Partida Rol por web

—A ver, menos rollos. Nos necesitamos entre todos para sobrevivir a esta bestia inmunda. Creo que tú—señaló al grandullón con el que hablaba—podrías distraer al bicho usando tu poderosísima fuerza. Los demás nos vamos y luego disparamos al monstruo para que puedas venir también. ¿Qué os parece?

Por supuesto, al mediano le importaba un huevo el grupo de aventureros con el que se habían encontrado. Desconfiaba de ellos enormemente. Así que, si salía bien, todos contentos, y si salía regular, moriría uno de ellos, que siempre era mejor que uno de nuestros cuatro compañeros.

Entrecerré los ojos a ver la respuesta de la zorra de la ballesta, pero me parecía que se estaba confundiendo. Por el momento no me gustaban las mujeres y en estos momentos tampoco es que estuviera demasiado abierta  experimentar. Lo único que quería era exprimir este lugar todo lo que pudiera y salir de allí. 

Fette seguía negociando, aunque sólo lo estaba haciendo porque se había acercado aquel hombre, sino seguramente los seguiríamos ignorando. 

- Eso, dejamos a este grandullón aquí que es quien más va a alimentar al basilisco. Con un poco de suerte, trata de comérselo y no de convertirlo en piedra... 

Claro que eso me hizo tener más dudas existenciales. 

- ¿Los basiliscos comen carne o comen piedras? 

No creía que ningún animal que estuviera vivo pudiera comer piedras... así que optaba más porque comían carne. 

- Seguro que es carne... 

- ¡Jumffff! ¿Qué diablos habéis hecho exactamente? Porque algo habéis hecho, julandrones...- El gigantón rojo pasó de estar serio y mirando con expresión colérica a Fette a mostrarse claramente emocionado ante la idea de que tal vez sí que pudiesen salir de allí... O diablos PUEDE QUE INCLUSO TERMINAR CON LA BESTIA porque a quién no le encantaría tener en su lista de triunfos el haber terminado con un basilisco? Estaba claro que al tío le ponía y había caído por completo en la treta del mediano, viendo dónde hacía la croqueta, confundida, la gigante criatura (Lo que hacía que a Zoex le entrasen escalofríos imaginándose lo que aquella cosa le podría haber hecho, aún sin su poder petrificante, posiblemente pintar las piedras de aquel suelo con sus entrañas tras machacarlo a ciegas). - Mita.- Dijo por lo bajo a la mujer que seguía apuntando a la tropa con su ballesta. - Cúbreme.

- Galoh, no seas temerario, pobre imbécil.- Le increpó ella, pero llegaba tarde, el tipo de piel rojiza caminaba decidido con su sable en alto, hacia el basilisco. 

Y dejó caer su arma sobre la criatura, dándole de lleno en uno de sus muslos mientras la criatura giraba en el suelo, pero a pesar de haber abierto un buen tajo, la sangre del basilisco afectó visiblemente a la hoja del sable, parecía que aquello también petrificaba.

- Galoh, hijo de Jaliba...- Le volvió a increpar la elfa, disparando su ballesta hacia el animal, al tiempo que su mano ya volvía a bailar en su carcaj, tomando un nuevo proyectil. Aquellos dos estaban bastante distraídos descargando sus frustraciones sobre el pobre basilisco.

—¡Héroe! Tu valentía será recordada en las canciones venideras —gritó Fette al ir a la lucha el grandullón. Ni que decir tiene, que al mediano poco le importaba la vida de Galoh, el cabeza de chorlito.

—Vamos, vamos—urgió inmediatamente a sus compañeras. Había que salir de allí ya, y el momento era el mejor.

- ¿Nos acaba de llamar julandrones? - Dije mirando a mis compañeros. 

Por suerte, el tipo grande decidió que lo de enfrentarse al basilisco era una buenísima idea y allá se fue, a pesar de las objeciones de su compañera la arquera lesbiana. 

- Vale, vale... - Dije atendiendo a las palabras de Fette de que nos fuéramos. 

Eso sí, mientras comenzaba a moverme se me ocurrió pensar que como consiguiera darle una paliza al basilisco lo volveríamos a ver y encima tendríamos que reírle las gracias. 

- A ver si se los come a los dos. - Yo seguía con mis pensamientos sobre la comida de los basiliscos. 

No tenía ni idea de si nos quedaba o no mucho que deambular por aquel subterráneo, pero ahí seguíamos... 

—Ssi, julandrones. Julandronass en todo casso. Cree el ladrón que todoss sson de ssu condición.

Insultarme a mí o a cualquiera que yo considero de mi familia, como mis compis mazmorristas es una ofensa mortal.  

—Pero ya arreglaremoss cuentass luego, cuando los circuitos místicoss grabadosss en loss grimorios vuelvan a fluir. Me encanta decir magufadas de esas, se un poco de hechicería —a nivel usuario, como todo el mundo —y adoro como suenan esas esotéricas palabrejas en mi adorable acento sibilante.

—Vamonossss

Mientras, a su espalda, se desataba un peculiar infierno de maldiciones, golpes, sangre y más golpes, orquestado entre aquel basilisco ciego y los dos aventureros que ahora osaban tratar de hacerle frente, a los que se unió otro miembro de su grupo, un enano fornido, cargado con dos hachas, que había permanecido tras las columnas de la parte inferior de la sala, nuestros inciertos protagonistas trotaron hasta el otro extremo de aquella trampa mortal que habían logrado sortear con ingenio (Y un buen grimorio), yendo a dar a un cruce de tres posibles caminos: uno descendía a mano izquierda, consistente en un largo pasillo que aparentemente iba a dar a una puerta dentada (42), otro era en línea recta, que iba a dar a una puerta finamente grabada con bajorrelieves púrpuras que simulaban el interior de la boca de una serpiente (46) y otra puerta, con similares grabados pero tonos cobrizos, en otra puerta a mano derecha (43).

Con una sonrisa por el éxito del plan, el mediano miró las tres opciones y decidió en un momento.

—Vayamos por aquí, tiene mejor pinta que las otras.—dijo señalando la puertacon bajorrelieves púrpuras con forma de garganta de serpiente (46).

Algo en su interior le decía que el tesoro tras esa puerta sería enorme. Mayúsculo. ¡Debían hacerse con él! 

—Ssi tu lo dicesss —digo con algo de desinterés —Yo habría elegido la puerta cobriza, pero claro, yo no sssoy sssaqueadora. No se, el púrpura es un color horrible. No hay nada púrpura que sea agradable de comer, excepto las remolachas. Buagh, odio las remolachas.  Y por si os lo preguntáis, si, en efecto, cuando uno baja a una mazmorra, la mitad de las decisiones se basan en tontunas casi-aleatorias como esa.  La famosa intuición, la llaman.

Dejamos a aquellos detrás y bueno, estaba claro que si nos los volvíamos a encontrar tendrían mérito, pero bueno, eso ya lo veríamos después. De todas formas sería una putada que vinieran diciendo "hemos matado al basilisco mientras vosotros habéis huido". 

Fette hizo la elección de puerta, porque decía que tenía mejor pinta y esperaba que tuviera razón, así que asentí, más diciendo que le había escuchado que otra cosa. 

- Pues cuando quieras. 

Ya sabíamos que allí había trampas por todas partes y bueno, sería mejor que la abriera él, que bastante teníamos ya con lo nuestro.

Fette no tuvo ningún problema para abrir la puerta de bajorrelieves serpentinos intestinales púrpuras, cuyas láminas partieron el paladar de su imagen para dar paso a lo que parecía ser una sala del trono parcialmente derruida, que apestaba a polvo y virutas metálicas. Estaba edificada con piedras rojizas, conservaba ocho espejos, enteros y de suntuosos marcos dorados. Todas sus parees parecían estar cubiertas por elaborados gravados que simulaban escamas, y al fondo de la sala, un único trono.

El mediano, echando un ojo por encima a las piezas de la sala, llegó a la conclusión de que cada espejo podría valer sobre 10 monedas de oro en una ciudad decente, y el trono posiblemente 250...

Los ojos de Fette brillaban. Era difícil determinar si por el reflejo de la luz en los espejos y después en sus ojos, o por las riquezas que veía, seña de algo más. Con voz ilusionada y misteriosa se dirigió a sus compañeras:

—¿Veis lo mismo que yo? Finos espejos que no se ven en otros palacios, este trono perdido en un lugar tan viejo y desconocido. El olor del oro y las piedras preciosas inunda esta sala. Aquí hay algo más que lo que vemos... Y lo vamos a encontrar. ¡Por los buñuelos de tía Berta que lo encontraremos! ¡Vaya que sí!

Raudo empezó a corretear por la sala como un niño, toqueteando, escudriñando y manipulando todo lo que por sus manos pasaba.

—Uish, qué de oro.  Essto noss va a hacer subir de nivel...sssocial.   Sonrió, muy lagarta, viendo corretear al mediano.  Seguro que piensa en todas las mariscadas que se puede pagar con esos espejos.

—Vale, sssuficiente babosseo. Ssaca tu bolssa dimenssional y ssigamos.  Dudo un instante, mis ojos se vuelven inquisitivamente verticales.  —¿Tendrásss una bolssa dimenssional, no?

Entrar en aquella sala haría sonreír a cualquiera, por lo que yo ahora ya no sólo iba enseñando los colmillos, sino que también el resto de los dientes. 

- ¡De esta se nos cae hasta el pelo...! - Dije pensando en que íbamos a coger cosas de allí y seguro que nos maldecían para toda la eternidad, pero vamos, a estas alturas ya iba a ser un "voy a coger lo que me quepa en los bolsillos y ya veremos lo que pasa luego". 

Eso sí, antes, reparé en aquellos espejos y me paré delante de uno de ellos, a ver si se me veía a mí o allí había gato encerrado y se veía otra cosa. A estas alturas incluso dentro de la cabeza de una semiorca como yo ya "había que tener cuidado". 

Lagakh pudo verse, satisfecha, reflejada en aquel espejo, en toda su envergadura, mientras Fette escuchaba todavía en su cabeza la pregunta de la mujer serpiente referente a aquel preciado ítem que todo buen ladrón de piezas sobredimensionadas debía atesorar como si de su amnios natal se tratase, una bolsa dimensional. O un agujero portátil, siempre que se pudiese anchear su diámetro para que aquello cupiese, pero si el mediano pudiese repasar su equipo, como si de una lista mental se tratase (O algo que hubiese escrito en una imaginaria ventana plegable para poder recordar aquellas cosas haciendo uso de un vector imaginario con forma de flecha blanca con una ligera sombra paralela diagonal), vería que no, que no gozaba de tal portento, y echando un vistazo a lo que allí había, entre todos serían capaces de llevarse los espejos (Él uno, Skarlkja y Zoex dos cada uno, y Lagakh el resto, pero bajo el riesgo de no poder llevar sus armas o botella luminosa a mano, lo que podía ser ligeramente problemático. Y para llevarse el trono, puede que Zoex y Skarlkja pudiesen cargarlo, o que Lagakh fuese capaz de mermar sus fuerzas portándolo, poniéndose al límite de sus fuerzas, pero aquello eliminaba la posibilidad de llevar nada más.

Aun así, y para poder distraerse de aquella triste realidad con la que de golpe se habían dado de morros, Fette siguió buscando alguna posible puerta, trampa o cloaca oculta en aquella cámara, y terminó dando con una (Portezuela, no cloaca) tras el trono. No la cerraba ningún mecanismo especial y parecía descender hacia una oscuridad insondable, desde la posición en la que estaba...

Empezamos a revisar todo lo que nos pudiéramos llevar, al menos, después de mirar ese espejo y ver que no pasaba nada malo, pero después de darle vueltas al asunto, sólo pude llegar a una conclusión. 

- Mi hacha se viene conmigo. 

Estaba claro que me gustaba el dinero y las cosas que brillaban, como a las urracas, pero me gustaba más mi hacha y poder aplastar cráneos en caso de necesidad. 

Además cuando Fette descubrió el único lugar por el que podíamos ir, señalé el sitio. 

- Además, por ahí no entra el trono. 

De todas formas, como yo no iba a colaborar para llevarnos algo tan grande, tampoco es que pudiera haber mucha discusión. 

- Te seguimos. - Dije a Fette, invitándolo como siempre a ir el primero. Yo iría detrás por si necesitaba que le echase una mano. 

—Esssto esss sssuper frussstrante —exclamo com triple racion de siseos.  Mi cola azota el suelo y mi dedo serpentino gotea veneno. 

—Cuando encontramoss algo valiossso no noss lo podemoss llevar.  Sigo a Fette hacia abajo, siempre hacia abajo, sin poder sacar algo que vender en la ciudad.  Deberíamos habernos cargado a la sucúbo y vender su sangre como tónicos..ummm...vigorizantes.

—Por cierto, esss necesssario regenerar loss grimoriosss. Por sssi acasso.  Necessitamoss descanssar.

Skarlkja Salter siendo precavida.  Lo nunca visto.

​—¿Bolsa dimensional? El mediano había oído hablar de ellas, pero nunca había tenido la oportunidad de comprarlas. Negó con la cabeza a Salter—Jo... con la cantidad de cosas que hay para llevarse.

Aunque intentó ocultarlo, se le pudo ver enjuagarse unas pocas lágrimas de pena. Era un gran botín que no podían llevar. Al menos había encontrado un acceso. Quizás había más suerte.

Se encogió de hombros y empezó a bajar con cuidado por el túnel.

—El último que cierre la puerta. Si sobreviven al basilisco será mejor que no nos encuentren.

Tras caminar por el corto y bajo pasillo que se encontraba tras el trono, una tarea sencilla para Fette y Skarlkja, para uno por su estatura y para la otra por la facilidad con la que es capaz de escurrirse por cualquier abertura gracias a su tronco y cola con cientos de articulaciones, peor más rocambolesco para Zoex y Lagakh, quienes han de contorsionarse y agacharse esquivando elementos sustentantes, vigas y salientes para poder avanzar, lo que les hace sudar y cansa más de lo que debería, los aventureros llegaron a un cuarto que apestaba a polvo, especias y flores muertas. Parecía ser la despensa de algún tipo de alquimista o hechicero, llena de frascos contenedores de plantas que ninguno conocía, ramos colgados del techo y una pared completamente cubierta de pequeños cajones marcados con caracteres que a Skarlkja no le habría costado mucho desentrañar si hubiese prestado más atención a su madre, hermana y tías cuando trataban de hacer de ella una mujer serpiente hecha y derecha conocedora de los secretos de su gente.

Hay grandes viales con agua estancada y ácido encima de la gran mesa central, un cacharro que parece lleno de precioso azafrán en polvo podría valer más de 100 monedas de oro fuera (Tal vez... ¿200?), otro frasco parece contener 5 semillas que parecen ser del extinto árbol de Odrinen, de cualidades increíbles si se cree en las leyendas, sobre todo para el horticultor o jardinero que quiera pagar 30 monedas de oro por cada una para comprobar si los mitos son ciertos.

Del suelo también sobresalen seis trampillas de bronce que parecen ser los cierres de varias mazmorras de pequeño tamaño.

Skarlkja escuchó una voz que llevaba tiempo sin oír, mucho menos con tanta nitidez, aún siendo dentro de su cabeza, parecía provenir de un portón que estaba al fondo de la estancia.

- ¿Eresss tú? ¿Eresssssssss tú en verdad, pequeña Sssssssssssskarlkja? ¿Hasssssssss venido al fin a liberar a tu hermana? Ssssssssácame de aquí ¡SsssssssssÁCAME DE AQUÍ CUANTO ANTESsssssssss!

Desciendo serpentinamente, escalón a escalón, grieta a grieta, hacia las profundidades de la tumba. No estoy muy bien de ánimo, todo sea dicho, y el camino se me hace larguísimo.  La tumba es fría y aburrida, casi tanto como Zoex, y me muero por echarme un rato al sol y comerme unos huevos cocidos a baja temperatura.  La falta de oro, la ausencia de pistas sobre mi hermana desaparecida, no hacen sino acrecentar esa sensación de agobio.

Llegamos a una sala, alguna antigua botica de la ciudad.  O el laboratorio de uno de los alquimistas de los reyes serpiente.  

—Ssssh, hierbasss y venenoss.  Y pensar que podría essstar trabajando en un lugar calentito como un laboratorio.  Siempre me gusta hacer ver como que el ser aventurera es una elección mía y no una dosis de cruda realidad: Nunca tuve cabeza para las interminables formulas magistrales, la química y las complejas recetas. Buf.

Entonces oigo una voz.  Me llama por mi  nombre, parece mi hermana.  

—¡No me lo puedo creer! —lo digo literalmente, por supuesto.  Me cuesta muchísimo de creer que esté aquí, sin más, en el tercer nivel.  Se me derrumba (otro) mito... ¿O es que no es mi hermana si no otra impostora diabólica?

—¿Que hacesss ahí? ¿Quien te ha encerrado? ¿Como sabías que era yo la que venía?​