Partida Rol por web

En el viaje hasta Zimar imperó el silencio, ninguno de ellos quería hablar de lo ocurrido, tan solo pequeños destellos necesarios y solo unas pocos veces para ponerse de acuerdo sobre cómo gestionar lo conseguido y qué informes dar cuando se los solicitasen.

Una extraña sensación de cansancio se apoderó de ellos, aunque sabían que tras unos días y ya de vuelta quedaría en el olvido como tantas otras veces. Habían estado a punto de morir... pero esta era su vida, lo que habían elegido y solo podían mirar hacia delante, ya habían perdido a muchos compañeros en misiones así y en la siguiente podían ser incluso ellos.

Llegaron a Zimar sin sobresaltos, donde los recibieron ante la sorpresa de lo que revelaron. Decenas de mensajeros fueron enviados a distintos puntos del reino, a caballo y mediante rápidos cuervos o incluso magia.

Solo estuvieron un día, embarcando de nuevo en una de esas extrañas naves, y pudiendo comprobar desde el puerto cómo la ciudad se movilizaba para la guerra. No habían tardado mucho en tomar la dura decisión. Pronto el estado de calma de la urbe cambió para tornarse en alerta y trasiego en las calles.

Su transporte era rápido, mucho más que cualquiera de los anteriores, careciendo de gran capacidad de carga. Mantuvieron ya conversaciones más animadas, fruto de la camaradería y hermandad de la milicia. Las penas se curaban a pasos agigantados.

En menos de día y medio llegaron a la capital, donde fueron recibidos con honores, pues las noticias habían volado mucho más rápido que ellos.

Fueron llevamos a una enorme sala donde la cúpula del ejército se reunía con la propia reina, mal llamada princesa por la tradición, donde ellos eran las piezas vitales.

Al entregar el fragmento, el estupor de todos los presentes y la ansiedad de los tecnomagos demostraba la importancia del hallazgo, pese a no haber podido conseguirlo entero. Tras horas de discusión, que parecieron días para ellos tres, se acabó decidiendo tomar la firme decisión de enviar un grupo aún mayor a por él, encabezado por la propia Nyria, la suma sacerdotisa que ya habían visto antes y que los miraba con aire altivo cuando narraban lo sucedido en el Templo.

Pero llegado el momento fueron fuertemente interrogados sobre el grupo de jinetes que habían encontrado. Informaron sobre la posible presencia de muchos grupos más y de su conexión con Urgathoa, alertando de la importancia de la vuelta del Tirano y el vínculo que tuvo Tar-Bathon en el pasado con una de las mayores y más poderosas servidoras de la diosa, Lyanthari, traída de la muerte como una de sus Hijas y que levantó un ejército de no muertos para su señor.

La Reina, Eutropia en persona, tomó entonces la palabra para hablar al resto de esa alianza, desvelando que los espías de Taldor llevaban tiempo investigando el asunto y pese a la dificultad de corroborarlo esto dejaba claro que la historia se repetía, esta vez con otra de esas aberraciones... Illcayna Allonor, señora de Finder's Gulch, una pequeña comarca situada en Isger, el lugar donde Tass había relacionado algunos de los adornos de sus armaduras.

- Hace años que sospechábamos de ese posible vínculo. Hemos observado movimiento por parte de ella, que hasta ahora se había mantenido latente sin suponer un serio peligro, pero nada hacía pensar que el Tirano hubiera vuelto a levantarse. Nuestro ejército lo venció hace siglos y nos aseguramos de que jamás fuera posible traerlo de nuevo a la vida, o al menos a nuestro mundo.

- Sin embargo lo que decís no deja lugar a la duda, su ejército ha vuelto, y aunque en secreto parecen estar armándose. Será mejor dar el primer golpe y no esperar a que lo hagan ellos con mucha más fuerza.

Las discusiones volvieron de golpe, opiniones encontradas de acción y de calma, valorando qué se podía perder si solo fuera una maniobra de despiste, o cómo aprovecharían el resto de reinos la focalización del ejército imperial. Odiaban este tipo de reuniones, ellos eran hombres de acción, recibían órdenes y las cumplían, no malgastaban su tiempo en tomarlas. Para ellos el planteamiento era si o no, directamente.

Hartos de guardar el protocolo sabían que pese a todo lo que allí se dijera la decisión parecía clara. La guerra.

Durante casi todo el día estuvieron en aquella sala, anhelaban una cama cómoda, incluso en solitario, para dormir un poco y descansar olvidando lo que habían vivido en la selva.

La propia princesa lo vio y los liberó permitiéndoles salir de allí. Serían llamados al día siguiente, en privado.

Los últimos días habían sido agotadores pero habían demostrado la fuerza que corría por sus venas, el poder de Taldor en cada uno de sus soldados. Si tres miembros de las Espadas del León habían conseguido eso qué no podría hacer una legión, el mundo lo sabía. Era por eso por lo que llevaban siempre un distintivo, una marca que en el campo de batalla achantaba a sus enemigos.

Y habían regresado vivos.

Se acomodaron en sus aposentos y no tardaron en caer.

Al día siguiente fueron llamados de nuevo, a una estancia que parecía acoger fiestas o celebraciones por cómo estaba decorada. Sin embargo no había nadie, salvo tres figuras en el centro del salón que los llamaron cuando atravesaron las puertas.

Con tranquilidad les ofrecieron unos cofres que al abrirse desvelaron un anillo plateado, con el símbolo de la logia. Habían sido ascendidos. Sabían lo que eso significaba, dirigirían un pequeño comando, un grupo de guerreros como ellos, y serían enviados a lugares donde nadie más podría llegar.

El propio Lord Comandante se los había entregado, el mismo que los había despedido días antes a tan peligrosa misión y quién había confiado en que estaban capacitados para resolver el asunto. A su lado dos altos cargos de la logia, haciendo el acto más oficial a pesar de la privacidad.

Por la tarde pudieron pasear por los jardines, desde donde veían toda la ciudad y mucho más allá, desde las alturas. Una vista preciosa que incluso habían creído que no volverían a disfrutar.

Hablaron en secreto, sobre cómo recuperar la parte que no habían entregado y cómo venderla lejos, para no levantar sospechas, algo a lo que estaban acostumbrados. Las arcas del reino volvían a rebosar pero sin estas licencias ningún soldado querría llegar tan lejos ni defender a su patria como hacían los taldanos. Y la Reina lo sabía, por lo que no apretaba la mano a pesar de las evidencias con aquellos que servían al bien al Imperio.

Allá abajo, en la parte este de la ciudad, aún lejos del puerto, batallones se soldados se coordinaban en un desfile que conocían de sobra mostrando armas y vehículos que habrían puesto en alerta a cualquier espía por su número. Desde donde estaban parecían pequeñas hormiguitas moviéndose al unísono.

Vientos de guerra soplaban sobre Taldor.

Durante estos dias, El Páter ha estado tratando de mantener ocupada su mente.

Tratando de no dejar que su fracaso en proteger el honor y las almas le devore. Haciendo labores en el templo, enseñando trucos a los muchachos, y haciendo pasteles para todos.

"Si, su alteza" dice otorgando a la princesa un pastel de queso y fresas confitadas (1,947 Kilocalorías por porción. Yo se lo doy entero) "Aunque la guerra golpee las fronteras; nosotros, sus agentes nos encargaremos de proteger la paz de los aldeanos"

"Tome tambien, su excelencia. 10 kilos de chicharrones" (Los cuales aportarán 7,4 Kg de colesterol del malo, y los ha especiado para que sean irresistibles al paladar) "Nuestros enemigos son muchos, pero si cortamos sus lineas y sus suministros, se debilitarán. Como con todos"

"Ahora bien, como usted sabe, la logística de los NoMuertos no es la misma que la de los vivos. Un ejército humano necesita comer, necesita resguardarse del frio y del calor, y necesita mantener tanto la moral como la disciplina alta. "
"Un ejército nigromántico no tiene esas necesidades. Sin embargo tiene otras. Y eso es lo que debemos de atacar. Localizar sus vulnerabilidades. Golpear directamente allí, y desorientar un ejército. Como una cucaracha boca abajo, que no puede volver a ponerse de pie "
"Ah si, tome tome. Bombones de chocolate untando en leche condensada" (Más calorías de las que pueda contar un ordenador con 16Gb de RAM)

Los días en la jungla fueron difíciles, fue una misión llena de imprevistos mas ganaron, vencieron a un dragón no-muerto enorme y era una gran proeza. Lo único que lamentaba era no haberse traído consigo ninguna cabeza, pero sí un buen colmillo que guardar.

El regreso fue rápido, con la única pausa dedicada a ocultar la mayor parte del botín. Traían consigo el fragmento y al entregarlo pudo notar el interés de los taldanos por un artefacto que prometía dar una ventaja incluso contra los nuevos peligros. Como en el pasado, cuando la gloria de Taldor aumentaba mayores eran sus enemigos, así volvía a ocurrir ahora.

Se marcharon dejando a los nobles con sus discusiones, no fue hasta el día siguiente que volvieron a acudir a recibir la merecida recompensa. Los nuevos anillos demostraban sus excelentes aptitudes, vencieron contra tantos monstruos que se debería de forjar una pequeña leyenda alrededor de ellos, Rigar relataría acerca de los combates y la noche de pasión con la diosa Calistria. Al menos relataría eso cuando estuviera bien borracho.

- Las guerras de antaño vuelven y seremos parte de ellas.

No sabía demasiado de historia, lo suficiente como para saber que habría un gran choque de fuerzas.

- No me gusta luchar contra humanos, abogaré por una misión como ésta, que nos enfrente a grandes bestias como la mole peluda de Claudius. ¡Qué gran combate!

Se preguntó qué retos les esperaban, tenían un nombre que labrarse.

La victoria, improbable, al final no se les escapó de los dedos. Los hados estuvieron a su favor, los dioses incluso debían haber intercedido, pues lo que parecía una muerte inevitable, al final se convirtió en un gran triunfo. Los tres sobrevivieron, como tantas otras veces habían hecho, pese a las adversidades. Habían derrotado a un dracoliche y recuperado un fragmento de un artefacto poderoso; habían descubierto una avanzadilla de un ejército no-muerto y habían sobrevivido para llevar la noticia a la reina; habían acabado con una bestia temible que dominaba la selva. En definitiva, habían hecho lo imposible.

Regresar a Zimar, una vez aprendió a pilotar aquella nave, fue fácil. Nada les interrumpió en el aire y él no se detuvo una sola vez, pues no quería arriesgarse a ser emboscado o que algo le sucediera al barco volador. Las cosas, una vez allí, se precipitaron, y no hubo tiempo para nada, con la excepción de ocultar parte del botín ganado, pues no pretendía entregar todo aquello a la corona, ni mucho menos. No, Tass tenía algo en mente y necesitaría dinero para ello.

Llegaron a la capital más rápido de lo que se había esperado, a bordo de otro vehículo como los que ya habían utilizado, solo que mucho más veloz; las noticias que llevaban, así como lo que portaban encima, así lo requerían. Una vez allí, no tardaron en ser recibidos por la misma Eutropia y, por supuesto, su Consejo. El resultado de aquello fue claro: Taldor volvía a la guerra. Como antaño, la gloria y el honor esperaban a quienes tomaran parte en las batallas venideras, y eso estaba bien, muchos jóvenes estarían deseoso de que el Imperio recuperara su antiguo esplendor. Él, por desgracia para el reino, ya no era de esos, y no tenía intención de participar en el baño de sangre que se avecinaba, ni mucho menos ir a una misión como la que se olía: viajar a Finder's Gulch a dar el primer golpe era un suicidio, y creía haber puesto su vida en riesgo lo suficiente a lo largo de su vida. Aunque no dijo nada, incluso aceptó el anillo que le entregaron, a juego con su broche de la Logia Dorada, prueba de su ascenso dentro de las Espadas del León, en las semanas siguientes a aquella reunión Tass desapareció del mapa, y no sería encontrado fácilmente.

Por respecto a sus compañeros, junto a los que tantas veces se había jugado el cuello, quienes seguramente no se amilanarían frente al cometido que les esperaba, antes de marcharse mandó una carta. El contenido del mensaje era personal, nadie leyó lo que ponía y el destinatario nunca dijo nada, pero poco antes de que acabara el mes, una figura embozada se puso en marcha rumbo a Oppara, dispuesto a pagar una vieja deuda y cumplir con su deber.