Partida Rol por web

Te hallas en un tugurio del Mazo, disfrutando de un vaso de vino (no demasiado bueno, aquí no encontrarás buenos caldos), rodeado de parroquianos que son cualquier cosa menos ciudadanos ejemplares: ladrones, asesinos, proxenetas… Todos se dan cita en los bajos fondos de Shadizar, desde los fanfarrones fatuos y gallitos hasta avezados expertos en el arte de saltarse la ley de las maneras más inimaginables. En un rincón, un poco apartado, bebiendo cerveza, ves a un tipo alto, corpulento, de cabellera rubia y barba igualmente clara, que parece indiferente a todo y todos; más cerca, un kothio rodeado de sus aduladores, se jacta de sus últimas hazañas.

-¡Ah, qué moza! Cuando la secuestré delante de las narices de sus guardias, no me imaginaba que pudiera poseer tales encantos. Y la conseguí, por supuesto, sin necesidad de forzarla. Luego la vendí en el mercado de esclavos, y buen dinero me proporcionó, por Bel. Conozco a algunos que pagarían con el secreto de la Torre del Elefante por gozar de sus encantos…

La Torre del Elefante… Has oído hablar de ella, algún día la has visto con un poco de detenimiento, pero sin plantearte nada. Se dice que es la residencia de uno de los consejeros del rey, un sacerdote hechicero llamado Yara, un tipo de la piel del diablo que no acepta injuria alguna. De él se dice que en una ocasión, un príncipe extranjero osó insultarlo y su respuesta fue convertirlo en una araña y aplastarlo bajo su pie.

Y allí estaba aquella mujer de cabellos negros y una mirada que solía ser el epicentro en más de una ocasión del atractivo por parte del sexo opuesto, más allá de que no tuviera intención alguna de ser un objeto de deseo, nunca faltaron ocasiones en las que se aprovechó de ello para extorsionar, disfrutar de una buena compañía o simplemente cumplir con una misión que tan difícil, no se podía de otra manera. 

Por esa razón es que allí muy cómoda degustó ese vaso de vino sorbo a sorbo, muy en su mundo, ajena a la cháchara general del ambiente que le daba de alguna manera ese candor natural. La cuestión es que no pudo evitar el escuchar con detenimiento las palabras de aquel hombre insolente, no le gustó en absoluto esa actitud sobrada y abusiva pero ella no era la justiciera del pueblo, no cuando había cometido tantos crímenes que ni siquiera podía contar con los dedos de su mano. 

No obstante tras dar un buen sorbo a ese vaso con tal de finalizarlo se encaminó hacia donde estaba y tras colocarse a espaldas de aquel hombre, le susurró en el oído. 

—Hm... ¿Tendrías una copa para invitarle a esta mujer?—dijo en un tono sensual mientras acarició con sus labios el lóbulo de la oreja—. Quizás podríamos conversar mientras. 

A sabiendas de que su debilidad eran las mujeres, al menos por lo que había contado, podría aprovecharse de ello y enterarse un poco más sobre la Torre del elefante. 

El tipo se sobresalta al notar el contacto de tus labios y te mira de arriba a abajo con una mirada lasciva. Con un leve gesto de la mano te invita a que tomes asiento. Ves como su mirada se va posando en cada uno de tus atributos femeninos. Le vuelves a hablar con voz sensual.

-Os he oído hablar de la Torre del Elefante y de su secreto, caballero. ¿Acaso sabéis por ventura cuál es ese secreto que guarda la Torre?

Al comprobar tu juventud, el kothio te contesta en tono despectivo.

-¿Cuál va a ser ese secreto? Todo el mundo lo sabe, en esa torre maldita de los dioses vive Yara, custodiando el Corazón del Elefante, una gema de tal valor que se podría comprar toda Hyboria con ella. Te dice sin quitarte la vista de encima. No te mira a los ojos precisamente.

-Y si tiene tanto valor, ¿cómo es que no ha habido ningún ladrón lo suficientemente osado como para asaltar la torre y robar la joya? Le preguntas de nuevo.

El secuestrador kothio se queda por unos momentos paralizado de estupor. Pasado ese instante de sorpresa, vuelve la mirada hacia sus amigos y rompe a reír en carcajadas estruendosas.

-¡Escuchad a esta cachorra! Exclama, sin poder contenerse. ¡Pretende robar lo que ninguno de los mejores ladrones ha conseguido nunca! Jajajaja, muchacha, vete a tu casa con tu madre. Si ni siquiera el legendario Taurus de Nemedia ha conseguido robarlo, nadie en este mundo puede. Responde jocoso.

-Siempre hay una manera si se poseen el coraje y la voluntad suficientes. Le respondes con acritud.

De nuevo, el kothio te contempla con ojos desorbitados. No puede creer lo que está oyendo.

-¿Será posible? ¿Vienes aquí, chiquilla, a darnos lecciones de cómo robar? Dice enojado.

Uniendo la acción a sus palabras, se alza y te da un empujón en el pecho que te hace retroceder un par de pasos. Se relame los labios al mirarte los pechos que acaba de palpar.

La situación se tornó escabrosa, más aún con el cruce de palabras y el intento de aquel hombre en subestimarla. Eso no haría mella en la mercenaria, no cuando su temple fuerte era lo que de alguna manera siempre le había salvado el pellejo en más de una ocasión. 

Por ello cuando la empujó hacia el suelo, rápido ya estaba de pie y al ver que no ha dejado en ningún momento de comerla con la mirada, no dudó en proponer un trato que quizás podría interesarle. 

—Puedes tenerme las veces que quieras a cambio de que ir allí a hacer el trabajo que nadie tuvo cojones para hacer—dijo en un tono juguetón—. No querrás que nos vayamos a las manos, termines con una cicatriz fea. Piensa en lo que podemos hacer juntos si lo logro. 

Intentó chantajearlo, aunque si tenía que pelear por ello lo haría. No le gustó para nada que la haya empujado, pero era muy consciente de que si quería llegar a ahí, lo haría por la malas o las buenas. 

Parece que aunque desea poseerte, no le han gustado las palabras que le has dicho... o más bien no le han gustado las risas de sus amigos cuando has dicho lo de hacerle una cicatriz. El kothio ruge y echa mano a su espada, mientras tú haces lo propio al verlo. En el movimiento, tu brazo golpea un candil, que cae el suelo y se apaga, dejando la sala sumida en la oscuridad. De inmediato oyes ruido de voces y carreras buscando la salida, a los parroquianos no les interesa permanecer en un sitio en el que pueden encontrarse con una hoja entre las costillas sin pretenderlo. Tu instinto de bárbaro te avisa de que tu rival está frente a ti, aunque no puedes verlo. Si fallas el golpe, quedarás expuesto a una cuchillada que podría acabar con tu joven vida.

Esas palabras no iban a caer bien, incluso cuando una considerable ventaja les había dado Jannika al ofrecerse. Pero como todo, aquello no fue bien interpretado y la acción estaba a punto de ser el epicentro de aquel funesto encuentro. Por esa razón es que mientras desenfundó su espada, golpeó sin querer el candil y cuando todo quedó completamente a oscuras, no se lo pensó demasiado. 

A sabiendas de que tenía a su adversario delante suyo, dió unos pasos muy lentos hacia atrás y fue retrocediendo con una sola idea en la mente: escapar de allí. Estas sorpresas nunca eran buenas, pero considerando la situación había que tomar medidas y se aprovecharía de la oscuridad para mezclarse y abandonar el lugar. 

Casi puedes percibir la inmovilidad del kothio mientras te deslizas hacia un lateral. Poco después, sientes desplazamientos de aire que pueden estar indicando que tu rival anda dando estocadas a ciegas.

-¿Dónde estás, perra bárbara? ¡Maldita muchacha, en cuanto te coja te voy a hacer comerte tu espada! ¡Da la cara, cachorra de chacal!

Por un momento te detienes, la sangre hirviendo en tus venas al oír los improperios de este sujeto que parece empecinado en desafiar tu orgullo.

«Que ganas de enterrar yo la espada en tu boca, maldito desgraciado. Pero me saldrá caro» pensó al escucharlo, no quería arriesgarse en demasía porque al estar a ciegas si te pillan eres hombre muerto. Así que por esa razón prefirió meterse el orgullo en un rincón muy profundo de su ser y decidió seguir avanzando lentamente con tal de encontrar la salida de una vez. 

Ya tendría una oportunidad de cobrar su venganza, solo era cuestión de tiempo, nada más. 

Sales al exterior de la taberna, dejando atrás al vociferante kothio. ¿Qué más te dan sus palabras, si no puede hacerte nada? No es más que un viejo perro ladrador desdentado, que se conforma con bravatas. Ahora, has de decidir qué vas a hacer el resto de la noche.

Tras haber salido de la Taberna, un objetivo tenía en mente y era ir por el corazón del elefante. Daba igual ganarse un enemigo, tener un lugar donde es imposible ir por unos días debido a la bronca que surgió. Es que de alguna manera a Jannika le motivó el riesgo, la adrenalina y la proeza en sí. 

Iría a por todas. 

Te diriges hacia los suburbios más ricos, donde se han establecido las casas nobles, los mercaderes más acaudalados… Alejada de todos ellos, como una serpiente alzada dispuesta a atacar, puedes ver la Torre del Elefante, tu destino. Al acercarte compruebas la situación: alta, como de unos treinta metros, de paredes lisas como el cristal… Incluso tú, con toda tu habilidad para escalar, te las verías realmente mal para conseguir trepar. Rodea a la torre un amplio muro de piedra igual de lisa. Y lo más sorprendente, no percibes alrededor ningún signo de guardia. Tal parece que Yara esté muy confiado de su seguridad…

Das una vuelta completa alrededor para comprobar, con sorpresa, que no hay puerta alguna que dé acceso al interior. ¿Cómo demonios entra y sale Yara? Recuerdas, con un escalofrío, que es un hechicero con bastantes malas pulgas…

La torre es inmensa y muy difícil de escalar, esto será arduo para alguien incluso como Jannika. Así que no lo dudó y tras hacer varios rodeos, tantear las paredes, pensó que escalar sería de momento la única válida opción pese a que podría ser un suicidio declarado. Por esa razón lanzó la soga hacia una de los rebordes para que se enganche y comenzó a buscar la forma de escalar. 

Lanzas el garfio a la parte superior del muro. Necesitas un par de intentos, pero al final consigues que enganche. Tu temor, en este momento, es que el ruido haya podido atraer a algún guardia del recinto interior. Con tus habilidades, trepar por la cuerda es un juego de niños. En unos segundos estás arriba, asomándote al otro lado, para descubrir que hay un jardín muy bien cuidado, con algunos árboles aquí y allá y otros tantos arbustos tras los que podrías esconderte.

Saltas al césped, amortiguando la caída con una flexión de las rodillas; nada ni nadie parece molestarte, es como si Yara no necesitara vigilancia. Y aun así, los rumores que has oído al respecto hablan de guardias no humanos… ¿A qué se refieren? El silencio es absoluto, no se mueve ni una brizna de aire ni se escuchan grillos ni piar de pájaros… Nada. Ves cerca un matorral, y escuchas por allí un tintineo metálico. ¿Un guardia?

Había costado un poco, hasta que al fin de cuentas Jannika lo logró y puedo trepar por las paredes de la torre. Desde las alturas pudo ver el jardín, incluso como revisó con la mirada si había guardias o algo similar custodiando el lugar. Sin dudar, al ver que no se percibió movimiento alguno, saltó hacia el césped intentando no hacer demasiado ruido mientras cayó bastante bien pese a la altura. 

El silencio en el entorno era preocupante, pero no lo fue tanto cuando escuchó el sonido del metal. Sin dudar buscó entre los árboles ocultarse y avanzar, quería ver quien era. Quizás si era uno solo podía derrotarlo sin que diera la alarma por ello. 

Cuando te introduces en el matorral, ves un cuerpo caído en el suelo: es un hombre uniformado, un soldado, de bruces. Te agachas junto a él y descubres que está muerto, estrangulado. Y es muy reciente, el cadáver todavía está caliente.

Al descubrir que el soldado yace muerto en el suelo, observó el entorno y rápidamente comenzó a registrarlo. Al menos para saber si tenía alguna medalla, oro o lo que sea. 

Te agachas junto al cuerpo del guardia para registrarlo y en ese momento, unos brazos se abaten sobre ti y te sujetan por el cuello. Te revuelves intentando liberarte, pero son muy fuertes y han formado una presa imposible de romper. Al contrario, lo que acaba por romperse es tu cuello bajo la presión...

- TU AVENTURA TERMINA AQUÍ -