Partida Rol por web

Tomiko se lo piensa, escuchando las palabras de Haru. Alza una mano para evitar que Yumiko siga hablando, quiere estar segura de lo que pasa.

Así, silenciosa y quieta, se queda durante un buen rato, hasta que por fin abre la boca. Se aparta del camino de Haru.

-Tienes razón, si ese es el comportamiento del club fuera de él, nos está deshonrando a todas...puedes irte, pero no te metas en mas problemas con mi club, esto se trata de forma interna.

Sonríe a Tomiko... esa chica si que tiene cabeza, es lógico que sea ella la capitana... a parte de su talento para el Kendô.

-Antes de entrar en una pelea les dije que dejaran de molestar a la chica, pero ellas quisieron pelear... realmente, soy una persona pacifica y solo empleo mis artes para entrenar... espero llegar a ser, algún día, tan fuerte como tu, Tomiko...

Hace una reverencia respetuosa, solo a Yumiko.

-Espero que esto no cause muchos problemas a tu club, sería una lástima.

Vuelve a sonreír y se despide de ella... esa chica le cae bien.

Tomiko le devuelve la reverencia y agradece con una sonrisa sus palabras, bajando la espada hacia la cintura.

Al parecer ya tenía una nueva aliada dentro del instituto.

Haru subió en el bus, se puso sus cascos y esperó las horas que tardaban en llegar al pueblo, tras hacer múltiples paradas por toda aquella zona rural, con esas paradas de bus tan tipicas, como una casetilla de madera con posters antiguos decorándolo.

Cuando Haru llega a su pueblo, ya es media tarde.

Los campesinos, casi todos viejos, están apurando las horas del día para sacar el cereal del arrozal o para traer algo de verdura de sus cosechas para la cena.

La casa de la chica es como todas allí, de madera, con el tejado en forma de triángulo grande, tanto, que su extremo casi toca el suelo y se alza hacia arriba desde ese punto. Tiene un porche bastante amplio, con un escalón que para los ancianos es dificil de sortear, salvo si usan las escaleras principales.

Haru se fija que hay un coche fuera, un coche desconocido y como la puerta de casa esta abierta, aunque eso no es raro en el pueblo.

No se extraña de ver la puerta abierta, mas bien se extraña de ver un coche de alta gama frente a su casa cuando en el pueblo lo maximo que hay son motocicletas pequeñas y algún carricoche... de coches normales, que no lujosos como ese, están en los garajes y son pocos.

-Tadaima!!

Al entrar, se quita los zapatos y se pone sus zapatillas de estar por casa... se acerca a la salita que es donde normalmente están las visitas.

Haru, al pasar, vio a su madre, charlando con un occidental, un tipo de unos cincuenta años, con barba salpicada por el cano. Ambos se pusieron en pie para recibirlas.

-Ah, aqui está, Haru-chan, acércate.

El hombre se inclinó y le ofreció la mano.

-Él es Miller-sama, viene de estados unidos para verte.

El sonrió un poco.

-Es un placer.

La salita era pequeña, con un mueble de madera antiguo, con un televisor antiguo también, en el suelo había una mesita pequeña y cuatro cojines en el suelo para sentarse.

Mira al señor Miller extrañada. Qué hace allí solo para verla¿?

-Hajimemashite, Miller-san.

Se sienta frente al señor Miller.

-Por qué ha venido a verme?

Miller se remangó los pantalones con las manos antes de sentarse de nuevo, de rodillas, se quejó un segundo, sus huesos no estaban acostumbrados a sentarse tanto en el suelo.

-Qué directa.

Sonrió un poco.

-Estoy encantado de conocerte, Haru. He estado mucho tiempo buscándote. Soy un ojeador de la LF, un ojeador de verdad, no de esos falsos.

Metió la mano en su chaqueta y sacó una identificación, la cual mostró.

-He estado un tiempo viendo como entrenas, y creo que la hija de Kawada, el campeón, debería dar el salto a la liga profesional. Pronto me iré a america para presenciar un combate entre un grupo de americanos y unos rusos, los que ganen pasarán a LF y me gustaría incorporarte en el equipo ganador.

Se queda un poco parada... pensaba que a nadie le importaba si entrenaba o no o que nadie la observa cuando lo hace... tampoco piensa que sea muy buena, sino normalilla...

-Miller-san, de verdad cree que tengo posibilidades contra esas personas? Quiero decir... yo he entrenado sola... ellos habrán tenido entrenadores...

Miller negó con la cabeza y esbozó una sonrisa.

-Ellos son gente de la calle: una chica con problemas con sus padres, una chica rica pero se siente poco realizada y un chaval con problemas que vivía en la calle hasta hace dos semanas. Si ellos pueden llegar a LF, tu también. Solo te voy a pedir que entrenes mucho antes de que te vuelva a buscar.

Mira a Miller y asiente.

-Cuanto tiempo tengo?

Tiene que entrenar aun mas que antes, sino será el hazmereir de esos chicos.

Miller se frotó la barba e hizo cuentas.

-Iré al torneo, supongo que ganaran los chicos que te dije, pero no te extrañe tampoco si vengo con rusos desalmados. Así que te daré un mes.

Se puso en pie y reverenció a la madre y luego a la hija.

-Espero mucho de la hija de Kawada. Espero que puedas tumbar a tu viejo algún día.

Frunce el ceño... recordando a su padre...

-Por mi honor y el de mi familia, tumbaré a ese hombre algún día.

Se pone en pie, en una pose un tanto combativa.

-Con un mes tengo suficiente para tumbar a todos los rusos que me traigas.

Cuando la madre firmó a Miller como representante y tutor de Haru, se comprometía a hacerla participar en LF. La madre no se opuso a que ella peleara ¿por qué? porque ella misma también quería que su hija destrozara a su padre, no por venganza, sino para que supiera lo maravillosa que era. Por otro lado...La madre de Haru sabia que no le quedaba demasiado tiempo junto a su hija y era un regalo del cielo aquella oportunidad.

El siguiente mes lo pasó entrenando. Primero, iba a clase corriendo, no en bus, por lo que tenía que despertarse a las cuatro de la mañana y empezar a correr a las 5 para llegar a las siete a clase, pero eso solo hacía que sus piernas se fortalecieran.

Cuando acababa las clases, practicaba en el gimnasio y luchaba a veces con los del club de kendo con la aprovación de su jefa y campeona como favor personal.

Luego volvía a casa, y antes de cenar, se iba cerca del río a practicar.

Los fines de semana ayudaba al señor Miyazaki a recoger el huerto, algo que fortalecería sus brazos.

Antes de lo que imaginó, acabó por fin el mes.