-Me palese bien. Tenemos que aplovechal pala pleguntal a los golilas polqué la zona del monte Balin es tan impoltante. Tal ves haya algo más que feng shui. Cleo que eso es lo que quielen sabel los dlagones.
- Sí, yo también estoy con vosotros - les dice a Rubio y a Joe.
Asiento, aunque es una lástima habernos llevado solo uno de los cuerpos. Hubiera sido mucho más sencillo coger dos y llevarles uno a cada grupo. Lástima que no se me ocurriera antes...
- Sí, ya que nos hemos ganado su confianza, intentemos sonsacarles lo importante.
De nuevo, perdonad la tardanza. Creo que a partir de mañana lo tendré un poco mejor. Espero.
Con algo de esfuerzo lográis llegar hasta el Bosque Silencioso sin toparos con ninguno de los peligros del Inframundo, y una vez allí os dirigís a la pirámide donde hablásteis con Battlechimp Potemkin.
Esta vez, al contrario que la anterior, la chusma esparcida por el exterior parecen miraros con cierto respeto, puede que miedo en realidad, mientras subís por las escaleras con el benji a cuestas.
Una vez en el interior, para vuestra sorpresa, el líder de los Jammers no parece demasiado contento de veros llegar sin las armas y no presta la más mínima atención al ser que lleváis con vosotros. Pero cuando vé el ordenador, su interés parece cambiar.
El enorme simio mecanizado se sienta en un enorme sillón capaz de soportar su peso, se desenrosca un pezón y deja a la vista un pequeño agujero cuadrado; y al igual que hizo el oriental del tren, introduce la punta del cable en él. En la sala se crea el más espectral de los silecios mientras los ojos del simio se ponen en blanco, asimilando a gran velocidad la información del disco duro.
Cuando termina, Battlechimp se yergue en toda su estatura y mira hacia algún lugar del infinito; hay paz en su rostro hasta que lanza un terrible rugido que hace estremecer los muros de la sala y con una sola mano, estruja el ordenados hasta convertirlo en un amasijo de chatarra.
-Esos malditos bastardos del Buró, planean algo grande. -Dice el simio con su increíblemente grave voz. -Ese maglev se dirigía al Núcleo. El antiguo Vaticano y lo que en otra realidad fué la Pagoda del trueno. Es uno de los lugares Feng Shui más poderosos del mundo, y están concentrando allí una inabarcable fuerza militar.
Battlechimp no os habla a vosotros; es más, parece que no habla con nadie en concreto, acostumbrado posiblemente a que le escuche todo el mundo.
-El Buró ya controla ese lugar, así que no comprendo el porqué tanto interés en blindarlo. Puede que exista una entrada secreta al Inframundo y pretendan arrasarlo, o quizán han encontrado algún modo de aumentar todavía más su poder. En cualquier caso, deberemos investigarlo.
Después se dirige a vosotros.
-Marchaos. Consideraos miembros de los Jammers de pleno derecho. Se os llamará si se os necesita.
Y así, os devuelven a la calle, sin más cumplidos.
Espero a que todos estemos fuera cuando me paro y saco un pitillo. Miro a hacia los dos lados y rasco una cerilla contra una pared, luego acerco las manos para encender el cigarro y taparme la boca mientras digo en voz baja:
-No me miréis, haced como si no hablo, pero ahora es el momento de ir a informar a los dragones. Si alguien quiere venir que lo diga.
Luego me destapo y suelto una bocanada de humo:
-Me parece que me he ganado una copa. Voy a ver si encuentro algún salón.
Comienzo a caminar.
Cuando Susan le da el portatil a Battlechimp se percata de algo.
- Mmmm, tiene pezones y sin embargo no tiene pene... - piensa sorprendida - No sé qué cojones tuvo que pasar en el mundo para para que aparecieran esta clase de bichos - la mujer lleva su mirada del pezón a los ojos en blanco del mono, y luego vuelve otra vez al pezón, como si estuviese atrapada en un bucle - ¿Estará disfrutando? - se pregunta. De pronto, el susurro del Rubio le devuelve a la realidad, si es que al Inframundo se le puede llamar así.
Susan da unos pasos hacia atrás y baja la bisera del sombrero mientras se despide.
- Pues hasta la próxima, yo nunca hago ascos a una invitación - entonces le guiña un ojo al Rubio porque acaba de autoinvitarse.
El Vaticano, la Pagoda del Trueno... -pienso mientras miro al mono gigante con asco- ¿De qué irá todo esto?
Luego inclino el ala frontal del sombrero y le lanzo una mirada significativa a mis compañeros. Espero que el Rubio no quiera ir a tomar su copa en los Salones del Genocidio... Ahí ya nos conocen demasiado bien.
Me encojo de hombros y sigo a los demás. En estos momentos echo de menos al mexicano y al grandote.
- ¿Hay agua de fuego en la madriguera de los Dragones?
Es una pregunta retórica, claro.