Llevaron a Fingar de vuelta a la ciudad enana donde rápidamente le vendaron las heridas, le colocaron los huesos rotos y le hicieron beber un brebaje para que recuperara algo de la salud perdida. El enano durmió toda la noche de tirón y cuando al día siguiente se despertó por fin se encontró en una cama que no era la suya con un grave dolor de cabeza y algo desorientado.
A su mente acudieron entonces todas los sucesos de los últimos días, y notó los largos y fríos dedos del mewlip enroscados a su cuello, sin embargo ahora allí no había nada más que el cuello de su camisa. Fingar sabía que no había sido un sueño. Trató de incorporarse y logró hacerlo a duras penas. ¿Cómo era que había salvado la vida?, ¿por qué la criatura no decidió rematarlo?.
La respuesta entró por la puerta unos minutos después: sus compañeros, que iban a ver como estaba se encontraron con él ya despierto y se alegraron mucho de que así fuera. Le contaron que en su búsqueda habían en encontrado el rastro de los mewlips y conocían el lugar por el que habían escapado de la cueva, pero que habían tenido que volver para buscar material de escalada. Al hacerlo se encontraron con uno de los mewlips tratando de ahogar a Fingar y corrieron a socorrerle ahuyentando al enemigo.
Después de dejarlo en manos de los sanadores, el grupo decidió volver con el material necesario para escalar la cueva. Fueron hasta el lugar que habían descubierto y les llevó varias horas conseguir trepar hasta donde habían visto que los mewlips abandonaban la cueva. Se encontraron entonces en el exterior, pero no era el bosque que habían pensado en un primer momento, aquél donde habían ido tras los compañeros desaparecidos. Estaban mucho más al norte, en un pequeño descampado por el que corría un riachuelo que se adentraba en unas tierras cenagosas. La niebla era tal que apenas podían ver a dos metros de distancia, y además estaban cansados y era tarde, por lo que habiendo descubierto esto, decidieron volver al día siguiente, aunque no sin antes visitar a su compañero herido en una mañana tan soleada como no se recordaba en meses.
- ¡¡Fingar!! ¡¡Amigo mio, me alegro que estés despierto!!- dijo acercándose a su amigo-. Lo siento. Siento no haber podido acabar con esas criaturas. Las perseguí, pero corrían más los muy cobardes- se disculpó.
- Lo bueno es que ahora sabemos donde se esconden. Y espero que vengas con nosotros. Te apuntas ¿verdad?- le dijo dándolo por hecho.
Abrió los ojos y esbozó una sonrisa
- No te atormentes, Batum. Yo soy el que os ha fallado a todos. Fui incapaz de acabar con una de esas criaturas mano a mano. ¡ Con lo que he sido yo siempre! ya no tiene remedio... ¿habéis encontrado algo? ¿sabemos algo? ¿qué me he perdido? ¿estáis todos bien?
mientras hablaba se dio cuenta de que no sabía ni dónde estaba ni cómo era posible que hubiese salvado la vida.
-Conseguimos dar con una galería que llevaba a una bóveda enorme donde encontramos evidencias de que la usaban como entrada y salida de la cueva. - Respondió el enano. Luego procedió a relatar el hecho fortuito por el que le habían encontrado y la posterior escalada y el lugar que descubrieron después.
Batum asentía a las palabras de Negredog, pero cada vez apretaba más y más fuerte su arma. Hasta que ya no pudo más y entonces habló... o, para ser más precisos, gritó.
- ¡¡Eso es mejor contarlo a los nietos, ahora hay que romper cabezas mewlip!! ¡¡Venga, todos en pie!! ¡¡Armaros, pertrecharos y a por ellos!! ¡¡Por Aulë!!
Volvieron al interior de la cueva y escalaron de nuevo por el orificio de salida que habían descubierto. Se encontraban en encontraban a escasos metros de un cenagal y el rastro de los mewlips les llevaba directamente hacía el interior de la propia ciénaga.
Cada paso que daban hundía sus pies en el cieno y su paso era muy lento por culpa de la poca movilidad que tenían en ese terreno. Tardaron poco tiempo en perder el rastro en semejantes circunstancias. Siguieron avanzando más y más simplemente por terquedad y avanzaron hasta que se dieron cuenta de que el lodo ya les llegaba por las rodillas. Se encontraban en mitad de una ciénaga cubiertos de barro blando y viscoso y habiendo perdido el rastro de los mewlips.
Tiradas de rastrear.
Tirada oculta
Motivo: rastrear
Tirada: 1d100
Resultado: 66(+13)=79
- Estupendo... -decía mientras alzaba su hacha todo lo que podía para mantenerla a resguardo del asqueroso lodo -no es que esto sea lo más desagradable que pueda existir, es que encima, no sabemos dónde buscar.
Tirada oculta
Motivo: Rastrear
Tirada: 1d100
Resultado: 81(+18)=99
Fingar encontró un débil rastro que los enanos siguieron durante varios metros hasta que tuvo que reconocer que lo había perdido. Una vez allí trataron de volver sobre sus pasos para retomarlo pero sus propias pisadas en el cambiante lodo habían terminado por borrar la única pista que tenían.
Se encontraron en mitad de una ciénaga cubiertos de lodo hasta más arriba de las rodillas y completamente perdidos. No sólo ellos estaban desorientados, ya que habían salido de la cueva por un lugar que apenas conocían, sino que además habían perdido el rastro de los mewplis. Y eso a pesar de que la niebla no había vuelto a hacer su aparición.
- Hemos de volver - dijo resignado el enano. En su interior miles de insultos y blasfemas dedicadas a los mewlips.
Alli, en mitad de una cienaga, con el barro entrando en sus botas, con los pies humedos y siguiendo un rastro invisible, no tenian nada que hacer.
Sin saber bien como dar con esos seres, como encontrar su madrigera, como acabar con ellos, daban pasos a ciegas.
- Es cierto. No soy capaz de encontrar un rastro que podamos seguir. Quizás con más refuerzos logremos encontrar algo, no sé... con alguien más hábil o con un grupo más numeroso- decía negando con la cabeza con un cabreo de mil demonios.
- Grrrrr- gruñó Batum al ver que sus compañeros tenían razón.
- Volvamos, pero yo seguiré dando caza a estos malditos seres- recordó-. Quizás si volvemos unos cuantos pasos atrás,hasta la última vez que encontramos algo ... quizás logremos seguir nuevamente y dar con ellos. O quizás buscar algo por aquí... es que me enerva tener que dejar la búsqueda y caza de los mewlips.
Los enanos tuvieron que resignarse al hecho de que los mewlips se habían llevado su tesoro y habían huido por un terrenos que, según las historias de los cuentos de dónde aquellas criaturas habían salido, conocían muy bien y por el que parecían moverse como pez en el agua. No como ellos, que apenas podían dar un paso entre el fangoso terreno y no lograban encontrar ni un misero rastro.
Malhumorados y jurando venganza y no cejar en su empeño regresaron a su hogar, donde se recuperaban del ataque sufrido por esas criaturas. Cuando estuvieron de vuelta, les informaron de que Grór quería hablar con ellos.
Enrabietado por no haber podido dar caza a los mewlips, Batum recibió la noticiá de hablar con Grór como un tirón de orejas.A ppesar de que había hecho todo e intentado todo por darles caza, habñia vuelto con las manos vacías y se autoinculpaba y recriminaba. Esto no hizo otra cosa que aumentar la rabia e ira del guerrero. Pero como buen enano, acudió a la cita sin rechistar como le habían ordenado.
Grór los recibió en la sala de su trono para recibir las noticias que los enanos habían recabado. Escuchó pacientemente el asunto del túnel que habían descubierto en aquella galería, por el que seguramente los mewlips salieron al exterior y las tierras cenagosas y pantanosas que había más allá. Le contaron también su fracaso a la hora de encontrar un rastro que seguir de aquellas criaturas y la dificultad que entrañaba el caminar por ese terreno fangoso.
-No os preocupéis. Seguramente las criaturas están acostumbradas a caminar por ese terreno y os sacaban un gran ventaja. Mandaré a mis mejores rastreadores a explorar esa zona pero me da que los mewlips están ya lejos de estas tierras. Cogieron lo que quisieron y se lo llevaron.
Agachó la cabeza dolido pues habían gastado un tremendo esfuerzo en aquella mina y lo habían pagado con demasiadas vidas y sufrimiento para que ahora se lo hubieran robado vilmente.
-La mina de Mithril está agotada. Ahora lo veo todo claro. Esos mewlips, o como se llaman, usaban la niebla para robarnos y asesinarnos y ahora nos han dejado sin nada. Juro que no descansaré hasta dar con ellos, por difícil que sea esa tarea, y recuperar todo nuestro metal. Y vosotros seréis recompensados cuando eso suceda. - Hizo una breve pausa. -Pero ahora tenéis otra misión que atender:
-Mi hermano, Thrór, ha decidido partir de las Colinas de Hierro para emprender la búsqueda de un hogar para los de vuestro pueblo. Yo he tratado de convencerle de que se quede y que alargue mi hospitalidad durante más tiempo pero él lo ha preferido así. Es vuestro señor, por lo que supongo que querréis estar con él. No obstante, mi pueblo agradece todos los servicios y la dedicación que habéis dado a las Colinas de Hierro. Las puertas de mi hogar siempre estarán abiertas para vosotros.
El próximo post será el post final de la partida, podéis aprovechar para poner lo que queráis.
- Lamento profundamente la perdida de tantas vidas. - la voz del enano era triste - El mithril ha desaparecido, los mewlips se lo han llevado, con su permiso, preferia tomar parte en la busqueda de esos asquerosos seres, mi deseo es encontrarlos y acabar con ellos, devolver el esplendor que este asentamiento hubiese tenido - aseguro el enano, no deseaba partir de aquella tierra, queria recuperar lo que ellos habian encontrado, el preciado metal.
Cabizbajo apretaba los puños y hacía tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos, aquello era decepcionante. Muchos habían caído, Fingar no estaba furioso por eso, eran enanos y la muerte no era desde luego el final, era una etapa más en la vida. Lo decepcionante era que no habían podido devolver el golpe a aquellas oscenas criaturas.
¡Los Dioses se las llevasen a los infiernos!
Pero no podían hacer más, quizás en un futuro pudiesen perseguirlas pero Grór tenía razón, no era ya su destino. Ellos debían seguir a su Señor y viajar con su gente
- Doy mi palabra de que esto no quedará así Grór, tus muertos son los nuestros y en cuanto me sea posible partiré en busca de esas endiabladas criaturas hasta que dé con ellas, te doy mi palabra. Ahora debemos marchar con los nuestros y ser útiles allá donde se nos necesite.
Las palabras del señor enano martilleaban la cabeza del guerrero.
Odiaba tener que admitir que habían salido derrotados por aquella viles criaturas, pero era hora de regresar con los suyos y de abandonar este lugar ya agotado, que más parecía una tumba que otra cosa.
- Espero que nos volvamos a encontrar y que nos des otra oportunidad de cazar esas bestias asesinas- gruñó Batun a modo de despedida-. De todas formas ya sabes dónde encontrarnos. Si das con otra veta o si vuelves a tener problemas con esos bichos, avísame, que no tardaré ni una luna en llegar.
Si bien tenía que partir, algo de él dejaba en aquella mina. Y, por supuesto, algo se llevaba. No solo amitad sin límites, si no una espina dolorosamente clavada en su alma por no haber podido vengar la muerte d muchos de sus hermanos enanos caídos ante los mewlips.
Después del tiempo que pasaron en las Colinas de Hierro recuperándose del daño que el dragón Smaug había causado en Erebor, el pueblo de Thrór partió de allí para encontrar un hogar al que poder llamar propio. Durante muchos años viajaron errantes de un lugar a otro por la Tierra Media, lo que hizo que Thrór fuera conocido como el Rey en el Exilio. Después de eso se dirigió al Sur donde se asentó provisionalmente en las Tierras Brunas. Decidió entonces ceder su anillo de poder a su hijo Thráin II y, acompañado únicamente de su gran amigo Nár, cruzó el Paso del Cuerno Rojo y descendió hasta Azanulbizar en busca de las puertas de Moria.
Encontraron las Puertas abiertas y Thrór, desoyendo los consejos de Nár, entró orgullosamente, como un heredero que retorna a su reino. Pero no regresó. El orco Azog mató y decapitó a Thrór grabando en la parte posterior de su cabeza su nombre en runas de los Enanos como advertencia a futuras incursiones enanas. Cuando Nár contó esta historia a Thráin provocó la indignación y el levantamiento del pueblo de Durin, provocando la famosa Batalla de Azanulbizar.
De los mewlips, nunca más se supo...