Partida Rol por web

Silencio. Frío, que entra por las ventanas rotas. Oscuridad, tan sólo rota por la escasa luz que entra por las ventanas.

Una alfombra de plumas y pájaros muertos, de los que sólo quedan huesos. Un hedor insoportable.

No funciona nada, ni la calefacción, ni el faro...

Estáis envueltos en mantas, casi congelados, vivos de milagro. Sucios y desaliñados.

¿Cuánto tiempo ha pasado?

Jens despertó tiritando de frío. Se sentía mal, muy cansado y sin fuerzas para nada. Cuando consiguió reaccionar y pudo mirar a su alrededor se encontró un panorama dantesco. Cantidad de cadáveres de las aves que habían entrado se encontraban por el suelo, los restos de la sangre seca, los huesos y las plumas se podían ver por todas partes y él... Él no recordaba nada.

El viento y el frío que entraba por las ventanas rotas le hicieron temblar de nuevo bajo la manta. El hedor que se respiraba era tan insoportable como el frío y nada parecía funcionar. No había luz y el faro no iluminaba avisando de los peligros de la costa. Jens se sentía tan débil que casi no podía ni pensar, miró a su compañero que seguía vivo pero igual de inmóvil que desde el momento en que había caído en aquel trance o coma.

De eso hacía ya... ¿Cuánto tiempo? Jens no podía saber si solo habían pasado días o tal vez meses. Los huesos de los pájaros le indicaban que tenía que haber pasado mucho tiempo pero, si no había muerto de frío e inanición, tampoco debía ser tanto. Se sentía mareado, no solo por lo débil sino también porque no entendía nada de lo que pasaba en aquel maldito faro.

Intentó acercarse al regulador de la calefacción y comprobó que tampoco funcionaba. Estaba en una situación crítica y no sabía qué podía hacer.

Sabes que estás al borde de la muerte.

No hay duda. Nada está saliendo bien.

Alguien golpea la puerta principal.

Toc, Toc, Toc, tres golpes pausados pero fuertes.

No había esperanza. Jens sabía que había ido a aquel lugar a morir, su infierno particular donde expiar todas sus culpas. Se sentía tan débil y cansado que lo único que quería era echarse a dormir para acabar con todo de una vez. De nada servía ya pelear ni flagelarse por los errores cometidos. Todo estaba perdido y ya era hora de pagar por sus pecados en la muerte más de lo que ya se había autocastigado en vida.

Fueron unos golpes en la puerta los que lo sacaron durante un instante del sopor en el que estaba cayendo. Unos golpes que a esas alturas ya ni le extrañaron. Casi a rastras, Jens se acercó para abrir la puerte imaginándose que la parca estaría en el umbral dispuesto a llevárselo. Ya nada le importaba y cuanto antes terminara con todo sería mejor. Puso su cansada mano sobre la manilla y, tras un largo suspiro, abrió por fin la puerta aceptando su destino.

El ser que se encuentra ante ti es delgado y alto. Viste un traje viejo aunque en buen estado. Sus rasgos son inquietantes. Carece de cualquier rastro de belleza o de carisma. Su piel pálida envuelve una sonrisa cruel y una mirada carente de humanidad.

- Jens...

Que aquel hombre, por llamarlo de alguna forma, pronunciase su nombre con semejante carencia de emoción puso los pelos de punta a Jens. Por un instante se quedó inmovilizado contemplando a aquel ser delgado, inexpresivo y que conseguía hacerle estremecer. Si era la muerte en persona, pensó el hombre mirando al recién llegado, no era como él se la había imaginado. Aunque reconocía que la que tenía ante él le daba mucho más miedo que la clásica imagen del esqueleto cubierto con una capa y cargando con una guadaña.

Pero aquella sonrisa sí le indicaba que nada bueno podía esperar del recién llegado y sus ojos le mostraban que tenía que tratarse de la muerte. Nadie más que la Parca podía tener semejante aspecto. Jens, tan petrificado y tan falto de fuerzas que no era capaz a reaccionar, se quedó de pie mirando con un velo en sus ojos el rostro de aquel que lo torturaría por toda la eternidad.

—¿Qué quiere? —dijo, con voz cansada y que no ocultaba el temor que sentía.

- ¿Sabes que día es hoy?

Te empuja y retrocedes varios pasos, lo suficiente para que el ser pueda entrar y cerrar la puerta.

- Hoy se cumple el plazo, ya llevas un año aquí. ¿Te gustaría volver a casa y ver de nuevo a tu hijo?

Los ojos de Jens se abrieron tan exageradamente que parecían a punto de salirse de sus órbitas. El escalofrío de auténtico terror que le recorrió al sentir la mano que lo empujaba solo le hicieron balbucear palabras irreconocibles. Dio varios pasos hacia atrás, intentando procesar en su mente lo que aquel extraño ser le estaba preguntando.

Pero la respuesta que escuchó, una vez se detuvo frente al terrorífico hombre en medio de la sala, le dejó tan aturdido como helado. Se sentía demasiado cansado para entender aquella respueta, demasiado desfallecido como para razonar con lógica. Aún así, lo que aquella cruel boca le contaba no podía ser verdad. Era imposible, literalmente imposible.

—Está loco —dijo por fin aunque con dificultad ya que sentía la boca seca—. Apenas acabo de llegar hace unos días... Es imposible que lleve un año. ¿Qué quiere? ¿De dónde ha salido usted? Será mejor que se largue si no quiere que...

El pequeño arrebato de ira que había prendido en él se consumió con la misma rapidez con la que había nacido al darse cuenta que, por mucho que amenazara aquel ser, no tenía forma de avisar a nadie. Nada en aquel maldito faro funcionaba y su compañero no estaba en condiciones de salir de la cama.

Lo miró unos instantes mientras su mente, ya de por sí perjudicada, buscaba una respuesta satisfactoria, pero lo único que conseguía era perderse entre la niebla de la locura que empezaba a instalarse en su interior.

Cientos de voces resuenan en tu cabeza y varias caras fantasmales se ven en las paredes.

- Ellos son los antiguos fareros, los que murieron aquí desde que este lugar se construyó y hasta que aprendieron cual era su lugar, años después de que mi vagar errante por el mundo terminase y me decidiese a instalarme aquí.

Hace un gesto con la mano y la puerta se abre: ves un día claro, libre de cualquier temporal, aunque frío.

- Después comprendieron lo que tenían que hacer para sobrevivir y les ayudé a montar esta empresa, esta farsa. Ellos, los oriundos de este lugar ya no morirían. Ni por falta de pesca o cultivo, ni consumidos por mi hambre sin fin.

- Quizás un ateo como tú no quiera ver la verdad, pero hay fuerzas en este mundo muy superiores a los simples humanos. Entidades que requieren un sacrifico. Nadie nacido de mujer puede expulsarme de este lugar que he tomado como mío. Lo único que pueden hacer es alimentarme, para siempre, hasta que la tierra sea un lugar yermo consumido por el sol.

Un carcajada que proviene de su garganta inhumana resuena en el faro.

- ¿Crees que tu presencia aquí cambiará algo? Tan sólo eres alimento.
>> Tienes dos opciones: tratar de correr más que yo y llegar al puerto para que te recojan o darme una vida a cambio de la tuya.

A lo lejos se escucha una sirena.

La mente de Jens comenzaba perderse en un mar de miedos, dudas y angustias con forma de caras en las paredes y voces en su cabeza. Sin darse cuenta estaba perdiendo la cordura y escuchaba a aquel ser con los ojos abiertos de manera exagerada y la incredulidad pintada en su cara.

Un año. Había pasado un año si creía a la extraña persona ante él. Un año del cual no recordaba nada, ni cómo se había alimentado ni cómo lo había vivido. Simplemente sabía que algo había sucedido pero no podía creerse que lo que él decía fuera cierto. Aunque algo en el tono de su voz y en las visiones que estaba teniendo le empujaban a creer que no estaba mintiendo.

—Yo... —dijo con voz baja, sintiendo la garganta seca y sin saber muy bien cómo continuar—. Yo...

Escuchó la sirena y en cuestión de segundos valoró sus opciones. Se preguntaba si de verdad quería dar una vida a cambio de la suya. Ya había matado a su hijo y, desde que él había muerto no había pasado ni un solo segundo sin que no hubiera suplicado porque se lo llevaran a él también. Entonces... ¿por qué dudaba? ¿Por qué se planteaba el destrozar otra vida para seguir él viviendo?

Miró al exterior, al cielo despejado, antes de volver la mirada al hombre que sonreía de manera tan terrorífica. Ya se había perdido en una ocasión en la oscuridad, no podía volver a repetir la experiencia. Y en ese momento Jens tomó su decisión.

A pesar del cansancio que inmovilizaba casi todo su cuerpo, de la locura que había empezado a dominar su mente, Jens echó a correr con todas sus fuerzas en dirección a una salvación que sabía de antemano no iba a conseguir.

Huyes tan rápido como puedes. La gaviotas forman un torbellino de chillidos mientras vuelan en círculos. A pesar del caos reinante oyes unos pasos, una carrera veloz de alguien que te se aproxima con rapidez. Un hedor insoportable, como el de mil cuerpos en descomposición te asalta.

Caes. Pero no has tropezado. Alguien te ha empujado. No has tropezado.

Como si fueses un simple muñeco, el ser te da la vuelta mientras sangras por la rodilla con la que has tocado el suelo rocoso.

Con una sonrisa cruel la criatura cierra sus puños y golpea tu torso. Tus costillas crujen, la sangre brota por tu boca.

- Eres un idiota Jens, no has comprendido nada.

Usando sus manos como si fuesen cuchillas rasga tu cuerpo y se dispone a alimentarse de tu cuerpo y tu alma.

- Si me hubieses ofrecido a Burke, te dejaría ir. Ahora os devoraré a ambos.

Un carcajada cruel inunda tu mente mientras tu vida se escaba lentamente...