Debido a mi gran volumen, me estaba quedando algo retrasado. Lo mío no era correr, eso cansaba mucho. La verdad es que para mi esto, más que una aventura, parecía una pesadilla. Grandes gotas de sudor descendían por mi cuerpo, haciendo que mi ropa se tornara húmeda rápidamente. Vi cómo Paul se caía y fui a ayudarle, a la vez que Billy. Entre los dos logramos levantarle y seguir corriendo. El corazón me iba a explotar o a salir disparado del pecho.
-"Vamos, corred, corred."
Motivo: Correr, correr y correr
Tirada: 1d10
Dificultad: 6+
Resultado: 6(+2)=8 (Exito) [6]
La persecución parecía no acabarse nunca y sentíais como si jamás hubieseis corrido tanto como entonces. A pesar de todo, uno a uno fuisteis entrando en la cueva detrás del profesor, que quizás debido a sus enormes zancadas, casi daba la sensación de volar por encima del suelo.
Pero lo importante era que finalmente, conseguisteis llegar, mientras a lo lejos seguíais oyendo el furor de los piratas, de aquellos que os perseguían y también, de los que continuaban luchando contra las bestias aladas en el barco.
Cuando la oscuridad se hizo tan densa que no fuisteis capaces de continuar avanzando, os detuvisteis, intentando recuperar el aliento. Casi parecía que se os fuera a caer el alma a los pies.
En ese momento, la oscuridad dejó paso a una luz que hasta calentaba y al mirar, visteis al profesor con una antorcha en la mano, que parecía haber recogido de alguna parte de la pared, y encendido con unas cerillas que se guardaba en esos momentos en un bolsillo.
Está bien. Lo mejor será que no os separéis de mí. Los piratas aún nos vienen siguiendo pero estoy seguro de que Willy habrá llenado de trampas esta cueva, porque no hay otro lugar en el que pueda tener escondido su tesoro.
A lo lejos podíais oír a los piratas bramando de rabia al llegar a la cueva, y su voz resonó en las paredes y llegó a vosotros como si se encontraran justo al lado.
-¡Se han metido en la cueva! ¿Qué vamos a hacer?
-Nada. Willy se encargará de ellos. Nadie ha conseguido nunca salir vivo de allí dentro y ellos tampoco lo harán, estoy seguro. Willy es muy listo.
-Bueno, pero... al menos, vayamos a decírselo.
-Sí, sí. Vamos. Vosotros quedaros aquí por si salieran. Los demás, vamos a buscar a Willy.
Mientras tanto, vosotros seguíais al profesor, que caminaba con precaución, mirando en donde colocaba cada pie.
Cuando la oscuridad engulló por completo todo nuestro radio de visión, paré en seco, llevándome las manos a las rodillas, para recuperar el aliento perdido durante la carrera. Nunca había destacado en nada que tuviera que ver con la actividad física y hoy ya había tenido que correr mucho más de lo que me podría imaginar. Diría incluso que el entrenador estaría orgulloso de mí. Mientras permanecía atento a los movimientos del profesor, las voces de los piratas resonaron haciendo eco en la cueva y provocaron que diera un respingo.
—¿Na-nadie ha salido con vida? —repetí, visiblemente afectado—. Profesor, ¿cómo vamos a escapar nosotros si no somos más que... niños?
Sin esperar una pronta respuesta por su parte, caminé con mucha precaución, imitando los movimientos del anciano, teniendo cuidado de dónde pisaba. "Esta parece una aventura más propia de Indiana Jones" —dije para mis adentros, dejando ir un suspiro entre dientes.
La niña decidida cazó a dos de los piratas a pedradas, y feliz se volvió para corre hacia la cueva como alma que persiguen diablos, que así era, desde luego.
-¡Venga, chicos, que me haré vieja! ¡Moved el trasero!
Luego se dio contra la espalda de alguien, era Billy, al hacerse oscuro como boca de lobo -¡Aug! ¿Por qué te paras ahora? - la luz descubrió el mundo oculto de la cueva, y observó las paredes, las lamas danzarinas de la antorcha -Desde luego, profe, es usted un señor preparado para la vida moderna, eh!
Rebecca no atinaba muy qué decir. Estaba asustada, no quería que se le notase, tenía que proteger a su hermana, a ella misma, aparentar osadía y que su máscara de seguridad no se le cayese al suelo. Trampas, nadie sala con vida, un lugar angosto, agobiante. Ay, dios. Se apartó mechones de pelo sudados y pegados a la frente y las mejillas.
-Va, nos damos la mano, así no nos separamos. -Cogió la de Billy, apretando quizás con excesiva fuerza, con la otra mantenía aferrada a Hailee- Enana, dale la mano a Álex. Billy y tú al profe. Va, chicos, que no podrán con nosotros, ¿a que no? No, para nada, jajaja.
Muy nerviosa. Inquieta. Mucho.
Lentamente, todos fuisteis siguiendo al profesor hacia el interior de la cueva.
Lo que había detrás de vosotros ya lo conocíais pero lo que os esperaba delante, eso era un misterio que podía ser incluso más peligroso.
Pasamos deprisa a 4. La cueva