Partida Rol por web

Miro las huellas con detenimiento. Desde luego, son ellos, parece que no hay duda. Me veo tentado de continuar el camino, y seguir inspeccionando el terreno, pero los enanos siempre decían que la curiosidad mató al gato. Estoy acostumbrado a moverme solo por este tipo de parajes, siguiendo huellas de incursores, pero esta vez era distinta. Esta vez, no iba solo. No podía seguir avanzando sin el resto del grupo.

Así pues, haciendo un esfuerzo para resistirme a la tentación me doy media vuelta, y continúo por donde he venido. Me había separado bastante, y seguramente, hasta que no volviese, el resto no se pondría en marcha. No había tiempo que perder. Al menos, una cosa había sacado en claro. Estabamos sobre la pista del grupo..

Ahora, sólo quedaba aligerar el paso.

Pasa un rato durante el cual hacéis poco más que intentar entrar en calor y esperar. No estáis seguros de que haya sido la mejor idea porque aunque descansáis, al escuchar pasos que se acercan y poneros en pis notáis cómo las articulaciones protestan. ¿Por qué justo ahora?

Segundos después, la figura del enorco que marchó de exploración aparece por el camino regresando hasta vosotros.

Tras la exploración, vuelvo junto al grupo, para contarles lo que he descubierto. Al llegar junto al grupo, veo como se sobresaltan. Por suerte para ello, no soy su enemigo, aunque no puedo evitar ver que ponen cara de cansancio y disgusto. Parecen muy cansados de la marchay lo último que necesitaban era un enemigo.

— Traigo buenas nuevas —digo para que vuelvan a relajarse. Es evidente que están extenuados, pero tendrán que sacar fuerzas de flaqueza— Estamos sobre la pista, seguimos el camino correcto. ¿Habéis descansado ya?. Tenemos que continuar si queremos alcanzar al enemigo.

Diciendo esto último, los miro a cada uno de ellos tras mi capa. Desde luego, no están descansados, y por sus caras, lo último que parecen querer es continuar la marcha... Pero sintiéndolo mucho, el tiempo apremia, y tendremos que seguir. Ya hemos perdido media hora con esta parada, y es media hora que tendremos que recuperar.

Siguiendo el liderazgo de Abrek y sintiendo cómo vuestras articulaciones al principio se duelen del movimiento pero luego, al entrar en calor, lo agradecen, avanzáis por el camino nevado, siguiendo las huellas que por allí van. A lo lejos se empieza a vislumbrar la cordillera a la que da comienzo el Yelmo de Balnida, pero el propio Yelmo, que te han dicho es un promontorio pequeño, aún tarda media hora más en estar a la vista. Para entonces el sol ya empieza a estar cerca del horizonte pero sigue habiendo luz.

Desde vuestra posición podéis observar bien el yelmo, un promontorio rocoso de color blanco sucio de la misma roca granítica que se esparce por la meseta norteña que solía usarse para construir casas. La roca en sí misma mide treinte metros de alto y se podría escalar, aunque no con facilidad. También es la única protección contra el viento en millas alrededor, motivo por el que el grupo de orcos ha elegido acampas en su lateral oeste en lugar de en lo alto, donde la superioridad estratégica es evidente.

Desde donde estáis, a unos quince minutos de la roca, el grupo de orcos son unos puntos borrosos que se mueven por su base.

De su boca brota una espesa nube de vapor ante un suspiro

-Sera mejor que esperemos a que el sol termine de caer y se duerman, luego entramos sin que nos vean, tomamos al rehén y nos largamos con el sin generar ningún enfrentamiento innecesario

— Son orcos, pero no idiotas —comento mientras intento agudizar la vista, para saber su número, ya que no creo que distinga al rehén desde aquí— Seguramente, hagan guardias. Deberíamos de acercarnos en sigilo, sin ser vistos. Y, poniéndonos en lo peor, yo sé hablar su lengua. Eso puede servir de distracción si lo que queréis es no pelear...

En tu opinión hay alrededor de media docena de seres allí, uno arriba, uno abajo.

Rasheed trataba de escrutar las sombras desde la distancia. Entre el tiritar de sus miembros y el castañetear de sus dientes, lo cierto era que le costaba bastante enfocarse en sus enemigos. No por primera vez, se pregunto que diablos hacía en un lugar como aquel…

- Estoy con Pride. – dijo finalmente con el aliento entrecortado por el frío. – No alcanzo a ver cuantos son, pero creo que son demasiados para nosotros. Lo mejor será golpear y correr.

- Aunque no sabría bien para donde. – dijo echando un leve vistazo a la inmensidad del terreno que lo rodeaba. – Estamos demasiado lejos de cualquier parte, y puede que el prisionero esté herido. Si es así, no creo que lleguemos a ningún lado antes de que nos den caza como a conejos. Conocen estas tierras.

- Diablo !!! Dudo que yo mismo pueda durar demasiado en este frío…

Luego de permanecer algunos instantes en silencio, cavilando las opciones que tenía, finalmente concluyó.

- Quizás podamos encontrar algún escondite en la montaña. O al menos un desfiladero donde no puedan aprovecharse de su número para luchar. Pareció una buena idea para esa tal Balnida. Y solo contaba con mujeres y niños…

A ojo dirías que se trata de un lobo de monta, tres orcos y siete prisioneros. O no, son tres orcos, un trasgo y un prisionero. No, no, no, no, son dos orcos y dos prisioneros y un caballo. Um... nah, son cinco orcos, sin prisioneros...

Mientras miro, busco una piedra donde poder sentarme. No he parado en todo el camino, y, aunque aún podría seguir caminando varios kilómetros, ahora que hemos llegado a nuestro objetivo, puedo permitirme el lujo de descarsar unos segundos. Mientras me siento, me coloco bien mi capucha. No quiero que el sudor se me enfríe, y en este lugar, es lo más fácil que te puede pasar.

— Uhm... —mascullo mientras miro al grupo de orcos desde la lejanía— Yo diría que son alrededor de media docena, más o menos. No podría asegurarlo, pero no creo que sean más. No obstante, si queréis ir en sigilo, me parece bien. Así nos ahorraremos problemas... Espero.

Tras decir esto, sigo mirando hacia el horizonte, hacia el campamento que los orcos están montando. Desde luego, lo mejor será atacar durante la noche, pero conviene vigilarlos. Hay que saber cómo actuan, si harán guardias... Con suerte, mirándolos otro rato, pueda ver cuántos son en realidad.

Lyrah se había llamado al silencio. Una breve oleada de timidez había asomado por su rostro y sus mejillas, y su actitud quieta, cuando Pride se había sentado a su lado y le había preguntado por aquello de su pertenencia. Sólo le había mirado a los ojos, como si no tuviese alguna explicación racional o legítima para darle. ¿Qué podría decirle que él no estuviese viendo? Una leve sonrisa había acompañado ese silencio, casi como una sonrisa de disculpa. Luego había vuelto Abrek y, como si las palabras de Pride le hubiesen infundido una vergüenza movilizadora, Lyrah se había puesto de pie y seguido el camino al paso de todos los demás detrás del enorco.

Desde allí en esa cornisa, al lado de todos ellos, observó el movimiento del campamento que estaba siendo montado. Miró a Rasheed, luego a Pride y finalmente a Abrek.

- Yo no serviría para un ataque... la verdad. Quizás... quizás pueda, sí, dar alguna ventaja. No sé, debo pensarlo un poco. Si es de noche, quizás algunas luces salidas de la nada...

El sarcosano se acomodó sobre una piedra más o menos plana y aprovechó para masajear con fuerza sus músculos adoloridos. Aquel maldito clima parecía haber empeorado, y el frío aire de la noche empezaba a calar lo huesos.

- Media docena son demasiados. – dijo con aire ausente, más para si mismo que por responder a las apreciaciones de su compañero. – Tienen razón. Lo mejor será esperar a que hagan guardias. Pero aún así no me gusta nada. Un simple grito puede poner a todo el campamento tras nuestro rastro…

Su tono era de preocupación, y el gesto que se había dibujado en su rostro lo decía todo. El sarcosano estaba muy lejos de casa.

- Aunque podríamos probar suerte con el prisionero. Quizás conozca la zona y pueda indicarnos algún lugar donde escondernos. Alguien tendría que llegar a él cuanto antes, mientras el resto se ocupa de los guardias.

-Tal vez, si lo prefieren, podemos cargarnos a todos mientras duermen o a los que vigilan si no prestan la suficiente atención.

Se pone en cuclillas y se escucha frotandose las manos bajo su tapado

-Todo es cuestión de ver como se organizaran ellos en la noche

Dejáis pues pasar algo de tiempo para ver cómo se organiza el enemigo, mientars el sol va bajando. Observáis que se mueven poco, como si hubiesen establecido un campamento allí en la base de la roca. No deben esperar un ataque y aun así, parece que envían exploradores o vigías... ¿hacia dónde? Desde aquí es difícil verlo...

Los agudos ojos de Abrek comprueban que han mandado dos vigías a lo alto de la roca de Balnida, por lo que si os queréis mover debería ser o ahora antes de que lleguen arriba o cuando caiga la noche del todo. O moverse con gran precaución, claro. Con esto el grupo de abajo, a juzgar de Abrek, se reduce por demabjo de la media docena sin duda alguna. Y empiezan a encender una hoguera, lo que confirma la idea de que se quedarán abajo, donde sin uda están más a resguardo del frío que arriba, aunque menos a resguardo de ataques.

— Uhm... —mascullo mirando a la lontananza— Parece que van a mandar a alguien a vigilar. un par de ellos están trepando hacia el punto más alto de donde se encuentran.

Sin dejar de mirar al lugar, con los ojos aún entrecerrados, intentando ajustar más la vista, comento— Si queremos movernos, tendremos que hacerlo ya, o es posible que nos descubran —Dejo de mirar hacia los tipos que suben hacia lo alto de la roca, para mirar a los que se quedan abajo. Están haciendo un fuego, por lo que su idea, seguramente, sea pasar aquí la noche— Parece que acamparán aquí. Ahora mismo, son menos de media docena, si mis cuentas no fallan.

Me giro hacia el grupo por fin, para terminar diciendo— Qué hacer o no hacer ahora no me importa, pero lo único que tengo claro es que tendremos que movernos. Y eso, tendrá que ser para atacar o para esconderse, vosotros decidís...

- Menos de media docena, ¿eh? – comentó el sarcosano por lo bajo, mientras sus párpados se cerraban en una astuta y taimada mueca. Las pequeñas rendijas que ocultaban sus ojos brillaban con determinación casi fanática.

- Tal vez sea el momento de ajustar cuentas. Todo parece indicar que aguardan algo. Quizás otra patrulla o algo peor. Si no actuamos ahora, estamos perdidos. Será imposible recuperar al prisionero si llegan refuerzos.

- Propongo que caigamos sobre ellos de inmediato, mientras los vigías aún están dirigiéndose a su puesto. Les llevará algún tiempo retroceder sobre sus pasos, y quizás consigamos reducir a todos antes de que estén de vuelta. Un enemigo dividido es nuestra única oportunidad.