En su afán de quitarle lo que sea que tenga en la boca el bicho, Martha sacó su sadismo interior porque estaba cegada. Quería terminar con esto, básicamente porque era consciente de que sus hijos estarían en peligro y bajo esta situación que de alguna manera está a un paso de ser engullida. No lo duda.
Aprovechando que tiene el bate de béisbol manteniendo la boca abierta, con sus manos nuevamente buscó en esa cavidad viscosa lo que sea que pueda afectarle a la criatura. Quería tironear de ello, hacerle doler mientras su esposo se ocupaba del tentáculo.
Motivo: Arrancar
Tirada: 2d6
Resultado: 8(+2)=10 [4, 4]
Uff como cuesta !
Aquello era una lucha sin cuartel, parecida a la que mantenían en la antigüedad los luchadores grecorromanos. La criatura poseía una fuerza y un aguante increíbles, porque no cejaba en su empeño. Pero la fuerza de voluntad de ambos progenitores era aún superior a la suya. Por eso seguirían juntos hasta el final, fuesen cuales fuesen las consecuencias; también por eso, viendo que su esposa trataba de arrancar algo de la boca de la criatura, Karl apuntó con el revólver al tentáculo con el que esta oprimía a su esposa y le descerrajó cuatro tiros, las balas que le quedaban al revólver, con el fin de reventarlo en pedazos y así pudiera Martha escapar de esa presa.
—¡Muere! —BANG, un disparo— ¡Muere! —el segundo— ¡Muere maldito! —otro... y otro más. El tambor del revólver siguió girando, pero el click metálico anunciaba que ya no disponía de más disparos. El olor a pólvora impregnó la cueva. Ojalá aquello fuera suficiente...
Motivo: Primer disparo
Tirada: 2d6
Resultado: 9(+3)=12 [4, 5]
Motivo: Segundo disparo
Tirada: 2d6
Resultado: 7(+3)=10 [3, 4]
Motivo: Tercer disparo
Tirada: 2d6
Resultado: 3(+3)=6 [1, 2]
Motivo: Cuarto disparo
Tirada: 2d6
Resultado: 6(+3)=9 [2, 4]
El valor de aquel matrimonio era incuestionable. Sus acciones heroicas eran dignas de los grandes mitos que los hombres contaban antaño.
Martha trató de dañar de nuevo la garganta de aquel ser. No fue capaz, pues su boca - llena de baba densa - era muy resbaladiza.
Karl, movido por el más puro y simple sentido de supervivencia, disparó al tentáculo que tenía a su esposa atrapada. No hizo un disparo, ni dos, sino que apretó el gatillo cuatro veces. Hasta el último proyectil penetró la carne de la criatura. La sangre verdosa y fétida salpicó paredes, suelo y a todos los presentes.
La criatura arrojó con desdén a Martha al suelo y se retiró al fondo de la cueva. Chascó sus mandíbulas, como si fuese un cocodrilo, y rompió el bate.
Después de escupir los pedazos, gimoteó encorvandose dolorido.
Monstruo herido grave
Karl se movió raudo y veloz para socorrer a Martha, tendiéndole una mano para que se incorporara después de que la criatura la tirara contra el frío suelo. Habían surtido efecto los disparos.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó, visiblemente preocupado, inspeccionándola de arriba a abajo por si descubría alguna herida grave que necesitara atención urgente—. Levántate, tenemos que acabar con esto ya. Juntos. Como hemos hecho siempre —añadió, besando sus labios con deseo durante unos segundos.
Después, una vez finalizado el beso, el hombre, ya sin el arma de fuego, fue directamente con sus manos desnudas hacia la criatura ahora convaleciente, que trataba de recuperarse de las heridas de bala y la agarró de la cabeza, tratando de hurgar en el cristal que coronaba su frente para sustraérselo.
—¡Ayúdame, Martha! ¡Hay que sacarle el cristal! ¡Debemos acabar con él ahora!
Motivo: Arrancar cristal
Tirada: 2d6
Resultado: 7(+3)=10 [5, 2]
Come on, darling!
Motivo: defensa criatura
Tirada: 2d6
Resultado: 5(+5)=10 [4, 1]
Karl, tras socorrer a su mujer, se acercó a la criatura. Con sus manos desnudas y ensangrentadas se dispuso a arrancar la gema de la frente del monstruo. El ser gimió mientras el hombre por cada pedazo que abandonaba su cuerpo, sufriendo pequeños cortes en las manos, mientras la intensidad de la luz disminuyó con cada trozo arrancado.
Estaba herida, cansada y llena de enojo, pero Martha Stevenson no quería rendirse pese a lo asquerosa que era aquella bestia y lo horrible que había sido intentar arrancar algo del interior de una boca asquerosa. No obstante la habían liberado gracias al obrar acertado de su esposo, momento en el que se acercó no dudó en asentir para darle una efímera tranquilidad a su gran amor. Aunque estaba apestando por los olores del bicho y bastante herida, con marcas en todo el cuerpo por el tentáculo.
Lo bueno es que hubo un beso, uno que hubiera deseado se alargue en demasía pero dadas las circunstancias era imposible. Así que en cuanto recibió el pedido de ayuda de su esposo, también se unió para ello, más allá de que la cercanía con la criatura jamás termina bien.
Motivo: Atacar
Tirada: 2d6
Resultado: 7(+2)=9 [6, 1]
Un chillido recorrió la cueva cuando ambos cónyuges hundieron sus manos en la carne de la criatura. Ambos sujetaron con fuerza los restos de la gema y tiraron con fuerza. El cristal se apagó cuando se hizo añicos entre sus dedos.
Los niños tomaron aire y exhalaron emitiendo un sonido tranquilizador.
Aquel cuerpo extraño emitió crujidos y chasquidos, una nueva oleada de un hedor indescriptible hizo que algún niño vomitara y que el aguerrido matrimonio sintiese nauseas. Si duda la criatura se descompuso en una sustancia fétida y pringosa a pasos agigantados.
Un fogonazo, un destello breve, indicó que aquel ser ya no haría más daño a nadie.
En las sufridas mentes de quienes habían salvado su bonita ciudad se amontonaron unas imágenes, que se sucedían con rapidez, como una película de cine mudo.
Aquella extraña criatura había descendido de algún lugar lejano de la galaxia y se había ocultado en aquella cueva. Los niños le descubrieron en sus juegos y él alteró sus mentes e infectó sus cuerpos con un agente desconocido. Aquellos pequeños adoradores volvieron a sus hogares y el mal que les carcomía por dentro se extendió como una enfermedad entre los menores.
Los primeros adultos que sufrieron la infección murieron, tras servir de incubadora de los propios retoños de la criatura. Aquellos seres, los llamados hermanos mayores, crecieron con rapidez en el cráneo de sus huéspedes y lo reventaron para salir. Una vez en el exterior, obligaron a los niños más difíciles de dominar a obedecer.
Lo siguiente que sucedió fue el caos que arrasó Pleasenville.
El matrimonio, unido, luchó hasta la extenuación, estando cercanos a desfallecer, hasta que consiguieron destrozar ese cristal, el cual se rompió en añicos y la característica luz verde que irradiaba se fue apagando paulatinamente, quedando luego la más absoluta oscuridad. A sus pies, la criatura rezongaba en sus últimos estertores de vida, mientras se descomponía a una velocidad vertiginosa. Karl se dejó caer al suelo, casi arrastrando a su esposa en el proceso, quien cayó encima de él. De repente una serie de imágenes fluctuaron en su mente, dándole explicación a los extraños sucesos que habían tenido lugar en los últimos tiempos en Pleasentville.
—Lo hemos conseguido, cariño. Hemos devuelto la normalidad al pueblo —susurró, acariciando su rostro con delicadeza.
El matrimonio había quedado cara a cara y el hombre, con los ojos vidriosos, la abrazó con fuerza, a pesar de que seguramente a ella le doliera cada uno de los rincones de su cuerpo. Pero es que le había salido natural hacerlo; era inherente tras lo que habían sufrido para llegar hasta allí. Había temido con todo su ser perderla, y que ella hubiese dado todo y más para ayudarle significaba mucho. Jamás en su vida hubiesen imaginado vivir una situación así. De lo que estaba más seguro que nunca era de que Martha, después de aquello, sería la mujer de su vida. Siempre lo había sido, pero ahora estaba plenamente convencido. La amaba. Y la cuidaría durante el resto de sus días. Procuraría brindarle una mayor atención, demostrándose a sí mismo que no era una persona tan fría.
La llama del amor, esa que creyó apagada en muchos instantes de su vida, había resurgido con más vigor que nunca en ese momento. Y eso era gracias a Martha.
Siempre codo a codo, siempre a la par en cada paso a dar y por ello es que esto pese a lo dificultoso que resultó ser, lo habían logrado. Su vida incluso estaba en juego, pero no cedieron ante la potestad de una oscuridad que quiso hacer estragos con su vida y en especial con los niños. Ellos tenían determinación y ambos, quería terminar aquello como era de esperar, sin imaginar que ese trabajo en equipo les daría una paz que ahora era perfecta.
Por esa razón es que cayó entre los brazos de su esposo, visiblemente emocionada y adolorida, pero feliz por haberlo logrado. Ya nadie sufrirá el martirio de este ser, cada niño no será corrompido por su influencia y los adultos no sentirán la impotencia inevitable de no saber que hacer. El matrimonio lo había logrado, así que llena de amor besó a su esposo con ansias y no le importó la pestilencia que tenía en todo el cuerpo por los fluidos de esa criatura. Había miles de razones para festejar, esto no sería algo en contra.
—Lo logramos amor, lo logramos.
Y tras unos segundos más de felicidad, festejo y amor, ella se incorporó incluso contemplando como había quedado su vestido. Estaba horrible, aún así ya no tendrían más temor y el pueblo conquistaría la libertad gracias a ellos.
—Es hora de ir por los niños, también hay que regresar a ellos con sus padres—dijo en un tono dulce, entre caricias—. Ahora sí que necesitamos las vacaciones.
Ya las planearían en su debido momento, se habían quedado sin casa, sin coche y vaya a saber que más. No obstante, estaban vivos y eso, ya era un milagro.
Salieron de la cueva, cogidos de la mano, caminando a paso lento al exterior. Estaban magullados, cansados, con el rostro demacrado y sucio, embadurnados en esa sangre verdosa hedionda; pero, probablemente, más felices que nunca. El fino hilo invisible que marcaba las conexiones entre las personas, era más que patente en ellos dos. Se desprendía en la complicidad de sus movimientos, en la cercanía y en la preocupación que mostraban el uno por el otro. Llevaron al grupo de niños de vuelta al pueblo, para que se reuniesen con sus padres. Unos pocos, descubrieron allí mismo, que habían perdido a sus seres queridos.
Era una de las secuelas que había dejado en Pleasentville ese caos terrible. Tendrían que reponerse a los fallecidos, a las almas inocentes que vieron sus vidas felices truncadas; a los destrozos generales y materiales... y a haber perdido su hogar. Ambos padres se interesaron por el estado de los infantes que les rodeaban, aunque cuando realmente estuvieron emocionados fue después de reunirse con sus hijos. Max y Sally se fundieron con ellos en un cálido abrazo, uno liberador en el que dejaron fluir sus emociones. Todos terminaron llorando. Karl demostró que su corazón seguía latiendo; siempre lo haría mientras estuviese junto a su familia. Era lo que más quería en el mundo. Esta experiencia cercana a la muerte se lo había demostrado y jamás volvería a dudar de sus sentimientos.
Al detenerse en la fachada de su hogar, ahora derruido y calcinado como consecuencia del incendio, el alma se le cayó a los pies. Tocaría trabajar muy duro. Serían años complicados para los cuatro, mas juntos lo conseguirían. Ya lo hicieron en el pasado, así que lo volverían a hacer de nuevo.
—Nos iremos de vacaciones a donde queráis. Me da igual si tengo que trabajar veinte horas diarias; haré que no os falte de nada en el futuro —le dijo a Martha, acercándose a ella—. Los pocos ahorros que nos quedan los emplearemos en disfrutar. Nos lo hemos ganado.
Y en su mente, por un instante, imaginó un porvenir en el que todo volvía a estar en su sitio, en un perfecto equilibrio. Y su casa, tablón a tablón, volvía a estar erigida e impoluta, destacando en el vecindario como un entorno acogedor, donde reinaba la paz.
—Por cierto, cariño... —comentó, agarrándola de la cintura, igual que en su noche de bodas—. No te lo digo mucho, pero siento que hoy es más importante que nunca. Te quiero... y no te merezco —remató, aproximándola hacia su rostro y dejando un beso en sus labios en el que le expresaba su amor eterno.
Con la amenaza alienígena controlada la pequeña ciudad de Pleasenville se preparó para un etapa de recuperación a través del trabajo duro de sus habitantes.
Aquel lugar volvería a ser idílico.