Partida Rol por web

El combate estaba siendo épico, digno de una canción para recitar en las mejores posadas. El poderoso Gláin había caído de un solo golpe debido a la fuerza de esta criatura. Rilwen seguía en primera fila luchando, malherida, era la única que se interponía entre sus compañeros y la tenebrosa maldad de este ser. Los demás, poco a nada hacían, estando como estaban. Algunos envenenados, otros tan faltos de energía que apenas se tenían en pie, pero todos aportando, aunque fuera dando ánimos a los demás. Estas situaciones unían a los amigos. La desesperanza anidó en vuestros corazones, el terror paralizó vuestros músculos y el frío sobrenatural intentaba arrebataros el calor de la vida. La situación era muy complicada y parecía que iba a llegar vuestro fin... Pero el sonido del cuerno primero, seguido del aura benigna del medallón después, os dio ánimos y esperanza. Nuevas fuerzas aparecieron en vuestro ser, quizás espoleadas por la firme decisión de no morir en un sitio tan oscuro como este. Uno a uno fuisteis levantando la cabeza para mirar directamente a los ojos a esta odiosa criatura y decirla que no moriríais sin luchar.

La primera en actuar fue la pobre Lily, que aterrada y envenenada no pudo acertar con su disparo. Era la que más alejada de todos estaba. En cambio, su hermano Tolman acertó de lleno con sus dos pedradas, acelerado como estaba por la magia élfica. El primer golpe dio con fuerza en el yelmo del tumulario, haciendo girar su cabeza, y el segundo en el hombro del brazo del arma, desestabilizando el golpe que iba a dar. La criatura emitió un chillido terrorífico de dolor y de furia. Las dos pedradas habían frustrado su golpe y apenas dio de refilón a Rilwen, aunque la hizo herida. Como le ocurriera al enano, el frío del acero se empezó a extender por el cuerpo de la semielfa. Ésta, furiosa y enrabietada, activó de nuevo el poder de su cinturón y descargó un espadazo al tumulario, impactando en un costado. El frío que desprendía la criatura, ahora se veía contrarrestado por la cálida luz del medallón de Tatharina. De pronto, Gallind apareció corriendo y gritando, intentando dar un bastonazo que fue fácilmente repelido por el tumulario. La beórnida, que había estado preparando unas hierbas y ungüentos, incluso había encendido un pequeño fuego, abanicó el incienso curativo hacia el tendido cuerpo de Gláin y por ende, hacia Rilwen. Esto hizo traer de vuelta al inconsciente enano y dio algunas nuevas fuerzas a la semielfa. Gláin, abriendo los ojos de par en par, se incorporó despacio, desubicado. Enseguida recordó lo que había pasado, iba a coger la máscara cuando el tumulario le golpeó. El fuerte dolor de la herida, ese frío que avanzaba por el cuerpo, así lo atestiguaba. La mirada bajó a su mano derecha, donde debería de tener el hacha, pero ésta se encontraba atada en el cinto. Lo que vio en su mano le hizo sonreír, ya que agarraba con fuerza la máscara de madera.

Bueno pues de momento seguiría luchando, el humo de las hierbas le había dado nuevas fuerzas, que en parte se habían ido con la herida que le había hecho el tumulario y el maldito frio. Lanzó un nuevo tajo contra la criatura, a la que dio, pero sin lograr un gran daño. No estaban saliendo buenos golpes, a este ritmo iban a tardar demasiado, a ver si el resto tenían algo más de suerte con sus ataques. Al menos Glain se había levantado, con su ayuda tal vez podrían acabar con el tumulario.

Rilwen recuerda que lleva unas hierbas en el bolsillo, así que con cuidado las coge y se las lleva a la boca, volviendo a la posición defensiva mientras las mastica. En unos instantes comenzó a sentirse mucho mejor, con más fuerzas y energía.

Ánimo Rilwen, estoy contigo ahora. - Dijo mientras observaba como el enano volvía en si. - Excelente, Glain podrá ayudarnos también. - Y contemplando a la criatura con decisión en los ojos le interpeló con temeridad. - No te tenemos miedo, horripilante ser. - Dijo a la par que soltaba el que quizás fuese su último golpe. Las heridas y el frío de ultratumba lo tenían al borde de la muerte. 

Tatharina vio satisfecha cómo su amigo comenzaba a moverse. Con dificultad, sí, pero podría volver a la acción. Posó su mirada en sus múltiples saquitos de cuero que se encontraban prácticamente vacíos. Parece que mis reservas están al límite y ni siquiera nos hemos acercado a Imledair... Tardaré varias semanas en reponer todo lo que he usado... Claramente no estábamos preparados para lo que Holfast nos obligó a hacer...

El ruido del combate la despertó de su ensimismamiento. Recogió uno de los pocos sacos con contenido que le quedaban y se acercó a su último amigo herido. - Toma, mastica esto, te hará bien. Y con la delicadeza de una madre le acercó a los labios una baya joya. 

Al ver el esfuerzo de su amigo bardo, Rilwen sintió miedo por lo que podría pasarle, se le veía muy malherido. No pudo contenerse y le dijo:-Gallind, tal vez sea mejor que retrocedas y te alejes del tumulario, tienes que tratar de conservar las escasas fuerzas que aún te quedan. Ahora con Gláin, ya somos dos para tratar de parar a la criatura los que estamos en primera fila.-

Los daños al tumulario habían sido graves o eso quería creer Tolman por el sonido de los golpes, pero la formación de combate se había alterado. Todos parecían al borde del colapso y por mucho que le doliese al mediano lo único que podía hacer en ese caso era seguir apedreando al tumulario aprovechando la magia. Sonaba cruel, pero lo mejor para salvar a sus compañeros en aquel momento era acabar con la amenaza, no era ni mago, ni sanador, solo un pequeño buscador hobbit.- ¡Siento que no me acerque! ¡Pero creo que es mejor que siga desde aquí debilitándole! 

Gláin se levantó del suelo con un sonoro gruñido. Le dolía el pómulo que se había golpeado al caer, le zumbaban los oídos, pero sobre todo le ardía el pecho debido a la sobrenatural herida que aquella criatura le había infligido. Una herida que, si conseguía salir con vida de aquel enfrentamiento, seguramente le dejaría una vistosa cicatriz como recuerdo de su paso por aquel túmulo.

El enano echó un vistazo a su alrededor antes de actuar, pudiendo comprobar que Rilwen seguía a su lado y que Gallind se había unido a la refriega. Ambos tenían un aspecto deplorable, no mucho mejor del que él seguramente tenía. O conseguían acabar pronto con aquel monstruo o pudiera ser que alguno de ellos no volviese a ver la luz del sol.

Una vez analizada la situación, el guerrero se colocó la máscara que tanto esfuerzo le había llevado conseguir, pudiendo ver al instante la verdadera forma del tumulario. Una forma que no creía poder olvidar por muchos años que llegase a vivir. Tras esto, cogió el hacha que llevaba colgada del cinturón, y se abalanzó contra su enemigo.

Estaba claro que la criatura iba a ser muy difícil de vencer, dado que ni uniendo todos vuestros ataques lograbais que cayera. Poco a poco ibais mermándola, aunque no sabíais a ciencia cierta si servía de algo o si la criatura acabaría con vosotros antes, bien por su afilada y mortal espada o por el frío y el terror que os consumía. El caso es que allí seguíais, luchando por vuestras vidas, sin desfallecer.

Lily y Tolman volvieron a apuntar al tumulario y lanzaron sendas pedradas, pero fallaron sus disparos. Quizá habían intentado apuntar muy bien para no dar a sus compañeros y eso había hecho que no dieron en el blanco. Gláin, al portar la máscara de colores, pudo ver en todo su esplendor a Hir Rusark y éste le miró enfurecido, decidiendo atacarle. Si ya había caído una vez, volvería a caer de nuevo. La espada del tumulario dio un buen golpe al enano, haciéndole otra herida, pero esta vez no sucumbió a la fuerza del golpe y aguantó de pie. El momento de guardia baja lo aprovecharon los tres compañeros que estaban en cuerpo a cuerpo. Primero Rilwen, clavando su espada en el torso y luego Gláin, hendiendo el hacha profundamente en una pierna, hirieron al tumulario. Gallind, tan escaso de fuerzas, no pudo siquiera levantar su cayado un palmo y no logró hacerle nada. Parecía que la lucha iba a ser eterna, dado que ninguno abandonaba, pero las fuerzas y la magia de vuestros objetos empezaba a terminarse, por lo que debíais daros prisa en terminar con él o estaríais en desventaja. Tatharina, viendo que su compañero elfo estaba a punto de caer, se acercó por su espalda y le introdujo una baya curativa en la boca. Gallind empezó a masticar débilmente el fruto y enseguida notó como unas pocas energías volvían a él en el momento más decisivo.

Había que continuar dañando al tumulario, a base de golpes tenían que poder derrotarlo, aunque desde luego, no estaba resultando una tarea sencilla. Preparó con cuidado el golpe, y se salió un gran tajo, un enemigo normal habría caído al suelo, pero este no era un enemigo común. El gran golpe le devolvió parte de la moral y buen humor que eran lo habitual en Rilwen.-¡Venga amigos! Ya estamos más cerca del final de este combate, hay que hacer un último esfuerzo.-

Le estaban haciendo mucho daño, tendría que caer pronto, o eso es lo que pensaba Rilwen. Esperaba que no se llevase a nadie antes, ya que varios de sus amigos estaban muy malheridos.-No quiero ser pesada Gallind, pero no sería mejor que te alejes un poco del tumulario.-Si la criatura decidía atacar al bardo, era muy probable que acabase muerto. Y no quería ni pensar que eso le pudiese suceder a su querido amigo, sería un golpe terrible.

¡Vamos compañeros yo creo que casi lo tenemos! 

Y tan asustada como enfurecida por los golpes que el espectro estaba infligiendo a sus amigos Lily lanzó de nuevo una de sus piedras contra la cabeza del no muerto. 

Los ataques no habían hecho efecto y la situación parecía la misma. La esperanza había dejado de vivir en el cuerpo de Tolman y lo que ahora sentía era verdadero terror, un miedo creado por la inseguridad y la cercanía con la que sentía su propia muerte y la de sus compañeros. Jamás debían haber ido aquel lugar. En su mente resonaban esas palabras una y otra vez. Los ojos desencajados y las pupilas dilatadas daban cuenta de como su cuerpo estaba preparado para una lucha a muerte, y no era de otra manera.

Volvió a colocar una piedra con manos temblorosas y comenzó a girar la honda, el sudor de las manos le hacía perder agarre pero aún así consiguió la velocidad suficiente para lanzar una nueva pedrada. 

No tenía fuerzas para gritar esta vez, solo quería que todo terminase.

Los golpes se sucedían en un interminable baile, mientras las fuerzas de Gláin, debido a las heridas recibidas y al sobrenatural frío que emanaba su adversario, iban mermando poco a poco. Por suerte, en esta ocasión, su hacha había conseguido morder al tumulario, y el ataque de éste no le había conseguido tumbar.

- ¡Maldita sea! ¿Cuánto tiempo más va a aguantar esta monstruosidad? - farfulló el enano al tiempo que descargaba nuevamente su arma sobre su enemigo - Si no conseguimos acabar pronto con él, a pesar de que le superamos en número, nos veremos en dificultades -

Eso ni pensarlo - Dijo observando en el fragor de la batalla a Rilwen - ¿Dejarte toda la diversión a ti? - Concluyó al momento que le cerraban la boca con una jugosa baya. Y entre sorbos inentendibles agregó - Estaré contigo en los buenos y los malos momentos. Incluso aún en las puertas de la muerte. Eso hacen los amigos. - Tragó la fruta y las fuerzas revitalizaban sus energías. Agitó delante de si el cayado con velocidad, y aunque pareciera un ataque, solo fue una maniobra distractora. - I bane'sh nia'l. - Y con sus finos dedos señaló con decisión a Rilwen que se encontraba muy cerca de él. De sus manos brotaron unos finos hilillos de un color azul relámpago que envolviendo a la semielfa y la dotaron de la impresionante velocidad que ella ya conocía. - Si caigo. - Agregó volviendo su rostro al feroz adversario. - En mi bolsillo derecho está el pergamino resquebrajado que hallé en el montículo de objetos. Los valar me han bendecido con una súbita revelación. Como un sueño profético en medio del combate, me han dicho que el pergamino aún sirve. - Y tras una pausa dramática. - Si caigo, te encomiendo encarecidamente que lo uses Rilwen, guerrera de Rivendel.

Gallind, con nuevas fuerzas, recita un conjuro que dotará a su fiel amiga de más velocidad a la hora de dar espadazos. Quizá con eso consiga que la semielfa destroce a la vil criatura. Lily, envenenada y cansada de no dar ni a una mosca, se tomó unos segundos para apuntar bien y esta vez sí logró darle al tumulario. Pero debido a la escasa fuerza del disparo y a que la criatura iba fuertemente protegida, casi no le hizo daño. Su hermano, no queriendo dar a sus amigos, volvía a errar el tiro. Quizá si tuviera un blanco más despejado pudiera apuntar mejor, quién sabe. El tumulario, mirándoos con odio a todos y con la armadura muy magulada por vuestros golpes, ataca esta vez al elfo, que al parecer es mago y dice tener un pergamino que le destruiría. En lo más profundo de su ser recuerda el daño sufrido por la magia élfica que le hirió hace unos minutos. Con toda su fuerza, logra descargar un poderoso golpe que deja a Gallind inconsciente en el suelo. Parece sonreír debajo del yelmo. Quitado de en medio al peligroso mago, ahora toca enfrentarse con los dos guerreros que le están plantando cara. Su frío se expande por la sala, queriendo absorber todo rastro de vida. Rilwen, viendo que su amigo (o algo más) ha caído, enloquece y carga contra el tumulario para darle un golpe espectacular. El escudo que porta la criatura cae al suelo dañado y su armadura queda abollada allí donde ha golpeado el filo de la espada élfica. Los ojos rojos de la criatura parecen parpadear de asombro. Si fuera otro adversario, estaría en el suelo muerto, pero este ser sigue en pie. Gláin, viendo que el flacucho elfo ha caído y que Rilwen le ha dejado al tumulario en bandeja, sonríe ante lo que va a venir. Gritando en voz alta el grito de guerra de sus ancestros, descarga con toda la fuerza que es capaz, el hacha sobre la cabeza del tumulario. Tatharina, al lado de todos, se ha quedado blanca y pasmada al ver caer a Gallind y parece no reaccionar cuando más la necesitan.

El tiempo parece detenerse y todo se ve a cámara lenta. El elfo conjurando, los hobbits disparando, el tumulario abatiendo al elfo y Rilwen y Gláin dando sendos buenos golpes. Con el último ataque, el del enano, el yelmo resonó al caer al suelo. Un grito desgarrador hace que todos os llevéis las manos a los oídos. El tumulario antes de desaparecer chilla de odio y frustración, maldiciéndoos para siempre por vencerle. De repente, silencio. La armadura vacía cae al suelo, rompiendo la quietud. Las respiraciones agitadas de todos se escuchan alrededor. Uno de los vuestros está tendido en el suelo. Parece que la criatura ha desaparecido, así como el terror que os atenazaba. También el frío sobrenatural parece extinguirse, aunque aún persiste en el lugar. La luz mortecina que os alumbra, parece titilar. Miráis a los lados esperando ver qué pasa, pero nada ocurre. ¿Habéis vencido? Os miráis unos a otros. Parece que sí, pero aún sentís el mal en el lugar.

Con una última mirada de odio, desaparece escupiendo una única palabra.

-"¡Malditosss...!

FIN DEL COMBATE, PASAMOS A LA Escena 3: Después de la tormenta viene la calma