Partida Rol por web

Torcí el labio superior por el lado izquierdo notando que algo me faltaba en este y le dije a la chica:

-Púlsalo muñeca.

-Adelante -añado. Todo lo que hemos hecho nos ha conducido directamente a este momento.

Jill mira solemnemente el botón rojo y lo aprieta con el pulgar. Los científicos cogen aire. Desde algún lugar de la estación un rayo de color rojizo es disparado y surca la estratosfera en dirección al lugar acordado: El vaticano. Durante los segundos que tarda en llegar observáis el monitor donde se os muestra una vista aérea del edificio. Y entonces sucede.
El Vaticano es alcanzado por el rayo y envuelto en un aura rojiza cada vez más intensa hasta que salta por los aires. Jill levanta los brazos y deja escapar un grito de júbilo. Pero la cosa no termina ahí. El aura rojiza se extiende, absorbiendo y destrozando los alrededores del lugar, las estaciones de maglev y los campamentos militares. Desde vuestra posición, podéis ver como se extiende sin control por todo el mundo, como una telaraña de muerte. Ríos de fuego, océanos de sangre, muerte y destrucción por doquier... Pensándolo bien, se parece bastante al concepto de apocalipsis del que tanto hablaba el predicador del pueblo. Ahora no os cabe duda de que acabáis de destruir el mundo.

En esos momentos aparecen Yen Li y Steve Chung. Están magullados por el combate y el segundo lleva en sus manos el cuerpo sin vida de Nayirah; su expresión facial revela gran dolor, así como rabia y frustración. Ambos miran al monitor, pero solo Yen Li se atreve a decir algo: "¿Que cojones ha pasado ahí abajo?" Casualmente, y una vez más, el hechicero oriental parece ser el único que se toma el asunto con tranquilidad.

Observaba la pantalla y sin saber como estaba mordiendo un bolígrafo hasta que lo crují entre los dientes y dejé caer los trozos medio escupiendo a la vez que contestaba:

-Al parecer todo está haciendo... -no sabía bien como explicarlo y simplemente hice un gesto levantando los brazos mientras le decía- ¡BOOM!

Abro los ojos desmesuradamente sin acabar de creerme lo que acabamos de hacer.

- ¿Hemos destruido el mundo? -miro a nuestros aliados sin acabar de asumir la realidad- ¿Entero? ¿Sabíais que ESTO iba a pasar?

Al ver las olas de destrucción masiva extenderse por todo el mundo y arrasar China de un plumazo, me sale una tos repentina y casi me ahogo allí mismo.

-Esto... ¿Jill? Mmmm... ¿¡El plan no ela destluil SOLO el Vaticano?! -pregunto todavía atónito.

Al contrario que los horrorizados científicos de la estación espacial, Jill observa extasiada la destrucción del mundo; como si estuviese viendo cumplido un gran sueño. Puede que fuera verdad, al fin y al cabo, que los Jammers estuvieran todos locos y solo desearan derrotar al Buró a cualquier costa, incluso la integridad del planeta.
Steve Chung no aparta la vista del cuerpo sin vida de su preciosa esposa, así que es Yen Li quien rompe el silencio del momento con su habitual tranquilidad.

-Entonces... Lo de encontrar un vehículo para volver a la tierra casi lo descartamos. Nno me apetece bajar ahí abajo ahora mismo. Pero en cualquier caso, yo me largo de aquí.

En ese momento el hechicero saca un pequeño cilindro de entre los pliegues de su túnica y de él extrae un antiguo pergamino bien enrollado.
-Voy a abrir un pequeño portal de vuelta a casa. Desgracidamente no podemos pasar todos por él. Tiene una capacidad máxima para cinco personas y por supuesto, una debo ser yo o de otro modo se os tragaría y os podría expulsar en cualquier parte del espacio o el tiempo. ¿Quién se apunta?
Y para vuestra sorpresa, ni Jill ni Steve parecen querer regresar. La primera parece estar disfrutando del espectáculo a un nivel orgásmico y el segundo dice que su deber como marido es quedarse donde reside el alma de su esposa.

Mientras el monitor se iba iluminando y se hinchaban las venas de la tierra con un color rojizo levanté una ceja e instintivamente me di un golpe en el bolsillo por si tenía algo... lo único que noté fue el bulto de mi zippo.

Entonces fue cuando escuché al pequeño oriental y sin siquiera mirarle presté atención a los que decía. Hice un barrido con mi mirada a todos y rocé el ala de mi sombrero con el índice y el pulgar:

-Ha sido todo un placer, pero me parece que aquí no está lo que busco.

Tranquilamente comencé a caminar mientras el sonido del tacón seguido por el de las espuelas me iba acompañando a aquella especie de portal dimensional.

Hice una pausa en mi camino cuando hizo aquella advertencia:

podría expulsar en cualquier parte del espacio o el tiempo.

Igual no sería tan malo, realmente casi que veníamos de cualquier parte del espacio tiempo.

De nuevo comencé a caminar hasta que estuve delante del portal y lancé una mirada a los demás. Entonces me introduje en aquel portal...

Susan se ríe a carcajada limpia.

- ¡Joder, al final seguimos vivos! Y yo que estuve a punto de ponerme el exoesqueleto ese para que pudieseis continuar....- la mujer agacha la cabeza y la mueve de lado a lado como si no se lo acabara de creer - Moraleja...nunca te sacrifiques por nadie - y vuelve a sonreír. Lo cierto es que no sabe qué narices va a hacer ahora con su vida, pero sabe que su camino lo recorrerá junto al Rubio, Joe y el indio - ¿Qué más podría pedir...?- la mujer se dirige hacia el portal y de pronto se queda parada, saca el subfusil y lo coge con una mano. Se queda mirando con cara de pocos amigos a los científicos y se limita a decir - Sayonara, baby - y por fin se mete en el portal - ¿Qué pasa? Lo vi en una película de esas...

Me puse en cuclillas mientras entonaba un viejo canto de mis antepasados en honor de los caídos. Habían sido demasiados, nos habían engañado y alguien iba a pagar por ello.

Tras unos breves instantes, termino de cantar y me levanto. Miro a mi alrededor y escupo.

Sin decir nada más, me lanzo a través del portal.

Me quedo absorto viendo cómo Jill emite gemidos obscenos delante de la pantalla. Y cuando me doy cuenta, mis compañeros ya han cruzado el umbral mágico. Así que, negando con la cabeza, me dirijo a cruzarlo. Pero antes, miro fijamente a Steve.

-Glacias pol todo -le digo seriamente-. Tal ves nos encontlemos en otla coyuntula.

Luego atravieso el portal de Yen Li.

Una vez entráis en el portal, el mundo a vuestro alrededor se desvanece. NI el tiempo, ni el espacio, parecen tener sentido alguno y lo único que os guía es una fuerza desconocida que suponéis, es ejercida por Yen Li desde algún lugar. De pronto, regresáis a la realidad.

El "saloon" del Chacal Sonriente es el único lugar que habla de los tiempos mejores de Goldentown. Su interior es espacioso, capaz de albergar a casi un centenar de personas, aunque ahora es raro el dia en que aparezcan diez; el amplio escenario en el que alguna vez bailarían alegres señoritas de ligeros faldones está abarrotado de cajas y apenas puede distinguirse el piano cubierto con una polvorienta manta.
Detrás de la barra, el propietario del local, un hombre delgado con un fino bigote, quita el polvo a los vasos con un trapo gastado mientras mira con desconfianza a la clientela del dia.
Un chacal disecado sonríe a la sla desde una estantería sobre el gran espejo que hay tras la barra.

Apenas habéis tenido tiempo de ajustaros a la realidad, cuando la puerta del saloon se abre y entran en tropel un grupo de hombres que siguen a su líder.

El jóven lleva la ropa de trabajo propia del aserradero y la cantidad de serrín sobre ella así lo atestigua. Camina con la seguridad y la arrogancia de alguien que está acostumbrado a dar órdenes y no recibirlas, por lo que podéis deducir que se trata de algún tipo de capataz.
-¿Han llegado ya esos barriles? -Pregunta al dueño del local, que le mira nervioso y le responde negativamente.
-¡Mis hombres están sedientos, maldito inepto!
-Lo siento, Schultz, pero yo no puedo hacer nada si el comerciante no viene. -Responde el tabernero.
Schultz mira alrededor, enfadado.
-¿Y por qué estos forasteros si están bebiendo? ¿Acaso su oro vale más que el nuestro? Te recuerdo que si no fuera por el aserradero, este maldito pueblo se habría ido a pique hace ya mucho.
-No estoy menospreciando tu trabajo, Schultz, solo digo que... -Comienza a decir el tabernero.
-Ya veo lo que pasa aquí. -Comienza a decir Schultz repentinamente divertido mientras os mira detenidamente. -Tenemos a cuatro tipos vestidos de payasos aquí... ¿Acaso vas a dejar de servir bebidas para montar un maldito circo?

En ese momento os dais cuenta de que lleváis las ropas estrafalarias de los Dragones y con ellas, las armas que recojisteis en el inframundo. Schultz y sus hombres se acercan a vosotros con sonrisas busrlonas...