Escena Niawf

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19/09/2014, 16:46

Rodrigo Manrique

Sólo para el director

Historia

Un generoso chorro de agua fría cayó sobre su cabeza y recorrió su cuerpo desnudo, aliviandole de la quemazón que el agua casi hirviendo, junto con el ahínco con el que los escuderos encargados de su limpieza le habían frotado la piel, habían dejado atrás.

La mañana siguiente sería el día más importante de su vida. Llegaba el momento que tanto había esperado desde que era niño y veía a su padre llegar triunfante de cada batalla. Por fín iba a ser investido caballero. Caballero del santísimo Santiago Apóstol, patrón de su familia y por el cual sería un honor entregar su cuerpo y alma.

Su piel enrojecida, una vez secada, fue cubiertas de unos simples pero exquisitos ropajes que le acompañarían durante la vigilia aquella noche en la iglesia.

Su madre, Isabel, comendadora de la orden, se había encargado de dirigir toda la preparación. Se la veía orgullosa de su hijo; Rodrigo lo podía ver reflejado en sus ojos. Aunque él no fuese el único de sus vástagos nombrado caballero, sabía que era su favorito. El pequeño de sus tres hijos, había tenido más tiempo para dedicarle, para enseñarle como tratar a los enfermos e inculcarle un amor hacia Dios y hacia el prójimo sin igual.

Una vez realizado el 'alinpiamiento' del cuerpo y vestido con los mejores paños, fue conducido a la iglesia, donde debería hacer la vigilia en pie durante la noche "mientra sofrir lo podiere", orando "los ynojos fincados" por el perdón de sus pecados y pidiendo gracias a Dios para el buen cumplimiento de la funciones que se le habían encomendado.

La velada se le hizo corta. Rodrigo era un jóven fuerte, de cuerpo y alma. Su cuerpo resistió sin problemas y su alma estaba en paz pues todos aquellos años los había dedicado al servicio de Dios y no tenía apenas de que arrepentirse, quizás de algún escarceo amoroso, pero sabía que eso sería perdonado.

A la primera luz del alba se celebró la misa que predecía al acto de investidura. Tras la misma, Rodrigo fue conducido, una vez vestido con el ropaje adecuado de un caballero, a la sala principal del castillo, donde ya estaban reunidos el Gran Maestre y el resto de los cofrades que habitaban la fortaleza de Uclés. Su padre, no estaba entre ellos. Había salido en una misión y todavía no había vuelto.

Aunque Rodrigo se sintió ligeramente decepcionado, no dejaría que empañase aquel magnífico día.

Tres veces le fue preguntado si deseaba recibir la orden de caballería, tres veces respondió afirmativamente. Sus hermano Alfonso, también caballero de la orden y uno de sus padrinos, le calzó las espuelas doradas en señal de la rectitud con la que debería emprender su camino. Por último, su maestro de armas - ocupando el lugar que debiera haber sido de su padre- le sacó la espada que llevaba a la cintura y con ella le ungió caballero.

Rodrigo se puso en pie, pero la espada aun no le fue aún dada. Debian esperar, confirmar el deseo del jóven en abrazar el juramento que acababa de hacer. Él miró con behemencia a su maestro y asintió. Éste le devolvió el arma y le besó la frente. Había nacido un nuevo guerrero de Dios, defensor de la fe cristiana del honor y de los inocentes.