Partida Rol por web

Que recuerdos... Casi me olvido del incidente que acabamos de sufrir, mirando el paisaje, y recordando mi niñez, mi hija hace que vuelva a la realidad. Parece preocupada por Francisco, que raro que no haya preguntado antes. La miro con una sonrisa algo cansada en los labios.

No te preocupes, cielo, creo que se ha mareado un poco, debía estar cansado como nosotras. Mientras intento tranquilizarla poso mi mano sobre su frente, la noto bastante caliente, acerco mis labios. Cariño, estás ardiendo, te encuentras bien? "Supongo que es el agotamiento que tiene la criatura, ahora en cuanto lleguemos haré que se meta en la cama bien abrigada."

-Me pitan los oídos, mamá. ¿Ya hemos llegado?

Alicia no tiene buen aspecto.

Manuel frena en ese momento e interviene:

-Sí, nena, ya hemos llegado –Y a Silvia: -¿Busca a alguien en concreto?

Están detenidos en la calle principal.

Dios mio, cariño, no te preocupes que ya llegamos, buscaremos un médico, seguro que es por el agotamiento. Sí, si puede acercarnos a casa de mi tía Rosario. Digo levantando la vista y dirigiéndome a Manuel. Me sorprende ver como el pueblo no ha cambiado en todos estos años, así que no me es difícil indicarle el camino. Mantengo a mi hija abrazada, apoyada en mi hombro mientras le voy acariciando el pelo suavemente. Siento los latidos de mi corazón, intento relajarme, seguro que el médico sabrá lo que le ocurre...

Francisco sigue manteniendo en su rostro una cara de temor, no puede quitarse de la cabeza esa imagen de la mujer....ese dolor que reflejaba su rostro, la desesperacion de su grito ahogado, su frustacion, esas manos con las que se agarraba las mejillas, el agujero negro que era su boca...Una imagen tan siniestra, tan dolorosa, en vez aterraba a Francisco, y ese anillo....el anillo de Helena en el dedo de esa mujer tan amargada, querria significar algo, acaso Helena estaba mal, y por eso no habia podido acudir a su cita. O simplemente estaba justificando con ello, mi vision tan terrorifica y el hecho de que no hubiera venido a nuestra cita.

De repente mis pensamientos se paran, estoy en una caverna....hace frio, me empiezo a frotar los brazos para calentarme, hace fresco, pues acostumbrado a las noches sevillanas, mi cuerpo no tolera el frio mucho.

Pe-pe-pero donde estoy que-que-que es esto....

Al fondo se ve una habitacion, por los muebles y por la vestimenta de la gente, parece que son de epoca Victoriana, quizas sean ingleses, me acerco hacia aquella habitacion, caminando lentamente, dandome calor con los brazos, y con el gran temor de encontrarme con otra imagen mas horripilante que la anterior. Pero de repente mi vision se dirige a una imagen, algo que parece una espalda de....una mujer....

Aaaaah, unas arcadas afloran en el rostro de Francisco, y de repente, la bilis asciende por su esofago y va a depositarse al suelo de la piedra madre... Los ojos de Francisco estan llorosos, y Francisco no puede aguantar tanto dolor...se derrumba en el suelo y sigue intentado vomitar, pero su estomago esta vacio y solo puede sentir el acido sabor de la bilis salir por su garganta.

Tras que se me pase este mal rato, me acerco un poco a la columna y al dolmen e intento saber si corresponde a algun rito prerromano de la peninsula...inspecciono el cuerpo de la mujer, tapandome con el pañuelo la cara para evitar ese olor a podredumbre.

De repente las personas que se ven en el otro plano de la caverna comienzan a hablar, las palabras que  salen por sus bocas, no parecen tener acento ingles, seguramente sean españoles.

No tengo ni idea de lo que dicen parecen ser biologos, o medicos, dicen algo de sistemas nerviosos y la manipulacion de este para controlar ciertas cosas, espero que no se refieran a personas...O parece que hablan de comunicar espiritus con personas...no entiendo nada....

Mi mirada se vuelve a dirigir a la mujer atada, y reconozco su rostro....no, otra vez no... helena... rapidamente intento desatarla de la columna, pero ella parece que no lo desea, a continuacion me veo agarrando una fusta, y dandola, las palabras lascivas de Helena hacen que me apetezca mas darla, es una delicia, una soltura de adrelina...no, no puedo....ZAS!!!ZAS!!!parate, parate...no ZAS!!ZAS!!!

La mirada de los latigazos, se va perdiendo en mi subconsciente, empiezo a vislumbrar una luz y mis ojos se abren...me restriego los ojos y miro hacia todas partes, que ha pasado...donde estoy?¿señora silvia, don manuel?¿?¿ mi cara empieza a tomar un color sonrojado, por mi mente pasan ciertas imagenes de mi locura cuando vi aquella imagen...y me pregunto si aquellas personas sufrieron algun daño por mis movimientos tan acelerados y extraños. Espero que no...

En mi despertar, noto que soy observado, tres pares de ojos estan clavados en mi, unos seran por el terror de mi repentina locura, otros por preocupacion, quizas, de que dañe a sus seres queridos, y otros por no saber que le ocurre a ese extraño hombre que antes le acaba de mirar...

Miro por la ventanilla, sigue lloviendo, la imagen de aquel rostro parpadea por mi mente entremezclandose con las gotas de lluvia, miro a la mujer, la miro a la mano, en busca de una alianza.

Despues miro al conductor....dis-dis-disculpe, que he hecho exactamente en mi ataque, espero no haberles dañado a ninguno de ustedes....miro con sinceridad a la mujer.

Parece que Francisco poco a poco empieza a despertar. Le miro, con un poco de temor, sin saber como reaccionará. Parece preocupado, arrepentido de su actitud.

Bueno, no, dañarnos no nos ha dañado... Parecía mas bien asustado, no se por qué...

Mantengo abrazada a mi hija, inconscientemente vuelvo a pasar la mano por su frente, comprobando su estado febril.

Manuel, tardaremos mucho en llegar?

Manuel, que estaba siguiendo las indicaciones de Silvia, mientras murmuraba para sí: “¡Rosario, Rosario… Ah, la madre de José y Carmela!”, se sobresaltó palmariamente con el despertar gemebundo de Francisco José y estuvo a punto de frenar otra vez en seco. Finalmente, las explicaciones del hombre parecieron calmarlo un poco y se decidió a caracterizarlo como un loco inofensivo. También ayudaba la actitud comprensiva de aquella mujer que, además de guapa, afortunadamente, no era también una histérica. A su pregunta, el panadero contesta:

-No, señora. Ahí, a la derecha es. Estamos frente a la fachada – Y a Francisco José le pregunta (aunque suena más a exhortación): -¿Usted también se baja aquí?

El reloj del salpicadero marca las diez y treinta y uno.