parece que todas las razones y buen sentido del mundo hubieran bastado al Tercer Mariscal si no lo hubiéramos convencido por otros caminos. Por un lado me sorprende lo que considera una falta de visión del capitán, pero por otro lado me fascina la importancia de la pasión en las decisiones que afectan a tu pueblo.
Lo recordaré en adelante, y veremos si Eógar es el mismo tipo de líder de hombres.
- Sabias son sus palabras, Mariscal del Folde Este, y aun más valiente es su decisión. Si todo sale bien, no habrá perdido usted un capitán con el enlace de Esmund, sino que ganará la paz y felicidad de todos los suyos. Esperemos que Eogar sea tan razonable y sabio como usted lo ha sido.
Cuando minutos después nos alejamos de la fogata, con Esmund a nuestro lado, aprovecho para preguntarle por Myldrid:
- ¿Queréis que le digamos algo a la escudera, que le transmitamos quizás algún recuerdo de vuestro tiempo compartido que le haga saber lo que sentís por ella? La lealtad a la decisión de vuestros Mariscales es importante, pero creo que también vuestros señores se preocupan de vosotros y vuestra felicidad. Si Myldrid piensa que puede ser feliz a vuestro lado, seguro que Eógar estará más dispuesto a dejarla marchar.
Escucho las palabras de Esmund mientras acaricio el morro del corcel que nos han regalado. Su respiración es briosa, pero acompasada, y sólo hacen falta unas pocas palabras para acostumbrarlo a mí. Sin necesidad de bridas ni silla, a la manera de los elfos, nos acomodamos el uno al otro cuando lo monto, y siento como si nos conociéramos de hace tiempo.
- Te daré un nombre de Rohan, ya que esta es tu tierra. Aunque yo sea una extranjera en la Marca de los Jinetes, tú no tienes por qué compartir mi condición. Hevblwe, te llamaré, Cielo Azul, porque más allá del horizonte se encuentra mi propio hogar, y quizás un día me lleves hasta él y lo puedas ver conmigo.
Lo de "Heafblau" / "Cielo Azul" me lo he inventado totalmente. Si alguien sabe algo de anglosajón y me puede dar otra traducción, estaré muy agradecido. :D
--> Editado: cambiado a Hevblwe.
Dejo de beber para ver las recompensas que el mariscal menciona para ver corceles de un porte e imagen excelentes. Corro como un niño hacia ellos para ver que no se inmutan ante mi acercamiento, están bien entrenados y cuidados, paso mi mano por el lomo de uno de ellos y puedo sentir sus músculos fuertes y el pelaje suave. Recorro el cuello examinando con cuidado su crin, está recortada minuciosamente, lo suficiente para dar cuenta de un caballo de estirpe, pero no demasiado como para quitarle su orgullo. La dentadura es excepcional, mucho mejor que la de cualquier soldado en ese campamento o que la de cualquier capitán. Su respiración es fuerte pero calmada, dando a entender su estatus.
-Excelentes compañeros tiene aquí, mi señor- me giro y le digo a Cenric- Muy bien cuidados y criados, ademas de ser de una estirpe claramente de élite. ¿Tienen nombres?
Vuelvo con mi compañeros para aconsejarles -Mis amigos, estos caballos son purasangres, por supuesto que valen mucho, pero un regalo de esta naturaleza no debe ser vendido. Mi recomendación como, digamos, conocedor de esta materia, es que los conserven.
Luego me quedo pensando en lo contento que estará padre cuando llegue a casa con mi nuevo compañero.
-La mayoría no pero algunos han sido bautizados por los pastores que los han criado -le responde Cenric a Dengal- Sin embargo, son caballos inteligentes y jóvenes y no tardarán en acostumbrarse a los nombres que les deis.
Acto seguido, el Mariscal centra su atención en Narieth.
-Nada de perder un capitán, Esmund tendrá que seguir cumpliendo con sus obligaciones… aunque le daré mayor libertad y tiempo libre -responde el Señor del Folde Este- Y yo que vosotros no esperaría tanto, Éogar nunca fue razonable y mucho menos sabio aunque espero que podáis meterle algo de sentido común en la cabeza, de lo contrario las negociaciones serán más difíciles de lo que quisiera.
Sin nada más que agregar, os despedís de Cenric y de Gálmód y tras terminar con los preparativos, montáis en vuestros caballos y os ponéis rumbo al Vado del Entaguas.
Al poco de alejaros del campamento principal, Narieth le hace unas preguntas a Esmund y este le responde.
-Si de verdad pensáis eso es que estáis bastante equivocados. Y en el caso de Éogar, no solo tiene una larga enemistad con Cenric sino que es tan testarudo como las cabras de las Montañas Blancas -dice el capitán- En cuanto a Mildryd, hay mucho para decir pero nada que pueda hacerse en pocas palabras… -finaliza Esmund aunque luego de un largo instante de silencio vuelve a hablar- Simplemente decidle que siempre ha estado en mis recuerdos.
Al cabo de unas horas, finalmente dejáis atrás el campamento de Cenric y a su rebaño y siguiendo el mismo trayecto que hicisteis antes, os encamináis hacia el Vado del Entaguas, el único lugar al oeste por el cual se puede cruzar con seguridad el río que desciende desde el Bosque de Fangorn.
Cuando el sol está por ocultarse en el horizonte, finalmente llegáis al campamento del Vado aunque en esta ocasión no tenéis que mediar en la disputa entre dos jinetes de bandos opuestos sino que sois bien recibidos y al igual que la vez anterior, los guerreros leales a Cenric os hacen un lugar en una de las fogatas y os ofrecen unas tiendas en donde poder pasar la noche. Tras cenar con Esmund y con los súbditos del Tercer Mariscal de la Marca, os retiráis a dormir con la satisfacción de haber convencido a uno de los Señores de Rohan aunque también con la inquietud de saber que os falta otro y que por lo que sabéis, puede que este sea más difícil de hacer entrar en razón.
Cambiamos de escena: Capítulo 4: Incursores del Río