Cuentan (pero Dios sabe más) que, con el Mundo Aparecido aún tierno bajo sus pies, Menelik, el vástago de Salomón y Makeda, destruyó el dominio de los nephilims en Aksum con el beneplácito del Altísimo y fundó el reino de Abisinia (con una extensión aproximada de 1.100.760 Km2) frente al cual el resto de naciones tiemblan.
Menelik se proclamó rey de reyes (Nigusa Nagast). Su tataranieto Haile-Selassie reina en la actualidad con puño de hierro en guante de seda.
Gondar, al norte del Lago Tana (con una extensión de 3.156 Km2, es el nacimiento de los caudalosos Abbai y Takazee), a la sombra de la montaña Ras Dashan y los montes Simien, es la capital. A ella acuden aventureros y mercaderes de lejanas latitudes, de Nubia y Egipto, de Arabia y del Indostán, de las profusas selvas de Tanzania, Lunda y Darfur, en busca del oro, del marfil y del incienso que provienen del África interior, del café y el qat de Harar, de la sal del Desierto de Danakil, de las magníficas obras de artesanía de los falasha (junto al Tana) y los arussi, que forjan sus armas y anillos en el volcán Ticho (al sur de Soa).
Multitud de razas, tribus y etnias conviven en esa cuna de la creación, y esa convivencia no es fácil. Los nephilims aún perduran en Eritrea y pactan con los yemenitas y con los piratas de Zanzíbar. Los visires de Arabia también trazan sus planes de conquista. Las disputas religiosas también son copiosas, y el patriarca de Lalibela pugna por conciliar todas las posturas, en su sede excavada en la pura roca.
El macizo de Abisinia compone el centro de Abisinia, y la región es conocida como Amhara. El Ras Dashan, con sus casi cinco mil metros, domina una extensión de vasta mesetas basálticas (o ambas), a una altitud entre los 2000 y los 3000 metros y profundamente surcadas por los ríos Abbai y Takazze. Las regiones más pobladas (sobre los 2000 metros) es la Woinadaga, dedicada al cultivo de cereales como el tef, el trigo y la cebada, aprovechando la época del monzón (de junio a septiembre). Por encima de los 2500 metros (o Daga), prima la ganadería, y por debajo de los 1800 metros (o kwollla), se cultiva el sorgo y el maíz en los valles calurosos y húmedos donde se lleva a pacer a los rebaños.
La lengua oficial es el amharico, pero coexisten un total de noventa lenguas y doscientos dialectos.
La moneda es el birr. La bebida y la comida más populares son el tedj (o hidromiel) y la torta enjera (hecha con el fino grano de tef y que se sirve con carne y salsa picante).
Dadas las grandes dimensiones del país, el clima varía en las diferentes regiones. A grandes rasgos, desértico en el norte, templado en los valles y alpino en las mesetas. Hay lluvias fuertes pero que duran poco entre junio y septiembre, y llueve también un poco en marzo y abril. El resto es estación seca.
Las diferencias de altitud se reflejan en la vegetación del país. Las regiones más bajas de la zona tropical tienen una vegetación escasa con arbustos del desierto, zarzales y abundantes pastos de sabana; los valles y las quebradas están cubiertos por una frondosa vegetación, mientras que la zona templada se caracteriza, sobre todo, por sus pastizales.
La parte más alta de las pendientes es pobre en árboles, encontrándose en ella vegetación alpina que, a partir de los 3.900 metros, se transforma en una meseta desértica y pedregosa.
Las especies de animales salvajes más grandes de África se encuentran en la mayor parte del país. Estas incluyen jirafas, leopardos, hipopótamos, leones, elefantes, antílopes y rinocerontes. Son comunes el lince, el chacal, la hiena, y varias especies de monos. Las aves rapaces incluyen águilas, halcones y buitres. Se encuentran abundantes garzas, loros y pájaros para caza como agachadizas, perdices, cercetas, palomas y avutardas. Entre la gran variedad de insectos están la langosta y la mosca tsetsé.
El reino de Abisinia es el más poderoso en el Mundo Aparecido.
En su capital, Gundar, la de los cinco bastiones, en los subterráneos del palacio real, se encuentra la Cámara de los Artefactos. El soberano Haile Selassie atesora allí todos los objetos que el legendario rey Salomón utilizó para apresar a las deidades que cristalizaron en los orígenes de la creación, voluntades caprichosas y prácticamente omnipotentes; doblegadas mediante sellos, Salomón disponía estos objetos-prisiones como piezas para sus máquinas fantásticas, como la enigmática Tabla de Salomón.
Se cuenta que, exhausto tras una noche de pasión, Salomón no pudo evitar que la reina de Saba se colara en su taller de trabajo, y que ésta, curiosa como toda mujer digna de ser llamada así, manipuló y completó uno de los puzzles del Rey-Hierofante, lo cual ocasionó el despiece y la posterior reconfiguración del mundo, de tal manera que todos los artefactos se desperdigaron por los confines de la nueva geografía.
Así, en la actualidad, partidas de aventureros abandonan Addis Ababa año tras año con el encargo de recuperar nuevas reliquias para el rey Haile Selassie, tan poderosas, que perturban la realidad que las circunda.
Genios en lámparas, ondinas en jofainas, demonios en zafiros engarzados, oráculos consignados en papiros, titanes convertidos en estatuas, silfos aherrojados de urdimbre de alfombras…