Partida Rol por web

Te hallas en un tugurio del Mazo, disfrutando de un vaso de vino (no demasiado bueno, aquí no encontrarás buenos caldos), rodeado de parroquianos que son cualquier cosa menos ciudadanos ejemplares: ladrones, asesinos, proxenetas… Todos se dan cita en los bajos fondos de Shadizar, desde los fanfarrones fatuos y gallitos hasta avezados expertos en el arte de saltarse la ley de las maneras más inimaginables. En un rincón, un poco apartado, bebiendo cerveza, ves a un tipo alto, corpulento, de cabellera rubia y barba igualmente clara, que parece indiferente a todo y todos; más cerca, un kothio rodeado de sus aduladores, se jacta de sus últimas hazañas.

-¡Ah, qué moza! Cuando la secuestré delante de las narices de sus guardias, no me imaginaba que pudiera poseer tales encantos. Y la conseguí, por supuesto, sin necesidad de forzarla. Luego la vendí en el mercado de esclavos, y buen dinero me proporcionó, por Bel. Conozco a algunos que pagarían con el secreto de la Torre del Elefante por gozar de sus encantos…

La Torre del Elefante… Has oído hablar de ella, algún día la has visto con un poco de detenimiento, pero sin plantearte nada. Se dice que es la residencia de uno de los consejeros del rey, un sacerdote hechicero llamado Yara, un tipo de la piel del diablo que no acepta injuria alguna. De él se dice que en una ocasión, un príncipe extranjero osó insultarlo y su respuesta fue convertirlo en una araña y aplastarlo bajo su pie.

No tenía pensado realmente ir a visitar aquel extraño lugar, lo que se contaba de éste no era bueno. Nunca le había gustado la magia y la hechicera. No las comprendía. Él desde luego era mucho más terrenal que todo aquello. 

Sin embargo, aquello le picó la curiosidad. Le escuchó una vez a un erudito decir: "el saber no ocupa lugar" y en gran medida estaba de acuerdo con él. También estaba familiarizado con otra frase hecha: "el saber es poder" y con esa sí que estaba totalmente de acuerdo. Por ello, preguntarle a aquel hombre acerca de aquella torre, podía ser una buena idea. 

Se puso en pie y se acercó hasta la mesa del kothio. Le miró y miró una silla libre pidiendo permiso. Éste no hizo gesto en contra, por lo que decidió sentarse frente a éste u tras mirarle fijamente un tiempo que se podría considerar incómodo por necesidad, finalmente habló. 

- No he podido evitar escuchar acerca de lo que hablabas... - Le dijo. - Tengo entendido que no son más que paparruchas...

El tipo se sobresalta al verte aparecer y con un leve gesto de la mano te invita a que tomes asiento.

-¿Paparruchas? ¿De veras? Te contesta.

-He oído hablar de la Torre del Elefante y de su secreto, caballero. ¿Acaso sabéis por ventura cuál es ese secreto que guarda la Torre? Le preguntas.

Al comprobar tu juventud, el kothio te contesta en tono despectivo.

-¿Cuál va a ser ese secreto? Todo el mundo lo sabe, en esa torre maldita de los dioses vive Yara, custodiando el Corazón del Elefante, una gema de tal valor que se podría comprar toda Hyboria con ella. Te dice sin quitarte la vista de encima.

-Y si tiene tanto valor, ¿cómo es que no ha habido ningún ladrón lo suficientemente osado como para asaltar la torre y robar la joya? Le preguntas de nuevo.

El secuestrador kothio se queda por unos momentos paralizado de estupor. Pasado ese instante de sorpresa, vuelve la mirada hacia sus amigos y rompe a reír en carcajadas estruendosas.

-¡Escuchad a este cachorro! Exclama, sin poder contenerse. ¡Pretende robar lo que ninguno de los mejores ladrones ha conseguido nunca! Jajajaja, muchacho, vete a tu casa con tu madre. Si ni siquiera el legendario Taurus de Nemedia ha conseguido robarlo, nadie en este mundo puede. Responde jocoso.

-Siempre hay una manera si se poseen el coraje y la voluntad suficientes. Le respondes con acritud.

De nuevo, el kothio te contempla con ojos desorbitados. No puede creer lo que está oyendo.

-¿Será posible? ¿Vienes aquí, mozalbete, a darnos lecciones de cómo robar? Dice enojado.

Uniendo la acción a sus palabras, se alza y te da un empujón en el pecho que te hace retroceder un par de pasos.

- No soy un mozalbete. - Le dijo a aquella sabandija. - Tengo más leguas a mis espaldas que todos vosotros juntos. - Le plantó cara, no solo al secuestrador, sino a cualquiera que osara seguir riéndose de él. - Como he dicho, siempre hay una forma. Sólo hay que encontrarla.

No sabía dónde se estaba metiendo, pero si tenía algo claro en esa vida, era que nada era imposible. Es más, no existían metas inalcanzables, sólo personas que se rendían antes de alcanzarlas. Aunque claro estaba, si esa meta era tan peligrosa como se antojaba la Torre del Elefante, igual uno no lo contaba antes incluso de acercarse a la propia puerta. Fuera como fuera, quería ver a dónde le llevaba aquello.

El kothio ruge y echa mano a su espada, mientras tú haces lo propio al verlo. En el movimiento, tu brazo golpea un candil, que cae el suelo y se apaga, dejando la sala sumida en la oscuridad. De inmediato oyes ruido de voces y carreras buscando la salida, a los parroquianos no les interesa permanecer en un sitio en el que pueden encontrarse con una hoja entre las costillas sin pretenderlo. Tu instinto de bárbaro te avisa de que tu rival está frente a ti, aunque no puedes verlo. Si fallas el golpe, quedarás expuesto a una cuchillada que podría acabar con tu joven vida.

Un hombre de las montañas nunca huia, ni evadía un combate. Agarró la empuñadura de su mandoble y lo desenfundó con un sonido metálico. Si tenía que morir, que así fuera, pero nadie podría decir de Ulrix al que llamaban. "el oso", que era un cobarde. 

Agarrando su arma con ambas manos se mantuvo en silencio. A la espera de cualquier perturbación. No veía a su enemigo, pero igual podía sentirlo. En el momento oportuno lanzaría su ataque y entonces que fuera lo que los dioses quisieran.

No en vano eres un digno hijo de una raza de norteños. Tu brazo se lanza hacia adelante en la negrura más absoluta, la espada extendida ante él, hasta tropezar con algo blando que esperas sea carne. Sí, percibes cómo la hoja se desliza en el interior de un cuerpo, mientras un gemido ahogado brota de una garganta; casi al mismo tiempo puedes notar que tu arma pesa en tus manos, como si en su extremo hubiese un peso extra tirando hacia debajo de ella. Tiras de la empuñadura y recuperas tu espada.

- ¡Quién quiera que se acerque correrá su suerte! - Lanzó una amenaza al aire.

Mientras se agachó. Quería llevarse lo que de había ganado. Ahora lo que el kothio portaba encima le pertenecía. Esa era la regla cuando uno vencía a quien le amenazaba de muerte, sin motivo alguno. Esa era su regla al menos.

En plena oscuridad, tanteas hasta encontrar el cadáver del secuestrador y lo revisas: no encuentras nada de interés, palpas lo que parecen un saquillo con monedas y algo que al tacto podría ser un cilindro de cristal. Te los guardas y sales al exterior. Te alejas un poco de la taberna y te recuestas contra una pared: no conviene dejar las espaldas al descubierto en un lugar como éste, plagado de sujetos que matarían por un triste mendrugo de pan. Miras el botín conseguido: sí, un saquillo con una buena cantidad de monedas y un vial con una sustancia que parece polvo amarillento. Lo guardas de nuevo.

La noche era todavía joven, aquel saco de monedas robado de un cadáver no iba a sacarle de pobre y cada día era más viejo. Si quería que vida diera un cambio de rumbo radical, tenía que hacer algo para conseguirlo y seguir vagabundeando de un lado para otro no era la solución. ¿Por qué no empezar esa misma noche a cambiar su vida?

Sin más, se guardó aquella sustancia en el bolsillo, así como también la bolsa con monedas y se dirigió a lo que solía llamar su hogar. Iba a necesitar posiblemente una cuerda con un gancho y allí tenía una. No era la primera vez que se colaba en algún sitio con intenciones poco legales, aunque nunca se había colado en un lugar como el que aquel kothio le había hablado.

- Todo un desafío. - Se dijo a sí mismo. - Si lo consigo, me haré famoso. - Sonrió.

Te diriges hacia los suburbios más ricos, donde se han establecido las casas nobles, los mercaderes más acaudalados… Alejada de todos ellos, como una serpiente alzada dispuesta a atacar, puedes ver la Torre del Elefante, tu destino. Al acercarte compruebas la situación: alta, como de unos treinta metros, de paredes lisas como el cristal… Incluso tú, con toda tu habilidad para escalar, te las verías realmente mal para conseguir trepar. Rodea a la torre un amplio muro de piedra igual de lisa. Y lo más sorprendente, no percibes alrededor ningún signo de guardia. Tal parece que Yara esté muy confiado de su seguridad…

Das una vuelta completa alrededor para comprobar, con sorpresa, que no hay puerta alguna que dé acceso al interior. ¿Cómo demonios entra y sale Yara? Recuerdas, con un escalofrío, que es un hechicero con bastantes malas pulgas…

Ulrix, atónito ante lo que ven sus ojos, sólo puede pensar en una manera de acceder al interior de aquella torre, a través de la zona más elevada. Por suerte o por desgracia ha sido previsor y ha recogido una cuerda que tenía en su guarida. 

El Oso se acerca a la torre y agarra la cuerda enrollada en su hombro. Comprueba que el garfio está bien atado y luego revisa que la cuerda se encuentre en buen estado. Mira de abajo hasta arriba la torre. Será un desafío difícil de superar, eso lo tiene claro. 

- Vamos allá... - Se dice a si mismo para tratar de animarse antes de emprender aquella gesta de difícil consecución.

Lanzas el garfio a la parte superior del muro. Necesitas un par de intentos, pero al final consigues que enganche. Tu temor, en este momento, es que el ruido haya podido atraer a algún guardia del recinto interior. Con tus habilidades, trepar por la cuerda es un juego de niños. En unos segundos estás arriba, asomándote al otro lado, para descubrir que hay un jardín muy bien cuidado, con algunos árboles aquí y allá y otros tantos arbustos tras los que podrías esconderte.

Saltas al césped, amortiguando la caída con una flexión de las rodillas; nada ni nadie parece molestarte, es como si Yara no necesitara vigilancia. Y aun así, los rumores que has oído al respecto hablan de guardias no humanos… ¿A qué se refieren? El silencio es absoluto, no se mueve ni una brizna de aire ni se escuchan grillos ni piar de pájaros… Nada. Ves cerca un matorral, y escuchas por allí un tintineo metálico. ¿Un guardia?

Ulrix se sobresaltó al escuchar aquel tintineo metálico. Aunque la primera opción del Oso es esconderse y esperar a que pase el peligro, había ido hasta allí para investigar el lugar y evidentemente robar aquella gema, "el Corazón del Elefante".

Por ello, se acercó con cautela, toda la que un hombre de su tamaño podía llegar a alcanzar. Debía descubrir de donde procedía aquel sonido y enfrentarse a su destino. Por algo estaba allí y no iba a ir con miedo. 

Cuando te introduces en el matorral, es un cuerpo caído en el suelo: es un hombre uniformado, un soldado, de bruces. Te agachas junto a él y descubres que está muerto, estrangulado. Y es muy reciente, el cadáver todavía está caliente.

Ulrix ante todo es un hombre práctico. Desaprovechar la más mínima ocasión para hacerse con lo ajeno, es algo que no entra en su código moral. Pero ello se apresura en registrar el cadáver de ese guardia en busca de cualquier cosa que pueda resultar de utilidad. 

- Allí a dónde vas, ya no vas a necesitar tus cosas... - Le dijo al oído al muerto antes de empezar a saquear su cuerpo aún caliente.

Te agachas junto al cuerpo del guardia para registrarlo y en ese momento, unos brazos se abaten sobre ti y te sujetan por el cuello. Te revuelves intentando liberarte, pero son muy fuertes y han formado una presa imposible de romper. Al contrario, lo que acaba por romperse es tu cuello bajo la presión...

- TU AVENTURA TERMINA AQUÍ -