Wu alzó una ceja, sin comprender.
— ¿Perdón?— se limitó a preguntar, un tanto desconcertado.
— Disculpa— se excusó Falstad—, un error. Son la raza de Hombres-Oso que vive cerca de los territorios de los Elfos Nocturnos. Os parecéis bastante. Me pregunto si seréis familia evolutiva...
Wu se encogió de hombros y abrió las manos, indicando desconocimiento total al respecto.
— Creo que, en humano, se diría Pandâren— explicó Brisa Fría—. Pero da igual. Mi nombre es Wu Brisa Fría, y vengo a hablaros de un asunto de ca... cap...
— ¿Capital?— preguntó una Moira visiblemente conmocionada por las circunstancias.
— Capital importancia, sí, creo— agradeció Wu—. Veréis...
Wu explicó al consejo lo que te había dicho a ti. Todo. Ni más, ni menos. Tardó un rato, y esta vez, al hablar con los líderes de una facción, quería emplear un lenguaje más adecuado, por lo que en varias ocasiones tuvieron que decirle como se pronunciaba alguna palabra. El humano fue el único idioma que se habló allí dentro en esos momentos, lo cual no dejaba de ser un fenómeno muy inusual, si tenemos en cuenta que era un "tribunal" enano.
El Consejo de los Tres Martillos calló, y pensó. Finalmente, Muradin abrió la boca.
— ¡GUARDIA!— exclamó el enano dando un golpe que sonó como un trueno en el asiento. Con un respingo, el soldado dio un paso al frente—. Ve ahora mismo al Círculo de Portales y envía un mensaje de máxima urgencia a Lady Jaina Valiente— dijo casi atropellándose con sus palabras—. Demando una audiencia con ella a la mayor brevedad posible, en nombre del Consejo de los Tres Martillos, por motivos de amenazas mayor al estado y deberes del Kirin Tor.
El guardia asintió, pero no se movió.
— ¡VAMOS! ¡YA!— apremió Muradin haciendo señales con las manos.
El guardia echó a correr sin pensárselo dos veces.
— Disculpad— dijo recolocándose en el asiento y recuperando la sobriedad—. Hagrim— dijo mirándote—, si vas a hablar con los Elfos Nocturnos, es el momento. Sin ánimo de convertirte en uno de nuestros mensajeros— señaló la puerta, por donde había salido el guardia—, puedes hacerte cargo personalmente.
Ya habías aceptado antes, pero Muradin parecía respetuoso en cuanto a tus libertades.
— Uno de nuestros portales podrá llevarte a Darnassus— explicó. Los portales, para eso, eran maravillosos—. Alguien debe robarle tiempo a Tyrande Susurravientos y Malfurion Tempestira— líderes de los Elfos Nocturnos— para explicarles la precaria situación de sus hermanos, los Elfos Nobles. Sólo ellos pueden acceder, en última instancia, a las tierras de Quel'Thalas.
Sobre qué era o dejaba de ser Quel'Thalas, no tenías ni idea. Pero por el contexto, debían de ser las tierras de los Elfos Nobles, claro, aquellos que habían cambiado la noche por el día y la naturaleza por la magia.
Presencio en silencio toda la reunión y observo cómo cambian los rostros y la actitud de mis líderes cuando no soy yo quien les cuenta las cosas. Parece mentira que la palabra de un enano no valga tanto en estos tiempos. En fin.
- Claro. Hablaré con los Elfos Nocturnos. - asiento mientras hago una reverencia mínima - dada nuestra estatura y corpulencia los enanos no somos muy dados a agacharnos o inclinarnos - a modo de despedida para el Consejo.
- Debo ponerme al día con los nombres pero quitando eso no habrá ningún problema. - indico con una sonrisa. Siempre me ha costado pronunciar los nombres elfos. Tyrande, Malfurion y Quel'Thalas... Tyrande, Malfurion y Quel'Thalas... Tyrande, Malfurion y Quel'Thalas... me repito mentalmente mientras echo a andar hacia la salida.
Por favor que no me equivoque y llame a uno de los señores elfos Quel'Thalas. Seguro que se lo tomaría como una ofensa. Y esos apellidos... ¡por favor! ¿Susurravientos? ¿Qué tipo de varón hecho y derecho se hace llamar susurravientos? Y Tempestira... una tempestad pequeñita o algo parecido. No me extraña la cantidad de chistes sobre elfos... y luego se quejan.
Antes de salir me dirijo hacia Wu. - ¡Hasta luego! - no se me ha olvidado despedirme de él. - Espero que nos podamos ver pronto frente a otra cerveza. Cuídate amigo. -
Una vez he acabado de despedirme de todos marcho fuera para que me guíen hasta los portales y de ahí a Darnassus. No necesito más que lo que llevo encima así que no perderé el tiempo pertrechándome.
El Consejo de los Tres Martillos cerró la sesión por tercera y última vez. O eso esperabas, si algo habías aprendido era que los asuntos de gobierno podían llegar a ser realmente tediosos y, a menudo bastante obstructivos por si mismos. Había hecho falta un completo desconocido — hasta de raza y cultura — para que se confirmase aquello como un peligro real.
Muradin te entregó otros dos documentos a través de un guardia. El primero, un permiso excepcional para cruzar de ida el "Portal; Fragua de Hierro - Darnassus". El segundo un mensaje sellado para Tyrande Susurravientos — tendrías que aguantar la risa al estar delante de dicha persona por su apellido —, y una pequeña misiva adjunta para que Malfurion Tempestira o cualquier defensa hasta la máxima cabeza fuese penetrable. No era fácil hablar con Tyrande, suponías.
Te despediste de Wu, que se quedó en el consejo para seguir hablando más en privado con el Consejo sobre su nación y la futura relación de esta con los enanos, y fuiste rumbo al Círculo de Portales, situado dentro del Círculo de Magia de Forjaz — un lugar no muy masificado dado el reducido número de enanos con facultades arcanas. Casi había más inmigrantes —.
— ¡Hagrim!— te llamó una voz a tus espaldas.
Al girarte reconociste a Falstad Wildhammer, con su coleta roja ondeando en su carrera. Terminó de cruzar el puente sobre la lava y te alcanzó a base de dar zancadas, una tras otra. Al fondo, en la dirección en que ibas, ya podías ver el edificio de piedra con los símbolos de los Magus. Ya llegabas al portal.
Cuando llegó a tu altura, Falstad ni siquiera resolló. Se hacía raro ver a un dirigente de toda la ciudad, de todo un clan, y de toda una raza, así, cara a cara y a tu altura. Seguía siendo un enano formidable, pero no impresionaba tanto, ni de lejos, como sentado al trono. Se comportaba como si fuese un enano más entre tantos.
— Vengo a dar la bienvenida a Lady Jaina— saludó dando coartada. Podías palpar cierto respeto hacia esa mujer en sus palabras—. Ya sabes, una mujer de su clase merece escolta de verdad— mucho respeto. Y entonces unos segundos de tenso silencio— Se me olvidaba decirte algo. Ha sido todo tan rápido, y tan imprevisto...— recomenzó, excusándose. La verdad es que esa última reunión había sido un visto y no visto, al menos en cuanto a velocidad de acción, sin pararse a discutirlo esta vez—. Cuando vayas con los Elfos, si tienes tiempo, busca a una de mis hijas, Jemay.
Una extraña petición, sin duda, pero de seguro aquella que quiso pedirte en su momento.
— Llevo meses rogándole que vuelva, pero no me escucha— dijo, a todas luces como padre—. La llevé con los Elfos en calidad de diplomática, y se ha acomodado— Falstad hizo un gesto comprometido, como si estuviera avergonzado—. No quiero contarte nuestra vida, pero... digamos que la madre de Jemay la crió al aire libre. Ya sabes que yo soy, o era— suspiró con pesar, fruto de su nuevo cargo— Jinete de Grifo.
Y los Grifos, desde luego, no se montaban en las ciudades de las profundidades como Forjaz.
— Ahora, por motivos de los que no me siento muy orgulloso, no quiere volver a casa. Cada vez que envío a alguien...— se rascó la nuca, visiblemente contrariado. Te resultaba extraño y cuestionable, pues Falstad tenía fama de ser muy "enano" pero implacable— digamos que nunca sale bien. Si tienes tiempo para buscarla, y la encuentras, prepárate para encontrarte a una chamana elementalista hippie, asilvestrada, naturista, caprichosa, consentida y algo manipuladora— negó con la cabeza—. Por mucho que me cueste decirlo como padre, no deja de ser la verdad. O eso dicen— claramente, Falstad no iba en persona a visitarla—. No te lo pediría si no estuviese desesperado, Hagrim. Un Paladín entero y digno es lo último que me falta por probar, y Azar queda muy lejos.
- La encontraré y hablaré con ella. - accedo ante la petición de Falstad. Siento un profundo respeto por los jinetes de grifo y por Falstad como dirigente nuestro. Sabe de los peligros reales el mundo y creo que es alguien sensato para gobernar. Aunque imagino que como a todo buen enano que ha estado en el frente, lo último que desea es reposar en un trono desde el que mandar.
- Vos mismo sabéis de lo que es capaz vuestra hija si ya habéis enviado emisarios. - indico. - No prometo conseguir nada pero puedo prometer y prometo que haré todo cuanto esté en mi mano. - No pienso traer a nadie a la fuerza ni creo que Falstad me lo esté pidiendo. Pero entiendo lo que debe sentir como padre aun sin serlo yo.
- Jemay Wildhammer... - añado pensativo. - Si ha sacado algo del carácter de su padre creo que voy a tener más problemas con ella que con los elfos o los muertos vivientes. - Sonrío y me preparo para despedirme aunque no estoy muy seguro del saludo protocolario.
Ahora mismo creo que Falstad no viene como miembro del Consejo sino a pedir un favor personal y aunque me veo tentado de saludarle con un apretón en el brazo como a un viejo amigo, creo que es mejor que me contenga. Por guardar las apariencias si alguien nos viera. Me cuadro y me pongo firme. Asiento con la cabeza para tranquilizarle respecto a esta misión secundaria y me marcho en dirección al portal.
- Espero poder enviarles noticias pronto.
Falstad sonrió ante la penúltima frase de tu alegato, orgulloso de la comparación entre su hija y él. Probablemente, salvando la hipérbole de no-muertos, no te faltase razón.
— Gracias, Hagrim. Jemay significa mucho para mí— volvió a justificarse. No hacía falta, hablábamos de su hija. El hombre te tendió su mano, para estrecharla con la tuya en un apretón, y durante el mismo puso su otra mano sobre la tuya, emparedándola—. Que tu suerte sea tan rígida como nuestra piedra.
+1 de Amistad con Falstad Wildhammer.
Obtienes 600 PX.