Las palabras del enano fueron acompañadas por un gesto de Darehl,con el que fácilmente se podía intuir que estaba de acuerdo con lo que había dicho su compañero.
Girando sobre si mismo dijo -Vayamos de una vez a cumplir la misión, estamos derrochando palabras cuando podríamos verter sangre-.
El enano se levantó. Sahab, adios, esperemos volver a vernos con la mision cumplida. Tras esto el enano comenzó a caminar.
Ibn Carteyán, el hombrecillo de barba puntiaguda y peripuestos bigotes que regenta el puesto de especias en el Callejón de los Peripatéticos, en el corazón de la kaisariya, husmea con desconfianza por sobre el hombro de Gazel. El beduino ha adquirido cierta nombradía en las escasas dos semanas que lleva en Gundar, gracias a su habilidad para la lectura y para llevar las cuentas con y sin ayuda del ábaco.
-Mira que esté todo, beduino, que no falte nada: la última vez me engañaron con las medidas de sal –no cesaba de cuchichear el comerciante, con tono insidioso, lanzando miradas de soslayo a los cinco afar, provenientes del desierto de Danakil, que se apiñaban ante el puesto.
Gazel lleva la cuenta mentalmente de lo que le ha pedido el especiero, pero su mente está más pendiente de los movimientos que realiza el comerciante más que de la cuenta rutinaria o del puñado de afar que se agolpan delante del tenderete. No puede evitar esbozar una leve sonrisa -si supiera el desgraciado que tiene a un lobo dentro del rebaño no estaría tan pendiente de esos cinco... En verdad que me vendría bien una pizca de cayena o de cualquiera de estas otras especias, con lo que me pague este no me solucionará gran cosa.-
En un momento de descuido de Carteyán, Gazel introduce rápidamente una pequeña bolsa con especias en el interior de su amplia chilaba.
-No se preocupe, está todo contado y recontado
Aquel saquito hurtado quintuplica por sí mismo el pago acordado, diez birrs. Gazel se dispone a entregar el pliego con la trascripción de sus cálculos al especiero y a informar de que las faltas son insignificantes, cuando, de pronto, un gran rumor recorre el gentío, apurado por dejar paso a la guardia de Gundar: una patrulla de diez hombres, con escudos y lanzas y tocados con melenas de león, desfila por el pasaje. Un mendigo desdentado no tarda en anunciar frente a ellos:
-¡Un asesinato! ¡Un diablo! ¡Oran, el borrachuzo, no era tan embustero al fin y al cabo: alguna verdad contendrían sus historias cuando uno vino a silenciarlo!
El beduino se intriga por el repentino alboroto que se ha levantado en la kaisariya e intenta otear por encima de la muchedumbre apoyándose en un pequeño saliente. ¿Quién habrá sido?
- Eh!, ¡mendigo! ¿Sabes algo más de lo que ha pasado?
-Sí, claro que sí, si la historia la invent… -se interrumpe bruscamente y pasa a corregirse, vivaz: –¡La escuchamos los dos en nuestra juventud! Y es que existe en el Tigray una cueva que es el nido de una banda de ladrones y cuya entrada está sellada por medios mágicos. Por unas pocas monedas, yo te revelaré, mi distinguido amigo, cuál es su ubicación y cuál la fórmula que…
En esta ocasión, la interrupción no es voluntaria, sino que es un hombre revestido de bronce quien acalla al embarullador con un empellón. Ante Gazel han aparecido tres hoplitas con égidas, lanzas, espadas cortas al cinto, corazas, grebas y yelmos de luengos penachos. Uno de ellos lleva también un tubo para papiros colgado del cuello, y es quien le habla:
-¿Eres tú el que lee por dinero?
Gazel se siente intimidado ante la presencia de los tres guerreros, al mismo tiempo que le produce gran interés la suntuosidad de sus indumentarias. - No parece que tengan intenciones hostiles... - El beduino les contesta:
-Podría ser... ¿quién quiere saberlo?
El guerrero responde sin retirarse el yelmo. Sus ojos son azules y glaciales; su acento es fuertemente extranjero y da indicios de que su propio idioma es, en igual grado, sutil e intrincado.
-Mi nombre es Teseo y vengo del mar interior en que desemboca el Nilo. Hemos atravesado el desierto de las Esfinges en busca de un descifrador de la lengua de este Imperio. Acompáñanos hasta un lugar más discreto y te mostraré el documento en cuestión. Te pagaremos cien birrs, ¿estás de acuerdo?
¡Parece que este es mi día de suerte! -Piensa el beduino. Excitado, responde afirmativamente a su interlocutor con un leve gesto de la cabeza. Acto seguido se dirige a Carteyán para zanjar su trabajo:
-Especiero, creo que ya está todo lo que me pediste ¿Tienes lo acordado?
Este codicioso beduino no deja pasar una eh? xD
El especiero paga a regañadientes y pasa a regatear los precios de la sal con los Karo provenientes de los duros páramos de Danakil.
Por su parte, los tres hoplitas acompañan a Gazel hasta un reservado en la tetería Baraka, situada en una de las callejas adyacentes al Pasaje de los Peripatéticos.
Sólo Teseo consiente en sentarse junto al buscavidas y del cilindro que cuelga de su cuello extrae un manuscrito que extiende con cuidado ante ellos. Los otros dos guerreros montan guardia de pie, unos pasos por detrás.
-Ese manuscrito perteneció a M’Bwa, el Fabulador –explica Teseo. -Este protervo robó unos valiosísimos tomos de la torre de Heurística, en Alejandría. Sin embargo, los agentes de LaMaraña pudieron interceptar este documento en que indica a sus esbirros su plan de huida. Tal vez puedas desentrañar en el texto su actual situación…
Interesante la historia que cuenta el heleno...- Gazel recoge el manuscrito y lo inspecciona cuidadosamente. Parece no estar escrito en amhárico, pero el beduino no tiene problemas en interpretarlo. Mientras lee el texto reflexiona sobre esos valiosos documentos robados: Quizá podría localizar por mi cuenta el paradero de los tomos, si valen tanto como para que estos guerreros realicen tan largo periplo seguro que valdrá la pena agenciarselos. Sin embargo, creo que podría ser prudente desvelarles parcialmente el documento para que no sospechen nada, y guardarme algo de información para tener alguna ventaja sobre ellos, aunque puede que no sea necesario por el momento...
Tras esas cavilaciones Gazel prosigue con la lectura.
Supongo que cuando tenga que hacer una tirada me lo indicarás...
Gazel identificó el idioma como proveniente del Tigray; se trataba, más concretamente, de la lengua oscura del perdido reino de Aksum. Tuvo que emplear todo su intelecto para interpretarlo:
"La Oruga y Alicia se estuvieron mirando un rato en silencio: por fin la Oruga se sacó la pipa de la boca, y se dirigió a la niña en voz lánguida y adormilada.
--¿Quién eres tú? --dijo la Oruga.
No era una forma demasiado alentadora de empezar una conversación. Alicia contestó un poco intimidada:
--Apenas sé, señora, lo que soy en este momento... Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.
--¿Qué quieres decir con eso? --preguntó la Oruga con severidad--. ¡A ver si te aclaras contigo misma!
--Temo que no puedo aclarar nada connnigo misma, señora --dijo Alicia--, porque yo no soy yo misma, ya lo ve.
--No veo nada --protestó la Oruga.
--Temo que no podré explicarlo con más claridad --insistió Alicia con voz amable--, porque para empezar ni siquíera lo entiendo yo misma, y eso de cambiar tantas veces de estatura en un solo día resulta bastante desconcertante.
--No resulta nada --replicó la Oruga.
--Bueno, quizás usled no haya sentido hasta ahora nada parecido --dijo Alicia--, pero cuando se convierta en crisálida, cosa que ocurrirá cualquier día, y después en mariposa, me parece que todo le parecerá un poco raro, ¿no cree?
--Ni pizca --declaró la Oruga.
--Bueno, quizá los sentimientos de usted sean distintos a los míos, porque le aseguro que a mi me parecería muy raro.
--¡A ti! --dijo la Oruga con desprecio--. ¿Quién eres tú?
Con lo cual volvían al principio de la conversación."
Es una áspera carcajada la que le hace abrir los ojos. Tiene algo en la boca, lo está mascando con cuidado, su sabor es del más perfecto amargor. Entre las manos, soporta una escudilla con un pegote de masa negruzca en su interior. Observa de refilón como los dedos de su mano derecha están tintados con esa sustancia, pero ya su mirada reposa en un viejo desdentado, de cabellera y barbas frondosísimas y mugrientas, que se sienta a su diestra con la espalda apoyada sobre un pavimento de madera. El viejo ríe como un alucinado.
Gazel se encuentra en el peristilo del Fonduc, admirando el mar de tiendas que se extiende hasta las murallas de la ciudadela de Gondar. ¿Pero es Gazel? Viste una túnica del color del orín, se siente más alto, la negrura de su piel es más pronunciada, qué diablos, su piel es de ébano como la de las tribus de la selva profunda del oeste. Sus manos y pies son extremadamente grandes, contrastan con lo raquítico de sus miembros. ¡Aquél no es su cuerpo!
Antes siquiera de que pueda entregarse al pánico un niño de unos once años se acuclilla a su lado y desenvuelve un paquete sobre su regazo, mostrando unas bolas de resina oscura.
-Eh, psiconauta –le susurra- ¿qué me dices de este opio?
Sahab los retiene aún por unos instantes:
-Escuchad, para atravesar el dédalo de la Kasba necesitaréis contratar los servicios de un psiconauta. No tendréis problemas en dar con alguno en los alrededores del Fonduc, el albergue de los viajantes.