Partida Rol por web

La armadura del Zorro Blanco recorría el cuerpo de Andreas y le llenaba de fuerza y energía. Podía sentir su cosmos estallando dentro y potenciando sus habilidades. Y seguramente las iba a necesitar. Pues la forma medio lobo medio hombre que tenía delante parecia mortifera.
A pesar de la sorpresa de la protección de la armadura, el ser se recuperó lo suficiente como para evitar el grueso del ataque del joven. Aun así tuvo que retroceder un poco.

Bien. Has conseguido que la armadura te acepte de alguna manera. Pero eso no te salvará. No eres un caballero de Atenea por llevarla. Te he observado, no eres un gran guerrero. Te arrancaré el corazón y me lo comeré mientras la vida escapa de tu cuerpo.

A pesar de sus bravatas, el hombre lobo parecia un poco intimidado por la presencia activa de la armadura. Y eso se demostró en el vacilante ataque que realizó, dejando un buen hueco a Andreas para que respondiera.
El golpe del joven le hizo sangrar, no demasiado, pero estaba claro que había dolido. El lobuno no dijo nada, sólo gruñó ferozmente.

Andreas sabía que las cosas no podían irle bien. El combate al que se enfrentaba era superior incluso para el con una armadura de bronce.

El lobo había logrado defenderse de su ataque de forma oportuna y este solo le había causado una herida más para enfadarse con el joven.

Andreas confiaba en su escudo protector y veía como del cosmos de la armadura tomaba la forma de múltiples colas para defenderle de los ataques del lobo. Ahora le tocaba el turno a él para pasar a la ofensiva, lanzo un golpe con el ánimo y la esperanza de lograr pasar las defensas de este.

Parecia que Andreas le estaba tomando la medida al hombre lobo. Pero la furia de este se desató de manera terrible en cuanto el joven caballero lanzó un nuevo ataque, las garras del ser detuvieron el golpe y lo desequilibraron lo suficiente como para poder rasgarle el costado.
Unas colas de zorro hechas de puro cosmos trataron de detener el golpe, pero sólo lograron reducir su potencia. Las garras atravesaron incluso la armadura que le protegía, pero el joven sabía que de no haber sido por esta le habría partido en dos. Le devía la vida a la armadura.

El hombre lobo se llevó las garras a la boca y provó la sangre, y sonrió de manera macabra.
 

Andreas noto el golpe bien dado del Lobo, la verdad sin el escudo debía de haberse sentido sin la pérdida del aliento.

A pesar de todo el último golpe le concedió el siguiente asalto al Lobo y de nuevo el joven sintió como el cosmos arrojaba hacia el frente unas nuevas colas para bloquear el intento del Lobo de causarle más heridas.

Confiaba en poder hacerle pagar al Lobo su intento, pero no lo sabría hasta que viera los resultados.

Confiado por haber hecho sangrar al aspirante a caballero, el lobuno sonrie y ataca nuevamente a Andreas. No obstante, en esta ocasión el joven está preparado y el escudo que ha proyectado detiene las afiladas garras del ser.
Andreas aprovecha la inercia y contrataca a su enemigo, pero este es demasiado rápido. Ya recibió un buen golpe y prefiere no volver a llevarse otro si puede evitarlo.

El combate está lejos de terminar.
 

Andreas veía como el tiempo luchaba en su contra y sabía que tarde o temprano el Hombre-Lobo golpearía donde más doliera, incluso incapacitándolo. Su último golpe había sido más que crucial para notar la diferencia. Pero gracias a la armadura que le protegía lograba sobrevivir más tiempo del que esperaba.

Ahora sabía bien que hacer y concentrándose en sí mismo se preparó para lanzar un nuevo golpe. Sintiendo como el cosmos de la armadura le inducia a realizar ciertos movimientos, logro lanzar un golpe bien dirigido a un punto débil que creía tener el oponente.

El hombre lobo seguía sonriendo de manera desagradable con su prominente hocico. Pero la sonrisa se le cortó de repente cuando Andreas volvió a sorprenderlo.
Confiaba en su rápidez natural y su dureza intrinsica. Pero el ataque del joven era una mezcla de impacto físicio y de algo más. Algo que provenía de su interior.

El puñetazo le dio en todo el pecho y lo alejó varios metros atrás, impactando contra una de las paredes de la cueva. El lobuno aulló de dolor y de furia. Pero contra todo lo que esperaba Andreas, se volvió a levantar una vez más.

No has acabado conmigo. No puedes acabar conmigo. Mi señor Hades me da fuerzas, mientras que tu panfila diosa os tiene abandonados.
La victoria será mia.

Pese a sus bravatas, el ser parecia herido y ya no se movía tan gracilmente como antes.

Andreas intento superar la alegría que sentía tras el último golpe, sentía que había dado en una zona sensible y adecuada para ganar segundos de respiración que le dieran tiempo a planear algo más.

Una vez más se lanzó a fondo intentando superar las defensas de este y tratando de lanzar un nuevo golpe, pero la emoción del último golpe hace que el suyo no sea preciso.

El hombre lobo estaba más herido de lo que admitia, Andreas seguía siendo mucho más rápido que él y le acosaba con sus golpes.
Una vez más logró alcanzarle, y este se quejó gruñendo furiosamente. Pero no podía hacer nada por evitarlo. El combate parecia estar decidido.

Parecia...

Andreas estaba sorprendido consigo mismo. Había superado las defensas de aquel oponente con mayor facilidad que a lo largo del combate que llevaba.

Inspirado por ello se lanzo de nuevo afondo intentando que un nuevo golpe le proporcionara una oportunidad de sobrevivir a esto.

Andreas se fijó en algo que le inquietó, al parecer las heridas del lobuno se estaban cerrando. No todas, pero sí algunas. Iba recuperando su rápidez.
Aun así, no fue suficiente como para detenerlo. Un nuevo ataque superó las defensas del hombre lobo.

El ser salió despedido por la fuerza del golpe de Andreas e impactó contra una de las paredes. El crujir de los huesos resonó por toda la caverna. Sin poder sostenerse, cayó al suelo mientras su cuerpo de lobo se iba deshaciendo. El gruñido que soltaba se transformó en una suplica apenas susurrada, más la caverna estaba en silencio y el joven fue capaz de escucharla.

Nooo... Mi señor...Aun no...
Puedo con él... Dadme algo más de poder...dame....

NOOOOOOOOOOOOOOOO...

El grito fue agónico. Una sombra negra pareció salir del cuerpo y desintegrarse. Andreas no sabía qué sucedia, pero no pudo atender a eso. Pues de repente los lobos empezaron a moverse. Habian estado quietos todo el tiempo que duró la pelea. Pero ahora la manada se movió como uno solo y se abalanzó al cuerpo caido. Los sonidos de carne desgarrada y masticar resonaban en la cueva.

Andreas había sobrevivido. El joven miro el cuerpo de su oponente destrozado por aquellos que habían permanecido quitos desde el principio.

El joven no sabía bien que hacer, acercándose a aquellos, gritó.

- PARAD. - Grito a pleno pulmón, a pesar de lo que era aquel ser, no merecía tal castigo.

Esperando ver que hacia na aquellos y si se separaban procedería a prepárale una lápida o tumba y ponerse en marcha para regresar al Castillo de Vanehein y la Anciana. A su espalda reposaba su armadura. Ahora si era un caballero. Pero… ¿La armadura no debería de estar en el Castillo?

A pesar de los intentos de Andreas, los lobos no cedieron en su cometido. Y aunque algunos le gruñeron cuando se acercó, ninguno le atacó.
Con un poco más de calma después del combate, y tratando de mantenerse ajeno a los ruidos, el joven examinó la cueva. A excepción del altar no había nada que indicase que no fuese una cueva normal y corriente. Y los rastros que encontró pertenecian sólo a los animales y al ser contra el que se enfrentó.

Con más preguntas que respuestas, Andreas volvió al castillo. Tenía muchas dudas e imaginaba que sólo Vanehim y la anciana podrían resolverlas.

El viaje de vuelta fue menos duro, pues la armadura le facilitaba el trabajo. Pero en cuanto tuvo el castillo a la vista, la armadura del zorro se le quitó y se guardó en su caja. Extrañado por ello, el joven no vio acercarse a una figura. Era su maestro.

Imagino que tendrás preguntas muchacho. Trataré de contestarlas lo mejor que pueda.

Andreas se sorprendió de la actuación de la propia armadura, ya había oído que eran como seres sintientes, pero tras observar aquello ya no le quedaba duda alguna.

Se giró al oír unos pasos y no le sorprendió ver a Vanehin.

- Así es maestro. – Comento el joven. - ¿Por qué nos habíais ocultado el paradero exacto de la armadura? ¿Quién era al que me enfrente? ¿Qué…? - El joven tenía más preguntas pero no sabía por dónde seguir.

Venehim suspiró con tristeza.

Tienes razón muchacho. Tienes razón.
Venga, vayamos delante de un fuego y te lo contaré todo. Al menos la parte que yo sé.

Ambos se dirigieron al castillo, pero no entraron por la puerta principal. En su lugar, el hombre lo llevó a una colena cercana y entró por una cueva que estaba muy bien escondida. De no haber ido con el viejo seguramente no la habría encontrado jamas.
Una vez en la cueva llegaron a un tunel trabajado en piedra, y tras caminar un buen trecho Andreas se dio cuenta que estaban dentro del castillo.
Una vez allí empezó a reconocer el camino y lllegaron a la habitación de la anciana.

Tenias razón Yaga, era él. Y con la armadura.

La anciana sonrió, pero no dijo nada. Al menos en voz alta. Porque Vanehim asintió y se sentó en una de las sillas. Andreas hizo otro tanto.

Lo que te voy a contar es la historia de la Armadura del Zorro Blanco tal y como yo la conozco. La anciana Yaga me la contó cuando yo era un chaval mucho más joven que tu. Antes de hacerme caball... antes de ir a la lucha.
En fin. Hay, o había, varias armaduras aquí en rusia. Está la del Cisne, la de la Cruz del Sur, y la del Zorro Blanco. Pero hace ya muchos años, en una de las antiguas guerras contra Hades, la armadura fue robada. Uno de los aspirantes que había sido derrotado y expulsado, y con bastante rencor en su negro corazón, llegó a un acuerdo con Hades. A cambio de robar la armadura le daría poder para asolar esta tierra.
A pesar de que consiguió la armadura, esta es casi un ser vivo. Las armaduras son sentientes, y aunque no lo parezca elijen también a su portador. Por lo que el ladrón no pudo usarla. Aun así Hades le confirió un gran poder, y control sobre los lobos del norte. Durante generaciones sus descendientes, o él mismo según qué versión, ha asolado a diferentes pueblos de la zona, aunque sólo en los inviernos más crudos como el de este año. Pero nunca hemos podido seguirle la pista hasta su guarida.
Por eso, cuando lo viste o al menos lo perciviste, la vez anterior supimos, creimos, esperamos, que tuvieras una conexión con él.

La prueba final de todos los aspirantes es encontrar la armadura y traerla. Y nadia había podido conseguirlo hasta ahora. Eres el primero en hacerlo.

Vanehim dejó de hablar para que el joven pudiera asimilar todo lo que le había contado.

Andreas escucho las palabras de ambos mentores.

Estaba claro que la situación escapaba a la comprensión del joven. Hades, otorgando sus poderes a personas para evitar que los aspirantes a caballeros lograran convertirse.

A pesar de todo él lo había logrado, tal vez la sensación que había sentido durante todo el enfrentamiento era algo que le acercaba a Atenea.

- De acuerdo, pero… ¿qué debo hacer ahora? – Comento el joven. Mirando a la anciana y Vanehein.

Tanto Vanaheim como la anciana se permitieron esbozar una sonrisa. Fue el hombre quien contestó.

¿Ahora? Ahora eres un caballero de Atenea, el Caballero del Zorro Blanco, con todo lo que ello implica.
Estamos en guerra, y tu deber será proteger a la Diosa y detener al mal allí donde lo encuentres.

Te esperan duras pruebas Andreas, pero estoy seguro de que podrás superarlas. Aun así ten cuidado, porque el mal es sibilino, y le gusta acechar donde menos te lo esperas.

La anciana tomó el relevo de la conversación.

Regresa al Refugio, allí el Guardian os dirá qué hacer a continuación. Tus poderes irán creciendo contigo, tienes el potencial de ser uno de los caballeros más poderosos que hayan existido, es una gran responsabilidad. Y una tentación para el oscuro. Ten cuidado y que la diosa te guarde.

Ya estaba hecho. Lo había conseguido. Era un Caballero de Atenea, ahora tenía que demostrar ser digno de la armadura. Regresaría a su antiguo hogar y tal vez se encontrase con alguno de sus hermanos. Entonces juntos pelearian por Atenea.

Las cosas le habían sido aclaradas a Andreas. La situación no era la que él hubiera deseado y menos aun lo que aquello implicaba.

No pudo hacer menso que acercarse a la anciana y abrazarla mientras lagrimas recorrían su rostro. La despedida con Vanehein fue más paternal, pero a pesar de ello el joven sentía que por fin había conocido a gente a la que podría haber considerado como su padre y su madre.

Tras aquello tomo sus cosas y con la armadura a la espalda sintió, más que supo, a donde debía dirigirse.