Partida Rol por web

La descarga se sintió como un dolor insoportable que comenzó en alguna parte del cuerpo de Safiya que ni siquiera ella misma pudo definir. Sus manos lo absorbieron casi tan rápidamente como se había producido, extendiendo una agonía a lo largo de su cuerpo que jamás había sentido antes... ni volvería a sentir jamás.

Al mismo tiempo que la electricidad recorría su cuerpo, quemando su piel y sus nervios, Safiya era impulsada con fuerza por el aire, hacia atrás. Su boca se abrió en un silencioso grito de auxilio y de dolor mientras todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo se activaban al mismo tiempo, deteniendo el funcionamiento de cada una de sus partes casi a la vez, en medio de una interminable secuencia de temblores sin control.

El humo que salía de su piel no era sino el reflejo de todo lo que estaba sucediendo en su interior. Cada una de sus células había empezado a explotar debido al súbito y descomunal aumento de temperatura, deteniendo todas sus actividades en cuestión de segundos. El propio cerebro de Safiya prácticamente había dejado de antes incluso de que su cuerpo cayese desplomado en el suelo. No obstante, durante los escasos segundos en los cuales Safiya mantuvo cierta consciencia, fue capaz de revivir todo lo que le había sucedido durante sus escasos años de vida. No había tenido tiempo para hacer todo lo que quería, pero sí había experimentado amor, odio, celos, estúpidos enfados e ingenuas esperanzas. No había logrado visto todas las maravillas del mundo que eran para ella como un insondable enigma que había esperado descifrar; aun siendo guía en su propio país, siempre había querido disfrutar como una más de lugares lejanos y diferentes al suyo. 

Tampoco se había casado ni había tenido hijos, un camino que en un principio podía parecer predestinado para todos pero que ella había escogido retrasar para poder explorar más el mundo que le rodeaba. Estaba segura de que llegado el momento, habría encontrado a una persona con quien compartir momentos felices y desilusiones, las risas de un simple encuentro y los llantos de una estúpida discusión, y en definitiva, con la que vivir durante el resto de sus días, pero ahora, los días se habían acabado.

Pero sobre todo, no había sido capaz de llegar a comprenderse completamente a ella misma, a saber con seguridad qué era aquello que verdaderamente le gustaba. No estaba del todo segura de si prefería desayunar un café por las mañanas o si por el contrario era mejor tomar cereales; si, le gustaba más contemplar el cielo al anochecer o mientras se despertaba; si era mejor usar un pintalabios mate o con brillo...

La rápida secuencia de imágenes y pensamientos hicieron que dos segundos fuesen tan intensos y duraderos como toda una vida, al mezclarse tanto los recuerdos como los deseos del futuro que ya no iba a experimentar, hasta que finalmente, todos ellos se apagaron de la misma forma que aparecieron, súbitamente, dejando la mente de Safiya completamente en blanco y a su rostro carente de cualquier emoción... con una salvedad. Quien la mirase más cerca, habría podido ver una pequeña y única lágrima en uno de sus ojos, cuya presencia no era debida al profundo dolor provocado por la descarga, sino a una vida incompleta que jamás podría experimentar. Y mientras descendía por su rostro para perderse en el frío suelo de aquella sala, sus pupilas se dilataron en busca de una luz que ya no podrían captar.

Safiya había muerto, pero sobre todo, sus esperanzas e ilusiones habían muerto con ella.

No, no, no no....

Se repetía la escena, sólo que con otro protagonista. Primero Adam, ahora Safiya. Beth se cubrió la cara con las manos, ocultando los ojos y sus lágrimas, intentando negar la realidad si no la veía.

Pero ahí estaba, era la muerte, de nuevo. 

De nuevo se dejó caer en el suelo, sollozando, otra vez sin consuelo, otra vez sin entender nada. ¿qué diablos les había traído hasta allí, qué juego cruel?

No, no, no, no....

Lo último que mantenía ocupada la mente de la egiptóloga, era el sonido de chispas revolotear aquella sala. Tras eso, un grito y tras él... oscuridad. Istar había quedado en shock, el llanto desconsolador de Beth le había vuelto a la dura realidad. Safiya había caído en combate, otra más. Ahora quedaban ellas dos y deberían trabajar codo con codo para salir allí.

Beth se encontraba desconsolada en el suelo, por lo que Istar se agachó de cuclilla y le acaricio el cabello. Un acto cariñoso en mitad de una pirámide.

-Beth no... no, por favor. No te desplomes... debemos salir de aquí... -comentaba con un nudo en la garganta-.

A decir verdad, Istar era muy ruda a la hora que sus sentimientos más emocionales saliesen a la luz. Pero en su interior, lloraba la pérdida de aquella compañera. La guía le había servido de ayuda en lo que habían recorrido. Era jovensísima y ... tocar su cuerpo e ir a por él para darle una merecida sepultura no era buena idea, más que nada, porque entonces, habrían dos muertes más.

No podían quedarse allí. Tenían que salir de aquella pesadilla, como fuera. Y por mucho que el impulso la llevara a dejarse caer desesperada, Beth se recompuso, una vez más, y encaró la situación.

-Vamos, regresemos sobre nuestros pasos, vamos a acabar el maldito circuito de salas que nos falta por ver. Quizá en una de ellas está el verdadero medallón, la pareja del del corazón de Sejmet. Porque me da que el que se ha llevado a Safiya por delante era una trampa. Una traidora prueba.

Asintió, y le dio un abrazo fugaz y cálido a Istar. Y luego echó a andar, en dirección a la sala marcada con el 9 en el plano que habían hallado.

La gran sala a la que acababais de ganar acceso (14) era una trampa. Lo supisteis en el momento que las puertas de piedra se cerraron tras de ustedes dejándoos atrapadas. Intentasteis abrir la puerta pero no había manera, el mecanismo era demasiado especial como para usar la fuerza bruta.

Fue entonces cuando os disteis cuenta que la única solución ahora era investigar bien el lugar para encontrar la manera de abrir las puertas.

Os llamó la atención que lo único que había allí era un altar donde una daga ceremonial oxidada permanecía sobre él.

En una de las paredes había un jeroglífico, si se tenían los conocimientos necesarios se podría traducir su significado.

La sangre es la llave

Se ha descubierto una verdad aterradora. El Jeroglífico indicaba que la sangre era la clave para salir de allí. El hecho de que hubiese un altar y un puñal ceremonial incitaba a la imaginación con desenlaces bastante macabros. ¿Qué es lo que teníais que hacer? ¿Teníais que usar el puñal para conseguir sangre?

-Mierda...

Aquello no le gustó nada. Pero nada, nada. Parecía más que obvio el sentido del jeroglífico, el del altar, y el de la daga a todas luces ceremonial. ¿Qué les estaba diciendo la mente diabólica que había urdido todo ese laberinto de trampas macabras? ¿debían inmolarse como corderillos en el altar para que se abrieran las puertas? ¿Debían elegir a una de ellas para ofrecerse de víctima y que así la otra se salvara?

-No nos precipitemos. Busquemos, busquemos por las paredes, y el suelo. Y el altar, puede que esto no sea tan... explícito como parece. Puede que sea una trampa en una trampa, y que haya alguna palanca, o resorte, por algún lado.

Empezó a palpar a la derecha de la puerta cerrada, metódicamente, resiguiendo el relieve de las piedras. 

-Haz lo mismo por el otro lado, vamos, no perdamos tiempo. Hay que examinar toda la sala, a conciencia. Y luego el altar, minuciosamente.

Istar obedeció las órdenes de Beth, por lo que palpó por la zona indicada, sin embargo, no había nada de interés, ni relevante, provocándole cierto miedo en el cuerpo.

-Beth, eso es un '' altar'' de sacrificio, alguna de las dos debe derramar sangre. Lo que podemos hacer, como la daba está oxidada, es cortarnos un poco las palmas de las manos, invirtiendo esa sangre en el puñal oxidado y depositándolo en el altar. No nos podemos cortar con la herramienta, pues podríamos contraer una enfermedad... Así que, rebuscaré en mi mochila por si podemos improvisar algún objeto cortante. El objetivo de invertir la sangre en la oxidación es causar una reacción química...

Istar Le pidió a Beth, amablemente, que se diese la vuelta por si alguna prenda que llevase tuviera algún objeto cortante.

-Un botón nos puede servir... Pues lo romperíamos.

-¿Las palmas de las manos...? ¡Ni hablar! Lo que es yo, si tengo que sangrar, lo haré por un sitio que no necesite tanto. Por ejemplo... -¿dónde narices es buen sitio para sangrar...? Joder... no hay un buen sitio, maldita sea. Pero las palmas de las manos, ni loca...- ...bueno, no lo sé. Pero prefiero el antebrazo, por ejemplo, en el dorso. El izquierdo. A ver...

Buscó también en su mochila, y fue directa al material fotográfico que llevaba consigo. Una lente filtro, ligera, de cristal. Un pañuelo de cuello, pañuelos de papel, botellita de perfume... vale. 

-Voy a romper la lente. La desinfectamos con el perfume, y nos cortamos las dos, cada una donde quiera. Y tiramos la sangre en la daga, y de la daga al altar. Digo de hacerlo las dos porque si hay algo... mágico en todo esto, es mejor que seamos las dos las que participemos. Además de que tampoco es justo que se fastidie solo una, no te ofrezcas voluntaria -la cortó antes de que Istar pudiera replicarle- No voy a permitirlo.

Istar asintió con una sonrisa. Beth no estaba por la labor en cuanto a cortarse las manos, pero... Ella sí, sabía que por las billones de películas en las que los personajes se enfrentaban a situaciones tales como estas, se cortaban ahí. Si lo hacían... Sería por algo.

-Genial, por mi parte tengo un mechero y un resto de agua en la cantimplora...

Esto es un locura... maldita sea la hora en que le pedí a Adam venirnos a Egipto en viaje de novios... ¿cómo podía ni imaginar...? Adam... Adam y Safiya... y quién será la próxima...?

Sumida en lúgubres pensamientos Beth estrella la lente contra el canto del altar, como si cascara un huevo para freírlo. Se parte en tres trozos casi idénticos, de un lado redondeado y pulido, y del otro provistos de un afilado borde acabado en punta.

-Aquí tienes, menudo regalo. -Le tiende uno de los trozos a Istar, después de rociarlos con un poco de colonia.- Vamos a allá, y que sea lo que Dios quiera. O la diosa. O su hermana, o las dos, joder...

Se sienta en un lado del altar, y pone la daga ceremonial sobre éste, dejando espacio a otro lado para que su compañera se siente también. Inspira profundamente, y se limpia el dorso del antebrazo con otro poco de agua de colonia y un pañuelito de papel.

-Mejor sentadas, no vayamos a marearnos. -Cosa más que probable en mi caso, la verdad.- Un corte firme, y profundo, o no sangraremos una mierda...

Beth habla en voz alta pero como si lo hiciera consigo misma. Ha perdido la alegría y el buen humor, ya no es la chica dulce y feliz que entró en la excavación. Ahora es una amargada repleta de hiel y tristeza, de resentimiento.

-Venga.

Y lo hace. Se practica un corte que empieza superficial y acaba profundo, no muy grande pero que, evidentemente, empieza a sangrar profusamente. Ni pestañea, los dientes apretados, los ojos afilados, el gesto contraído. Deja que el goteo continuo de sangre caiga de su antebrazo directamente al filo que la daga, y de ésta el rojo carmesí resbala hasta la piedra del altar.

Istar sonrió ante el ''regalo'' ofrecido por Beth. Mientras ,decidida, se cortaba las palmas de las manos y tras un gruñido, escuchó cómo la joven viuda había cambiado en cuanto a su comportamiento. No era la misma y aquello producía cierta pena en la egiptóloga. Había sido testigo del cambio de la joven y adorable Beth. Ahora se había convertido en una mujer fuerte y poderosa.

-Voy a empapar la daga -comentó con las palmas de las manos ensangrentadas-, en mi mochila está el agua. Nos curaremos las heridas y nos las taparemos-.

El arma fue bañada por la sangre de Istar ,que junto con la de Beth, cayó a cuenta gotas por el altar del sacrificio. El olor a sangre había perfumado la estancia cerrada. Era intenso ,demasiado.

-Creo que me estoy mareando... -dijo llevándose la palma de la mano izquierda a la frente, la cual se había manchado de sangre- el olor es demasiado intenso...

En aquellos momentos, Istar solo quería una cosa: salir de ahí y respirar el aire puro del desierto.

A medida que la sangre tocaba la daga y acto seguido el altar todo comenzó a vibrar.

Era una vibración débil que iba en aumento a medida que más sangre caía sobre la piedra, sin embargo la puerta de la salida no se abría ¿es que acaso no era suficiente?