-¡Felicidades, mis señores! Sepan que mis servicios están a su disposición para la boda- les dijo Dengal a Esmund y Myldrid mientras los abrazaba a ambos por un momento para darse cuenta al instante de las formas y se alejó de ellos para hacerles una reverencia.
Estaba aliviado que se haya podido resolver el conflicto sin que haya un derramamiento de sangre, por lo que cuando Barald propuso beber algo para festejar, el juglar no lo dudo.
-Te acompaño, Viento de Lanza, no creo poder seguirte el ritmo pero haré el intento.
Cojeando Eothred vuelve a sentarse, pide una jarra.
-Tengo que quedarme hasta que se me curen las heridas. Estaré encantado en ir al enlace si soy invitado.
Este tipo de celebraciones me resulta entre ajeno y divertido. Hace un momento estábamos a punto de ver la sangre de un jinete derramada por una disputa. Ahora se abren barriles de cerveza a orilla y orilla del río y los guerreros ríen y beben como si la boda ya estuviese teniendo lugar.
En medio de la sorpresa por la situación, la petición de Aldor me despierta. Tomo las riendas de su montura, a la que sé que profesa un gran cariño, y atiendo a su petición.
- Claro que sí, Aldor. Orlin está en buenas manos. Entiendo que los últimos días te han dado mucho en que pensar.
Respeto la soledad que mi compañero necesita, y trato de imaginarme cómo debe sentirse. Yo tengo un hogar que se encuentra lejos, pero sé que ese hogar existe. Dudo que Aldor que tenga una casa, un pueblo, unas gentes, a las que llamar "mi hogar".
Tomo una de las jarras de cerveza que circulan de mano en mano mientras no suelto a Orlin. Acompaño entonces al caballo hacia el exterior, donde pacen con más silencio y calma el resto de monturas. Allí lo dejo compartir el pasto con los otros caballos de Rohan; el animal no comparte el aislamiento de su amo, y tiene derecho a disfrutar de la compañía y el calor de los suyos.
Me siento sobre la hierba sólo a unos metros de las monturas, esperando la salida de las estrellas, mientras doy sorbos pequeños a la fuerte cerveza. Contemplo desde lejos las festividades, y deseo algún día poder disfrutar de una manera tan desenfadada como la de los humanos, las alegrías que da la vida en medio de tanta lucha y conflicto.
Luego de que Barald estrechara la mano de Esmund, el cual le respondió con un silencioso asentimiento, y de que Dengal abrazara impulsivamente a ambos prometidos, lo que hizo que Mildryd lanzara una carcajada, la escudera os habla.
-Por supuesto que estaréis invitados a la boda aunque puede que esta tarde meses, tal vez más de un año, en celebrarse -dice la capitana de Éogar- Nuestros Mariscales no solo están enemistados y son más tozudos que la peor de las mulas sino que tienen demasiados asuntos que resolver, sobre todo los relacionados a venganzas y wergelds sin pagar, y además no pueden descuidar sus obligaciones por lo que lo más seguro es que requieran de varias reuniones y tarden bastante en llegar a un acuerdo, lo que hará que el enlace se retrase. Aún así, habéis desempeñado un más que importante papel en todo esto y cuando llegue el momento no merecéis menos que un lugar de honor.
Sin nada más que decir, Esmund y Mildryd se marchan para hablar en privado mientras que vosotros os disemináis por el campamento aunque no sin antes liberar a vuestros caballos junto con el resto de las monturas de los jinetes que están acantonados en el vado.
Barald y Dengal no tardan en unirse a un grupo de curtidos guerreros reunidos en torno a los barriles y comienzan a vaciarlos junto con ellos, llegando incluso a participar en competencias de quien bebe más. El dolorido Eothred, luego de que un sanador le cambiara los vendajes y le dijera que su herida está cicatrizando bien, se acomoda en una de las fogatas y comparte jarras y anécdotas con unos jinetes tan jóvenes y entusiastas como él. Galadan comparte fuego con unos veteranos igual de taciturnos que él y Heruwyn hace lo mismo aunque con un grupo de escuderas. Narieth permanece junto con los caballos mientras ve como la mayoría pasta tranquilamente y los enérgicos potros se lanzan los últimos desafíos del día, irguiéndose sobre sus patas traseras y lanzando mordiscos al aire, incluso se queda con ellos cuando la Estrella de Eärendil, el primero y más brillante de todos los astros, hace su aparición en el nocturno firmamento. Y Aldor se aleja de los festejos y se refugia en una dispersa arboleda a unos cientos de metros del campamento donde los gruesos troncos de los árboles parecen invitarle a descargar su furia y frustración contra ellos.
Con excepción de Aldor, quien termina durmiendo sobre la hierba y bajo las densas ramas de los árboles, el resto vais ocupando a distinto tiempo las tiendas que os ceden los jinetes del campamento. Por primera vez desde vuestra partida de Edoras, todos os dais el lujo de dormir a pierna suelta con la tranquilidad de saber que habéis logrado un gran paso hacia la unidad de la Marca y que si el destino lo quiere, el futuro de Rohan no puede hacer más que mejorar.
Cambiamos de escena: Epílogo