Partida Rol por web

Turno Solaris-1

Llevas un buen rato reparando la instalación eléctrica de la "tienda de Marta". Se encuentra en un edificio antiguo y sin reformar y su estabilidad es más bien poco fiable, pero tras tirar cable nuevo y probarlo unas cuantas veces has conseguido que funcione razonablemente bien. Todavía se producen algunos bajones, durante los cuales la intensidad de la luz disminuye un poco, pero se trata de un fenómeno menor. Ahora todo va más o menos bien.

Cuando empezaste con la tarea era por la mañana, y ahora es la hora de comer. Sales de debajo del mostrador y ves la figura redondeada de la propietaria en la puerta de cristal del establecimiento. A través del escaparate puedes ver que hay agitación en el exterior, y los vecinos del barrio se dirigen calle abajo, señalando animados y hablando entre sí.

La mujerona se da la vuelta y sonríe ampliamente cuando le dices que ya has terminado.

"Ai, no sé que haría si no estuvieras aquí para ayudarme con la electricidad", dice con una voz cantarina mientras da una palmada en el aire. "Bueno, si", te dice riendo, alcanzándote una quesadilla recién hecha del mostrador y dándotela agradecida. "Abriría una quesería", te dice. "La llamaría, Quesería de mi sin ti", termina con una gran risotada. "¡Es hora de comer, cómete eso y ya me dirás cuanto te debo por el trabajo, a ver si por fin consigo mantener el producto refrigerado, chico". Luego señala fuera de la tienda, donde la gente sigue pasando, y se encoge de hombros. "Van hacia la playa, por lo visto el alcalde está de visita. Se acercan las elecciones y tiene que rascar votos", sonríe para si.

Todavía dentro de la tienda te asomas afuera, y ves que el día está encapotado, pero aún no llueve. Son las dos de la tarde y debes decidir qué hacer. ¿Te acercarás a la playa para escuchar lo que el alcalde de Ciudad Libertad tenga que decir?. ¿Irás a descansar a casa?. ¿Visitarás a algún amigo o pupilo?. ¿Te pondrás tu traje de Solaris para hacer alguna de esas cosas?. ¿O harás algo totalmente distinto?.

Tú decides!

Elián Cruz se limpia las manos en un paño mientras sonríe ante la broma de Doña Marta. Acepta la quesadilla con gratitud y la muerde mientras observa la agitación en la calle.

—Doña Marta, no sé qué haría yo sin sus quesadillas— responde, devolviéndole la sonrisa antes de asomarse al escaparate. El bullicio de la gente y el comentario de la visita del alcalde despiertan su curiosidad. Las elecciones siempre traen promesas y discursos, pero la playa… la playa significa más que palabras vacías, siempre es un foco de atención en Ciudad Libertad, un lugar donde las cosas pueden volverse impredecibles.

—Bueno, creo que voy a ver qué trae entre manos el alcalde. Quién sabe, tal vez le dé una idea de cómo mejorar el sistema eléctrico del barrio— dice, saboreando el último bocado de la quesadilla. Se limpia los dedos, recoge sus herramientas y se despide con una sonrisa.

—Nos vemos, Doña Martha. Si nota que algo no va bien con la luz, me avisa, ¿eh?— dice mientras sale por la puerta, mirando hacia la calle.

Una vez fuera, respira hondo, sintiendo la electricidad en el aire, no sólo la de los cables, sino la que trae un evento público en esta ciudad tan caótica. No se transforma en Solaris todavía, prefiere mantenerse como Elián, observando la situación antes de decidir si es necesario intervenir. Empieza a caminar hacia la playa, mezclándose con los vecinos, pero siempre alerta. En Ciudad Libertad, cualquier cosa puede pasar cuando un político aparece, y Elián, aunque aún no lo demuestre, está listo para cualquier eventualidad.

Turno Solaris-2

Te incorporas al río de gente que baja hacia "La Playa", el amplio arco de arena dorada que se extiende frente al barrio de "El Mirador". Aunque el verano llegará el mes que viene el día es bastante cálido y el ambiente es festivo, así que presencias un desfile de camisas floreadas, faldas de colores y sombreros de yute. A medida que desciendes el Camino Franco la música caribeña va escuchándose con más intensidad, parece que el alcalde va a apelar al orgullo étnico para buscar el voto en el barrio.

Cuando llegas a la playa la fiesta es patente. Estos días has estado tan liado entre tus dos trabajos que no te percataste del enorme escenario que han montado en la playa, una plataforma sobre la que varios músicos hacen sonar bongos, bajos, contrabajos y maracas mientras una pareja de bailarines inspiran a la gente frente al tinglado; una legión de jóvenes y muchachas, y algún vejete despistado, se han puesto a bailar sobre la arena rodeados de otros vecinos dando palmas.

Junto al gentío hay un montón de puestos de comida rápida. A la mayoría los conoces del barrio, pero cuando te unes al mogollón y ves los precios que ofertan en carteles escritos a mano, con tizas de colores sobre pizarras, te das cuenta de que están subvencionados de alguna manera; son mucho más baratos de lo habitual, y grandes colas de comensales se han formado frente a ellos. La brisa del mar sacude el lugar y esparce los ricos aromas de los deliciosos platos de los puestos por todas partes.

Es inevitable contagiarse un poco del ambiente festivo que inunda la zona. Encuentras una roca sobre la que subirte, y así echar un vistazo a tu alrededor a ver si encuentras a algún conocido entre el gentío que se ha formado. Casi todo el barrio debe estar aquí disfrutando la fiesta. Pronto escuchas a la gente gritando y celebrando cuando el alcalde Connors, un hombre negro relativamente joven, se une a los bailarines en lo alto del escenario meneándose con bastante gracia. Sabe bailar.

En el linde de la aglomeración puedes ver el aparcamiento atestado de automóviles. Entre ellos hay tres patrullas policiales; varios agentes observan a la gente por seguridad, y entre ellos reconoces al Detective Calderón con su habitual cara de perro, rascándose la pulcra barba y escudriñando a la gente en busca de cacos. También descubres a tu pequeño amigo y admirador, Leo, vestido con una bermudas entre los jóvenes bailarines, alzando con la mano un extraño cacharro de colores que da vueltas sobre sí mismo. ¿Qué estará haciendo ese chico?. Por último, te llama la atención una figura extrañísima: un hombre caucásico que parece haber salido del renacimiento, vestido con una capa larga y un traje negro que te recuerda, a esta distancia, al de un mosquetero. Se encuentra cerca del escenario, pero no conoces sus intenciones.

¿Te acercarás a tu "amigo" el detective?. ¿Irás a ver qué está haciendo Leo?. ¿Irás a comprobar si el hombre de la pluma en el sombrero supone una amenaza?. ¿Te subirás al escenario y te pondrás a bailar como Solaris?. ¿Harás cualquier otra cosa?.

¡Es tu decisión!

Elián observa el ambiente festivo y sonríe. La música caribeña y el aire de celebración le resultan revitalizantes, un recordatorio de las raíces de su gente y de todo lo que protege en El Mirador. Desde su posición en la roca, ve a varios rostros conocidos entre la multitud, pero pronto su atención se centra en Leo. El chico, emocionado, sostiene un extraño aparato de colores que gira sobre sí mismo. Sabía que Leo tenía un ingenio especial para crear cosas, pero hoy parece más entusiasmado que de costumbre.

Bajando de la roca, Elián se abre paso entre el gentío, saludando con un leve asentimiento a los vecinos que lo reconocen, hasta llegar al pequeño inventor. Se agacha un poco y le da una palmada suave en el hombro.

—¿Qué estás tramando, Leo? —le pregunta con una sonrisa curiosa, mirando el aparato con interés—. No me digas que has inventado una máquina de baile o algo así.

Aunque el ambiente es festivo, Elián siempre tiene un ojo puesto en su comunidad y ese tipo de apariencia extraña junto a la tarima le da mal rollo. Quiere asegurarse de que todo esté en orden, pero también sabe que a veces, en días como este, merece dejarse contagiar un poco por la energía de los más jóvenes.

Turno Solaris-3

Leo se gira sorprendido cuando le descubres, pero al ver que eres tú lanza una carcajada y te enseña el extraño aparato. Te das cuenta de que es una versión casera de un detector de tecnología con cuyos planos descargados de internet estuvo trajinando el muchacho hace unos meses.

"¿Ves?", te dice haciéndolo girar frente a tu cara, "¡Con él puedo analizar la radiación electromagnética de la tecnología más avanzada!", te dice. A ti todas esas luces girando te resultan un poco raras. "Los led son un añadido de mi cosecha, para que quede más chulo".

Te ha costado un buen rato llegar hasta aquí con toda la gente que se agolpa en la playa, y ahora ves que la gente deja de bailar y el alcalde se prepara para hablar, mientras la música se va atenuando.

Leo lleva unas bermudas y una camisa floreada que nunca le habías visto puesta, y que ahora se señala orgulloso. "¡Estoy de incógnito, he detectado un montón de energías raras en varios puntos de la ciudad, que duran sólo un momento y luego desaparecen!", te dice. "Y ahora estoy intentando encontrar uno de esos fogonazos. Se produjo uno hace unas horas, y estoy intentando averiguar dónde. Pero tras tanto tiempo me parece que la energía residual ya se ha disipado del todo", resopla. "Lo he perdido. Otra vez".

La gente, jóvenes y mayores, está escuchando al alcalde. La música caribeña en directo ha cesado, y ahora se escuchan grabaciones más bajas de fondo mientras el Sr. Connors da un discurso estandar, afirmando que se preocupa por el barrio y por sus vecinos, que está orgulloso de la alegría y el esfuerzo que aporta a la ciudad de la Libertad, y que todos juntos estamos creando un gran futuro para nuestros hijos. Mientras, Leo ha estado explicándote cómo funciona su invento con un montón de tecnicismos incomprensibles. Cuando se calla, parece que el alcalde está presentando a un nuevo ponente.

Desde lo alto del escenario el alcalde, vestido con un traje ligero de entretiempo, señala a alguien entre el gentío al pie del escenario. "¡Y para mejorar la vida de sus ciudadanos tengo que anunciar que contamos con una nueva tecnología, capaz de mejorar la atención pública sanitaria, la gestión de la circulación y la seguridad de nuestras calles!", está diciendo con el micrófono frente a la boca. "Una tecnología... ¡de otro mundo!, ¡demos la bienvenida a su promotor, el Heraldo de las Estrellas!".

El tipo que viste antes, vestido con un traje renacentista que ahora ves que tiene algunos detalles tecnológicos, sube al escenario con un caminar afectado y hace una reverencia al público haciendo un molinillo con su amplia capa. "Gracias, damas y caballeros", enuncia sin micrófono. De alguna manera su voz resuena por toda la playa. "Efectivamente, estoy aquí para ayudar y para representar a mi Imperio, que estará dispuesto a acoger este hermoso planeta, y a sus hermosas gentes, sólo cuando estéis preparados para ello", dice entre ovaciones y aplausos. "¡Pero yo no soy el protagonista aquí... lo sois vosotros!", grita con un gesto teatral. "¡Vamos, divertíos y disfrutad de la fiesta!".

Leo observa al recién llegado como si fuera una estrella de Rock, y no es el único; la mayoría de la chavalería presente aplaude con ganas, e incluso algunos adultos lo hacen también. Los menos lo observan con algo de suspicacia.

La fiesta se prolonga hasta el atardecer. La gente comienza a marcharse, la orquesta recoge, y sólo quedan por la playa algunos ancianos paseando frente al agua del mar, y algunas parejas jóvenes dándose el lote y metiéndose mano entre las sombras. Leo sigue a tu lado, (lo ha estado todo este tiempo), hablándote de su invento.

En ese momento, la oscuridad que se cierne sobre la bahía te permite ver las llamas de un incendio. Se encuentra en un barrio cercano, un lugar deprimido y peligroso, cuyas destartaladas construcciones puedes ver desde aquí. Allí, sin embargo, también vive gente buena y decente, que es seguro que se encontrará en peligro. Lo malo es que todavía no te has desembarazado de tu pequeño y entusiasta amigo.

¿Qué es lo que harás?. Si no acudes al incendio, no comenzarás el número primero de la serie.

Elián sonríe con paciencia mientras escucha la explicación entusiasta de Leo sobre su invento. El chico habla de frecuencias, energías y radiación con una pasión contagiosa, y Elián le deja explayarse, asintiendo de vez en cuando mientras observa al Heraldo de las Estrellas recibir ovaciones en el escenario. Al caer el atardecer, cuando ya todo la celebración finalizaba, su atención se desvía hacia el horizonte en cuanto distingue las llamas que empiezan a elevarse en el barrio cercano. La preocupación reemplaza rápidamente cualquier distracción, y sabe que tiene que actuar de inmediato.

—Leo, me encanta tu invento y, la verdad, creo que vas a darle la vuelta a todo esto de la tecnología algún día —dice, posando una mano en su hombro con afecto— Pero, mira, está anocheciendo, y tu madre seguro que empieza a preocuparse. Nos veremos pronto, ¿sí? No quiero que nadie te ponga falta.

Leo hace una mueca de disgusto, pero asiente al final, despidiéndose con su característico entusiasmo mientras empieza a trotar hacia el camino de regreso.

Aprovechando que la multitud se dispersa y que la oscuridad de la noche va cubriendo la playa, Elián se desliza hasta una zona detrás de una caseta de salvavidas, asegurándose de que nadie le siga. Tras una última mirada para confirmar que está solo, se quita la chaqueta y la enrolla cuidadosamente con su camiseta, dejando ambas prendas escondidas en un rincón de la estructura, junto a sus herramientas. Respira hondo y se concentra, dejando que la energía luminosa fluya desde su interior.

Su piel empieza a emitir un brillo dorado, que se intensifica mientras se transforma en Solaris. Su ropa de trabajo queda reemplazada por su traje dorado y blanco, adornado con patrones de luz que recorren su cuerpo como circuitos. Se siente más fuerte, más decidido; su misión ahora está clara. Da un impulso, y en un destello de luz, Solaris se eleva en el aire, volando con velocidad hacia el incendio en el barrio vecino, listo para proteger a los inocentes y enfrentar el peligro.