A media noche el grupo desembarca en Monte Cocinilla.
El lugar es un remanso de paz a esa hora de la madrugada. Alguna mujer de vida alegre camina en el amparo de la oscuridad por las calles del pueblo intentando pasar desapercibida, pero sin suerte pues el ruido de sus zapatos sobre el polvoriento suelo del lugar, delatan todos y cada uno de sus pasos. En su travesia por el pueblo también se cruzaron con alguna que otra patrulla de la guardia del pueblo.
Los portadores deciden partir de allí cuanto antes, desestimando la opción de hacer noche en el lugar. Cuando estaban a punto de dejar el pueblo, la última patrulla de guardias con la que se cruzan los detienen, confundiendo a Luthien con una ladrona de poca monta de la zona experta en el arte del disfraz para cometer pequeños hurtos en el lugar. El grupo hace lo posible para hacer entrar en razón a la guardia que lejos de mostrarse dispuestos a escuchar piden refuerzos y la emprenden a golpes con todos los integrantes del grupo. Acto seguido y después de intentar defenderse en la lucha contra los guardias en vano, pues los superaban ampliamente en número, son conducidos a la prisión del lugar, quedando asi a disposición del alguacil, el cual les hace la vida imposible cuando caen en sus manos. Pequeñas torturas, algún golpe desafortunado y varias perrerías mas son la agradable bienvenida que se les da el sujeto en la prisión. Contra todo pronóstico y por muy extraño que parezca, al día siguiente se les abre la reja de su celda y se les deja en libertad sin mediar palabra ni presentar cargo alguno contra ellos. Enfurecidos y confundidos por los acontecimientos vividos esa noche el grupo deja el lugar para retomar el camino hacia el Monte Cocinilla.
Esta vez es Wendel quien conduce al grupo a través de las tierras por las que se mueven. El primer objetivo es atravesar Monte Cocinilla por sus entrañas, así que sin perder tiempo el grupo pone rumbo hacia la montaña que no está a más de 2 horas de camino del pueblo. Las monturas del grupo habían corrido mejor suerte esa noche y no habían sufrido daño alguno, por lo que el recorrido hasta el monte lo hacen en un suspiro.
Para sorpresa de todos, cuando llegan a la falta de la montaña, la entrada por la que debían acceder al interior de la misma esta impracticable. Un desprendimiento de rocas ha tapado la entrada. Luthien intenta por todos los medios mover el amasijo de enormes piedras con su magia pero no surte efecto alguno, al igual que la maga, todos ponen empeño y unen sus fuerzas para mover aquel cumulo de rocas y piedras sin ningún resultado. La única opción viable para proseguir el viaje en ese momento es rodear la montaña mientras suben hasta la cumbre y después descender por el otro lado de la montaña. Algo que en principio carece de algún tipo de peligro.
El grupo, montado en sus caballos, empieza a subir por el estrecho y empinado camino hacia la cumbre de la montaña. A medida que van subiendo la temperatura del lugar va descendiendo, llegando a entumecer algunas partes del cuerpo de los portadores. Generalmente los dedos de pies y manos. A cada paso que daban los caballos más peligroso se vuelve el terreno. El firme por donde cabalgan está plagado de irregularidades y de pequeñas piedras sueltas idóneas para un desafortunado traspié.
El ascenso esta casi a punto de concluir cuando una fuerte tormenta cae sobre el lugar. Esto hace que el camino sea más impracticable si cabe con el consecuente aumento de peligro para los portadores y sus monturas. El grupo se abriga con lo que buenamente puede, las mantas que sacan de sus mochilas y posan sobre sus cuerpos los resguarda momentáneamente de la lluvia, pero cuando las mantas se empapan dejan calar el agua hacia los ropajes de todos, aumentando así la sensación de frio y haciendo que el estado de salud de todos se vea mermada.
Poco a poco siguen el recorrido del camino entre pronunciadas curvas y peligrosas pendientes, esta vez cuesta abajo ya en la otra cara de la montaña. Hace tiempo que han perdido de vista el pueblo y ahora se muestran ante ellos, las enormes montañas aledañas a Cumak-Zalum . Wendel ensancha su pecho satisfecho de las vistas de las que pueden gozar tanto el como sus compañeros en ese momento, a la vez que les indica la proximidad de las minas.
Cuando llegan a la falda de la montaña ya ha pasado buena parte de la jornada, por lo que deciden hacer noche en el lugar.
La tranquilidad de la que han gozado durante los últimos seis o siete días se rompe rápidamente en mitad de la noche, cuando una vez más los portadores son sorprendidos en la oscuridad, esta vez por un grupo de ladrones de poca monta, que sinceramente, no sabían en que lio se estaban metiendo, ya que aunque en superioridad numérica por parte de los malhechores, el grupo no tiene problema alguno para acabar con todos ellos, dandoles muerte sin piedad y tras llevarlos a un lugar apartado de la zona de acampada, el grupo puede seguir disfrutando de la tranquilidad de la noche hasta que amanece nuevamente dando paso a otro día mas de viaje.
El grupo lleva catorce días de viaje y eso empieza a hacer mella en sus monturas y en los propios portadores que cansados, ven como sus fuerzas se van desvaneciendo poco a poco, llegando incluso a la extenuación en el caso de Fibbin, que a todas luces parece ser la más débil del grupo.
Nuevos peligros se abalanzan sobre los portadores a medida que van avanzando en su camino. El grupo se las tiene que ver nuevamente con todo tipo de enviados de Sadlrak, saliendo victoriosos de todas y cada una de las batallas, dejando infinidad de bajas tras de si. Por su parte los portadores también acaban con heridas de diversa consideración. Pero por suerte ninguna de las batallas fue tan dura como la primera que tuvieron en las tierras de Aldulume, donde tres de los portadores a punto estuvieron de perder la vida si no hubiera sido por Khelben, Wendel y el añorado Eddi.
Tres días más desde que partieran de la falda de la montaña en dirección a las minas son los que les hacen falta para llegar a tierra de enanos. Wendel contra más cerca esta de su gente más aceleraba el paso de su montura. Demuestra unas ganas inmensas de encontrarse con su clan y demostrarles a todos el tipo de Enano en el que se había convertido al tener que verse involucrado en situaciones realmente espeluznantes. Pocos kilómetros antes de la llegada a las minas, una comitiva de enanos esperan al grupo en las inmediaciones del camino donde estos se encuentran.
Wendel es el primero en acercarse a ellos y entablar conversación. Satisfecho, hace un gesto al resto del grupo, los cuales siguen a los enanos que salieron en su busca. Estos últimos, dirigen al grupo por un entresijo de caminos franqueado por enormes piedras a ambos lados del recorrido.
Al final todos llegan a las puertas de las minas de Cumak-Zalum y Wendel no puede evitar soltar una lágrima de emoción y añoranza cuando vuelve a encontrarse en casa. Una vez dentro de los túneles de las minas, Wendel enseña orgulloso el tallado de las piedras del pueblo enano en las minas, indicando con pelos y señales todos y cada uno de los trabajos allí realizados. Finalmente, y tras una breve espera, el rey Nori III se encuentra con el grupo en la sala de los enanos, un majestuoso lugar lleno de arquitectura enana, tallada sobre la piedra durante miles de años y dando al lugar un aire de solemnidad inigualable.
La reunión con Nori III es corta pero productiva, pues se informa al grupo de las nuevas posiciones que están tomando las fuerzas de Saldrak a lo largo y ancho de Embelyon. Esto sugiere una rápida actuación por parte de los portadores, pues se están tomando los bastiones más poderosos del reino de Embelyon con el peligro que ello conlleva. También les informan de que la bendición de las cenizas se llevara a cabo en la sala de la sabiduría, donde deberán encontrarse con Nori III al día siguiente.
El pueblo enano pone a disposición de todos los integrantes del grupo las comodidades del lugar donde estos pueden dormir, descansar y comer todo cuanto quisieran. Wendel por su parte dedica tiempo para ponerse al tanto de la situación de las minas durante el tiempo que ha estado alejado de ellas.
Al dia siguiente tal y como se había acordado, todos hacen acto de presencia en la sala de la sabiduría. Al igual que hicieron en Aldulume, tanto Fibbin como Wendel entregaron sus respectivos sacos para que estos fueran bendecidos.
El mismo Rey Nori III es el encargado de bendecir los sacos que los portadores le han entregado. El ritual es rápido, tanto o más que la bendición en Aldulume a manos de Sermë.
Tras volver a aprovisionarse de viveres para el viaje, el grupo no tarda en despedirse del pueblo enano y reemprender la marcha hacia la salida de las minas de Cumak-Zalum lo cual les lleva cuatro días de camino bajo toneladas de roca virgen todavía sin pulir.
Tras otros tres días de viaje y exentos de peligros a través de las montañas de la región, por fin llegan a la región de Golwan, donde se encuentra el monasterio de Lumen, en el que Arnold se formo como paladin tiempo atrás para posteriormente ingresar en la milicia de los soldados del dios Pelor. El reencuentro con el monasterio y sus mentores inunda al paladin en un cumulo de emociones y una fuerte sensación de añoranza.
La noche la pasan entre las paredes del monasterio, ya que muy amablemente, los antiguos maestros de Arnold ofrecen al grupo el cobijo de sus habitaciones. A la mañana siguiente al despertar de un sueño reconfortante y reparador son informados de que en el puerto hay una barcaza esperándoles para llevarlos hasta Port Drofo.
Los portadores no pierden ni un solo segundo y en menos de una hora ya han zarpado hacia Port Drofo. Les esperan tres largos días de viaje en alta mar, cosa que a Wendel no le hace ninguna gracia, pues en ese viaje el oleaje al que están expuestos hace que tanto al enano como la mediana se les descomponga el cuerpo y pasan buena parte del trayecto aferraros a una de las barandillas de cubierta mientras vomitaban una y otra vez hasta que se acaba la bilis de sus cuerpos.
Finalmente y despues de tres dias de ajetreado viaje atracaron en Port Drofo...
Fin del capitulo.
Continuamos en la escena "- Escena 4: Hacia el desierto de Chun"