Partida Rol por web

Ser Armen continuó haciendo caso omiso a las miradas de la gente, bajó la cabeza tratando de pasar desapercibido y se dio cuenta entonces de las manchas de sangre de su coraza. No había pensado en ello pero de todos modos pasaría un rato hasta que se enteraran de lo ocurrido, y algo más hasta que lo relacionaran con ello. No obstante se arrebujó en su capa para evitar más miradas molestas.

Con una mano empujó la espalda de Alice suavemente hacía las escaleras instándola a que subiera ella primero para que lo guiara hasta la habitación.

Muchos vieron como el caballero empujaba a la septa a las habitaciones superiores y desaparecían por las escaleras. La pareja subió los peldaños de madera y Alice condujo a Ser Armen hasta la segunda puerta a la derecha. Estaba cerrada, cuando tiró del picaporte la puerta se abrió con un crujido.

¿Señora?

La falsa septa dio un grito cuando la vieja septa apareció vestida con las antiguas ropas de Alice y empuñando un cuchillo, no era un arma peligrosa en absoluto, era un cuchillo para untar mantequilla, pero bastó para amedrentar. El grito hizo que el bebé se despertara y se pusiera a llorar. Gala se acercó a él para consolarlo.

¿Qué ha sucedido? He oído los gritos y la lucha.

-Los Tollett han atacado. -Dijo escuetamente Ser Armen, no había mucho tiempo para explicaciones. -Todos los Grafton que había en el campamento han muerto. -Ya daba a Ser Darys por muerto aunque mandaría al maestre que le había prometido de todas formas, si lograba dar con alguno.

Sacó el anillo de hierro de la casa Gord y se lo mostró a la septa. -Tomad al bebé. Debemos ir a la Puerta de Sangre y refugiarnos allí. Esto nos abrirá las puertas.

La noticia de la batalla sorprendió a Lady Grafton, pero no de un modo propio de una dama, lamentándose por los muertos que habían dado su vida por su Casa, sino con un destello de furia, una promesa de venganza. Aquella mujer haría sangrar el Valle de Arryn. Cuando se recompuso ordenó sus ideas y miró el anillo. "Sí", parecía decir su rostro.

Esta pesadilla terminará pronto, Ser. Confío en que no os falten las fuerzas en el último escalón. Alice, tu ayuda ha sido incalculable, serás debidamente recompensada.

La septa cogió al bebé y una pequeña bolsa de cuero donde tintinearon algunas piezas metálicas, después se puso detrás de Ser Armen, esperando que le condujera hasta allí.

En el piso de abajo habían oído los gritos, muchos de ellos habían supuesto que algo malo le había hecho el caballero ensangrentado a la septa, y parecía que se habían envalentonado, cogiendo lo que tuvieron a mano para subir en tropel a investigar, quizá esperando da run escarmiento a Armen y rescatar a una septa, pero tan pronto como apareció Ser Armen en el extremo superior de las escaleras con su armadura se dispersaron como cobardes.

La armadura de Ser Armen había detenido el valor de aquellos hombres semiborrachos pero no garantizaba su seguridad, podrían llegar los suficientes hombres para que se volvieran valientes de pronto. -No podemos seguir aquí. -Murmuró a las mujeres. Una reyerta ahora les retrasaría y les pondría en peligro.

El caballero abrió el camino bajando por las escaleras, pero al llegar a la estancia inferior dejó que las dos mujeres y el bebé salieran primero por la puerta mientras él miraba desafiante a los parroquianos de la taberna. Su mirada parecía decir: venid a probar mi acero pero su cabeza pensaba: No lo hagáis. Y es que el noble caballero errante no quería matar a nadie.

No hizo falta nada más. Los hombres de la taberna les dejaron marchar.

Las calles estaban casi vacías y sólo unos pocos caminaban por ellas. Talleres y tabernas estaban cerrados pero no así las viviendas donde empezaban a verse luces. Los vecinos hablaban entre ellos a través de las ventanas, a media voz, comentando lo sucedido. Armen se dio cuenta de que muchos desconocían la gravedad de la situación, creían que había sido una pelea entre soldados, no una emboscada.

Llegaron al final del pueblo y observaron el castillo. Apenas les separaban unos 150 metros, pero entre ellos había una docena de guardias, tres de ellos a caballo. Patrullaban la zona alrededor de las puertas, portando antorchas en las manos. Mirando un poco más arriba, a las almenas, podía ver las figuras de arqueros que igualmente patrullaban. Si todo se volvía violento no tendrían muchas oportunidades.

Ser Armen sabía que si los guardias se ponían bordes podrían tener un problema para entrar en el castillo, o más bien para salir con vida de aquella situación. Por ello se dirigió con paso calmado hacía ellos. Si les mataban cometerían un error muy grave, pero a fin de cuentas habrían perdido la vida y eso no es lo que le interesaba al caballero.

-Buscamos refugio en el castillo, audiencia y un maestre. - Dijo en voz alta a los guardias mostró el anillo de Ser Darys como si aquella fuera la llave que les permitiera el paso. -Ser Darys Gord nos envía. -Todavía era pronto para jugar la carta de la falsa septa.

Los guardias estaban nerviosos por lo sucedido aquella noche, tan pronto como las tres personas se acercaron uno de ellos levantó el pomo de la espada lo bastante para que un tercio de hoja asomara de la vaina. El que parecía mandar no le dijo que se calmara, lo cual ya era una mala señal y se acercó al anillo que alzó Ser Armen.

Dame luz -le pidió a su compañero quien de inmediato acercó la antorcha. Los ojos del hombre se quedaron fijos en el anillo- Es su anillo. ¿Cuándo te lo ha dado? ¿Quiénes sois?

Pero al mismo tiempo acompañó las preguntas con un gesto para que le siguieran.

Ser Armen siguió al soldado e hizo idéntico gesto a sus acompañantes para que lo siguieran. Mientras caminaba siguiendo al soldado comenzó a explicar a grandes pinceladas lo que había ocurrido sin entrar en los detalles de la identidad de la septa y el bebé. Eso lo explicaría al señor de la fortaleza, ya que no se fiaba del resto.

-Mi nombre es Ser Armen Hawker. Cuando los Tollet atacaron el campamento de los Grafton me pillaron en mitad de la refriega y logré ayudar a Ser Darys. Me pidió que urgentemente fuera a hablar con vuestro señor y también un maestre ya que se encontraba gravemente herido. Si podéis avisar a uno para que vaya de inmediato aliviaríais la carga de mi conciencia por tener que dejarlo solo.

Aún con cierta desconfianza hacia su historia dejaron entrar a Ser Armen en el castillo, y junto a él a la falsa septa Gala, la puta Alice y el bebé llorón, el heredero de Puerto Gaviota. Su legitimidad quedó probada en cuanto al septa se reveló al señor de la Puerta de la Sangre como Lady Grafton, señora de Puerto gaviota y madre de su legítimo señor.

Desde la seguridad de las almenas de la Puerta de la Sangre Ser Armen pudo observar aquel campamento lleno de muertos donde los esbirros de los Tollet aún remataban a aquellos que siguieran vivos, con impunidad ante la evidente complicidad de la mayoría de las casas reunidas frente a la fortaleza. Los pobres guardias que quedaran vivos, incluido Ser Darys, pronto caerían bajo el acero de algún miserable. Sí que hubo sangre a las puertas, y en terrible y roja abundancia. La tierra en torno a lo que había sido el campamento de los Grafton se tornó un barro granate que perduraría durante muchas semanas. La luz de los fuegos y las tiendas ardiendo, consumiendo lona, cuero, brea y cadáveres iluminaron durante gran parte de la noche aquella cruel y sanguinaria obra.

Obra de los Tollet, que habían conspirado desde el principio, tal vez incitados desde sus orígenes por una o varias Casas Mayores del Valle, para exterminar el linaje de los Grafton de Puerto Gaviota. Linaje que ahora reposaba en aquel débil cuerpo lloroso del hijo de la falsa septa Gala, Lady Grafton. Una mujer que había prometido una sanguinaria venganza por todos los actos cometidos y cuya mera existencia suponía un grave peligro para todos los habitantes del Valle, por muy justos que fueran sus motivaciones.

Aún quedaba mucho por descubrir, si finalmente Ser Armen entraba al servicio de los Grafton podía estar apostando por el caballo perdedor, pero los Grafton eran una casa poderosa, con flota y ejércitos propios y gozaban del favor de Jon Arryn, Mano del Rey. Tal vez fuera más prudente alejarse de aquel lugar, incluso sin la certeza de un empleo. Tal vez el oro con el que se le había recompensado fuera suficiente para alejarse de esa incierta y, como había demostrado Ser Adam, letal. Una noche de sueño reparador resolvería esas dudas.

Lo más importante fue que el llanto del bebé no había sido silenciado por el puñal asesino.

Ser Armen había cumplido su misión, y suspiró aliviado cuando cruzaron la puerta de la fortaleza y supo que el bebé que tanto le había costado proteger estaba a salvo. Recordó entonces al septón Meribald que le había ayudado en un principio y se preguntó que sería de él. Deseaba que siguiera con su camino de arriba a abajo como él decía, repartiendo comida. -Y fresas... ojala le queden fresas que dar.

Recordó también a Ser Adam y deseó con todo su corazón que los Siete le hubieran acogido en su seno. Se preguntó si aquella vida que habían salvado a costa de la del viejo caballero no sería sino para que la septa Gala, o mejor dicho, Lady Grafton, tuviera el permiso para ejecutar su venganza. Tal vez hubiera sido mejor que el Desconocido se llevara a la dama y no al caballero. ¿Pero que sabía él de los designos de los dioses?.

Contempló la carnicería de abajo. Sin duda alguna merecían un castigo ejemplar. Ser ajusticiados, pero no una venganza que pusiera en armas a todo el Valle.

-Mis señores. -Dijo el caballero cuando se le dio ocasión de hablar. - Espero que Lord Grafton crezca sano y fuerte y se convierta en un hombre valeroso y justo. Y para los Tollett, quienes causaron este daño a su familia, pido justicia, mas no venganza. Espero que Lord Arryn sea quien les aplique el castigo, y no los campos de batalla de miles de inocentes.

Ser Armen se despidió de la septa y el bebé, sin saber si volverían a encontrarse, tal vez el caballero aceptara a fin de cuentas la oferta de los Grafton si se veía en posición de poder aconsejar a Lady Grafton y evitaban así otro baño de sangre. O tal vez le valiera con unas monedas de oro y una noche con Alice para seguir su camino errante.