Nagredog aun espero hasta ver la puerta completamente cerrada, despues se giro para ver como Ojodelince y los presentes se marchaban. Quedaron con Turi, y sin que nadie lo preguntara hablo con sinceridad.
- Es extraño, seres muy poderosos, sin duda, capaces de someter a Khuzdor, asesinar a otros hermanos sin dejar rastro y desaparecer como si nada. Por no hablar de que caminan por la niebla ante nuestras propias narices y nisiquiera los podemos ver. No me gusta - realmente esos seres descritos por Ojodelince le ofuscaban, no sabia lo que eran y al no comprenderlos, en parte los temia.
- Estoy seguro de que pueden morir, todo ser puede hacerlo, solo hay que buscar la manera, hemos de adentrarnos en la cueva y ahondar hasta que no podamos avanzar mas. - dijo con decision.
- Sigo sin fiarme de Khuzdor, el unico que ha escapado, conjurador... - lo dijo en voz alta, sin darse cuenta de que no habian contado lo que vieron sus compañeros respecto a la puerta del hogar de Ojodelince, cuando los guardias fueron a entrar por la fuerza.
- ¿pero es que no véis que está medio muerto? - pregunta aún sorprendido por la reacción del enano - A mí tampoco me da buena espina y aquí hay brujería ... pero de ahí a que él sea el culpable... en cualquier caso nada podemos hacer ya hoy. Propongo descansar y organizar una expedición armada para ir a combatir a esas criaturas, pero ya no dependemos de nosotros, tendríamos que enviar un ejército en toda regla.
Halin como siempre se había mantenido en segundo plano, callado, escuchando y analizando lo que los demás tenían que decir. Sin duda no se le ocurría que clase de criatura podía morar en las profundidades, y por las descripción de Kuzdor podía ser cualquier cosa.
Con unas palabras de Turi, Halin vio una oportunidad para hacer algo que le quitaba el sueño.
- Si sera mejor que te llevemos a descansar Khuzdor. - dijo emulando una voz de complacencia.
Su única intención era acompañarlo hasta su casa y ver como demonios entraba, con esa especie de cerradura mágica, y si podía otear un poco en su interior.
Batum se limitó a observar la escena, su cabeza estaba llena de dudas y miedos, no le gustaba nada la brujería, pero era un enano valiente y era el primero que tenía ganas de ir por lo que fuera, agachó la cabeza con gesto pensativo y murmuró .- será mejor que descansemos, parece que mañana nos vamos a divertir... .- y fue directo a sus aposentos, llevaba demasiadas horas sin descansar y sus parpados parecían grandes rocas.
-La idea de Batum me parece la mejor. Mañana hablaremos largo y tendido de todo esto, y si con un poco de suerte sale el sol podremos acercarnos a echar un vistazo.
Turi había escuchado las opiniones de Nagredog y Fingar con interés y había asentido en algunos puntos que los enanos habían sugerido. Se quedó cavilando por unos instantes y después se dirigió hacía su casa todavía pensativo.
Halin fue uno de los que acompañaron a Khuzdor a la enfermería donde le trataron las heridas con hierbas curativas y le vendaron. El enano se encontraba débil por lo que necesitó ayuda para llegar hasta su casa.
A unos cien metros de la misma se soltó de los enanos que le ayudaban a caminar y les dijo que ya podía llegar él, estos se despidieron y se fueron a sus casas mientras Khuzdor anadeaba hacía su morada. Halin observaba.
En lugar de ir hacía su puerta, el enano se dirigió hacía una parte de la pared rocosa de su casa, allí la luz de las estrellas se proyectaba desde uno de los respiraderos del techo de la ciudad enana. Susurró unas palabras a la pared y un brillo plateado comenzó a recorrer la pared desde su boca hasta formar una puerta que brillaba con ese tono plateado del Ithildin. Khuzdor entró en la casa y cerró la puerta. Al hacerlo se convirtió de nuevo en pared sin rastro alguno de lo que acababa de pasar.
Halin picó con el puño de su mano izquierda cerrada en la palma de la otra.
- Lo sabía - murmuró hablando solo. Una sonrisa de satisfacción iluminó su rostro, le encantaba descubrir cuando sus sospechas eran ciertas. Ese tipo cada vez era mas sospechoso de esconder algo.
Pensó en que les contaría a sus compañeros al día siguiente, aunque seguirían en la mismas. Aquel enano parecía un protegido de Turi, y ya habían intentado hablarlo con los superiores pero no había funcionado tampoco.
Seguiría como estaban las cosas, pero lo vigilaría de cerca, y estaría presente y listo para actuar cuando fuera el momento de descubrirlo, o lo que hiciera falta.. pensó mirando su ballesta.
Nagredog asintio a las palabras de Turi. Se sacudio el polvo de sus ropas, y se aflojo el cinto un poco. Ahora mas relajado podria disfrutar de unos momentos de calma.
El enano se despidio de todos y se fue hacia su casa. Tranquilo, sin prisas. Alli le aguardaban un excelente brandy y una pipa de tabaco lista para ser degustada, no sin antes comer algo del guiso que aun guardaba. Despues se iria a la cama, descansaria toda la noche y el dia siguiente se prepararia para la incursion a las minas. No estaba precoupado, si no mas bien aliviado, al fin un camino que seguir.
El sueño lo atrapapo en su butaca. El brandy habia logrado su cometido, una buena digestion. Al rato se desperto para irse a su blanda cama...
Miraba a Kâmdur cuando se alejaba, pero su mente estaba abajo, en las minas. Había sido demasiada suerte encontrar una veta de Mithril tan grande y la suerte no dura siempre.
Ahora pendía sobre sus cabezas una grave amenaza, Fingar quería tomar sus armas y bajar a las minas a acabar con esas criaturas pero sabía que no había nada que hacer esta noche, no sería prudente y sólo conseguiría que le matasen.
Aquejado por una impotencia creciente, lo que peor llevaba Fingar era la tibieza de los dirigentes del poblado a la hora de enfrentarse a la amenaza, ¡por los Dioses pareciera como si no quisieran combatir! ¡ eran enanos!
Sacudió la cabeza volviendo en sí y decidió que como no iba a arreglar nada y esos pensamientos sólo servían para torturarle, decidió que lo mejor sería imitar a Kâmdur y retirarse a su casa. Seguramente no conciliaría el sueño, ya se veía en su banqueta de madera ensoñiscado toda la noche.
Levantó la mano e hizo ademán de despedirse del resto.
Cambiamos de escena a: Cruzando la niebla