¿Cuervos? ¡Oh qué cruel! Ja ja... -dijo entre risas y al oido también el de Rivalargo-, yo hubiérale dado muerte allí mismo, con la misma espada hecha para mi boda... ¿Qué porqué decía todas esas barbaridades? Ejem... -miraba a los otros nobles, como para comprobar si decían algo por tales cuchicheos, y luego te dijo de nuevo al oido algo-. Sea ciertas o no todas esas barbaridades dice... y sólo dicen que... la ahora esposa del Barón tiene una casa en lo más profundo del bosque... ¡ja! ¿se lo puedes creer, don Diego? Y allí una mazmorra llena de monstruos alimentados de los desgraciados que caza en ese lugar... ¡Rumores, vaya...! Ya sabe cómo es el populacho...
Acto seguido, y con tu pensamiento ahora algo embotado entre el vino de la cena, el de ahora y aquellos chismes tan incongruentes y exóticos, el de Rivalargo y tu continuásteis las conversaciones a modo común, ya sin chismorreos, durante un breve rato. Todos los invitados se marcharon en la noche, que vivían cerca y sus criados ya andábanles esperando con sus caballos, mientras que tu, guiado por dos sirvientes, subiste a tu aposento, una sala grande bien proporcionada y amueblada en el segundo piso del castillo.
Iñaki dijo algo de "Agaliarepth", y al escuchar ese nombre recordaste que alguna vez lo oíste en algún lado:
AGALIARETPH: Demonio de la Magia Negra. Según se dice, es el demonio que más facilidad tiene para relacionarse con las mujeres humanas y tener descendencia, aunque ésta sea siempre de apariencia monstruosa.
Mientras que llegó un momento en que don Diego de Zúñiga le fue dispuesto una habitación, el resto dormísteis con los criados y criadas en las cocinas. Sin duda que todos teníais ganas de ver las caras de los nuevos esposos y sus reacciones por la grave falta del día anterior.
Escena cerrada