Las artes demoníacas de aquel lugar no daban tregua. Cuando parecía que habían tenido un gran triunfo, Stella se veía arrastrada por aquella magia impía. Taddeus intentó reaccionar de inmediato, tratando de separar la cabeza de su compañera del medallón maldito.
Motivo: ayudar a stella
Tirada: 2d6
Resultado: 9 [4, 5]
tiro por las dudas, aunque no sé por qué sería... desafiar al peligro con DES?
- Maldición, ¡sujétela! - gritó Alek, aunque no sabía bien qué estaba pasando.
Corrió hacia donde estaban y trató de ayudar a Taddeus a quitarle el amuleto. ¿Era ese artefacto lo que había enloquecido a la falsa Molla?.
No creo que haga falta tirar por cada acción, a menos que alguna magia lo impida.
Sam no sabía muy bien lo que estaba sucediendo pero viendo a sus compañeros reaccionar contra Stella, intentó hacerle una presa por detrás con su bastón para mantenerla sujeta.
Motivo: Saja raja presa
Tirada: 2d6
Dificultad: 7+
Resultado: 8 (Exito) [5, 3]
Taddeus, siendo el que más cerca estaba, trató de echar mano directa de aquel amuleto maldito, consiguió hacerse con él y arrancar parte de la escoria que había ido cubriendo el rostro de su compañera, peor aquella cosa parecía estar viva y removerse contra las manipulaciones del paladín, posiblemente porque al estar acorazado no podía tener con tacto directo con su piel o sus orificios, pero aun así consiguió introducir algunos de sus zarcillos bajo el guantelete del guerrero, aprovechando el hueco entre cuerpo y armadura para hacer presión sobre el brazo de su captor.
Alek consiguió llegar hasta ellos justo cuando el amuleto trataba de saltar una vez más de la mano de Taddeus para alcanzar a Stella, pero el medallón se le resbaló entre los dedos, Sam, que había intentado proceder inmovilizando a la muchacha vio que la auténtica amenaza era aquel medallón, consiguió atizarle con su bastón justo cuando varios zarcillos terminados en dientes serrados trataban de alcanzarle a él y a sus compañeros, lanzándolo a unos pocos metros de distancia, donde el amuleto pareció desplegar una serie de tentáculos que le permitían alejarse del lugar a gran velocidad.
Sam pudo ver que sí que había recibido un corte en el brazo, peor era superficial.
Motivo: Daño Taddeus
Tirada: 1d4
Resultado: 2 [2]
Motivo: Daño Sam
Tirada: 1d4
Resultado: 2 [2]
Habéis conseguido liberar a Stella, peor el amuleto parece tratar de huir. ¿Tratáis de hacer algo al respecto u os concentráis en recuperar el aliento e ir en busca de los niños?
- Oh no, ¡no te irás! - bramó Alek desenvainando su espada corta y arrojándose contra el amuleto.
Pero en su afán por alcanzarlo no calculó bien y apuñaló la tierra.
Motivo: apuñalar el amuleto
Tirada: 2d6
Dificultad: 7+
Resultado: 4 (Fracaso) [1, 3]
Puf, lo bueno es que estoy juntando XP a montones...
Sam siguiendo los pasos de Alek que fue a atacar al amuleto que le había hecho o provocado cortes superficiales, fue hacia el con el bastón en mano para darle un bastonazo como si de una rata se tratara.
Motivo: Saja Raja contra amuleto
Tirada: 2d6
Dificultad: 7+
Resultado: 8 (Exito) [2, 6]
Taddeus estaba preocupado por Stella, pero no podía permitir que el amuleto se escapara, estaba convencido que era uno de los motivos principales de todo aquello, si no el principal. Había maldad en él y había que desterrarlo de este mundo. Afortunadamente sus compeñeros pensaban lo mismo. Se apresuró a correr tras él y calcular, mientras ellos intentaban acertarle, un lugar donde pudiera finalmente alcanzarlo con su espada.
Motivo: destruir amuleto
Tirada: 2d6
Resultado: 12 [6, 6]
Alek se abalanzó sobre el amuleto viviente, pero al arco que trazó su cuerpo sobre los lodos del suelo terminó con él tragando barro y perdiendo su espada corta en el proceso, devorada por aquellos hambrientos barros.
Sam siguió el ejemplo del explorador, logrando dar un tremendo golpe con su bastón de mano que hizo que aquella reliquia, medio pulpo, medio araña, coronada por un solo ojo, vibrase como un gong, transmitiendo su cadencia a los huesos del mediano, quien se vio arrojado en la dirección opuesta al amuleto, contra el tocón de un árbol cortado. Entre aquella sacudida y el impacto contra el tocón, el pobre druida había quedado algo tocado.
Por efecto del golpe de su compañero en aquella criatura sobrenatural, Taddeus tuvo suerte (¿O era la mano de su señor guiándolo?), acertando al amuleto de pleno, cortando todos los zarcillos que empleaba como patas de un solo golpe y sufriendo un grito inexplicable, que parecía descender desde el cielo, sobre todos ellos, que perforó sus oídos durante medio minuto, mientras aquella cosa reposaba a sus pies, forcejeando, tratando de librarse de la espada que lo retenía inmóvil, mientras trataba de reformar sus extremidades.
Su grito parecía llamar a algo entre las nieblas, algo que podíais escuchar avanzando hacia vosotros...
Motivo: daño contra Sam
Tirada: 1d4
Resultado: 3 [3]
Motivo: daño contra Sam
Tirada: 1d4
Resultado: 4 [4]
Motivo: daño contra Sam
Tirada: 1d4
Resultado: 3 [3]
Motivo: daño hace Sam
Tirada: 1d6
Resultado: 4 [4]
Motivo: daño hace Sam
Tirada: 1d10
Resultado: 1 [1]
Alek, puedes tratar de recuperar la espada, peor te llevará un turno y unos pulmones encharcados en lodo.
Sam, recibes dos puntos de daño.
Os apunto los puntos de experiencia correspondientes.
¿Qué hacéis?
(La última tirada que hice es el daño que hace Taddeus, me despisté de cambiar el nombre de la tirada...)
En cualquier otra ocasión Alek habría podido sobrevivir sin su espada, pero allí cada arma era valiosa. Se arrastró entre el lodo buscando recuperarla.
Pues eso, en otra ocasión la habría dejado, pero quién sabe cuánto más estaremos aquí.
Alek consiguió recuperar su espada, aferrándola intensamente mientras esperaba encarar a la posible aparición que aquel medallón había invocado con su último grito... Las nieblas se abrieron en torno a los aventureros un poco más cuando varias patas de animales indeterminados rompieron aquel telón neblinoso a su alrededor, unas criaturas de más de seis metros de altura y diversas extremidades les rodeaban, parecían mirar a las alturas, sin prestar atención a aquellos pequeños animales bípedos que sufrían temiendo un nuevo ataque del que ya no pudiesen librarse, peor a medida que el grito del amuleto se perdía en la noche, la sustancia de este se derretía sobre los lodos, volviendo a ellos, y con él se derretía el portal por el que venían aquellas criaturas. Fue como si decenas de cuchillas invisibles cortasen las extremidades de aquellos inesperados visitantes, elevándolos con su movimiento en el oscuro y templado aire del pantano. Pequeñas cataratas de sangre púrpura llovieron desde las alturas, mientras aquellos seres terminaban de desaparecer entre unas estrellas que comenzaban a brillar, más tenues, a medida que el viciado aire del lugar iba dando paso a una atmósfera y aspecto más convencionales... ¿Estaba terminando aquella pesadilla? Era difícil saberlo, la lógica de toda aquella aventura se escapaba al entendimiento de los humanos más comunes, peor cada cual tenía sus conjeturas más o menos plausibles de lo que allí había pasado, siempre y cuando uno creyese en la magia oscura, claro está.
Una vez que todos lograron ver con más claridad, Alek y Sam retomaron la senda que había entrevisto en sus indagaciones. Los vapores no se habían volatilizado por completo, peor al menos ahora podían ver más claramente entre ellos. Hasta los mosquitos parecían haber desaparecido, dándoles una tregua que ni sabían que necesitaban. Siguiendo su intuición lograron dar con sendos templetes derruidos, encontrando en su interior a dos de los niños perdidos, encadenados y rodeados por los restos de quienes posiblemente habían sido sus captores, que posiblemente se habían derretido junto con aquel amuleto que parecía controlarlos y mantenerlos en pie con una falsa vida.
Faltaba un pequeño más, y esta vez tuvo que ser el fulgor dorado que Taddeus había intuido más de una vez, el que les indicase, como un vector de oro, la localización del cautivo restante. Este no se encontraba en un templo, sino en medio de una explanada, a los pies de un templo más grande y reciente que los anteriores. Aparentemente aquel debía de ser su destino, pero no habían llegado hasta él. Un creyente vería el índice de Ashur en aquel resplandor que emplearon como guía, los no creyentes tendrían que verificar su propio sistema de creencias tras aquel aparente milagro.
Aquella misma luz se vertió sobre los lodos como oro líquido, goteando para indicar la ruta final hasta un portal que aparentemente debería devolverlos al lugar de donde habían venido. Justo mientras lo atravesaban, algo escapó de la niebla, una última bestia amorfa, amenazando con alcanzar a los tres aventureros, que permanecían en la retaguardia de la comitiva, asegurándose de que todos llegasen a Niom sanos y salvos. Realmente ya notaban el cosquilleo que ya sintieran al atravesar aquel primer portal creado por la falsa Molla, como si algo les hiciese cosquillas, desintegrándolos, antes de volver a integrarlos al otro lado. Pero aquella bestia iba a alcanzar a Sam, el último de los héroes...
Alek se giró para tratar de ayudarlo para descubrir que ya no podía actuar en aquel otro lugar, estaba en el vacío, entre Niom y su falso reflejo muerto, peor vio cómo la bestia caía al suelo, atravesada por varias saetas, y mientras el druida lograba cruzar con él, el nómada vio a una silueta tras el mediano: aquel arquero tuerto del que le había hablado, el que ya le salvara antes. Aquel hombre, como un Alek algunos años más mayor, más maltratado, saludó con la cabeza y un ademán lento a aquellos supervivientes que aún pudieron verle, antes de quedar relegado al otro lado del portal.
1/2
Los tres héroes, tras volver de la niebla junto con aquellos que habían ido tras ellos hasta su siniestro corazón y los niños supervivientes, fueron recibidos con una alegría inusitada en aquellas gentes. Las madres corrieron a resguardar a sus pequeños entre sus brazos, jurando que nunca volverían a soltarlos, mientras se abrían las puertas que habían retenido sus lágrimas de felicidad mientras estas habían sido desterradas por las de pesar.
Zorn cruzó miradas con lo tres héroes, como disculpándose por haberse mostrado como un animal ante ellos, mientras su piel tomaba el sanguíneo color de la emoción, con su pequeño casi asfixiado entre sus descomunales brazos.
Molla, que seguía velando por los pequeños que habían quedado atrás y los heridos, corrió hacia Alek y sus compañeros tan pronto como los vio emerger de las tinieblas humeantes del portal, pero quedó por detrás del emocionado Colmillo, que no solo parecía haberse recuperado, aun teniendo el lomo vendado, sino que además mostraba una clara mirada de orgullo y felicidad por volver a reunirse con su compañero de manada, una manada de dos.
La joven profesora se dirigió a todos para comentarles que el alcalde había sucumbido al daño y las emociones previas a su caída por el portal abierto por su falsa doble. Ewant y el resto de sus familiares lloraban al caído. Posiblemente, aquel Niomense sería el nuevo guía de aquellas gentes, al menos hasta que decidiesen quién podría sustituir al antiguo alcalde.
Acto seguido, la mujer se plantó ante Alek y le plantó una buena bofetada en el rostro, mientras sus ojos también se vertían sobre sus sonrojadas mejillas.
- Si... Si estoy cerca de ti cuando algo así vuelva a pasar, QUE NUNCA SE TE OCURRA DEJARME ATRÁS.- Le espetó, entre dolida, nerviosa y emocionada. Estaba claro que era una mujer dura que realmente sentía lo que estaba diciendo, le dolía no haber podido ir con ellos al otro lado, a ayudar, no costaba imaginarla, daga o espada en ristre, siendo capaz de enfrentarse a aquella doble maligna que por motivos todavía no demasiado claros había tratado de privar a Niom de sus jóvenes.
El hermano Gorgorius acudió al encuentro de sir Taddeus, estaba herido, sofocado, casi muerto, pero se confió a él pues portaba algo que decía que necesitaban en ese momento a toda costa. - Las... Las lágrimas de Ashur... Con ella podremos volver... Volver a sanar estas tierras... Conf... Confía en mi...- De entre los pliegues de su hábito extrajo un vial con aquella preciada reliquia, rodeado por tres anillos dorados grabados con filigranas e iconos relacionados con la historia de Ashur, y cuando el paladín lo tomó de entre sus dedos, una expresión beatífica apareció en el rostro del anciano, mientras se dejaba ir con su último aliento. Era difícil saber qué había estado haciendo el abad durante las aventuras de los héroes de Niom en el otro lado, peor quedaba claro que él también había sido el elegido y héroe de su propia, y definitiva aventura.
Si el difunto creía en las escrituras y verdades de su iglesia con tanta intensidad como Taddeus, estaba claro que él veía necesario el volver a santificar las tierras en torno al pantano con aquel líquido, para recuperar el terreno que la niebla les había ido arrancando. Puede que en el otro lado, en la falsa Niom, las nieblas hubiesen comenzado a disiparse, peor a este lado de la realidad no parecían haber remitido.
Tal vez Sam pudiese ayudar con sus conocimientos sobre lo que debía ser el equilibrio natural del lugar, es más, puede que fuese el más indicado para emplear las lágrimas de Ashur más rápidamente que nadie en torno a aquel lugar, peor era el paladín quien tenía la última palabra en lo que debían hacer...
2/2
Taddeus sostuvo el vial en sus guantes manchados de sangre, barro de la ciénaga, sudor y distintos elementos que componían toda su indumentaria. Aquella aventura había tomado de sí una gran parte, pero a la vez también había curado parte de su alma, a poder ayudar a aquellas personas.
Se sacó el otro guante, desnudando una mano achicharrada por gravísimas quemaduras, para acariciar la testa y cerrar los ojos del hermano Gorgorius, deseando que Ashur le diera la bienvenida que se merecía.
Miró a Alek y a Sam, con la determinación que podía vislumbrarse tras el yelmo.
- Compañeros, creo que lo que desea Ashur es retornar estas tierras a su estado natural. Con las lágrimas de este vial Gorgorius confiaba en logararlo, y así lo creo yo también. Espero contar con vuestra venia para hacerlo, pues ustedes arriesgaron la vida por estas gentes lo mismo que yo.
Y así aguardó el paladín la respuesta de sus compañeros para derramar el contenido del vial en la ciénaga, con la esperanza de convertir el lodazal en un lugar más digno para vivir a la luz del sol.
Acariciando a su compañero animal, sorprendido todavía por su expresión de afecto, Alek se encaró a Molla y recibió otra emoción fuerte, aunque en forma de un cachetazo.
Y absurdas como eran las emociones, Alek sonrió.
- Lo vi - dijo abrazando a Molla. La apretó con firmeza, como si no quisiera dejara ir nunca - está vivo y está bien. Algún día volverá a nosotros -
Ahora los dos dejaban salir las lágrimas. Su hermano había sobrevivido en el reino de la niebla, y se había convertido en una fuerza de bien. Tal vez había decidido quedarse allí, tal vez seguía atrapado. Ashur tenía la respuesta.
Las palabras de Taddeus lo hicieron comprender. El mayor de los peligros había sido detenido, pero el pecado continuaba.
- Un mal debe ser corregido, y los habitantes de Niom son los que deben hacerlo - miró a las madres, a los padres y a los niños - ustedes deben tomar la decisión, pero sepan que no siempre un pueblo es bendecido con una segunda oportunidad. Aprovéchenla. -
Voto por dejar caer el vial en Niom, pero espero que los habitantes acepten y estén de acuerdo.
Realmente no había mucho que decidir.
Las gentes de Niom se habían visto abocadas a la forma más horrible de extinción, con su prole desaparecida, posiblemente sufriendo o muerta mientras se veía devorada por un pantano que amenazaba con devorar todo cuando alcanzaba la vista, pero aquellos cuatro aventureros les habían devuelto la realidad de un futuro junto a los niños perdidos, de orígenes, hablares y vivencias dispares, habían osado a lanzarse a la boca del lobo seguidos por los más temerarios lugareños, aceptando un ejemplo que ni tan siquiera sabían que necesitaban, al haberse sumido en la más zafia pasividad, causada por la tristeza que la pérdida de sus jóvenes les había causado.
Así que, si ahora les preguntaban qué hacer con aquel vial y con aquellas tierras, su respuesta era clara, como serían las aguas contaminadas por aquella ponzoña sobrenatural, una vez que las lágrimas de Ashur limpiasen aquel infierno apestoso, pegajoso y oscuro.
Ewant, como nuevo alcalde del lugar, se aproximó a ellos, posando su mano sobre el hombro de la armadura de Taddeus y tan solo pudo decir - Por favor.
Debían de ser rápidos, o aquel preciado líquido sagrado se volatilizaría antes de poder marcar el contorno del corazón del pantano, y por ello Alek y Colmillo recorrieron el diámetro a abarcar a toda velocidad, revisando cualquier posible obstáculo o impedimento para aquel último rito. Quedaban algunas sombras de lodo, perdidas entre la bruma, pero tras la desaparición de aquello que las controlaba desde el otro lado, no eran ni tan siquiera rivales para el más pequeño de los niomenses.
Y tras trazar ese perímetro, quedó claro que debían depositar todas sus esperanzas en el mediano procedente de Bajovalle para realizar aquella misión desde las alturas. Sam se tornó en un águila real ante los ojos de todos los niños del pueblo, que estaban cansados, ateridos de frío y traumatizados tras todo lo vivido, pero que se llenaron de ilusión y alegría al ver cómo aquel hombrecillo dejaba que las plumas brotasen de sus costados y su nariz y boca se tornasen en un pico de brillantes destellos amarillos. Levantó el vuelo y dedicó unas piruetas a los niomenses más jóvenes antes de posarse sobre el brazo de Alek, como si de un ave amaestrada por un cetrero se tratase.
Taddeus destapó el vial de las lágrimas sagradas y lo depositó en una garra que Sam mantenía levantada en un ángulo casi imposible. Stella tomó un flautín de su cinturón y comenzó a entonar una dulce melodía que parecía afectar a los vientos del lugar, mientras el cambia formas levantaba una vez más el vuelo y comenzaba a derramar aquella reliquia acuosa y purificadora en torno a la ciénaga.
Y cuando aquel ritual terminó, los rayos del astro incandescente que dictaba los días de todos los habitantes de aquel mundo resquebrajaron los últimos girones de la apestosa y aplastante niebla, descubriendo aquellas tierras que habían recuperado de las sombras en las que aquellos niños perdidos podrían curar sus heridas (Las visibles y las no visibles) y narrarían aquella peculiar aventura que habían vivido en su más ingenua infancia, recordando con orgullo y agradecimiento los nombres de sus rescatadores, Alek, el explorador, Sam el cambia formas, Sir Taddeus, el mejor paladín de su señor, y Stella la cantarina.
Aquellos cuatro hombres siempre serían recibidos en aquel paraje como lo que realmente eran: héroes que no temieron el viajar a otro mundo, presidido por la muerte, para salvar a aquellos infantes de una oscuridad incomprensible y ver y enfrentar cosas que habrían matado del susto a algunos de los guerreros más curtidos de aquellas tierras. Y una canción, compuesta por la profesora del lugar, se haría popular en las fiestas de los pueblos vecinos, haciendo que estos también extendiesen su más agradecida hospitalidad a los aventureros que salvaron Niom, sabiendo también que podrían invocar sus nombres si el día de mañana eran ellos quienes debían encarar desafíos como los que habían atenazado a aquel plácido pueblo, al que todos daban por perdido.
Quedaban decenas de dudas, centenas de misterios y miles de preguntas sobre lo que allí había pasado realmente, sobre qué iba a hacer la gente del otro lado con sus retoños, sobre quién era aquella falsa Molla marcada, sobre el posible destino del arquero silencioso que les había salvado en su salida de aquel otro mundo o sobre el origen de aquel medallón viviente, con el que seguirían soñando el resto de sus existencias, pero los aventureros habían aprendido a convivir con aquel bagaje, a sabiendas de que mañana tocaría recorrer un nuevo camino que les llevaría a alguna otra temible aventura, de la que esperaban poder salir con vida, y de la que partirían con un millón de enigmas más. Pero mientras que sus cargas fuesen aquellos extraños misterios y no los pesares de las víctimas inocentes a las que no pudiesen salvar a la propia pérdida de sus vidas, que les depositase una vez más ante las puertas de perlas negras que solo se abrían una vez para cada curioso visitante para cerrarse a sus espaldas por siempre jamás, los salvadores de Niom lucirían su sonrisa más satisfecha, encogiéndose de hombros para afrontar lo que quiera que aquel impredecible mundo de monstruos y maravillas les tuviese reservado.