Partida Rol por web

Ana elevó el mentón y dirigió una mirada interrogativa y dura cuando la criada no salió presurosa para cumplir con la tarea encomendada, luego de escuchar su explicación suavizó la mirada al tiempo que su cerebro reconocía, ahora sí, aquella palabra. —¿La Cruz? Qué cojón de nombre para un juego vestenio es ese... A no ser que no sea un juego al uso si no pura parafernalia para chuparte el seso— con esa idea en mente le dirigió una mirada a Nuru para indicarle que ahí había chicha y volvió a dirigirse a la criada, mejor el interrogatorio a una sola.

—De acuerdo, lo entiendo... pero verás, me gustaría impresionar a los príncipes sabiendo algo. Tú podrías contarme cómo se juega, si se utilizan naipes o tabas o cualquier otra cosa, te puedo recompensar por tu ayuda y discreción.

Nuru se sorprendió, a su vez, de la petición de Ana. Sin embargo hubo algo que la sorprendió todavía más, aunque sorpresa tal vez no fuese el término adecuado. Así que la clave, parecía ser el juego… ¿Qué tipo de juego sería? Uno mágico sin duda. Mantuvo la seriedad y miró de reojo a su compañera, fue cuando cruzaron las miradas de forma significativa el momento en el que lo tuvo todavía más claro. Y sabiendo esto, mantuvo cierta distancia, quedando como observadora con aquella perenne seriedad pintada en ella.

— Siendo un juego tan especial… —Comentó en voz alta, picando desde su posición con cierto tono distraído.— Tan reservado a los invitados. ¿Crees que ella acaso lo conocerá?

La mujer alternó la mirada entre las dos heroínas y apretó los labios un instante antes de responder.

—No tiene naipes. Es un tablero y unas piececitas de colores. No conozco las sutilezas del juego, pero sé que es sencillo. Lo aprenderéis fácilmente, no os preocupéis más.

En ese momento regresó el otro sirviente con el cubo y las sales que le habían pedido. Se las ofreció a Nuru y regresó a su lugar junto a la pared, aunque miraba de reojo la interacción entre ellas y su compañera. 

Nuru escuchó con una media sonrisa a la sirviente y miró de reojo a Ana.

— Los juegos sencillos son los peores, lo que yo te diga Ana, no tendremos que perder detalle de la partida.

Aquellas palabras que Nuru creyó que eran sutiles, bastaban para hacerse entender. La teoría de la distracción cobraba cada vez más sentido. Al llegar el otro sirviente tomó en una mano el botecito y en otra el cubo.

— Gracias hombre. ¿Vienes a sentarte?

Preguntó dirigiéndose hacia las butacas, dejándose caer a peso muerto sobre una de ellas, colocó el cubo bajo sus piernas y el botecito sobre la mesa. No creía que necesitase mucho más que acomodarse y palmeó el asiento de la butaca a su lado, esperando a su compañera.

El anzuelo de la morena dio resultado y la criada habló, no dijo gran cosa pero al menos no se cerró en banda como la castellana pensó que haría al ver sus labios apretados. Miró a su amiga ante su nuevo comentario y asintió justo antes de que el otro sirviente entrara.

—¡Claro! Esa travesía ha sido... intensa.

Al saberse observadas creyó que ya no sacaría más de la mujer y se fue a sentar junto a Nuru. Muy junto a ella. No quería que la oyeran y si para eso tenía que hacer ver que eran más que amigas no le importaba.

—Posiblemente sea fácil para que nos confiemos... —no hacía falta añadir más, ambas ya sabían que debían estar muy alerta y atentas ante cualquier cosa extraña —El juego se llama "la cruz" , en el idioma de Montaigne, quizás el "objeto" tenga esa forma... 

Ya tenían algo más que hacer a parte de mirar los dedos si más, con suerte esa podía ser la forma del anillo, sin ella sólo sería el nombre de un juego absurdo que las llevaría a perder su personalidad.

Observó en silencio cómo Ana se sentaba a su lado, tal vez demasiado cerca pero no dijo nada ni protestó sobre esto, era probable que la castellana quisiera únicamente hablar con ella o sentirse algo más segura. Asintió a sus palabras y se acomodó, tuvo el impulso de poner los pies sobre la mesilla pero lo reprimió y habló en voz baja.

— Es posible, sí. Por si las moscas no comentaría nada sobre... Eso, —dijo refiriéndose a los objetos— al fin y al cabo somos embajadoras. ¿No? 

Echó un vistazo al cubo, todo objeto contundente que tuviese cerca en algo la tranquilizaba, aunque fuese poco.

Asintió a la morena y contuvo el impulso de rodar los ojos.

—Embajadoras... ¿de qué?  Se suponía que hablaría Rodrigo. Bueno, hablar con el ego de los príncipes sobre una sociedad secreta que quiere reclutar a gente lista y poderosa no debería ser difícil.

Había un deje de fastidio en su voz, al menos al principio, luego fue asumiendo que le tocaba a ella el papel de embaucadora y se encogió de hombros, al fin y al cabo llevaba casi toda la vida fingiendo que no le importaba la deriva en el gobierno de Castilla. Si había podido con los inquisidores podría con dos hermanos subidos de humos, por mucho anillo mágico que tuvieran... O lo que fuese. Acomodó las armas que se le clavaban en las costillas, ya que con aquel nuevo atuendo más largo no había encontrado la mejor posición, y soltó un último comentario.

—Por si acaso las historias se equivocan no busquemos sólo anillos...

— Eso es verdad —le concedió asintiendo, era obvio que Ana era más lista que ella y tenía educación, lo que estaba muy bien dadas las circunstancias—. Si te sirve, tú no eres tan charlatana como Rodrigo pero eres más inteligente, seguro que se te da bien —a veces Nuru era brutalmente honesta, incluso si no le convenía—. Y si no siempre nos quedan los puños.

Morir matando, no estaba mal recurrir a eso tampoco de vez en cuando. Se quedó mirando a Ana fijamente un instante antes de palmearle el hombro.

— Hecho, pondremos atención a todo. Pero prométeme que si me embrujan me pegarás una hostia, —habló con su seriedad habitual así que era complejo advertir si iba en serio o algo podía invitar a pensar que bromeaba— a mano abierta a poder ser.

Pasó un rato antes de que la puerta se abriera de nuevo y por ella entrase la guardia que ya conocían. 

—Venid, os llevaré a la sala de audiencias, donde los príncipes ya os esperan. Vuestros compañeros han tenido la suerte de llegar a tiempo. 

Sin más dilación giró sobre sus talones y se puso en marcha para guiarlas por el interior del palacio.