Partida Rol por web

Objetivo: Villalobos. Seguro que mi abuelo se había refugiado en esa ubicación...

Villalobos era una pequeña villa situada al norte de Cartagena, en un islote en plena mar. Debido a que hace unos días estalló una contienda cerca de la costa entre un convoy pirata y los salvaguardas de la Flota del Tesoro Español, existe una reticencia por parte de los mariscadores y mercantes a salir a la mar, al menos de momento, en la ciudad de Cartagena. Por tanto ningún capitán querrá arriesgarse a salir del puerto por miedo a sufrir el ataque de alguno de los piquetes del Virrey que peinan la costa.

Por tanto, Lucía ha decidido dirigirse a San Pablo, otra pequeña población al oeste de Cartagena (a unos 30 km), la cual posee un puerto en el que poder embarcar sin levantar sospechas. De ahí partirían hacia Villalobos.

Bien, Lucía ha pedido a aquellos que le sigan en su corazonada, que la ayuden a buscar un medio de transporte para dirigirse a San Pablo. Os encontráis en las afueras de Cartagena, cerca de la casa de Cristóbal de Amaranto.

Podéis ambientar la ciudad y los lugares que queráis de una forma realista (una ciudad caribeña costera del s. XVII). Depende de cómo se desarrollen los hechos, ocurrirá unas cosas u otras. Suerte.

No tenia muy claro como debiamos ir a Villalobos, ni si quiera estaba seguro de poder ir alli. La flota del Tesoro estaba a punto de partir y la actividad de los españoles impediria viajar. Conocia a un par de tipos dispuestos a partir en esas condiciones pero la mayoria habian zarpado ya en busca de botin extra, ya que muchos mercantes zarparian tras la salida de la flota. - ¿Esta segura que podremos partir de San Pablo? - pregunté a Lucia, que parecia ser una mujer de muchos recursos - me siento inseguro viajando por tierra, prefiero la inestabilidad de una cubierta humeda - continue realmente molesto por tener que buscar medios de locomocion, la selva rodeaba completamente los enclaves costeros españoles y los caminos eran casi mas peligrosos que el mar.

Estoy abierta a escuchar propuestas... confio en vuestro criterio de mar y navegación. Podemos intentar ir directamente desde cartagena, pero la flota española vigila la costa. No obstante, si crees que podemos tomar otro camino estaré dispuesta.

    Otro camino podría ser más apropiado si queremos pasar desapercibidos- sugiero al resto de las personas presentes -podemos infiltrarnos en disfraces, pero yo podría llevarlos en mi pequeña si así lo deciden- y realmente estaba deseando partir en mi barco, pero el control de los españoles era algo complicado de evadir, a no ser que vaya con alguna excusa válida o tendríamos que vérnoslas de un modo algo...Rudo...

- Los españoles vigilan bien el transito ahora pero si su nave es pequeña no seria dificil burlar el bloqueo - dije dirigiendome a la pirata. No me daba mucha confianza pero preferia un barco a una travesia por la selva. - tal vez entre todos podamos reunir suficiente dinero para "pagarnos" un permiso de salida, la mayoria de comerciantes flamencos lo hacen en esta época para no perder su negocio - propuse recordando lo que hacian mis compatriotas para burlar el bloqueo del monopolio español al comercio de las indias.

    Mi barco no es lo que se diría algo pequeño y pagar por un permiso parece lo más rentable que una aventura por medio de la nada- contesto al comentario de Van Rutte. Era fácil maniobrar mi nave, pero el tamaño delataba la clase de tripulación que iría sobre ella y los españoles se verían en las de atacarnos apenas nos tuvieran al alcance de los cañones y no quería destrozar mi hermosa embarcación, por lo que alternativas parecían ser mejores que arriesgar algo grande en vano -Sería mejor buscar alternativas y hacer algo con ello.

La verdad es que... mi abuelo me dejó esta bolsa de monedas... - quizá podamos "pagar" esa salida como bien decís. Yo no estoy hecha para aventuras,  pero habéis demostrado que vuestro interés es limpio. Lo que podáis decidir creo que vendrá bien.

    Entonces lo más factible es pagar ese permiso y pasar limpiamente, de otro modo llamaríamos demasiado la atención- sugiero al resto. Es cierto que llamar demasiado la atención levantaría sospechas y eso no era muy conveniente que digamos -No queremos levantar sospechas y debemos ser sutiles en esto. Vamos por el lado donde menos alguien lo espere, y eso es pagando el permiso, en mi opinión.

Miré al Almirante, el cual parecía algo abstraído. La propuesta de Van Rutte era perfecta, a priori. No nos esconderíamos del peligro más inmediato, sino que le haríamos frente y "negociaríamos" (el oro era un buen comerciante).

Tras revisar mis pertenencias, pusimos rumbo al puerto de Cartagena. Estuvimos atravesando y dando rodeos a la ciudad cerca de 2 horas, pues la guardia urbana esos días frecuentaba mucho las calles. Una vez en el puerto, dejé que Sorana nos guiara hacia su barco. No nos había hablado mucho de él, y la verdad es que tenía ganas de conocer un navio capitaneado por aquella dama.

Instantes después, me percaté de algo prudente: Russel no estaba. Habiá desaparecido. No sabía si lo habíamos quedado atrás, ya que desde la salida de casa de mi abuelo no había dicho palabra alguna. ¿Dónde estaría? La verdad es que no lo conocía, asique no le di mucha importancia: debía seguir mi camino, encontrar a mi abuelo, fuese como fuese.

Guíanos Sorana. -le dije.

Sin embargo, aún la duda sobre Russell se cernía en mi mente.

    Era mucha la confianza que la mujer depositaba en mí al pedirme que le guiase hacia mi embarcación, la cual casualmente estaba casi concluida en las reparaciones. Camino hacia el puerto y no muy lejos de allí se alcanza a divisar mi navío, por lo que seguramente parte de mi tripulación estaba abasteciéndose en aquel lugar. Me vuelvo hacia la mujer y le comento -Bueno, mi barco es aquel de allá, pero necesito encontrar a mis hombres, quienes seguramente están por aquí comprando mercadería para el viaje. Si quieres, podemos ir a buscarlos o bien puedes quedarte con el almirante mientras yo voy a buscar a mis marineros- y sonrío, pues estaba ansiosa de demostrar el poder de mi "Estrella Sureña".

Lucía dio su visto bueno. Acompañó a Sorana, junto con el resto de compañeros, a buscar a sus hombres. Cuando lo hizo volvieron al barco, el cual ya estaba reparado. Lucía pagó una parte de la reparación, pues era lo menos que podía hacer ante la escolta de esos piratas.

Subieron en el barco y partieron. No obtuvieron resistencia por los comisarios portuarios, ni por las fuerzas españolas... hasta que entraron en altar mar. Una vez allí, un convoy escolta de la flota del tesoro español comenzaba a perseguirlos. Su bloqueo era inminente y su afán por mas oro era evidente y siniestro... Sin embargo, lejos de ya de Cartagena, rumbo norte, alguien apareció tras los recodos de un pequeño promontorio ahora visible: piratas.

Era un bricbarca de casco rojizo viejo, comido por el tiempo y el golpeio de numerosas olas, pero era capaz de alcanzar hasta la más rápida corbeta... Tras unas pocas maniobras, el barco se interpuso entre la Estrella Sureña y la corona española... pronto una amalgama de desconcierto bañada por numerosa metralla y bolas de cañón harían estallar los maderos de algún que otro barco.

Sin embargo, Lucía y su pequeña escolta no tomarían parte. Aquel barco pirata de ondeante bandera Roja en su totalidad no era ni más ni menos que uno de los barcos de la  llamada la Hermandad de la Costa, un sueño que algunos definirían como la primera (y puede que la única) sociedad anarquista exitosa que existiera en el mundo, la cual era una asociación de piratas recientemente creada.

Lucía pudo ver, con un catalejo desde el barco de Sorana, el capitán que comandaba los marino de aquel barco: Era Russel, el viejo "vagabundo", que en realidad se trataba de un miembro encubierto de dicha asociación.

Seguramente sabría que cualquier flota que considerara sospechosa a un barco o comerciante le dejaría pasar en mitad de puerto, pero no dejaría de captar su atención en alta mar. Además, no podía dejar que la dama que le hizo fascinar en aquel maravilloso cuadro sufriera heridas.

Por eso se enfrentó a los diversos buques que componían la flota castellana, mientras vosotros os alejábais de escena sin que nadie pudiera daros caza. Rumbo a Villalobos.

***

Días después desembarcásteis en un pequeño puerto de un pueblecito. Al parecer era vuestro destino. Ahora nadie sabía donde estábais.