-No soy estúpido- respondió Hans a Walter. -Aunque dejaremos volar ese Halcón cuando le crezcan las alas- concluyó aludiendo a que se despedirían cuando fuese a marcharse y no antes.
Grunt: No puedes saber eso, eso implica “sabiduría popular (Karak Azgal)”. A lo mas podrías saber que gremios existen oficialmente en Karak Azgal.
Se decía que con el tesoro que Skalf logró conseguir del dragón, este logro reunir a los mejores constructores para edificar la fortaleza sobre las ruinas de Karak Azgal. Y seguramente era cierto, pues ahora, haciendo una ultima parada frente a las puertas de aquella magnifica fortaleza, el grupo de mercenarios pudo constatar su majestuosidad. Frente a ellos se imponía una muralla de mas de diez metros de altura que aparentemente rodeaba toda la ciudad. A lo largo de toda la muralla había varias torres conectadas entre si mediante un parapeto y pasarelas, lo que proporcionaba excelentes posiciones de defensa para los guerreros enanos.
En la parte superior de cada una de aquellas torres, había un dragón rampante tallado en piedra siempre mirando vigilante hacia afuera de la fortaleza. Uno de los viajeros que buscaba también entrar a la ciudad en aquellos momentos les dijo al pasar que allí, en las torres, se guardaban grandes cantidades de aceite, el cual se hierve y se lanzaba durante un ataque desde las bocas de los dragones para ahuyentar o eliminar a los agresores. A la par, desde la lejana, era claro el indicio de que al menos había un cañón enano en cada una de esas torres.
La puerta por la que habría de entrar, construida con inmensos bloques de piedra, sobre los cuales se hayan talladas inmensas esculturas de piedra de fina terminación, y a la par, sobre las mismas múltiples runas enanas pueden notarse aun a la distancia.
Así, se encontraban ya en Karak Azgal tras un interminable viaje lleno de glorias, dolos y muchas historias. Y ahora su historia habría de esgrimirse en aquella lejana ciudad en la que quizá habrían de pasar el resto de sus día; y ya solo sus acciones determinarían si lo harían con gloria riqueza o en el profundo olvido.
Fin de la partida.
Melissa caminó en silencio durante los tres últimos días hasta la fortaleza desde donde ya se veía su destino, Karaz- Azgal, iba muchas veces con la cabeza baja, mirando el suelo, paso a paso, mil veces pensó pararse, mil veces pensó darse la vuelta. Pero como un reo que camina hacia el cadalso, sabe que su único camino es hacia delante. Aunque delante le espere la Parca.
Ahora, en la cumbre, sabía lo que vería si miraba en esa dirección, bajo su peluda piel de lobo que tiene sobre los hombros, la guerrera reconvertida en cazadora, está sudando. Aprieta los dientes y hace un vano intento en levantar los ojos. El corazón le late con violencia y sus puños se cierran con fuerza. Al segundo intento lo consigue. La visión de la ciudad hace que sienta un pequeño mareo. No se lo puede creer, ha vuelto a Karak- Azgal. En lo más hondo de su interior esperaba que pasaran mil cosas antes que volver a esa ciudad.
Ahora hay dos grandes razones por las que la pelirroja siente que puede volver a la ciudad, aunque el miedo está a punto de paralizarla. La primera que ahora no está sola, eso es un apoyo brutal. Estos mercenarios han sido capaces de derrotar todo lo que se le han puesto por delante. Cuando caí del caballo, se dieron la vuelta en bloque y entraron a cargar junto a los enanos. A Melissa le da miedo poner a prueba esa relación que hemos forjado, ¿hasta donde serán capaces de involucrarse cuando sepan toda mi historia?
La segunda es Lorantha, yo creo que no es capaz de imaginar hasta que punto los enanos son exclusivos y excluyentes con las otras razas en SU ciudad. Su dignidad y personalidad será destruida metódicamente, será despreciada de todas las maneras legales e ilegales que se les ocurran. Tengo que demostrarle mi apoyo, no puedo fallarla porque ella no me ha fallado. He encontrado en otra raza lo que nunca encontré en un humano del imperio.
Melissa apoyo un pie sobre un saliente mirando hacia la ciudad, ella también había decidido quedarse con los mercenarios. Eso de hacerse un hueco en la ciudad habría que verlo, pero desde luego sus caminos seguirían juntos. Ahora con menos miedo, le devolvía a la ciudad la mirada.
Junto a las puertas de la fortaleza enana, un casi imperceptible paso lateral la acerca a la elfa. Vamos allá.
Ya casi estaban. Karak Azgal. La ciudad en la que Jaime les había prometido que harían fortuna. Por supuesto, no es que la palabra del mediano valiese mucho para la mayoría de las personas, y con razón. Pero Kurt no pensaba que les hubiera engañado a ellos. Descartado el engaño, solo faltaba que tampoco se hubiera equivocado respecto a las posibilidades que tenían. Más oro del que pudieran imaginar... Y el mercenario podía imaginar mucho. Muchísimo. Sacos y sacos repletos.
Probablemente tendrían que abrirse paso con sudor y sangre, pero se sentía preparado. Llevaba una armadura aceptable, y llevaba con él algunas armas que jamás habría soñado tener entre sus manos en su vida anterior. Armas más dignas de héroes y señores que de un simple mercenario. Por supuesto no eran mágicas, pero su calidad y manufactura hacía que eso no le importase demasiado. Con ellas, sentía que podía derribar a un gigante, o abrirse camino a través de una horda pielverde.
Y puede que tuviera que hacerlo. Muchos cuentos se podían escuchar en las tabernas acerca de los peligros de las cuevas enanas, normalmente contados por enanos que habían superado por mucho su considerable tolerencia al alcohol. Grobis (que parecía ser la palabra para pieles verdes), cosas rata, mutantes de todo tipo... Y cosas aún peores. Pero hasta el momento Kurt no se había cruzado con nada que le replicara después de hundirle dos palmos de buen acero, y, quizás ingenuamente, confiaba en que eso siquiera siendo así.
Ante las puertas al fin, tanto por lo que había luchado para llegar hasta aquí. Mas que suficiente para llenar varias vidas de sufrimiento y pesares, un cuerpo casi roto tan solo para conseguir llegar hasta estas puertas de piedra, por una promesa. Una promesa que en otros tiempos me había impulsado a seguir a mis compañeros hasta este lugar para investigar cavernas que prometían estar llenas de oro y otras riquezas, con lo visto hasta aquí ahora sabía que para nada sería una empresa fácil conseguirlas.
Y tras eso habría que hablar con los enanos, esa raza que solo por pisar su suelo sin ningún tipo de contrato por enmedio ya te cobraban. Así que dudaba mucho de que nos dejaran sacar sus riquezas de su antiguo reino sin cobrar su parte, cuanto ganarían solo con el sudor y la sangre de aventureros, sin siquiera bajar a las minas. Usureros.