Partida Rol por web

La anciana suspiró mientras negaba lentamente.

- Sois puro amor - os acarició los brazos con un encanto maternal.

- Lo único que podéis hacer por mi es regresar siempre os quede de paso mi casa, ¿queréis que os deje dé algo para el viaje de vuelta? - aquella mujer no dejaba de ofreceros cosas, mirando por vuestro bienestar. Parecía que no quería nada de ustedes, era altruismo puro y duro, una verdadera lástima que viviese en la soledad.

Sabíais también que teníais una misión por delante y que no habíais hecho progresos significativos desde el momento que habíais llegado a Villa Risueña, ¿cuál debería ser vuestro próximo paso?

Aramiel tenia claro lo que quería. Deseaba retribuir a la mujer de alguna manera por su bondad y a la vez, tratar de buscar mas pistas para la misión. Por lo que el mundae camino tranquilamente hacia la ventana mas próxima y miro hacia el exterior, mientras Sora hablaba. Cuando termino el con un tono serio empezó su pequeño discurso.

- Mi querida señora Yaya. Realmente apreciamos su bondad y no es en vano que ofrecemos nuestros servicios, pues hemos pasado por ciertos tiempos de austeridad. Es por eso que tiene un valor mucho mayor para nosotros sus gestos desinteresados -se giro hacia la anciana y continuo con una sonrisa- No quiero que nuestros agradecimientos queden solo en palabras, quiero al igual que mi compañera - Aramiel hizo un gesto de asentimiento serio a Sora, mientras movía sus ojos para que entendiera lo que pretendía. Para luego volver a Yaya- Demostrar mi agradecimiento con actos. Usted lo dijo mi señora Yaya, no quedan jóvenes en este apacible lugar. - Apunto a Sora y luego a si mismo- Y aquí tiene dos jóvenes dispuesto a ayudarla tanto en arar la tierra hasta reparar una cerca. Como vera, estamos con bastante tiempo para llegar a nuestro destino y me sentiría realmente mal si llevara algo de su deliciosa comida para el camino. 

Aramiel tenia dobles intenciones, pero eso no quería decir que no fueran sinceras hacia la mujer. Solo ocultaba información, solo no quería que se viera involucrada en asuntos de mercenarios. Eso era lo que quería.....

La mujer empezó a reírse.

- Oh no no no, eso ni por asomo - se secó una lagrimilla.

- Ahora parecerá que os he dado de comer para que me ayudéis en las labores de la aldea... ay esta juventud... - en un gesto cariñoso acarició la cabeza de Aramiel.

- No tenéis que hacer nada por mi ¿de acuerdo queridos míos? Aunque una visita nunca estará de más - parecía que la anciana volvía a la cocina ¿iría a prepararos algo más para llevar?

La situación se había quedado en un punto muerto. Estabais en la aldea que os indicó vuestro contacto pero no veis indicios de nada que os llame la atención en esa casa.

Viendo la actitud de aquella anciana, todo dulzura y amabilidad, me extrañaba saber que esa fuera la aldea a la que teníamos que llegar. Allí no parecía haber nada y mucho menos indicios de que encontrásemos lo que andábamos buscando aunque... Una idea empezó a formarse en mi cabeza pero, quizás por el cariño que me había inspirado la anciana, me negaba a creer que tuviera visos de certeza.

Sonriendo a la mujer antes de que se alejara de nuevo a la cocina, me acerqué a mi compañero que se había acercado a la ventana, quizás para comprobar que nada extraño estuviera pasando fuera o que nos estuvieran emboscando por algún motivo que desconocía.

—Aquí no parece haber nada de lo que estamos buscando. ¿Se habrá equivocado Roger al mandarnos aquí? —Hablaba en un tono muy bajo ya que no quería ser escuchada por la anciana. Me mordí el labio dudando si compartir con Aramiel la idea que se había formado en mi cabeza—. ¿Crees que pudiera ser posible que el hijo de esta amable anciana sea en realidad un ladrón que se dedica a robar fuera del área de su aldea?

Era una tontería, pero no entendía qué otro motivo pudiera haber para que el noble nos hubiera mandado a este pueblo. Pensativa, mis ojos también se centraron en lo que había tras la ventana aunque no prestaba, en principio, demasiada atención.

Poco era lo que había que ver, así que no tardé mucho en apartarme de la ventana volviendo al centro de la habitación. Ese simple vistazo me había servido para darme cuenta de lo pequeño que era ese pueblo. Pequeño y casi abandonado ya que, si sólo quedaban los viejos en él, no quedarían manos fuertes que lo mantuvieran en pie, que labraran la tierra y se preocuparan de su prosperidad, y eso sólo podía traer consigo el abandono y el olvido de un lugar tan apacible como aquel.

¿Por qué ningún joven quería quedarse allí ayudando a sus mayores? Podía entender que alguno de ellos se hubiera visto embargado por un espíritu aventurero. Podía entender que la vida en aquel lugar fuera dura y las recompensas escasas. Podía comprender que algunos jóvenes buscaran una vida mejor para ellos. Pero ¿todos? No había visto niños correteando, ni mujeres jóvenes realizando sus tareas diarias, ni hombres fuertes labrando el campo, por ese motivo me imaginaba que no quedarían jóvenes en aquel lugar.

Moví la cabeza para apartar esos pensamientos de ella mientras esperaba que la anciana volviera junto a nosotros.

—¿Qué vamos a hacer a partir de ahora?

Aramiel se quedo pensativo unos momentos, mientras Yaya estaba en la cocina y el observaba por la ventana el pueblo. No tenían nada, ninguna pista y el tiempo seguía corriendo. Las pocas excusas para quedarse más tiempo se les agotaron y de aquí en adelante podrían comenzar a sospechar de ellos. Además las palabras de Sora eran válidas ¿se equivocaron al enviarnos a este lugar? ¿El hijo de Yaya estaba involucrado? ¿Sería capaz de hacer algún daño a la mujer aunque fuera indirecto? El mundae frunció el señor y suspiro sin girar su rostro  hacia su compañera, siempre viendo por la ventana.

- No quiero pensar en eso mi señora Sora- respondió ante el susurro de su compañera- Pero es una posibilidad que podríamos indagar- hizo una mueca de disgusto- aún así no tenemos nada concreto, creo que nuestra última opción es...- el pelirrojo se detuvo un momento al percatarse de algo extraño en el pueblo- mi señora Sora, mire esa casa- Aramiel apunto hacia la única casa que tenía una estructura diferente. Era una edificación que desentonaba con el ambiente rural con uno urbano, típico de las ciudades- creo que tenemos nuestra siguiente pista, pero aún así debemos ir con cautela. En el peor de los casos -se giró hacia su compañera y dio una pequeña mirada hacia la cocina- deberemos seguir nuestra investigación por la noche.

Tan absorta había estado en mis propios pensamientos que, cuando había mirado por la ventana, ni siquiera había visto la casa que me señalaba Aramiel. Me recriminé a mí misma por no haberla visto, pues aquella edificación destacaba sobre las demás como un faro en plena oscuridad. Desde luego, el contraste con el resto de casas era enorme y sorprendente.

—Tienes razón, esa casa desentona demasiado en este ambiente. —Estaba de acuerdo con su compañero que habría que echar un vistazo más de cerca pero desde luego no a la luz del día—. En ese caso será mejor que nos vayamos. Podemos quedarnos por los alrededores hasta que caiga la noche.

Nada más que regresara Yaya de la cocina se despedirían, no sin antes agradecerle de corazón la amabilidad que había mostrado hacia ellos.

Aramiel asintió a su compañera y añadió un par de palabras antes de que Yaya regresara.

- a pesar de no quedar gente joven en este pueblo, debemos ser cautelosos. Quizás por eso mismo otros no lo consiguieron. Dijo casi susurrando las palabras.

Inmediatamente se giró hacia la cocina y camino hasta el marco de la puerta para buscar a la anciana con la mirada y hablar con ella.

- mi señora Yaya, nos vamos a pesar de nuestro descontento por no ayudarla de alguna manera. Pero antes de irnos, quisiera preguntar por su hijo. Su nombre y ocupación, pues si algún día nos encontráramos con el, le tenderemos nuestra mano como usted lo ha hecho con nosotros.

Era verdad lo que seis el mundae, aunque si su hijo fuera parte del robo. Bueno, pues al menos intentaría minimizar el daño a el y a aquella buena mujer.

La anciana sonrió ante la preocupación por vuestra parte. Había notado que erais personas de buen corazón y eso la aliviaba.

- Ay... - suspiró.

- Él se llama Axos, supongo que ahora estará en la gran ciudad. Siempre quiso viajar y conocer mundo pero para que en un futuro pudiese asentar cabeza y montar su propio negocio. No he recibido noticias suyas desde hace casi un año con lo cual no sé si le irá bien... o mal... - aquellas palabras denotaban aún más tristeza. Parece que hablar de su pequeño Axos le hacía recordar su ausencia.

- Tomad... - antes de que os pudieseis dar cuenta, la mujer os había preparado un par de bocadillos con embutidos envueltos en una tela no demasiado descuidada.

- Para el camino... ya sabéis que aquí tenéis vuestra casa -

La amabilidad de aquella mujer llegaba a encoger mi alma, consiguiendo que me sintiera culpable por no haberle dicho la verdad sobre nuestra presencia en la aldea. Escuché en silencio lo que contaba sobre su hijo, dándome cuenta que para la anciana era mucho peor la angustia de no saber qué había sido de él, que tener la certeza de que nunca más le vería.

—Seguro que cuando menos se lo espere le tiene de vuelta.

Eran palabras vacías que seguramente no reportarían nada de consuelo a la mujer, pero de alguna forma sentía la necesidad de reconfortarla, más aún al ver la amabilidad que, en todo momento, nos había mostrado.

—No tenía por qué molestarse, pero aun así muchísimas gracias por la comida y el tiempo que nos ha dedicado.

Poco más se podía decir. Por mi parte no me hubiera importado seguir haciéndole compañía a la mujer por el tiempo que fuera necesario, pero teníamos una misión que cumplir y muchos planes que hacer antes de que cayera la noche. Lo mejor era que nos marchásemos cuanto antes.

—Volveremos a visitarla… Se lo prometo.

Aramiel sonrío de manera lenta y triste hacia la anciana, una sonrisa de despedida.

- Mi señora Yaya, puede que no sea suficiente las palabras que ambos derramamos sobre usted. Pero nuevamente le agradezco por su amabilidad y si podemos, le devolveremos el favor a usted o a su hijo si es que nos encontramos alguna vez con el- El pelirrojo cambio lentamente su expresión a una triste, al referirse al hijo de Yaya- y estoy seguro que debe tener alguna razón su hijo para no enviar ninguna noticia suya. Quizás espera obtener algo que la haga enorgullecerse o quizás quiere demostrar independencia. Pero estoy seguro que el piensa en usted- Aramiel se sintió un poco hipócrita en ese momento, pues quien era el para decir tales palabras sin conocer al chico y mas aun, cuando el ni siquiera mantenía contacto alguno con su arboleda y sus familiares. Tomo las manos de la anciana con la suya y recito unas pequeñas palabras- Muchas gracias mi señora Yaya. Que el espíritu que dio vida al mundo y a todos lo seres que viven en el, entregue suaves lluvias y calidas tardes por el resto de su vida. 

Dicho esto, el mundae se predispuso a partir junto con su compañera.

Tras despediros de la amabilísima anciana os dispusisteis a inspeccionar un poco más el pueblo.

La noche había caído ya, dejando solo vuestros pasos como únicos cómplices de movimiento entre las silenciosas calles.

En poco tiempo llegasteis a la conclusión de que a esas horas nadie salía de sus casas, era a la par relajante como sospechoso.

A varios metros de vuestra posición estaba la casa cuya arquitectura era diferente a la de los demás. Disteis un pequeño rodeo para comprobar si había algo especialmente llamativo en ella pero no os llamó la atención nada en concreto.

Había varias ventanas que estaban a vuestra altura para mirar a través de ellas, quizás era una buena idea inspeccionar desde la seguridad de las afueras...

Por fin ambos nuevamente se dirigían a la próxima pista en su misión recobrar los documentos del comerciante, pero no quería decir que Aramiel no sintiera una pequeña tristeza al decir adiós a la anciana. Pero el deber llamaba y era vital que se concentrarán nuevamente en la misión. 

Como acordaron, ambos esperaron a la noche para poder inspeccionar la casa que desentonaba con el ambiente campestre de la villa. Silenciosamente se escabulleron por las calles hasta llegar a su objetivo, que aparté de ser de poseer una arquitectura diferente, no había nada más que les permitiera discernir su siguiente paso. Sólo las ventanas que daban hacia el interior podrían permitirles obtener mayor información de la extraña casa.

-Mi señora Sora- dijo el mundae lo más bajo posible para que sólo Sora lo escuchara- trate de ver por la ventana y observe cualquier cosa que desentone con este ambiente campestre. Yo me asegurare de que nadie nos sorprenda por la espalda.

Aramiel Dani que nadie saldría a estas horas de la noche, pero ser precavidos nunca estaba demás.

Preferí no mirar atrás una vez nos despedimos de la anciana. Aún era incapaz de abandonar el sentimiento de culpa que me embargaba al pensar que estábamos engañando, de alguna forma, a la mujer, pero tenía que olvidarme de ese sentimiento si quería sacar adelante la misión. Nuestro deber, a lo que nos habíamos comprometido, era a encontrar los documentos y debíamos poner todos nuestros sentidos en cumplir lo pactado.

El silencio inundó el pueblo a medida que la oscuridad iba ganando la batalla a la luz del sol. Nadie parecía querer salir de sus casas a esas horas, lo que beneficiaba nuestros planes. Nos acercamos al edificio que tanto nos había llamado la atención para intentar descubrir algo que nos ayudara en nuestras pesquisas.

—Esto tenía pensado hacer. —Asentí a las palabras de mi compañero antes de, intentando hacer el menor ruido posible, algo a lo que yo estaba acostumbrada, mirar por las ventanas por si pudiera ver algo interesante en su interior.