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La Cuarta Edad - El confín de Arda

El destino llama a la puerta (Escena 1)

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08/02/2015, 18:29
Peregrin Tuk IV

Dos invitados de última hora llegaron por el montacargas. El thain de la Comarca y Veremir Tuk, ahora ataviado con una capa élfica bordada con las armas de la Comarca y, en su cinto, la legendaria espada Dardo.

-Antes de que escribáis todo eso, señor senescal, tened la bondad de incluir la palabra "hobbit" -dijo el hombre- Solicitamos que se revise el Pacto de Bolsón Cerrado, y se deroge en favor de ésta nueva legislación. Es el deseo de la Comarca. Y para sellar éste compromiso, enviamos una compañía de exploradores de la Guardia de la Comarca para la Gran Expedición, veteranos de los montaraces del rey, al mando de su capitán, el señor Veremir Tuk aquí presente.

Hizo una pequeña reverencia.

-Ha llegado el momento de que maduremos, majestad. Los humanos, los hobbit, los elfos y los enanos. Aprendamos a vivir en paz, a relacionarnos como iguales. Solo así seremos dignos a los ojos de Eru. Pues necesitamos su aprobación para el buen suceso de ésta empresa.

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08/02/2015, 18:36
Veremir Tuk

El orgullo recorrió al hobbit al escuchar las palabras del Thain de la Comarca, no por lo que decía de él sino porque alguien, después de tantos años de lucha, reconocía lo que habían hecho durante ese tiempo él y los que lucharon a su lado.

Se le pusieron los pelos de punta cuando le ciñó la espada a la cintura, aquello no era un arma, era pura historia, y con ella a la cintura se sentía parte de esa historia. Miró el sello de la capa que le acababa de cerrar el Thain, una divisa oficial, con ella dejaba de ser un fuera de la lay definitivamente, no solo eso, ahora formaba parte de la ley, era extraño, pero satisfactorio y no pudo evitar que se le dibujara una amplia sonrisa en el rostro a la vez que se le hinchaba el pecho de orgullo.

 

-Si señor. Le sigo- Respondió apoyando la mano en Dardo y acercándose a la puerta con paso firme y decidido.

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08/02/2015, 18:47
Tal Hatak

El emperador oriental, que se había mantenido al márgen durante gran parte del Concilio, añadió ahora su particular dictámen y sentencia.

-Como nuestros pueblos ahora son uno, comparten destino. El imperio de Khând luchará orgullosamente junto a nuestros antiguos enemigos y a nuestros nuevos amigos. Dispongo que la guardia que me ha acompañado en éste viaje, 300 inmortales de mi guardia personal, estén bajo el mando de su comandante, Gorman. 

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08/02/2015, 18:50
Director

Los pueblos y razas trabajaban juntos. Para no quedarse atrás, los gobernadores de las diferentes provincias se comprometieron a apoyar la expedición. Incluso el walí al-Rashid, que nombró capitán de los montaraces a Kiribanti. El rey hizo sellar ésta alianza con un documento en el que se estamparon más de 50 firmas. El documento se leyó en voz alta a la mañana siguiente en un atestado salón del trono. Hubo aplausos, pero también rostros de incertidumbre. Demasiados siglos de preponderancia humana pesaban como una losa sobre tan buenas intenciones.

Sea como fuere, los príncipes y la reina guardaban para si su inquietud. Arphazel, su gran enemiga, estaría lejos de la corte, al mando de una expedición difícil y de destino incierto de la cúal quizá no regresaría con vida. Y aunque les intranquilizaba el hecho de que una fuerza tan formidable estuviera bajo su mando, por primera vez en mucho tiempo ambos hermanos mostraron cercanía y complicidad. Algo estarían tramando.

La que iba a comandar la expedición, recibió de manos del rey el palántir del comandante, con el que se comunicaría con el Consejo de Guerra, y el bastón de mando símbolo de rango. Las campanas tañeron y tocaron las trompetas, y una nueva comitiva abandonó ésta vez Minas Tirith, camino del puerto de Umbar. Una comitiva de soldados y porteadores.

El pueblo despidió a la princesa en olor de multitudes, y al frente de las tropas, en su caballo, recorrió el Pelennor hacia los embarcaderos del sur. La pequeña comitiva embarcó allí, y siguió río abajo durante dos días hasta llegar al puerto. Allí estaban concetrados los 7.000 hombres que ya se habían dispuesto para la expedición, y los 35 navíos de la flota del Reino cuyos mástiles parecían un bosque. Los barcos de Rivendel llegaron al sexto día, cuatro naves blancas con 500 arqueros al mando del propio rey Elrohir. Fue preciso, además, acomodar numerosos barcos de transporte para el suministro de tamaña armada.

La singladura estaba clara. Harían navegación de cabotaje, con altos para compra de víveres y hacer la aguada, hacia el sur. Bordearían Cercano y Lejano Harad, doblarían el Cabo de la Lámpara y en las costas de Tantrunak echarían el ancla unos días, reuniéndose con sus aliados de Monomotapa. Era un viaje largo, y se esperaba que durara tres meses, de junio a agosto, aprovechando los tranquilos mares estivales.

La poderosa flota zarpó el día 2 de junio, despedida por salvas de artillería desde el Fuerte del Rey en Umbar. Las velas se hincharon con un creciente viento del norte, y las proas hendieron grácilmente las olas. La mayor flota jamás reunida por los pueblos libres de la Tierra Media zarpaba al fin, rumbo a su destino. En la proa de la nave capitana, la "Reina Arwen", Arphazel miraba el horizonte con una expresión de inquietud soñadora. El mago azul estaba detrás, con una enigmática sonrisa de satisfacción. Había conseguido el objetivo de su viaje. Ahora tendrían que enfrentarse a lo desconocido.

Notas de juego

(FIN DE LA ESCENA)