Partida Rol por web

El tipo con el cartel esperaba a varias personas. En primer lugar se acercó a él aquel tipo de pelo y barba canosa, con gafas redondas y un aspecto de aventurero entrado en ciertos años ya. Luego comenzó a charlar con él. Acto seguido, viendo que aquello no era ningún tipo de encuentro extraño, se acercó al tipo del cartel otro señor de aspecto recio, que llevaba traje de chaqueta algo gastado y un sombrero de copa media (que no parecía muy hablador). Ambos le miraron cuando, justamente, un tercer tipo joven y fuerte entró en el edificio y observó el cartel (tampoco había nadie esperando a los pasajeros de los vuelos). Entendió entonces que él estaba siendo esperado por el dueño del cartel y los otros dos señores.

Bienvenidos a Cuiabá a los tres, señores -dijo el tipo de bigote y pelos dorados-. Permítanme presentarme. Mi nombres es Elías Rondón, explorador en esta región y dedicado también al cuepro militar. Trabajo también para la Comisión telegráfica de Brasil, y soy amigo del profesor Sorocco.

Usted debe ser el señor Evans-Pritchard -dijo refiriéndose al tipo de las gafas, el primero que había charlado con él-. Usted debe ser el "señor Bird", decía Elías sin saber muy bien el nombre del tipo del sombrero, tal y como señalaba el cartel-; y usted el profesional que ya ha trabajado con Marvin, si no me equivoco -Elías hablaba inglés con una fluidez bastante buena-.

-Soy Sir Edward Evans-Pritchard-dije con cierto ademán de prepotencia, -creía que el mismo Marvin vendría a recogerme.

Ante su pregunta, señor Edward, debo decirle que eso no va a ser posible -decía apenado-. Quisiera yo que fuera así: nuestro amigo Marvin está... desaparecido. Desde hace un mes...

Se mordía los labios, en señal de impotencia, al pronunciar esta nueva revelación. A vosotros se os heló el corazón tras oir tales nuevas tan malas.

Meto la mano en el bolsillo y saco la carta de tío Marvin. ¿Lleva desaparecido un mes? ¿Y cuándo fechó mi carta? ¿No tiene fecha?

Meto la mano en el bolsillo de mi chaqueta, extraigo una carta y la reviso. Mientras lo hago, me entra un horrible acceso de tos que intento esconder detrás de un sucio pañuelo de tela.

La larga travesía desde su hogar había hecho que finalmente llegara con algo de retraso a Cuiabá. Una vez se adentró en el recibidor por donde pasaban los pasajeros llegados de diferentes destinos, llamó su atención un hombre que sostenía un cartel escrito en sus manos. En Boston y otras grandes ciudades era una estampa bastante común, pero en aquel lugar destacaba al ser el único. Observó con detenimiento y encontró su nombre escrito junto a otros dos completamente desconocidos para él, así que se acercó a saludar al pequeño grupo que se había juntado, lamentando ser el último en reunirse con el resto.

-Buenos días caballeros.-Dijo Connor secamente. 

Tras sus palabras y dando por incorporado a todo el mundo, el joven del bigote hizo una breve presentación y les hizo saber que el profesor Scirocco había desaparecido recientemente. Sin duda aquello era empezar con mal pie una expedición.

-Lamento oír eso, señor Rondón. Supongo que la desaparición del profesor habrá trastocado los planes iniciales por los que se nos había convocado.-Hace una pequeña pausa, tras darse cuenta del feo detalle que ha cometido al hablar directamente sin presentarse se apresura a arreglarlo.-¡Oh! Disculpen mis malas formas, me llamo Connor Mahoney, encantado de conocerles. Y volviendo al tema que nos ocupa, imagino que podríamos buscar un lugar más discreto para hablar de todos los pormenores de nuestra reunión con algo más de tranquilidad.-Añadió mirando con recelo profesional el ir y venir de la gente que atravesaba aquella zona del aeropuerto, atento a posibles miradas indiscretas o comportamientos extraños a su alrededor.

No estaba en su naturaleza manejarse con un estilo tan refinado en sus palabras, pero había coincidido en otras expediciones con gente demasiado remilgada como para no tomar la precaución de hacerlo así mientras no conociera lo suficiente a sus nuevos compañeros. Por aquello de no empezar con mal pie.

La desaparición de mi viejo amigo me dejó sin palabras. De hecho, ni si quiera me percaté de las presentaciones de los otros dos, si es que llegaron a presentarse. Aquello era poco menos que un mazazo para la expedición. Además, empezaba con un infortunio tan grave, que si la cosa no mejoraba, podría a empezar a perder la fe que en ella tenía depositada. 

-¿Desaparecido? ¿Dónde? ¿No podemos hacer nada por él? ¿Secuestrado? ¡Puedo pagar un rescate! -dije en tono enérgico mirando a  Elías directamente a los ojos.

Nada de eso -respondió Elías ante la afirmación de Connor-; la desaparición del profesor no ha hecho precisamente trastocar los planes... de hecho, por ello mismo están ustedes aquí.

Entonces miró a un lado y a otro, como asegurando una discreción que en una zona de embarque como aquella (con trasiego de pasajeros) no había. Tiene usted razón, señor Mahoney, deberíamos hablar en un sitio recogido, si a ustedes dos tampoco le importan -miró al tipo del sombrero y tos, que de momento le teníais por "Señor Bird", y luego al barón de origen inglés, el cual quería saber cuanto antes (y con razón) el paradero de su amigo.

Mi coche está ahí fuera; será mejor que vayamos al "Templo das mil penas" -(el templo de las mil plumas)-, es un café alejado del centro turístico de la ciudad, en el que podremos hablar sin reparos. Por aquí, por favor -Elías extendió la mano invitándoos a cruzar la sala de espera del lugar y salir del edificio-. Un bonito Chrysler modelo Le barón con capota acolchada esta aparcado en la entrada del lugar, siendo el único vehículo motorizado allí dispuesto.

Entrásteis entonces en el coche y en breves segundos un zumbido hizo explosión. Era el motor del coche arrancando con gran fuerza. Notásteis en su carrocería que el tipo lo utilizaba bastante. En cuestión de minutos entrásteis en la ciudad de Cuiabá. Una gran avenida apostada en mitad del terreno partía el municipio en dos. Las calles estabas llenas de turistas y habitantes naturales, y las casas en su total mayoría eran construcciones bajas, coloniales, en las que era visible una reforma actual en muchas de ellas, adaptándose a los nuevos tiempos. Además, pasásteis por el centro neurálgico y a la vez turístico de la ciudad, la Plaza de la República. Allí unos enormes jardines construdios un par de centuras atrás hacían de la ciudad un pequeño paraiso en el centro de Mato Grosso y toda Brasil. En ella también estaba la basílica del Señor Buen Jesús, un edificio religioso blanquecino que irradidaba energía y vitalidad al sitio. Vuestra vista se maravilló del esplendor del lugar, en pura efervescencia y auge social y económico.

Tras dar un rodeo por la ciudad y aparcar el coche en una calle bastante escondida alejada de tal plaza, Elías os invitó a pasar al Templo de las mil Plumas. Era un café oscuro, en mitad del callejón, donde al principio os dió algo de recelo entrar, pero una vez dentro vísteis que había bastante discreción. El interior era una sala diáfana con diveras sillas y mesas de madera, y un par de apartados privados anexos de los que salía humo (seguramente serían fumaderos de opio u otras drogas parecidas). En un lateral un barman os vió entrar junto a Rondón, al cual reconoció. Elías levantó un dedo para que os sirvieran unas bebidas de acompañamiento.

Siéntense, por favor -señaló el guía-. Aquí podremos hablar, regento mucho este sitio, que como ven es tranquilo, cuando no estoy en la selva. Me dedico, aparte de estar en la comisión telegráfica y a mis funciones militares, a hacer de guía y explorador en la selva. Como usted, señor Mahooney, si no me equivoco. Bueno, a lo que íbamos. El profesor, nuestro amigo Sorocco.

Pues he estado esperando su llegada al aeropuerto varios días -comenzó a relatar el guía mesándose la barba y haciendo memoria-, pues no sabía exactamente cuándo tomarían el vuelo. Casualmente han llegado... en el mismo vuelo. Sorprendente. Vayamos al grano. Marvin desapareció hace un mes en mitad de una exploración que yo guiaba y en la que iba el propio Marvin. Nos dirigíamos al sureste de la ciudad para contactar con un poblado Otwe en mitad e la selva.

En cierto momento, durante un descanso, Marvin se esfumó sin ser visto, aunque se encontraron sus pertenencias tiradas en el terreno: una mochila, víveres, un diario, una pieza arqueológica y unas misivas preparadas para ser enviadas. Tres cartas para tres personas... Sí: ustedes tres. Las cartas ya estaban firmadas por Marvin, lo cual supongo que se las iba a enviar al regresar; pero como ello no ocurrió, yo mismo me encargué de hacerlo. Ahora les diré porqué. Yo sospechaba que Marvin sufría algún tipo de amenaza por parte de buscadores de diamantes de esta zona (los cuáles son muy frecuente) y contra los que estaba públicamente enfrentados, ¿habría sido secuestrado por ello?; Nosé... o tal vez fuera por su lucha por la protección de los pueblos nativos que abundan en este estado.

El camarero trajo las bebidas y se marchó. Elías dió un sorbo a la suya, una especie de bourbon claro.

Y por ello debieron secuestrarlo, ya digo, o algo así. La razón del envío de las cartas por mi parte en nombre de Marvin no era sino para pediros ayuda para encontrarle, pero con total discreción. Tal vez esos tres conocidos, osea, ustedes, a los que Marvin iba a escribir, sepan darle más sentido a las notas científicas del diario que dejó mejor que uno. Yo no sé nada de estudios arqueológicos y culturales. O tal vez sepan extraer más datos de este escabroso asunto, puesto que las varias búsquedas por la selva que he llevado a cabo han resultado infructuosas. Asique, les pido disculpas, pues ésto ha sido un reclamo en toda regla... Ahora que están aquí, les ruego que intentemos encontrar al profesor todos juntos.

Desde que llegamos a Cuiabá estoy intranquilo y desconfío. Yo he venido a este lugar perdido a encontrarme con Marvin, una de las pocas personas de las que me puedo fiar, y, en lugar de eso, me encuentro rodeado de tres extraños que vete a saber qué intenciones tienen, y Marvin por ningún lado. No me gusta, y creo que debería irme de aquí lo antes posible. Por otra parte, si Marvin está en peligro y me necesita... es la única persona por la que soy capaz de cambiar mis planes.

Lo único que me tranquiliza es el local donde entramos. Sí, este es el tipo de locales que a mí me gustan: oscuros y discretos. No hay mejor sitio para hacer negocios...

Que me lleve el demonio si sé de qué están hablando. ¿Qué son los Otwe? Y, si el paradero de Marvin se puede deducir de su diario, ¿qué hacemos que no estamos viendo ese diario ya mismo?

- Mister Rondón - le digo en mi pésimo inglés lleno de interferencias del checo y, ahora, también del portugués-, ese diario del que habla, ¿lo tiene aquí consigo?

-¿Así que esto no es una expedición? -pregunté ajustándome las gafas a la par que arqueaba una ceja. 

El local era agradable, el clima era agradable, pero todo aquello que había servido como excusa para el viaje se desmoronaba ante mis narices. 

-No dude en que pondré todo mi esfuerzo en encontrar a mi colega, pero si esto no es una expedición, ¿dónde está el dinero que he invertido en ella?

-No señor Evans-sabía que era un apellido compuesto, pero no se había quedado con la segunda parte, así que decidió dejarlo ahí, aun a riesgo de que aquel hombre se ofendiera por acortar su apellido.-Por lo que nos cuentan, parece que ha pasado a ser una operación de rescate, tal vez hayan considerado sus inversiones necesarias para este nuevo plan. Yo fui contratado como guía y para aportar seguridad al grupo, creo que funciones parecidas a las que suele desempeñar el señor Rondón, así que me es indiferente el objetivo de la expedición mientras se me paguen mis honorarios. No piensen que soy un insensible, estaré encantado de ayudar a dar con el paradero del profesor, tuve la oportunidad de conocerlo anteriormente y me pareció un buen tipo. Solo quiero dejar claro que no tengo problema en seguir adelante, aun con el cambio de planes.

Tras dejar clara su predisposición, Connor trató de hacer memoria sobre la información que había adquirido en su anterior expedición en tierras brasileñas, por si algo de lo que les había contado Elías Rondón le resultara familiar.

El diario, sí... -respondió el explorador a las escasas palabras de Martin, Mr Bird-. Verán, señores, entiendo que le asalten tantas dudas. Poco a poco: he evitado dar parte a las autoridades sobre la desaparición de Marvin ya que -el tipo se echó hacia delante, apoyándose en la mesa, como para hablar con más discreción- tampoco sabe su grado de implicación en el asunto -todos sabíais que existía bastante corrupción en el país, o al menos eso solía decirse-. Los objetos que encontramos en el momento de la desaparición, la mochila, el diario y pieza arqueológica, están a buen recaudo en el hotel de la ciudad donde me alojo, en la plaza de la República. Como comprenderán no es de agrado viajar con las cosas de Marvin por ahí...

El guía miró luego a Sir Edward.

Señor Evans, en realidad si, como les digo -añadió-; es una expedición forzosa, por la selva o por donde quiera Dios llevarnos para buscarle. En cuanto a su financiacion yo no sé nada directamente, pues jamás he tratado tales asuntos con Marvin. El responsable de la expedición en la que Marvin despareció era la Universidad de Sao Paulo, como sabrá. Y aún no ha sido advertida -él no había dado parte a la Universidad por motivos de discreción, como os estaba contando-, asique su dinero no está perdido, supongo -ciertamente, él sólo era un guía y un militar ajeno a cuestiones económicas más que su pago por la guía selvática-.

Finalmente volvió a mirar al señor Mahooney.

Sí, Marvin me habló de usted en varias ocasiones, señor -dijo Elías a Connor-. Le agradezco su buen hacer con nuestro amigo, pues siempre le ha tenido en buena estima. Por supuesto, la proposición en la carta de Marvin es real, y si le pidió servicios profesionales no lo haría sin el visto bueno de la entidad ejecutante, en este caso la Universidad. No se preocupe por sus honorarios.

Finalente, Elías apuró el trago y se quedó pensativo unos instantes. Entonces comenzaron a entrar más clientes al tugurio, sentándose al lado de vuestras mesas. Turistas seguramente. Mientras seguíais allí preguntando a Rondón os dísteis cuenta de que no era demasiado seguro, según todas las precauciones de discreción puestas por Elías, seguir hablando de aquel tema allí*.

Me gustaría que fuéramos todos a mi habitación de hotel para mostrarles las petenencias de Marvin. No entiendo sus notas y tal vez sea alguna pista importante que tal vez sepan leer. ¿Vamos?

Los Otwes son un subgrupo étnico de los Bororo, habitantes indígenas de la selva amazónica del Mato Grosso y otras zonas de Brasil. Difieren principalmente en las deidades conocidas de su rama étnica principal. Son conocidos también como  «Coroados» o «Parrudos». Se distinguen por la confección de objetos de artesanía y pinturas corporales particularmente ricas. El etnólogo belga Claude Lévi-Strauss, amigo personal de Marvin, se encuentra estudiando recientemente su sociedad. Sabéis que vuestro amigo es también un gran estudioso de las costumbres Otwes y sus deidades.

No sabes porqué* pero te da la sensación que la gente que ha entrado te mira constantemente. Tal vez sea imaginación tuya o tal vez no; la sugestión de esconderse los primeros días en un país extranjero para pasar desapercibida es muy fuerte, y ahora mismo estás sufriendo eso... Tus compañeros no parecen haberse dado cuenta de ello.

- Señores -intervengo bruscamente poniéndome de pie-, cuanto antes veamos lo que dejó Marvin cuando lo pescaron, antes sabremos dónde lo han enchironao y...

En ese momento me entra un terrible ataque de tos, parece que se me van a salir los ojos. Miro a todas partes con temor y consigo pronunciar entre tos y tos:

- Los espero en la calle. No me sienta bien el aire de este local...

Cojo mi sombrero, me lo pongo y me encamino hacia la puerta mirando de reojo al grupo que acaba de entrar en el local.

-Estu-tu-tu-pendo ento-to-to-tonces-dije trabándome ligeramente debido al nerviosismo y lo complicado de la situación. -Como efecti-ti-ti-tivamente di-di-dice el señor Le-Le-Le-cián, deberíamos dirigirnos a sus apo-po-po-posentos. 

Aunque fuera amigo de Marvin, también había de afirmar que no confiaba del todo en él. 

-Po-po-por cierto, Claude Lévi-Strauss, a-a-a-amigo de Marvin, tengo entendido que estudia esa tri-tri-tribu, tal vez este por la zo-zo-zona y po-po-po-podamos preguntarle. 

Connor se quedó más tranquilo al escuchar las aclaraciones de su anfitrión. No le cabía duda de que las condiciones serían las mismas, independientemente del cambio de objetivo en la expedición, pero prefería dejarlo aclarado desde el primer momento. Alguna mala experiencia previa le había llevado a ser precavido y mantener ese tipo de conversaciones tan directas, corriendo el riesgo de dar una imagen de materialista o maleducado, pero evitándose sorpresas de última hora.

El irlandés asentía con la cabeza según iba recibiendo la información que les proporcionaba Elías Rondón, y tras entender que había finalizado, respondió.

-Sin duda sería interesante que pudiéramos examinar con atención esos efectos personales del profesor que fueron rescatados. Puede que haya algún detalle que sea de ayuda.-Miró a su alrededor, consciente del creciente murmullo y la presencia de numerosos oídos y ojos indiscretos.-Tiene razón señor Rondón, además, este lugar parece que ha dejado de ser aconsejable para este tipo de conversación.

Dicho lo cual decidió levantarse y seguir a su tercer compañero, el más discreto, en dirección a la salida del local.

Edward asentía en lo de ir a inspeccionar los objetos dejados por su amigo en el momento de la desaparición; pero aquella mirada desconcertó a Elías. Sir Edward se quedó unos instantes mirándolo de manera poco discreta (¿en realidad qué más daba que lo hiciera aquel millonario?) y además algo ofensiva. Rondón notó que el barón inglés le escudriñaba ferozmente con la mirada.

¿Le pasa algo, señor? Si tiene algo más que decirme, hágalo -señaló Rondón algo mosqueado-. Conozco esa mirada y no sé si quiere preguntarme algo más -sobre él mismo, quería decir-, no lo piense -notábais las palabras de malestar del explorador. Segundos después, mientras Martin salía de allí tosiendo con su particular pañuelo tapando su boca (y mirando algo raro a los nuevos clientes allegados), Elías retomó la conversación.

No tengo el placer de conocer a ese tal Claude. ¿Quien es? ¿otro arqueólogo? -el explorador desconocía quién era-. Tiene razón, señor Mahooney, tal vez he pecado de indiscreción, éste lugar sigue siendo turístico. Vayamos a mi habitación en el Partenón; quizá ustedes gusten de alojarse allí también, pues sus precios son bastante económicos -en realidad no teníais alojamiento ni parecía que habíais pensado en ello desde la llegada a Cuiabá-. Y ciertamente aquello era normal debido a la ingrata sorpresa de la desaparición de Marvin.

Segundos después Elías pagó la cuenta y salísteis al exterior, donde desde el callejón del tugurio se veía el bullicio de la ciudad. Martin estaba esperando, y Elías no quiso preguntarle "si estaba bien" ante tal tos por no entrometerse demasiado en la vida de sus nuevos compañeros.

Avanzásteis hasta el coche de Elías.