Os despedís del Magistrado Aurus y os dirigís al Embarcadero Central, allí donde Estornino fue visto por última vez. El chillido de las gaviotas es casi tan penetrante como el olor a pescado y salitre. Esta zona de la ciudad está repleta de grandes tiendas de lona, mesas y puestos desde donde los vendedores os llaman para que probéis sus productos, desde pescado fresco y verduras cubiertas de moscas a túnicas y sandalias. Preguntáis a la gente sobre Estornino, enseñando el retrato a carboncillo que os había dado el magistrado, con la perenne sensación de que alguien os está vigilando.
Tras dos horas de búsqueda infructuosa, dais con un mendigo harapiento, tan delgado que parece a punto de morirse de hambre. El anciano está sentado a la sombra, con la espalda apoyada en una pared. Habla para si constantemente en un bucle sin fin. Cuando os acercáis a él, levanta la vista y la voz para soltaros parte de su perorata:
-... mis piernas están viejas y cansadas y mis oídos ya no oyen...
Os acerca una escudilla de madera para que le deis una limosna, haciendo tintinear en ella un par de monedas de cobre.
Motivo: R. Info Rayo
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 2(+1)=3 (Fracaso)
Motivo: R. Info Jinrozo
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 18(+1)=19 (Exito)
Motivo: Horas
Tirada: 1d4
Resultado: 1(+1)=2
Desanimado por no tener estrella de ayudante del Sheriff, el kóbold no estuvo muy atinado reuniendo información. Casi se podía decir que estaba distraído, mirando a uno y otro lado.
¿No tenéissss la perenne ssssenssssación de que alguien nossss esssstá vigilando?
Al tercer o cuarto tintineo de monedas, Rayo Blanco se percató de la presencia del pedigüeño. Se le quedó mirando, viniéndose a la mente una de las enseñanzas de Roman, a modo de didáctico flashback...
-Dime, Rayo Blanco... ¿Qué ves?
-Un humano. Ssssucio, harapiento... Como todossss lossss humanossss, sssupongo.
-Es un pobre. No tiene dinero. Necesita dinero para comer. Si no le damos dinero, se morirá de hambre.
-Pero maessstro... ¿No ssssería mejor enssseñarle a pessscar para que no dependa de la caridad de otrosss...?
-¡Qué le des limosna, ostia!
¡Limossssna! Limosssna.
Rayo Blanco metió la cola entre la espalda y el escudo que colgaba de ella, urgando en la bolsa de monedas que colgaba de un clavo en la cara interior de la madera. Sacó tres piezas de cobre, y su cola las dejó caer sobre la escudilla.
¡Limossssna! Una moneda para comprarte un pez, otra para comprar un anzuelo y la última para pagar a un pessscador para que te enssseñe a pessssssscar. Creo que essss asssí-mostró el cartel de se busca del estornino al pobretón, aunque no era muy distinto de otros carteles de se busca que empapelaban todas las calles de Calmatormenta-. ¿Le hassss vissssto?-y señaló el dibujo, ya que el tipo aseguraba que no oía.
Me resto tres piezas de cobre.
-...mis ojos están nublados y no veo... -prosigue el mendigo, meneando enfáticamente la escudilla en dirección al frustrado ayudante de sheriff.
Cuando los héroes hablan de sus aventuras, cuentan todo sobre los combates, el romance, la magia... pero se olvidan del trabajo duro de verdad; tareas como patearse durante horas un muelle para buscar información de su objetivo.
En un momento dado, Jinrozo pareció sentir la presencia de alguien que les vigilaba, pero llevaban tanto tiempo dando vueltas y viendo rostros, que lo asoció al cansancio. No obstante, poco después Rayo Blanco dijo tener la misma sensación, y entonces el kenku volvió a sospechar. Entonces, antes de que pudiera seguir pensando en ello, el sonido de unas monedas le distrajo.
Se trataba de un mendigo cuya sutileza era bastante elocuente. Parecía saber algo, pero quería un pago a cambio. Y al parecer, iba a salir más caro que las tres monedas de cobre que ya le había dado el kobold.
Jinrozo metió la garra en el petate y sustrajo dos monedas de plata. Se las enseñó al vagabundo y seguidamente metió una en su bote.
-Esto igual le ayuda a mejorar su vista. Y si de paso también le aclara la garganta y nos cuenta algo que nos ayude, esta otra irá directa al mismo sitio.
El mendigo mira la escudilla con poco interés en el color de las monedas que Jinrozo había depositado en ella.
-...mis dientes se caen y mi nariz moquea... -continua repasando sus afecciones en un tono cada vez más exigente.
Jinrozo suspiró con el ceño fruncido. Como kenku que era, le costaba desprenderse de sus brillantes monedas, a no ser que fuese por un buen motivo. Así que se resignó, esperando que aquello fuera una buena inversión. Guardó de nuevo la moneda de plata que todavía tenía en la mano, sacó una de oro y se la enseñó.
-Dejemos ya los cuentos. No vas a sacarme más que esto, y si no es suficiente para ti, gustoso me marcharé a dársela a otro que sí esté dispuesto a ayudarnos.
Acompañado, no, vigilando como siempre a sus compañeros. Aghelas, caminaba con el ceño fruncido, un gesto típico en los de su raza. Escucho atentamente lo que el mendigo tenía que contarles -Grrrr, esto no va a terminar bien, no es un buen lugar para enseñar las monedas- Comenzó a avanzar hacia el mendigo con una mano levantada para intentar tocar la frente del indigente y con la otra mano buscaba el tintineo del metal de las monedas -Pelor te ayudará, hoy no pasarás ni hambre ni sed- depositó una moneda de oro en manos del mendigo, mientras con el pulgar de la otra mano tocaba la frente del humano -Si lo que nos cuentas nos agrada, recibirás día monedas más, la gratitud de Pelor será contigo-
Me voy restando 3 po que con eso debería de ser suficiente.
Clausius siguió a sus compañeros, confiaba en su orientación e instintos por lo que se mantuvo callado aunque de vez en cuando echaba la vista atrás mientras sus compañeros iban preguntando a la gente si habían visto el rostro de la persona que seguían. Tenía la sensación extraña de ser el cazador que iba a ser cazado, convertirse en presa de un momento a otro, por lo que se mantuvo en guardia y solo cuando Rayo Blanco lo sugirió asintió con la cabeza.
- Nos ha calado el pavo, o sestan cagando las patasbajo por ser diferentes. acabó diciendo finalmente buscando la simpleza en los echos, no se quitaba la sensación de la cabeza, pero sabía bien que allí donde iban todos los ojos acababan sobre ellos. Aún así se mantuvo alerta hasta que dieron con un mendigo.
Contemplo divertido el juego en el que se habían metido sus compañeros, dar monedas a un mendigo antes de que comparta la información no era buena idea y menos racaneando como habían echo hasta que llego el enano.
- Tus ojo no van pero bien sabé tol mundo que los murales de las casa y los mendigos lo oyen tó. Cogé las brillante del buen enano y si tó lo dicho es cierto mañana tendrá más si escuchá o nos ayudá.
Que ritmo me llevais xD Por lo general podría contestar todas las noches.
A ver... Creo que osss esssstáissss passsando con el pobre humano... Ya nossss ha dicho que no oye ni ve. ¿Qué sssse sssssupone que va a decirnosssss del Esssstornino? Con moco en el hocico ni siquiera puede haberle olissssqueado...
¿Qué trataba de decirles aquel mendigo? No tenía dientes para comer, ni piernas sanas para ir a pescar, ni oídos para escuchar las enseñanzas de un pescador. Era como si les dijese: "eh, miradme, no necesito limosna, llevaos vuestras monedas".
Vámonosss... Tendremosss ocassssionessss de sssssobra para dar limosssssna a otrossss pobressss.
El mendigo se estira con asombrosa rapidez para coger la moneda que le enseña Jinrozo y las que le tiende Aghelas. Las muerde, más porque se supone que tiene que hacerlo para comprobar si son auténticas que porque tenga auténtica idea de lo que está haciendo. Como un prestidigitador, las monedas desaparecen en su mano a una velocidad asombrosa.
-Estaba yo antes de anoche bebiéndome una botella de vino en mi sitio favorito, al final del muelle norte cuando vi movimiento en el muelle de al lado -empieza a hablar-. La marea estaba baja, así que me moví por las rocas para echar un vistazo y vi al hombre que buscáis cargando unas cajas en un bote amarrado a unos pilones bajo El Cangrejo de Arena. Una taberna de marineros, no tiene pérdida pero os puedo llevar si queréis.
El caso es que remó mar adentro y regresó una hora después más o menos. Volvió a amarrar el esquife en el mismo sitio, trepó por la fachada de El Cangrejo de Arena y se metió por una ventana.
- Ostiá como habla. Y que bien hablaó. se sorprendió al oir hablar al mendigo, cualquiera lo hubiera dicho después de oírle hace escasos segundos. La velocidad a la que desaparecierón las monedas de las manos le había dejado también absorto pero presto bien de atención a lo que dijo.
- Muchas gracia señor. Eso fue al detalle. Si vé algo más y nos vé llamános y damos la misma dorada. le dijo encantando de que todo fuera tan sencillo. - A buscá la ventana y el botecito. Rayo Blanco tas siendo agarraó, así no te habla ni un bardo. le dijo con sorna a su compañero de sangre fría mientras apoyaba su mano en el hombro del enano en señal de agradecimiento por dar con la clave. No tendría buenas palabras saliendo de su boca pero no era mal chico.
Como si hubiese vuelto a la vida, el sujeto hizo gala de una renovada energía alimentada por la visión de la piezas de oro. Era asombrosa la velocidad con la que agarró las monedas y soltó su lengua. Y también curiosa su capacidad de memoria, describiendo con gran detalle el relato que iba contando.
-No creo que tengamos problemas en encontrar la taberna. Pero sí estaría bien que nos acompañaras para indicarnos cuál es la ventana concreta por la que entró Estornino. O bien puedes concretarnos su posición, si es fácil identificarla.
Osssstrassss, Aghelassss... ¡Cómo sssse nota que eresss clérigo! ¡Hasss obrado un milagro!-ssssi el enano no hubiera puessssto ssssu pulgar en la frente para imponer ssssu magia, habría pensado que el pobre hombre nosss había tomado el pelo.
Rayo Blanco no entendió muy bien lo que dijo Clausius sobre que era un agarrado. Seguramente lo diría por la cola retráctil, que a los melindrosos bardos debía de darles cosica, con la que agarró las monedas para dar la limosna. Y sin entender muy bien cómo iba el tema de las limosnas, parecía que el kóbold lo había hecho bien.
En cuanto a que el recién curado les guiase, Rayo Blanco no le dió importancia. Estaban buscando una ventana del Cangrejo de Arena que daba al muelle norte, ya era una pista muy concreta de por sí. Si Jinrozo quería que le indicaran la ventana exacta, estaba en su derecho de pedir al pordiosero que les acompañase, ahí Rayo Blanco no tenía nada que opinar.
Esfo no me gusta- Las palabras del mendigo no cambiaron el agrio carácter del enano -La iglesia de Pelor es grande y tiene muchos fieles que donan generosamente- Aghelas había mostrado demasiado dinero en una población en la que acababan de llegar y en una zona, quizas, poco recomendada.
Las indicaciones del mendigo les dieron una nueva película era a seguir -Huele mal, y no es solo la sucia ropa de este fiel seguidor de Pelor- Miró con algo de desdén al confidente -Demasido sencillo, nunca nada es tan facil, grrrrrr