Partida Rol por web

Aquel engendro postrado bajo él se debatía furiosamente en el intento de proteger su vida y su mutilado cuerpo. Del mismo modo, el lobomizado pugnaba contra éste y contra sus propios instintos agresivos para preservar la dudosa integridad de su grotesco cuerpo. El artilugio pasó rozándole el hocico y la primitiva parte animal del cerebro humano que ocultaba la cabeza perruna le lanzó al ataque.

Su presa dejó de debatirse lentamente, pasando de un vioklento intento de apartarle a un débil temblor. El aparato continuaba zumbando y rugiendo, pero el brazo al que se encontraba encaramado permanecía inmovil. Muerto. El primero de ellos. La primera de las benditas y agraciadas criaturas de Herr Doctor en sufrir la justa ira de sus garras y colmillos...

Aprovechó para tomar algunos bocados de jugosa carne del cadaver. En el fonndo, en algún lugar de su atormentada mente, algo se revolvía ante la arbitrariedad de sus actos. No le prestó atención. Aulló, triunfante y henchido de rabia. Aquel era sólo el primero...

Se alzó en toda su extensión. A la fría luz artificial se observó bañado en la sangre de aquel otro y descubrió una marca en su propio pecho. Similar a un tatuaje, un enorme número (ignoraba cuál aunque reconocía el trazo como "un número") lo adornaba como un cruel escudo de armas ...tal vez más adelante se ocupara de ello.

Giró en torno a sí, observando. Otros habían ascendido junto a él desde la hedionda oscuridad de la mazmorra y recordaba los agraciados cuerpos de los niños mimados de su creador. Buscó a sus potenciales aliados y a sus próximas víctimas através de la furia sanguinaria y los restos de sangre y visceras.

Todo mi ser es pura furia incontrolable, aquello que toco acaba muriendo o corrompiéndose, ¿por qué soy así?... ¿por qué me crearon?... ¿por qué vivo?...

Buscaba ayuda para calmar mi dolor, pero ni eso me fué concedido y en su lugar hice que otros conociesen la muerte... más no hay lugar en mi maldito interior para albergar remordimiento alguno por aquellos a quienes mis actos perjudicaron. No doy explicaciones, no pido perdón, soy lo que soy porque así me crearon, y si no puedo acallar mi dolor, haré partícipes a los demás de mi sufrimiento... si... les haré gritar y retorcerse como gusanos pisoteados, pues ahora comprendo el motivo por el que existimos... estamos aquí para sufrir y cuanto antes lo hagamos antes podremos escapar de esta jaula infernal.

Intento sobreponerme al dolor que me corroe los muñones donde mis brazos fueron amputados y observo lo que me rodea... el lobo aberrante disfruta de un festín como no había probado en años, arrancando a jirones los blandos trozos de carne del esbirro que me hizo esto...

Otros corren, huyen del lugar montados en un elevador, y en sus ojos veo el horror... nos temen, y eso me satisface.

Se que jamás volveré a poder utilizar mis brazos, pero eso ya no me importa, tan sólo quiero hacer tanto daño como me sea posible antes de regresar a la otra vida. No me resulta difícil localizar a la última de los esbirros del Doctor. Esa estúpida criatura gimoteante que llora y corre buscando una escapatoria... pequeño conejillo encerrado ... tus compañeros no han tenido reparo alguno en abandonarte a tu suerte... y yo no los tendré a la hora de matarte....

Cargado de rabia y frustración corro hacia la última de los esbirros del Doctor con el fin de embestirla y lanzarla contra potente sierra que hay a unos metros.

Suframos todos, la vida no da para más.

El Lobomizado aulla victorioso mientras escruta su alrededor, pero la euforia de la carnicería apenas le deja ver con claridad lo que le rodea… el nivel ha quedado practicamente libre de esbirros del doctor, excepto uno, gimoteante y lloroso, que intenta torpemente alejarse de la zona más peligrosa… la zona en la que están las criaturas surgidas de las profundidades.

La criatura conocida como “Bestia”, que no logró alcanzar el elevador a tiempo, observa hacia arriba desde el hueco libre de éste. Y de pronto, quienes antes ascendieron en él, se lo envían en forma de desagradable regalo, haciéndolo descender a toda velocidad hasta que se estampa contra la criatura, haciendo estallar sus huesos, que se quiebran y atraviesan la piel como puntiagudas estacas, mientras su cuerpo se reduce a una pulpa sanguinolenta enterrada bajo las planchas de metal.

A escasos metros del ser lupino, el engendro sin cabeza ni brazos arremete con furia contra el último siervo del Doctor, pero éste, al recibir su impacto contra su obeso cuerpo, apenas se resiente, y haciendo gala de una fuerza asombrosa, eleva al atormentado ser y lo arroja sobre la mesa de corte más cercana, donde la hambrienta sierra lo parte por la mitad desparramando por el suelo sus intestinos, parte de los cuales quedan colgando de la mesa.

Un sepulcral silencio se apodera del nivel tres, interrumpido sólo por el zumbar de la siempre ansiosa sierra, mientras las dos únicas criaturas con vida, el sujeto 3.141-X y el Lobomizado intercambian penetrantes miradas…

Con la adrenalina aún recorriéndole el interior en violentos pulsos, el lobomizado ve como el mutilado cuerpo degollado que considerase un camarada es destrozado por  aquel blasfemo servidor de Frankenstein casi al mismo tiempo que escucha el estruendo metálico del elevador al precipitarse contra el suelo y La Bestia.

Cegado por su sed de sangre y venganza se prepara para arremeter contra la criatura, quizás con las suerte de alcanzarla mientras se encuentra con la guardia baja tras el esfuerzo de lanzar al desvalido cadaver animado contra la gigantesca sierra.

No gruñe. No brama. No aúlla ...aunque el repiqueteo de sus cascos contra elo metálico material que reviste el suelo anuncia su carga como un canto fúnebre.

Me empotro contra el pesado cuerpo del servil lacayo y me percato de que es más poderoso de lo que en un primer momento pensé. Siento sus manazas agarrar mi cuerpo y elevarme como si fuese una liviana pluma.

Desde lo alto veo al Lobomizado y él me ve a mi, no puedo hablar, no hay manera alguna de comunicarme con él. Escucho la potente sierra rugir reclamando mi carne y sé que es mi hora.

Observo la figura lupina erguirse sobre su merecido manjar... cuando mi maltrecho cuerpo es arrojado contra la sierra tan sólo espero que él triunfe donde yo fracasé.

Y se lanza, como el depredador que en parte es contra su nueva presa, evitando charcos del icor ardiente y los resbaladizos despojos de su anterior refriega. Si lo hace hacia la victoria o hacia un trágico destino él lo ignora. En cualquier caso, significará la liberación final para alguno de ellos...

Lobomizado se lanza contra la sujeto 3.141X, las pezuñas resuenan en el suelo metálico cuando la bestia peluda y deforme se abalanza sobre la enorme mole de carne que no tiene tiempo de reaccionar, con el sujeto descabezado aún en sus manos, sin tiempo a girarse, su barriga desproporcionada se desparrama sobre la mesa y incapaz de voltearse, la sujeto 3.141X siente las fuertes garras del amorfo ser.

El desgarrador grito de 3.141X resuena en las ahora solitarias profundidades del ardiente nivel3 y bañándo su rostro de sangre sigue en su trayecto al ya inmóbil sujeto descabezado

Bzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz

La gigantesca sierra circular hace volar por doquier los sesos del enorme sujeto, se forma entorno al lugar una repugnante lluvia de astillas de hueso y copos de seso. Lobomizado, teñido su rostro y sus manos de rojo se aparta con gran temor de la ensangrentada sierra que sigue tragándose a la sujeto.

Muchos han sido los devorados por la sierra. Un enorme charco de sangre gotea inacabable desde los bordes de la mesa formando bellas cascadas de ése vivo carmesí que el suelo empapa.

Lobomizado observa en todas direcciones, no queda nadie más que él, el ascensor parecía una buena vía de escape, pero ahora se encuentra destrozado, pedazos del mecanismo se encuentran esparcidas, y tan solo dos posibles caminos. Volver a las mazmorras, o ése angosto túnel enrejado por el que la maquinaria ascendía a vaya uno a saber dónde....

Soledad de nuevo. Distinta a la soledad figurada de tantos días en la oscura mazmorra. La soledad de la muerte.

Mientras el zumbido de la enorme sierra zumba a su lado y los ecos producidos por el elevador al precipitarse contra el suelo se propagan, débiles ya, por la enorme nave del sector, aquella parodia debe decidir su siguiente paso.

El exultante placer del frenesí provocado por la adrenalina en su sangre da paso ahora al agotamiento. La celeridad y magnitud del destino que ha eliminado a sus compañeros le arrastra al desánimo. Sólo él... una criatura tarada contra todos los servidores de Frankenstein y el propio doctor... ¿qué posibilidades tenía? Podía descender, desandar el camino y avanzar en busca del grupo de fugados que optó lanzarse a la inútil búsqueda de la libertad o buscar un modo de ascender en su propia búsqueda.

Ninguna de las alternativas parecía segura, más allá de los términos de peligros inminentes, lucha y muerte. Tal vez la muerte de otros, indudablemente, la propia ...en algún momento.

No tenía caso: los esbirros de Herr Doctor se lanzarían contra él. Había irrumpido en la Faktoría y acabado con dos de sus criaturas. Le darían caza, no cabía posibilidad alguna de redención.

Se acercó, entre el repiqueteo de sus cascos, al enrejado y lo examinó con tan buen ojo como era capaz, tratando de estudiar todas las posibilidades que pudiera preveer ...lo cual no le tomaría demasiado tiempo.

El túnel del ascensor es más que un enrejado, toda una red de gruesas vigas de hierro oxidado rodean la ascensión del ahora colgante cable metálico. Los hierros, cuadrados y sobresalientes son del todo seguros, incluso para tus torpes pezuñas, sin embargo es mucha la distancia que parece deberás subir, incalculable para un cerebro tan pequeño.

Un sonido extraño hace que te gires lentamente para observar con horror el infierno en el que te encuentras, los calderos rebosan y se derraman. Líquidos viscosos y burbujeantes comienzan a expandirse por el nivel 3 y el resoplido quejumbroso del propio suelo hace ascender volutas de humo al sentir metales fundidos derramándose por el lugar.

Debajo de los calderos las brasas comienzan a caer al suelo, montones de sujetos horriblemente mutilados y carbonizados servían de combustible a toda esta maquinaria, y desde el fuego comienzan a emerger sus cuerpos muertos cuando siguen cayendo en llamas desde algún lugar, formando esas montañas de ceniza y brasa.
Todo está al rojo vivo, buscas el lugar por el que llegaste pero no hay más opción a la vista que subir por el ascensor

Un sonido que desconoce, una especie de perezoso gorgojeo capta la atención del lobomizado mientras examina la posible vía de escape. Al girarse descubre que ha pasado de posible a única pues la hirviente y burbujeante materia  resuma de los baldes y comienza a desparramarse por el suelo avanzando poco a poco, ganando terreno por momentos.

La única solución parece la de tratar de encaramarse a los restos del sistema elevador y tratar de ascender. Tras una profunda inspiración del irritante gas sulfuroso que comienza a emanar a raíz de las reacciones químicas, el lobomizado trata de encontrar a qué sujetarse e iniciar su marcha hacia las alturas...

Los hierros están destrozados, rasposos y calientes, la sala se llena de líquidos y brasas. El óxido corta, los hierros no son tan cuadrados como al principio habías creído, asciendes pero no es tan fácil como pensabas, pero ya no hay vuelta atrás. Tus manos sangran y sin embargo apenas has ascendido un par de metros, ya estás cansado, tus deformes tendones, músculos y huesos; provenientes de cuerpos muertos, de criaturas cuya imagen original es ahora imposible de imaginar, se engarrotan y duelen, tienes ganas de soltarte, pero abajo solo te esperan los escombros del ascensor, una caída peligrosa. Y no hay otro camino, no si deseas evitar los burbujeantes efluvios, no si deseas vivir. Debes ascender, solo hay un camino, solo hacia arriba.

El lacerante dolor que le infligen las afiladas aristas de las vigas y los oxidados hierros desaniman al lobomizado y el desacostumbrado ejercicio le deja extenuado. Sin embargo, no hay posibilidad de desandar el camino, como deduce por el sensible aumento en la temperatura de la sala y los gases sulfurosos que dificultan su respiración. La mera idea del hirviente líquido lamiendo el suelo que acaba de abandonar le brinda nuevas fuerzas para aumentar la distancia entre ellos.

Cada centímetro ganado constituye una agonía. Dolor y más dolor. A esto se reducía la vida que el Doctor les ofrecía, un constante e interminable tormento salpicado de toda una pléyade de afrentas. Poco a poco, la ira y la rabia volvieron a él insuflándole ánimos, aupando su cuerpo confeccionado a base de despojos y revitalizando sus doloridos músculos.

Cada centímetro ganado constituía una tremenda agonía. Una agonía que estaba dispuesto y deseoso de compartir con Herr Doctor y sus despreciables criaturas...